Janez Lawson, la computadora de la NASA que descubrió que derribar barreras es más fácil si otra mujer te ayuda

Vidas científicas

Es algo agotador para las mujeres tener que avanzar por la vida rompiendo barreras a su paso. Por suerte para muchas de nosotras hoy, otras lo hicieron antes y tuvieron que hacerlo casi solas y a las bravas. Para las mujeres no blancas que decidieron adentrarse en los campos de la ciencia o la ingeniería, las barreras fueron especialmente altas y robustas, y ellas estaban especialmente solas. Aunque a veces, no del todo.

Computistas trabajando en el JPL. A la derecha se ve a la supervisora Macie Roberts. Fuente: NASA.

En 1952 Janez Lawson realizó una entrevista para un trabajo de calculadora en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, un puesto consistente en elaborar complejos cálculos matemáticos que solían ocupar mujeres. La persona al otro lado de la mesa era otra mujer, Macie Roberts, supervisora de computación. Era la supervisora del equipo de calculadoras, un equipo que ella había formado solamente con mujeres porque quería que estuviese unido y funcionase como una familia, y también porque temía que si contrataba a hombres, estos no respetarían su jefatura.

“No hace falta título” significa “mujeres bienvenidas”

Lawson estaba a punto de graduarse en Ingeniería Química por la Universidad de California Los Angeles (UCLA) y buscaba un trabajo que le permitiese ejercer como tal, algo que no era sencillo en un mundo al que calificar como “de hombres” sería quedarse corto. Se había presentado a la oferta de trabajo porque en el anuncio se pedía alguien ágil con cálculos matemáticos pero no se mencionaba la necesidad de tener un título académico específico, lo que era una forma de señalar, sin decirlo, que el puesto estaba abierto a mujeres.

Roberts le preguntó si alguna vez había trabajado con una computadora Friden, y Lawson tuvo que responder que no. Le preguntó si disfrutaba trabajando con otras mujeres, y Lawson titubeó: “Bueno… Apenas he coincidido con ninguna otra mujer en mis clases en UCLA”, reconoció. Pero enseguida añadió: “Pero sí disfruto mucho trabajando con otras mujeres. Como presidenta de mi sororidad [asociaciones o clubes de alumnas universitarias] he organizado muchos eventos con las chicas de mi casa”. Transmitía madurez y seguridad en sí misma.

Las otras mujeres la aceptarán; a los ingenieros… habrá que convencerles

Roberts decidió contratarla, a pesar de las dudas iniciales: Lawson no sólo era una mujer joven. Además, era negra. A pesar de que California siempre ha sido considerado un estado progresista, sobre todo en comparación con otros estados del sur, en los años 50 la segregación racial era una realidad cotidiana en los ambientes laborales. La aceptación de Lawson despertó algunas dudas. No para Roberts: ella sabía que su equipo, formado por mujeres jóvenes, la aceptaría como una más. En su opinión, a los ingenieros también se les podría convencer de las capacidades de Lawson.

Así fue como derribó una robusta y pesada barrera: Lawson se convirtió en la primera mujer afroamericana en ocupar un puesto técnico en el JPL. Y llegó a la vez que lo hacía la máquina con la que iba a trabajar, el IBM 701, un ordenador considerado el más avanzado, rápido y flexible del mundo en aquel momento.

A pesar de que la industria aeroespacial estaba basada en gran medida en innovación y tecnología, los laboratorios de los años 50 tardaron mucho en adoptar los ordenadores digitales, en parte porque el cálculo y la programación eran por entonces considerados trabajos de mujeres con un impacto muy limitado en la exploración espacial. En muchos centros de la NASA, cuando por fin entraron los ordenadores, las mujeres perdieron mayoritariamente sus empleos. Esto no ocurrió en el JPL donde trabajaba Lawson, en gran medida porque el grupo de mujeres programadoras que había formado Macie Roberts tenía un merecido prestigio y su propia influencia en el laboratorio.

Las computistas (1953). Primera fila, de izquierda a derecha: Ann Dye, Gail Arnett, Shirley Clow, Mary Lawrence,
Sally Platt, Janez Lawson, Patsy Nyeholt, Macie Roberts, Patty Bandy, Glee Wright, Janet Chandler, Marie Crowley,
Rachel Sarason y Elaine Chappell. Segunda fila: Isabel deWaard, Pat Beveridge, Jean O’Neill, Olga Sampias,
Leontine Wilson, Thais Szabados, Coleen Veeck, Barbara Lewis, Patsy Riddell, Phyllis Buwalda, Shelley Sonleitner,
Ginny Swanson, Jean Hinton, and Nancy Schirmer. Fuente: Wikimedia Commons.

Lawson fue una de las primeras trabajadoras que aprendió a trabajar con ese ordenador, en un curso de tres semanas durante el que aprendió a programar utilizando tarjetas perforadas para transmitir las instrucciones a la máquina. Mantenía ordenados y accesibles sus cuadernos, que eran el código fuente original de los programas con los que el ordenador realizaba sus complejos cálculos, y a pesar de lo avanzado de este dispositivo para la época, su uso era complejo y a menudo se estropeaba, por lo que Lawson y sus compañeras aún tenían que realizar gran parte del trabajo a mano.

En 1954 Lawson ascendió al puesto de matemática, y más adelante obtuvo su título de ingeniera química, lo que a día de hoy habría supuesto un contrato de ingeniera que ella nunca tuvo. En 1956 dejó temporalmente de trabajar fuera de casa al tener hijos, y después se incorporó a Ramo-Wooldridge Corporation, una compañía con negocio en distintas industrias, entre ellas la aeroespacial. Falleció en 1990.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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