Lo que los ojos dicen sobre nuestra salud

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Irina Bg / Shutterstock.

Científicos de la Universidad de California en San Diego han desarrollado una aplicación para teléfonos inteligentes que puede detectar los primeros signos de la enfermedad de Alzheimer y otras afecciones neurológicas. La aplicación utiliza la cámara de infrarrojos del teléfono para seguir los cambios en el tamaño de las pupilas de una persona a un nivel submilimétrico. Estas mediciones pueden utilizarse para evaluar el estado cognitivo de la persona.

A medida que la tecnología evolucione, los ojos serán cada vez más útiles para diagnosticar todo tipo de enfermedades y afecciones porque, al ser transparentes, requieren métodos de examen mucho menos invasivos que otras partes del cuerpo.

Pero incluso sin tecnología, es posible detectar una serie de problemas de salud simplemente mirando los ojos. Estas son algunas de las señales de alarma:

Tamaño de la pupila

La pupila responde instantáneamente a la luz, haciéndose más pequeña en ambientes luminosos y más grande en condiciones de poca luz. Las respuestas lentas o retardadas en el tamaño de la pupila pueden apuntar a varias enfermedades que pueden incluir afecciones graves como la enfermedad de Alzheimer, así como al efectos de uso de medicamentos y la evidencia del uso de drogas.

Las pupilas dilatadas son comunes en quienes consumen drogas estimulantes como la cocaína y la anfetamina. En los consumidores de heroína pueden verse pupilas muy pequeñas.

Ojos rojos o amarillos

Un cambio en el color de la esclerótica (el “blanco de los ojos”) sugiere que algo no va bien. Detrás de un ojo rojo e inyectado en sangre puede haber un exceso de alcohol o de drogas. También puede deberse a una irritación o infección que, en la mayoría de los casos, desaparece en unos días.

Si el cambio de color es persistente, puede ser señal de una infección más grave, una inflamación o una reacción a las lentes de contacto o a sus líquidos. En casos extremos, el enrojecimiento indica glaucoma, una enfermedad que puede conducir a la ceguera.

Si la esclerótica se vuelve amarilla signo evidente de ictericia y de un hígado enfermo. Las causas subyacentes de la ictericia son muy variadas. Entre ellas se encuentran la inflamación del hígado (hepatitis), las afecciones genéticas o autoinmunes y determinados medicamentos, virus o tumores.

Un ojo con la esclerótica amarilla
La esclerótica amarilla es un posible signo de enfermedad hepática. sruilk/Shutterstock.

Mancha roja

Una mancha de color rojo sangre en la parte blanca del ojo (hemorragia subconjuntival) puede tener un aspecto aterrador y siempre es el resultado de la rotura de un pequeño vaso sanguíneo localizado.

La mayoría de las veces no se conoce la causa y desaparece en unos días. Sin embargo, también puede ser un indicador de hipertensión arterial, diabetes y trastornos de la coagulación de la sangre que provocan una hemorragia excesiva. Los medicamentos anticoagulantes, como la aspirina, también pueden ser la causa, y si el problema es frecuente, se podría sugerir que se revise la dosis.

Hombre con una mancha de sangre en el ojo
Una hemorragia en el ojo rara vez es tan grave como parece. YewLoon Lam/Shutterstock.

Anillo alrededor de la córnea

Un anillo blanco o gris alrededor de la córnea suele estar relacionado con el colesterol alto y un mayor riesgo de enfermedad cardíaca. También puede revelar alcoholismo y, a veces, se observa en los ojos de personas mayores, por lo que el nombre médico que se le da es arcus senilis.

Un ojo con arcus senilis.
El arcus senilis es común en las personas mayores. ARZTSAMUI/Shutterstock.

Bulto de grasa

A veces los rasgos más alarmantes que pueden aparecer en los ojos son, en realidad, los más benignos y fáciles de tratar. Un bulto graso amarillento en la parte blanca del ojo es una pinguécula, un pequeño depósito de grasa y proteínas. Se remedia fácilmente con gotas oculares o con una simple operación.

Un pterigión, que aparece como un crecimiento rosado sobre la parte blanca del ojo, no supone un peligro para la vista hasta que empieza a crecer sobre la córnea (la parte coloreada del ojo).

Afortunadamente, los pterigiones crecen muy lentamente. Al igual que la pinguécula, puede eliminarse fácilmente. De hecho, debe eliminarse mucho antes de que llegue a la córnea.

Si se deja que siga creciendo, el pterigión formará una “película” opaca sobre la córnea que obstruirá la visión. Se cree que uno de los principales factores causantes tanto de la pinguécula como del pterigión es la exposición crónica a la luz ultravioleta del sol.

Un ojo con una pinguécula
Una pinguécula es un crecimiento amarillento en la conjuntiva. sruilk/Shutterstock.

Ojos saltones

Los ojos saltones pueden formar parte de un rasgo facial normal. Pero cuando los ojos que antes no eran saltones empiezan a sobresalir hacia delante, la causa más evidente es un problema con la glándula tiroides, y necesita atención médica. Un solo ojo abultado puede estar causado por una lesión, una infección o, más raramente, por un tumor detrás del ojo.

Persona con ojos saltones.
Los ojos saltones pueden ser un signo de un problema de tiroides, como la enfermedad de Graves.
Jonathan Trobe/Wikimedia Commons, CC BY.

Párpados hinchados o con espasmos

Los párpados también pueden indicar muchas enfermedades. La mayoría de ellas están relacionadas con afecciones menores de las glándulas de los párpados. Una afección común es el orzuelo o el chalazión. Aparece como un bulto rojo en el párpado superior y, con menos frecuencia, en el inferior, y está causado por una glándula sebácea obstruida. El orzuelo suele desaparecer por sí solo o con compresas calientes. Si persiste, hay que extirparlo con un procedimiento sencillo.

Un párpado tembloroso (mioquimia ocular) puede ser una irritación, incluso una vergüenza, y a menudo se percibe mucho más de lo que es. En la mayoría de los casos, es perfectamente inofensivo y relacionado con el estrés, el desequilibrio de nutrientes o el consumo de demasiada cafeína.The Conversation

Sobre la autora

Barbara Pierscionek, Professor and Deputy Dean, Research and Innovation, Anglia Ruskin University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.

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