Mary Jane Rathbun, la gran oceanógrafa del siglo XIX

Vidas científicas

Mary J. Rathbun (1927).

La singladura de Mary Jane Rathbun hacia la ciencia estuvo marcada por la marejada de fondo de la incompresión y las tempestades de un machismo que la impedían avanzar, pero, pese a todo, llegó a convertirse en un referente, aún hoy lo es, para quienes se dedican al conocimiento de la vida oceánica. Fruto de su trabajo, fue conocer mucho mejor los seres que habitan bajo las aguas y, en el caso de los invertebrados, especialmente los cangrejos. Hoy su nombre está escrito en las doradas letras de quienes merecen un lugar destacado en el mundo de la investigación. A lo largo de su carrera, que hizo sola y de forma autodidacta, Rathbun describió la espectacular cantidad de 1147 especies, 63 géneros y cinco categorías superiores de crustáceos. De las especies, 27 llevan su nombre.

Mary Jane había nacido en junio de 1860 en Buffalo (Estados Unidos), una ciudad a la que acababa de llegar el tren y había crecido al abrirse el canal de Erie, que conectaba los Grandes Lagos del norte con el Atlántico. Era la menor de cinco hermanos y cuenta su biografía que perdió a su madre siendo muy niña. Aquello la hizo aprender a vivir desde muy joven, sin depender de nadie, en un momento en el que el destino de las mujeres era «encontrar un buen partido» y casarse. En la escuela de Secundaria donde estudió, la adolescente ya destacó por su inteligencia, pero, pese a su interés por estudiar y su pasión por la zoología, ir a la universidad no estaba a su alcance.

El primer vistazo al océano

No fue hasta los 21 años que pudo conocer la inmensidad del océano, cuando acompañó a su hermano Richard Rathbun a Woods Hole, Massachusetts, donde él trabajaba para la Comisión de Pesca de EE. UU. como asistente científico. Allí conoció lo que es la carcinología (el estudio de los crustáceos), que se convertiría en el trabajo de su vida. Mary Jane se esforzó en convencer a Richard de que le permitiera trabajar con él como voluntaria, lo que consiguió, y pasó tres años clasificando, etiquetando y registrando los especímenes recolectados. Era tan eficaz en su trabajo que al final la contrataron en prácticas. Lo llamaron un «pacto de pasantía».

No tardó en ser trasladada al Instituto Smithsoniano, creado en 1946 con los fondos legados a EE. UU. por el científico británico James Smithson. El lugar se había convertido en un imán para los naturalistas. Allí, la joven fue adscrita al Departamento de Invertebrados Marinos del Museo Nacional (hoy Departamento de Zoología de Invertebrados) para seguir, durante años, dedicada a catalogar la avalancha de especímenes que llegaban al museo de todo el mundo. Sin su tarea, no hubiera sido posible disponer de las colecciones para estudio. Además, lo hizo casi siempre sola, aprendiendo sobre la marcha, dado que no había presupuesto para contratar ayudantes.

La primera conservadora de un museo

Como su hermano Richard Rathbun, que era el conservador de la colección de invertebrados marinos, viajaba mucho, en realidad era Mary quien se encargaba de la dirección en el día a día, pese a lo cual tuvieron que pasar 28 largos años hasta que en 1906 le reconocieran a ella ese puesto. Es incuestionable que se tardó demasiado en reconocerle su trabajo, pero aún así ese título fue todo un hito para una mujer de aquella época. De hecho, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) aún tardó dos años en nombrar a su primera mujer científica (Florence Bascom, quien trabajaba allí desde 1896, que no fue ascendida a un puesto oficial de geóloga hasta 1909). Cuenta la leyenda que Mary Jane sentía tal pasión por su trabajo que durante una inundación se iba al trabajo en un bote de remos para no perder un día.

Cansada de la ingente labor para una sola persona a la que tenía que hacer frente, Mary Jane optó por renunciar a su cargo en 1914. Llevaba mucho tiempo reclamando ayuda para tener un asistente y poder finalizar una tarea que parecía no tener fin, pero siempre recibía la misma excusa: no había fondos. Así que propuso quedarse sin salario para que ese dinero se destinara al contratar a alguien, algo que se hizo. El elegido fue su protegido, Waldo LaSalle Schmitt, y ella siguió como investigadora voluntaria, viviendo de lo poco que la había dejado su padre.

Waldo, que la conoció bien, diría de ella que era una «persona extraordinariamente dotada, con habilidades innatas, originalidad de pensamiento, iniciativa y empresa». Además, según sus palabras, tenía una «personalidad cautivadora, con un sentido del humor seco» y animó a muchos estudiantes a involucrarse en su área de trabajo.

Mary J. Rathbun.

En 1916, en reconocimiento a sus contribuciones a la ciencia, la Universidad de Pittsburgh le otorgó una maestría honoraria y un año después obtuvo su doctorado de la Universidad George Washington. Continuó trabajando en el museo hasta que su salud se lo impidió. Finalmente, falleció en 1943, con 82 años, por complicaciones de una fractura de cadera. Hasta ese día, casi no había dejado de trabajar, salvo durante la Primera Guerra Mundial, cuando hizo un paréntesis para ayudar a la Cruz Roja en la producción de vendajes y apoyando a sus amigos y colegas científicos de Europa.

Un gran legado para la zoología

Su legado es asombroso. Desde 1981, publicó más de más de 166 publicaciones científicas y de divulgación, 84 después de su supuesta jubilación en 1914. La mayoría eran trabajos de taxonomía en los que describía y clasificaba grupos de vida marina, tanto reciente como fósil. A ella se le atribuye la recopilación de nueva información y la nomenclatura zoológica de gran parte de los crustáceos decápodos (como los cangrejos y los camarones) que se conocen.

De hecho, entre sus obras más conocidas están una monografía de varios volúmenes sobre los cangrejos braquiuranos del Nuevo Mundo y un tratado sobre cangrejos de agua dulce, que sigue siendo una referencia. Fue, según se reconoce en el Smithsonian, la experta más importante de su época, y sus trabajos siguen siendo utilizados por los investigadores del siglo XXI. Entre ellos, la científica Amanda Windsor, del mismo instituto y una reconocida oceanógrafa, quien ha señalado que «lo que Mary Rathbun pudo lograr durante su carrera fue extraordinario y no estoy segura de que pudiera repetirse hoy. Es la mayor influencia histórica en mi trabajo sobre la filogenia de cangrejos y sus libros los sigo usando de forma habitual».

Por cierto, entre las especies descritas por primera vez por Rathbun hay importantes especies comerciales como el cangrejo azul del Atlántico (Callinectes sapidus) y el cangrejo curtidor (Chionoecetes bairdi).

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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