Si las hembras de una especie ya no se reproducen, ¿por qué siguen viviendo?

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Helene Marsh había descubierto un proceso muy llamativo que muchos investigadores tardarían años en aceptar. Helene estaba de pie frente a un público formado en su mayoría por hombres, científicos dedicados como ella a estudiar los mamíferos marinos. Era diciembre de 1981 y esta zoóloga australiana y su colega Toshio Kasuya de la Universidad de Tokio, estudiaban la reproducción en ballenas piloto de aleta corta, también conocidas como calderones tropicales.

Ballena piloto de aleta corta. Fuente: Wikimedia Commons.

Si ellas ya no pueden reproducirse, ¿para qué seguir vivas?

Hasta ese momento, la comunidad científica pensaba que los animales salvajes no vivían más allá de sus años reproductivos. Sin embargo, Marsh examinó los ovarios de 300 calderones tropicales y Kasuya determinó la edad de cada animal contando los anillos de crecimiento visibles en las secciones transversales de sus dientes. Cuando combinaron sus datos, encontraron que los calderones hembra dejaban de ovular alrededor de los 36 años, pero aún vivían unos 14 años más. Por primera vez, Marsh y Kasuya habían descubierto la menopausia en un animal no humano.

A pesar del hallazgo innovador, que desafía la comprensión de un proceso biológico fundamental, la reacción a su charla fue poco menos que indiferente. «El público fue bastante mordaz», dice Marsh. «No podían creer que hubiera hembras vivas en una población sin la capacidad biológica para reproducirse, porque están para eso».

Más de 40 años después, con la ciencia de su lado, Marsh recuerda algunos de los comentarios posteriores a su charla, entre ellos: «Esto no puede ser cierto. No tendría sentido que las hembras siguieran vivas si no se estuvieran reproduciendo». Increíblemente sexista: ¿para qué sirven las hembras que no se reproducen? Después de todo, el pensamiento convencional en la ciencia y el sistema médico occidental en ese momento era que los humanos constituían la única especie en la que las hembras vivían bastantes años después de dejar de ovular.

«Nos han dicho que solo gracias a la medicina moderna (vacunas, cirugía, antibióticos) las mujeres viven lo suficiente para experimentar la menopausia», dice la ginecóloga y obstetra Jen Gunter, autora de Manifiesto por la menopausia. «Nadie dice nunca sobre los hombres que debido a las vacunas están viviendo lo suficiente como para tener disfunción eréctil». «Durante tanto tiempo, la menopausia se ha visto a través de esta lente del fracaso, sin que existiera ningún uso médico o razón biológica», agrega Gunter. Encontrar animales que vivan y prosperen después de su vida reproductiva es una prueba más de que este es un proceso natural con una posible ventaja evolutiva.

Entre los proyectos de Marsh no estaba el estudio de los calderones tropicales. Al principio de su carrera, estaba trabajando con dugongos, unos primos de los manatíes que viven en los océanos Pacífico e Índico, recopilando datos básicos de la historia de vida para analizarlos y aplicarlos a la conservación de estos mamíferos. Por su parte, Kasuya había recogido información en sus investigaciones sobre varias especies de delfines y ballenas pequeñas, basándose en muestras de tejido de cadáveres. Sus técnicas, dice Marsh, «eran impecables y precisas». En un congreso celebrado en 1978 en California, Marsh le pidió a Kasuya, quien en ese momento estaba centrado en los calderones tropicales, que le enseñara su técnica para examinar los ovarios de un animal para determinar su estado reproductivo. El trato fue que aprendería observando los ovarios de cetáceos ya estudiados (ballenas, delfines, marsopas) para aplicarlo a los calderones y después pasar a los dugongos, el punto fuerte de la investigación de Helene.

Dudongo. Fuente: Wikimedia Commons.

El aprendizaje práctico lo llevó a cabo en Taiji, una ciudad en la costa central de Japón conocida por su tradicional y controvertida caza de ballenas pequeñas y delfines. Marsh, con botas de goma en un muelle manchado de sangre, trabajaba muy deprisa para tomar muestras de tejido de los cadáveres de delfines rayados apilados mientras el agua se tenía de color rojo. No eran calderones, pero la técnica de muestreo era la misma. Igual que su mentor, estaba decidida a exprimir hasta la última gota de beneficio científico de una situación tan horrible. De hecho, fue el conflicto entre la cultura y la conservación lo que la había llevado a estudiar los dugongos. El equilibrio entre las tradiciones y la conservación de una especie sigue siendo un tema apasionante y los logros de Marsh son inteligentes y sensatos en una cuestión tan polémica, incluso a nivel político.

