La identificación de aves puede ayudar en los diagnósticos médicos

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Es un poco raro comenzar un nuevo cuatrimestre como estudiante de medicina y encontrarse con una asignatura que incluye contenido de identificación de aves. Pero después de su primer año en la facultad, en la Escuela de Medicina de Harvard (HMS), Lynn Hur se enganchó completamente a esta práctica.

Una profesora con la cabeza a pájaros

Hur llegó a ser una gran pajarera a través de la profesora Rose H. Goldman, que incluía la identificación de aves en su docencia. Rose, médica desde hace más de 40 años y ornitóloga aficionada desde hace 20, incorporó la identificación de aves en la asignatura Practice of Medicine, o POM, en la que una parte del temario está dedicada al diagnóstico diferencial en la toma de decisiones clínicas.

La idea se le ocurrió a Goldman hace unos seis años, cuando desarrollaba la asignatura POM para el plan de estudios HMS Pathways, un nuevo modelo de aula invertida donde los estudiantes de primero comienzan a aprender cómo entrevistar y examinar pacientes.

Garceta grande, garceta nívea y comparación de tamaños entre ambas.

El desafío era enseñar a los estudiantes a elaborar un diagnóstico diferencial cuando aún no tenían una base establecida de conocimientos científicos o médicos y todavía no estaban bien preparados en la multitud de enfermedades que podrían causar los síntomas de un paciente. Goldman les pedía a los estudiantes que diferenciaran entre una garceta grande y una garceta nívea, las dos aves blancas y esbeltas, centrándose en detalles como el tamaño, la forma del pico y el color de las patas. En otro momento de la asignatura les pediría lo mismo con una insuficiencia respiratoria de un posible paciente, con sus causas probables y las diferencias al detalle en sus síntomas.

A primera vista, puede parecer que un pinzón y un pinzamiento discal no tienen nada en común, pero Goldman cree que el proceso de discernir pájaros similares no es tan diferente de examinar las sutilezas de la erupción de un paciente para determinar si se debe tratar un eccema o realizar una prueba de cáncer de piel. «Personalmente, siento que mi capacidad de observación y memoria han mejorado gracias a la observación de aves. Pero no tengo forma de probar eso», dice ella.

Neurociencia y plumas

Con esta estrategia tan poco habitual entre los futuros médicos, Goldman está llevando a cabo algo que los neurocientíficos conocen bien: desarrollar una gran habilidad en un campo puede cambiar el andamiaje mental reconfigurando el cerebro de otra manera. La reestructuración neuronal es literal, por eso se habla de plasticidad cerebral. Para comprender mejor este proceso, los investigadores del cerebro y la memoria han recurrido durante mucho tiempo a los observadores de aves como un grupo de control, incluso en la investigación cognitiva fundamental.

Hace sólo tres décadas, la mayoría de los neurocientíficos teorizaban sobre la capacidad de los humanos para distinguir rostros y pensaban que era algo especial. Hasta llegaron a sospechar que nuestros cerebros pudieran tener un área particular dedicada sólo al procesamiento de caras. Pero cuando la neurocientífica Isabel Gauthier investigó esta misteriosa área cerebral a finales de la década de 1990, descubrió que esta «área de las caras» del cerebro en realidad la constituían varios sectores involucrados en el reconocimiento, en discernir detalles y saber discriminar.

Al escanear los cerebros de observadoras y observadores de aves experimentados con resonancia magnética funcional a tiempo real ella y sus colegas descubrieron que estas áreas no estaban dedicadas solo a clasificar la información facial: un pájaro y una cara conocida podrían activar las mismas regiones del cerebro. «Los rostros no son especiales», dice Gauthier. «Son un caso más de experiencia en la búsqueda de patrones». Resulta que las personas pueden afinar su capacidad para distinguir entre objetos de aspecto similar, desde caras y coches hasta pájaros y afecciones de la piel.

Estas conclusiones promovieron nuevas vías de investigación sobre la percepción y la cognición. Según Thomas Palmeri, otro neurocientífico de la Universidad de Vanderbilt que ha reclutado voluntarios a través de la Sociedad Estadounidense de Ornitología y grupos locales de la Sociedad Nacional Audubon, las expertas en aves y los avezados pajareros son personas muy buenas para experimentar porque es fácil encontrar entusiastas con una amplia gama de niveles de habilidad y casi siempre dispuestos a participar en actividades comunitarias y en encuestas sobre ciencia.

En sus investigaciones sobre la experiencia visual y la recuperación de la memoria, Palmeri sometió a sus voluntarios a una serie de pruebas de identificación de aves. Usó los datos para construir modelos informáticos que simularan procesos de toma de decisiones en tiempo real en el cerebro. Es un hecho que todas las aves comparten un amplio conjunto de características (plumas, picos, dos patas, dos alas), pero aun así son increíblemente variadas. Para identificar una curruca o halcón específico, un observador de aves puede detectar y sintetizar sus marcas, silueta, forma, movimientos y sonidos en segundos. No se trata solo de «un pájaro, otro pájaro y otro pájaro», sino de identificar una especie específica e incluso una subespecie.

