Agujeros de bala en los cazas y mujeres que dejan la física

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Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos se planteó mejorar el blindaje de sus aviones de combate. Si añadían planchas de metal aumentaban el peso del avión; por lo tanto, era fundamental ser precisos en reforzar sólo los puntos clave. Analizaron los impactos de bala de los aviones que regresaban e instintivamente, la primera opción fue centrarse en las zonas más agujereadas. Abraham Wald, un matemático húngaro del Grupo de Investigación Estadística de la Universidad de Columbia, pensó que la información más relevante estaba en los aviones que no volvían. No era la única solución tratar de reforzar el fuselaje, lleno de agujeros, en lugar del motor, intacto en los cazas que conseguían volver a casa. Creer que la mejor intervención es la basada en los datos de los que sobreviven se conoce en estadística como sesgo de supervivencia y se puede dar en otras muchas situaciones.

Susama Agarwala.

Susama Agarwala, física hindú, opina como Wald que un análisis de los impactos que lograron derribar a muchas mujeres de sus trayectorias en ciencia es muy valioso. Susama es investigadora en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, y habló recientemente en una conferencia organizada por Perimeter, “Mujeres que investigan en la intersección de las matemáticas y la física teórica”. El evento reunió a mujeres matemáticas y físicas, incluidas varias becarias del programa Simons Emmy Noether, que trabajan en el nexo de las matemáticas puras, la teoría cuántica de campos y la teoría de cuerdas. El encuentro interdisciplinar pretendía promover la interacción entre las participantes más veteranas y las más jóvenes e incluyó un componente de tutoría y acercamiento.

En su discurso de apertura, la profesora Agarwala, quien recientemente recibió un premio Johns Hopkins Discovery Award por su trabajo en el proyecto Geometría y generalización: detección del sesgo inconsciente en el entrenamiento de inteligencia artificial, utilizó la estadística para reflexionar sobre por qué las mujeres abandonan la física. Se propuso avanzar en el estudio de las causas a través de un análisis matemático sobre las mujeres que sobreviven y, sobre todo, quienes no, durante el desarrollo de su carrera científica.

Ella quería encontrar respuestas o, al menos, formular bien las preguntas, sobre las decisiones que llevan a las mujeres a dejar profesiones del ámbito científico tan favorables en muchos aspectos como la satisfacción intelectual, un buen salario, desafíos motivadores, posibilidades de promoción, aportaciones a la mejora de la sociedad, etc. Quería abordar estas cuantiosas pérdidas de talento femenino y no sólo en física y sus especialidades, sino en ciencias de la computación, ingenierías, matemáticas, etc. y, además, en cualquiera de los tramos de dichas carreras.

Entonces propuso el símil de los aviones de combate. Muchas veces se descuidan dónde impactan las balas que más daño hacen y se mantienen intervenciones para reforzar las partes agujereadas de los aviones que siguen en vuelo. Esto último no perjudica en absoluto y está muy bien retener a las investigadoras, pero es conveniente un punto de vista adicional que sume información teniendo en cuenta los datos de las que abandonan. Las historias sobre mujeres de éxito en física son necesarias, pero están incompletas sin el testimonio de estudiantes, becarias e investigadoras que han tenido que dejar una carrera que eligieron ilusionadas. Si imaginamos la fuerza de una decisión como estudiar física, podemos intuir que los impactos deben ser continuados y de gravedad para que ellas desistan de un recorrido tan apasionante y grato intelectualmente.

«Si selecciono a alguien de la población de supervivientes al azar, es probable que diga: “Oh, si quieres tener éxito, necesitas publicar más”», dijo Agarwala. «Eso podría ser cierto, pero no tiene en cuenta las barreras de publicación para aquellas que finalmente abandonaron».

A menudo, los factores que condicionan la decisión de continuar o no en una trayectoria científica no son tan certeros y puntuales como una bala que impacta en una zona clave de un avión derribado; pueden entenderse mejor utilizando la estadística en lugar de observar casos individuales. La discriminación sistémica, dice Agarwala, es un «proceso estocástico» que disminuye las probabilidades de supervivencia. Siguiendo con la comparación aeronáutica, que un determinado avión vuele entre un enjambre de cazas enemigos no implica que vaya a ser derribado, pero si nos fijamos en toda la escuadra probablemente encontraremos un mayor número total de bajas.

Imagen que ilustra el sesgo de supervivencia: Las partes dañadas de los aviones que regresan muestran ubicaciones
donde pueden sufrir daños y aún regresar a casa; los afectados en otros lugares presuntamente no sobreviven.
Imagen: Wikimedia Commons.

