Por andar vestida de hombre

Ciencia y más

Ella no es una criminal. La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres.

Manuel Vidaurre (apelación en el juicio de Enrique Favez). Extraído de la referencia 2.
Enriqueta-Enrique Favez. Imagen de Wikipedia.

La botánica Jeanne Baret circunnavegó el mundo disfrazada de hombre en la expedición de Louis Antoine de Bougainville. No podría haberlo hecho como mujer.

El cirujano de la Armada británica James Miranda Barry nació y fue educado como una niña. Pero ‘eligió’ vivir como un hombre para poder ingresar en la universidad y proseguir la carrera de cirujano.

Hoy traemos a Mujeres con ciencia la historia de otro médico, Enrique Favez, al que se le asignó el sexo femenino al nacer, y después ‘decidió’ vivir como un hombre. ¿Lo hizo porque realmente se sentía un varón, o quizás necesitaba ocultar su condición femenina para poder practicar su profesión? ¿La de Enriqueta-Enrique, es una historia de identidad sexual o una manera de eludir la discriminación hacia las mujeres en la práctica de la medicina?

Enriqueta Favez (1791-1856) nació en el seno de una familia burguesa en Lausana (Suiza). Con 15 años se casó con Juan Bautista Renau, un oficial del Regimiento de Cazadores de las tropas de Napoleón, con el que tuvo una niña que falleció al poco de nacer. En 1809, Enriqueta enviudó, pero continúo viviendo en Francia: con la vestimenta y bajo la identidad de un oficial del ejército francés, comenzó a estudiar medicina en la Sorbona.

Tras su graduación, trabajó como cirujano en el ejército francés durante las Guerras Napoleónicas, hasta que fue capturada por las tropas del Duque de Wellington en España.

Tras la guerra, Enriqueta partió a Cuba y comenzó una nueva vida bajo el nombre de Enrique Favez. Desde 1819, practicó la medicina en Baracoa, atendiendo a muchas personas pobres, a las que también enseñó a leer y escribir.

Enrique se casó con Juana de Léon, consciente del sexo biológico de su marido. ¿Fue una relación entre dos mujeres lesbianas enamoradas o un arreglo para que Juana pudiera sobrevivir a la pobreza? Al violar las leyes establecidas –por casarse con otra mujer y ejercer la medicina sin ser un hombre–, Favez fue detenido y juzgado. En su defensa, Enrique argumentó que era un hombre encerrado en un cuerpo de mujer y que «Tampoco con mi disfraz he causado grave mal a persona particular, ni cometido delito alguno en lo humano, ni intentándolo por tal medio» (ver 1., página 71).

Fue condenado a una pena de cuatro años de prisión «por los horribles crímenes de haber andado desde que vino a esta Isla disfrazada con el vestuario de hombre…» (ver 1., página 88).

Con 33 años fue liberado y fue a vivir a Nueva Orleans (EE. UU.) con unos familiares. Para preservar el ‘buen nombre’ de la familia, le obligaron a ingresar en un convento. Como hermana Magdalena procuró asistencia médica a personas necesitadas, hasta su fallecimiento.

El título de esta entrada, Por andar vestida de hombre, lo he tomado prestado del libro (ver 1.) que el historiador Julio César González Pagés dedica a Enriqueta. Este ensayo está centrado sobre todo en el momento del juicio, y pueden encontrarse en él los documentos del proceso legal seguido contra Favez –un proceso realmente humillante–, además de algunas cartas escritas por Enrique y dirigidas a su esposa Juana –que le acusó– o buscando algún protector.

¿Enriqueta, Enrique o Magdalena? ¿Favez se sentía realmente un hombre? ¿O sólo se ocultó bajo esta apariencia para poder estudiar y ejercer la profesión de medicina?

Referencias

  1. Julio César González Pagés, Por andar vestida de hombre, Editorial de la Mujer, 2012 (puede descargarse el texto completo en formato pdf)
  2. Alberto Enrique D’Ottavio Cattani, Favez o el secreto de Henriette Faver Caven, Revista de Medicina y Cine, vol. 4, no. 4, diciembre 2008
  3. Enriqueta Favez, Ecured
  4. Wikipedia (castellano e inglés)

Sobre la autora

Marta Macho Stadler es doctora en matemáticas, profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaboradora en ::ZTFNews y la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

3 comentarios

  • Tristes vidas. Lo desolador no es la cuestión de si se trata de historias de identidad sexual o del deseo de ejercer una profesión dignamente, sino la falta de libertad para elegir tu vestimenta o el sexo con el que te identificas. Condenar a prisión a alguien por asuntos tan personales es terrible, y ¡cuántas veces ha ocurrido!, y sigue ocurriendo en no pocos países.
    Un artículo muy interesante.

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