Henriette Avram, la programadora que ayudó a los bibliotecarios a organizar y compartir sus libros

Vidas científicas

La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos contiene una de las cuatro copias en perfecto estado que quedan de la Biblia de Gutherberg, símbolo de lo que su invento, la imprenta, puso en marcha, esto es, una revolución del conocimiento y el progreso basado en la generalización y accesibilidad de la letra escrita. Probablemente todo el que trabaja allí sabe dónde está ese libro, aunque no todo el mundo pueda acceder a él a fin de garantizar su seguridad.

Copia de una Biblia de Gutenberg en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Encontrar otros títulos no debe ser tan fácil. Esa es una de las más grandes del mundo: ocupa tres edificios y tiene casi 160 millones de títulos que incluyen unos 37 millones de libros en 470 idiomas distintos además de manuscritos, libros raros, periódicos, revistas y todo tipo de documentos escritos. Imaginen buscar uno en concreto entre sus estanterías y archivos. Cualquier colección doméstica, con su orden alfabético de autores o su clasificación por temáticas, queda muy lejos de semejante masa de información, cuyo valor depende de la posibilidad de organizarla y a partir de ahí compartirla

Eso es lo que en los años 1960 y 1970 consiguió Henriette Avram, programadora informática y analista de sistemas famosa por haber desarrollado el formato MARC (MAchine-Readable Cataloging o catalogación leíble por una máquina) que se convirtió en un estándar internacional para el manejo de información bibliográfica, facilitó las tareas de los bibliotecarios y amplió las posibilidades de compartir datos y fuentes con otras bibliotecas a partir de los catálogos. Su sistema sustituyó al sistema tradicional de tarjetas escritas a mano en grandes cajoneras que utilizaban muchas bibliotecas.

Una generación pionera aprendiendo a programar

Henriette Avram.

Avram nació como Henriette Davidson en Nueva York en 1919, y creció queriendo dedicarse a la medicina. Visitaba a menudo la biblioteca pública de su barrio y leía libros relacionados con las ciencias de la salud. Llegó a estudiar un par de cursos de pre medicina en la universidad local, pero como muchas mujeres de su época, dejó los estudios después de casarse a los 21 años. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial.

En 1952, el matrimonio y sus dos hijos se mudaron a un barrio residencial de Washington donde el marido de Avram, veterano de guerra condecorado, hábil con las matemáticas y jugador de ajedrez, comenzó a trabajar para la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Allí ella se matriculó en varios cursos de matemáticas de la Universidad George Washington y terminó trabajando también para la NSA, donde se convirtió en miembro de una generación pionera aprendiendo a programar.

“Aprender programación entonces no es como hoy”, contaba en unas declaraciones de 1989 que recoge esta necrológica. “Tenías que hacerlo por tu cuenta con herramientas que estaban lejos de ser perfectas para aprender. […] el número de personas que lo conseguían y se convertían en programadores eran muy pocos”.

De ahí pasó a ocupar puestos como analista de sistemas o programadoras en la Oficina Americana de Investigación (American Research Bureau) y en Datatrol, que por entonces era una de las mayores empresas dedicadas al software en Estados Unidos. Fue allí donde por primera vez trató de poner orden en una biblioteca, la de la propia empresa, lo cual le hizo familiarizarse con los catálogos y las referencias bibliográficas y a su vez interesarse en la idea de un desarrollo o herramienta que permitiese ordenar y compartir esas referencias.

Cómo organizar una biblioteca descomunal

Siguiendo ese interés, en 1965, y sin ninguna experiencia como bibliotecaria, pasó a trabajar como analista de sistemas en la Biblioteca del Congreso. Allí cogió el catálogo estándar que utilizaban en aquel momento en cualquier biblioteca y se dedicó a codificar sus elementos, dividiéndolos en campos y etiquetas que una máquina pudiese leer. En ese momento las bibliotecas ya utilizaban la idea de la catalogación compartida, que propone que un elemento solo necesita ser catalogado una vez por una institución para que ésta pueda compartirlo con otras si quiere.

En ese esquema, la Biblioteca del Congreso era el almacén principal de la red de bibliotecas públicas de Estados Unidos y el servicio de correos servía para trasladar los resultados de su trabajo de catalogación y para enviar y responder peticiones de otras bibliotecas. El sistema de Avram permitía distribuir la información en cintas perforadas legibles por una computadora y después en archivos más grandes que se enviaban por FTP (un protocolo de transferencia de archivos a través de la red).

Fichas bibliográficas. Imagen: BNE.

El éxito del sistema MARC que creó Avram se basó en que conservó la sencillez de las tarjetas de cartulina que usaban los bibliotecarios y además se convirtió en un estándar de uso que se mantiene a día de hoy. En un momento en el que un cambio de formato puede hacerte perder información preciada (de los disquetes a los CDs, de las cintas de VHS a los DVDs, de los discos duros a la nube…), MARC sigue siendo el único formato de archivo estandarizado para información bibliográfica.

MARC se completó como un programa piloto en 1968 y el sistema se implementó en 1970. Antes de una década lo habían adoptado todas las grandes bibliotecas del país. En la práctica su trabajo hizo las colecciones de las bibliotecas más accesibles tanto a investigadores y académicos como al público en general, facilitando los programas de préstamos interbibliotecarios y permitiendo que la gente se sentara ante un ordenador y explorase las colecciones de las bibliotecas de todo el mundo desde allí.

“Algo en ella despertaba lealtad y respeto”

En 1971 Avram ganó el Margaret Mann Citation, el más alto galardón en el mundo de la catalogación, que por primera vez fue concedido a alguien que no era bibliotecario. En 1971 el MARC se convirtió en un estándar internacional.

Avram continuó con su trabajo de perfeccionamiento y mejora del sistema hasta que se retiró en 1992, cuando estaba a cargo de un equipo de 1.700 personas y era responsable de la mayoría de funciones automatizadas de la biblioteca y sus redes. Algunos de sus colegas de la época la describían como una dinamo. “Era una mujer pequeña, pero con muchísima energía. Había algo en ella que inspiraba lealtad y respeto”.

Tras su jubilación, la familia se trasladó a California, una región del estado de Maryland, y allí tanto ella como su marido participaban a menudo en lecciones en el St Mary’s College, donde ella invitaba como ponentes altos cargos de la Biblioteca del Congreso.

Avram murió a causa de un cáncer el 22 de abril de 2006.

Referencias

Sobre la autora

Rocío P. Benavente (@galatea128) es periodista.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.

Este sitio está protegido por reCaptcha y se aplican la Política de privacidad y los Términos de servicio de Google