Existen estudios, investigaciones, encuestas y datos sobre el aluvión de factores que hacen tambalear la permanencia de las mujeres en ciencia: la competitividad con la que está diseñada una carrera científica (jornadas interminables, horarios frenéticos, viajes, contactos, etc.), la carga de tareas administrativas que es mayor sobre ellas, la inestabilidad laboral, el favoritismo evidente entre colegas masculinos, el sentimiento de no pertenencia, las dificultades para ejercer los cuidados que la sociedad les sigue demandando a las mujeres, la brecha salarial, la diferente visibilidad de los resultados científicos, la presión social para promocionarla exigencia o autoexigencia de ser brillantes (requisito no tan habitual en sus compañeros), en ocasiones, algo tan sutil como la percepción de omisiones (el que no se les facilite su permanencia) y un porcentaje alarmantemente alto de situaciones de acoso (Ángela Bernardo Álvarez, 2021).

Es un dato real, y no sólo en España, que la proporción de mujeres que abandonan carreras STEM es mayor que el de sus homólogos masculinos; se produce así el efecto tijera. Para algunas las áreas de conocimiento, las mujeres comienzan en cifras paritarias o, incluso, siendo mayoría, y disminuyen a medida que se asciende en el nivel de los puestos (OMCI, 2021). El porcentaje de mujeres PDI en toda la universidad española es del 42,4 % y de catedráticas del 23,9 % , en el curso 2018-2019 (MU, 2021).

Si nos centramos en el informe elaborado por el Grupo Especializado de Mujeres en Física perteneciente a la Real Sociedad Española de Física, la presencia de mujeres PDI en la universidad en esta área es del 22 %. Y este porcentaje disminuye hasta un 14 % en el caso de catedráticas (GEMF-RSEF, 2021). La situación no es exclusiva de España; tanto en las universidades de Estados Unidos como en parte de las europeas, en promedio, la fracción de profesoras de física se sitúa en el 16 %.

Son muchas las variables de discriminación que tienen que afrontar las científicas. Todos los factores de desigualdad aumentan las fugas generales de la tubería de la física, la ingeniería, las matemáticas… Sin embargo, «si miramos a las mujeres en forma individual y preguntamos por qué se fueron, corremos el riesgo de reajustar nuestros datos y, por lo tanto, perder el problema real», dice Susama.

Para los responsables que dan forma y estructuran una carrera de ciencias, comprender las lecciones del sesgo de supervivencia y reconocer la naturaleza estocástica de la discriminación puede llevar no solo a que más personas superen las probabilidades de irse, sino también a que esas probabilidades disminuyan, o mejor, se vuelvan favorables y equitativas. Esto ayuda a centrar los esfuerzos hacia el desafío de una inclusión real, en lugar de aplicar simplemente lo que funcionó para las que se quedaron.

Pero, ¿qué pasa con las mujeres que se van?, ¿desperdician sus capacidades y su talento? Para Susama, «es vergonzoso que las personas abandonen la academia porque sientan que el sistema es abusivo y discriminatorio, pero lo es más que los que se quedan para defender la institución no vean nada, demográficamente; es sangrante que hablen de fracasadas o desertoras».

También está el discurso de que las mujeres son libres para tomar decisiones y dejar sus carreras cuando quieran, tomar otro camino o dedicarse a su familia. Se plantea la situación utilizando otra metáfora: el riego por goteo. Un sistema de riego por goteo consta de tuberías que dirigen el agua y los nutrientes donde se necesiten y los liberan en esos puntos. Parece evidente que este sistema mejora el entorno y es adecuado y provechoso.

Entonces, ¿dónde está la trampa? La respuesta la tenemos en la igualdad de oportunidades para afrontar el futuro profesional. Las oportunidades se concretan en cuestiones estructurales, políticas, económicas y sociales, y en aspectos tan evidentes como el reconocimiento, la visibilidad, la confianza, la colaboración, el bloqueo de inercias, la valoración positiva de la diversidad. Es indispensable derribar barreras y desterrar estereotipos, abusos y prejuicios para aprovechar al máximo las aportaciones de cada persona.

Si se asegura este derecho a la equidad en el puesto de trabajo y una estudiante, una graduada o una investigadora decide cambiar su trayectoria profesional, es muy probable que su opción sea la mejor para ella. Incluso, en muchas ocasiones, «pasar» por estudios de ciencias proporciona una mirada crítica, inquieta y capaz de dejarse asombrar, algo así como otra forma de ver las cosas. Lo inaceptable es que su decisión de abandonar una carrera científica se deba a factores de discriminación, todos los que hemos citado y alguno más.

Con todo, es un buen paso ser conscientes tanto de las decisiones libres de las mujeres para ser nutrientes en el riego por goteo como de las balas de desigualdad que agujerean cazas y tuberías.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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