En una cena, poco después de obtener su doctorado en zoología, Marsh escuchó a otro científico mencionar la complejidad de la conservación del dugongo teniendo en cuenta la cultura de los aborígenes de Australia, quienes los cazan por tradición. Quedó preocupada e intrigada ante el desafío de compaginar tradición y conservación y, años más tarde, cuando se le ofreció la oportunidad de trabajar en un proyecto de dugongos, aceptó con entusiasmo. «Gradualmente, me involucré cada vez más», dice ella. Equilibrar las tradiciones indígenas de caza de subsistencia con la conservación de la biodiversidad se convertiría, junto con la conservación marina en general, en el trabajo de su vida.

Después de Japón, Marsh voló con su familia a Vancouver, donde tendría tiempo y espacio para analizar las muestras. Marsh recuerda un momento divertido durante su entrevista en la aduana canadiense después de un vuelo largo y tedioso: su hijo pequeño le dijo al agente de seguridad que no había hecho ninguna pregunta sobre los ovarios de su mamá. Marsh se ríe de la situación ahora, pero incluso con la documentación correcta en mano para importar muestras de tejido, pasaron horas antes de que se le permitiera sacar del aeropuerto su colección de ovarios de ballena piloto de aleta corta primorosamente preparados.

Ausencia de reconocimiento ante resultados relevantes

El hallazgo de Marsh y Kasuya, se publicó en un informe de la Comisión Ballenera Internacional en lugar de en una revista científica. Sin embargo, en 2012, investigadores de la Universidad de Exeter publicaron que las orcas también experimentan la menopausia. En esta ocasión la investigación sí que fue recogida por múltiples medios, incluidos The New York Times y la BBC. Más adelante aparecieron varios artículos sobre el final de la etapa reproductiva en narvales y belugas.

En la actualidad, se llevan a cabo muchas investigaciones sobre la menopausia en cetáceos dentados, incluidas las orcas, que se basan en los hallazgos previos de Marsh y Kasuya con sus calderones tropicales. Como ha ocurrido en otras ocasiones, con el tiempo se reconoce que la investigación de una mujer y su hallazgo han sido fundamentales y han abierto camino en esta línea de estudio.

Vida de Helene Marsh

Helene Marsh. Fuente: ACOLA.

Marsh es una experta reconocida internacionalmente en dugongos y conservación marina y, en 2021, fue nombrada Oficial de la Orden de Australia, uno de los más altos honores civiles de la nación. Pero en todos los elogios acumulados sobre su trabajo, no hay ni una palabra sobre los calderones de aleta corta y la menopausia de sus hembras.

Helene Denise Marsh nació el 8 de abril de 1945 en Sidney, Nueva Gales del Sur, Australia. Sus padres siempre la animaron a estudiar y valoraron de forma muy positiva el aprendizaje y la educación durante su infancia; esperaban que sus tres hijos asistieran a la universidad. Helene se graduó en la Universidad de Queensland en 1968 como licenciada en ciencias con mención en zoología y luego hizo su doctorado en zoología en la Universidad James Cook, también en Australia, en 1973. Tras licenciarse, en 1968 comenzó a trabajar para la Organización de Investigación Industrial y Científica de la Commonwealth (CSIRO) como ayudante en Salud Animal en su laboratorio de investigación en Townsville, Queensland. En 1972 trabajó dos años en el Museo Británico de Historia Natural. Después regresó a la Universidad James Cook con un puesto de Investigadora en Zoología en 1976.

Toda su trayectoria en el mundo de la biología se centra en la conservación marina, la gestión de recursos naturales marinos, especialmente los autóctonos, la intervención para la conservación de especies y la ecología de poblaciones de vida salvaje marina. Ya hemos visto que la parte más importante de su investigación fue la biología de los dugongos, en concreto en las áreas de ecología de poblaciones, historia, reproducción, dieta y movimientos. En la actualidad es profesora emérita en la Universidad James Cook.

Efecto abuela

Sabemos por investigaciones recientes que la existencia de abuelas, es decir, de individuos que viven varios años después de su periodo fértil, mejora la supervivencia de los nietos y nietas. Podría ser esta la explicación de una estrategia natural como la menopausia y su ventaja evolutiva. En un estudio reciente, se ha comprobado en orcas que cuando existen abuelas, sobreviven más nietos que cuando las hembras mueren al abandonar su etapa reproductiva. Es una reflexión bonita que da pie a futuras investigaciones: ¿hasta qué punto las abuelas son el resultado evolutivo para mejorar el bienestar de la especie humana?, ¿tendrán el mismo papel benefactor las abuelas de los calderones tropicales?

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

2 comentarios

  • Excelente investigación, qué mujer! Qué científica, y qué comparación!!!. Una emoción grande, grande

    • Muchas gracias por el comentario, Gruselda. Un saludo afectuoso.

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