Diagrama completo de células neuronales. Fuente: Wikimedia Commons.

El desarrollo de este tipo de experiencia perceptiva cambia los patrones de activación de las neuronas, según los hallazgos de Gauthier. Cuanto más aprende y practica una persona, más habitual es la señal entre las mismas neuronas y el camino se vuelve más fácil de recorrer, como una ruta de senderismo trillada. Este fenómeno, llamado neuroplasticidad, puede permitir a los expertos distinguir entre objetos más rápidamente, verlos como un todo e ignorar las características superficiales que distraen. Glory Kim, una estudiante de Harvard alumna de las excursiones de aves de Goldman, recuerda haber experimentado este cambio de cableado en su cerebro: en algún momento, cuando ves un pájaro, reúnes automáticamente todas estas pistas de contexto y tu cerebro converge muy rápido en la identificación. Esto facilita que los expertos agreguen nueva información a su repertorio mental, dice Erik Wing, neurocientífico del Instituto de Investigación Rotman en Canadá. Wing, pajarero empedernido, estudia cómo estos cambios influyen en la memoria. En una investigación publicada en 2022, Wing reunió a observadoras y observadores de aves con diferentes niveles de experiencia y les pidió que identificaran imágenes de aves familiares para ellos y otras no tan familiares. Los resultados demostraron que las ornitólogas expertas y los grandes observadores tenían más capacidad para memorizar los patrones de las aves novedosas. Por ejemplo, un pajarero experimentado de Boston que visite San Francisco podría no estar familiarizado con las especies locales en un principio. Pero gracias a sus caminos neuronales trillados, le resultará más fácil aprender e incluso puede retener mejor el conocimiento a medida que pasa el tiempo.

¿Mejoran los médicos en su práctica al identificar aves?

Posiblemente, pero la correlación no es directa. No por ser buena con los pájaros se es buena identificando modelos de coches. Sin embargo, abrir esa guía de campo podría ayudar a descubrir habilidades innatas en la percepción. Por ejemplo, una persona que es buena para la observación de aves también podría tener habilidades en el terreno del diagnóstico visual, como la dermatología o la radiología. Y viceversa: alguien que gravita naturalmente hacia el lado visual de la medicina podría ser un buen observador de aves. La investigación de Wing también sugiere que el desarrollo de marcos y herramientas para la observación de aves ayuda a una persona a afinar su enfoque en otras áreas. Si se consigue practicar poniendo la atención en diferentes características que son más o menos diagnósticas, esa experiencia y la soltura posterior pueden ser muy valiosas.

Otros beneficios para los médicos que miran pájaros

Independientemente de lo que esté en funcionamiento en sus cerebros, las estudiantes de Harvard Kim y Hur siguen disfrutando de la observación de aves después de la clase de Goldman. Para ambas, se ha convertido en una salida indispensable para lidiar con el estrés de la Facultad de Medicina. Han comenzado a compartir su pasatiempo con otros compañeros al codirigir un club de estudiantes de observación de aves. Hur comenta: «Estoy sobrepasada por las tareas de mi formación médica, pero siempre llevo los prismáticos en la mochila».

Lynn Hur, Sherry Yang, Rose Goldman (profesora) y Laboni Hoque observando aves.
Fuente: Harvard Medical School.

Por su parte, Yang, estudiante de primero, agradece cualquier ayuda adicional para aprender habilidades clínicas, dice: «No pensé que encontrar patrones fuera tan importante hasta que realmente aprendí más sobre el lado clínico de las cosas al practicarlo». A medida que avanza en sus capacidades para observar al aire libre, también se ha vuelto más intencional en la clínica para verificar si hay signos de enfermedad y para hacer preguntas más incisivas e inteligentes a los pacientes sobre sus síntomas.

Hay otro factor añadido esencial: en muchas ocasiones se necesita trabajo en equipo para identificar un pájaro. Cada persona tiene una perspectiva diferente y al compartir las características que perciben y consultar su guía de campo, pueden llegar a una respuesta. Es similar a un equipo de atención médica que comparte información, forma una hipótesis, consulta guías médicas y llega a un consenso sobre un diagnóstico. Apoyarse en los y las colegas tanto en el entorno de observación de aves como en el entorno clínico, es fundamental para abordar un mismo objetivo mutuo.

Por si fuera poco, observar aves tiene beneficios sociales y de salud mental adicionales. En un artículo reciente de Perspective, «When Sparks Fly—Or How Birding Beat My Burnout«, en el New England Journal of Medicine, se muestra cómo la observación de aves ha ayudado a paliar el agotamiento de profesionales de la medicina y la Sociedad Médica de Massachusetts ha comenzado a ofrecer salidas de observación de aves.

Una vez más, la diversidad, los nuevos enfoques, las aportaciones diferentes, hacen avanzar a la ciencia. Las científicas, las lectoras, los lectores de este blog que está de aniversario, no tienen la cabeza a pájaros, sino que toman altura para ampliar la mirada y abrir su perspectiva. Grandes.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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