Irene Bernasconi, la bióloga que codirigió una expedición a la Antártida para estudiar estrellas y erizos de mar

Vidas científicas

Irene Bernasconi.

Estrellas y erizos de mar comparten muchas características, una de ellas especialmente llamativa: la simetría pentarradial. Estos animales son simétricos pero no a partir de un único eje central que los divide en dos partes iguales, sino a partir de cinco ejes que los dividen en cinco partes iguales con la boca como el punto central. Estrellas y erizos de mar son los dos representantes popularmente más conocidos del filo Echinodermata, también llamados equinodermos.

La bióloga marina Irene Bernasconi fue la primera experta argentina en este tipo de animales, que buscó y estudió en las aguas del Ártico, descubriendo varias especies nuevas y revisando y reordenando la clasificación taxonómica de varios géneros. Además de por sus descubrimientos, Bernasconi es recordada por las expediciones que realizó a la Antártida acompañada de otras tres científicas argentinas: María Adela Caria, bacterióloga; Elena Martínez Fontes, experta en invertebrados marinos; y Carmen Pujals, reconocida especialista en algas marinas. El grupo recibió el nombre de las Cuatro de Melchior, el nombre de la base donde llevaron a cabo sus investigaciones.

A la Antártida a los 72 años

Bernasconi nació en La Plata, Argentina, el 29 de septiembre de 1896. Se formó como profesora de Ciencias Naturales, título que obtuvo en 1918, y aunque durante décadas fue efectivamente docente de enseñanza secundaria y superior, a principios de los años 20 empezó a trabajar en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) llevando a cabo tareas de investigación en la Sección de Moluscos e Invertebrados Marinos. En 1925 publicó su primer trabajo científico basándose en las muestras que había recogido unos años antes en una expedición a Tierra del Fuego, y hacia finales de la década de los 30 en su firma ya constaba como adscrita del Laboratorio de Equinodermos del Museo. Durante ese tiempo realizó muchos viajes a museos del extranjero, en París, Londres, Sao Paulo o Nueva York, entre otros, para revisar especímenes y otros materiales de sus colecciones.

La bióloga marina siguió activa asociada al Museo durante toda su carrera e incluso tras su jubilación. En 1968, a los 72 años, participó en una expedición a la Antártida junto a otras tres colegas y compatriotas que supuso un hito para el desarrollo de las ciencias naturales argentinas así como para el papel de las mujeres argentinas en el progreso científico.

Por su cercanía, Argentina fue pionera en la investigación científica en las islas del Atlántico Sur y la Antártida, donde envió sus primeras expediciones en 1923 y 1926, pero hasta finales de la década de 1960 todas ellas fueron realizadas por hombres. Un puñado de mujeres habían formado parte de ellas, bien lideradas por hombres o bien como acompañantes de sus maridos, hasta que en 1968 la dirección del MACN convocó por primera vez a cuatro científicas para liderar una nueva expedición encargada de estudiar la biodiversidad en la Antártida.

Investigando cerca del Polo Sur

La organización de la expedición fue un desafío. Se montaron cinco laboratorios móviles en más de 30 fardos preparados minuciosamente durante meses. Se crearon nuevos instrumentos y herramientas específicos para esta investigación. El viaje comenzó el 7 de noviembre de 1968 a bordo de un carguero de la marina argentina que salió de Buenos Aires y llegó a su destino casi dos semanas después. El punto de trabajo sería la Base Melchior, construida en 1947 y clausurada desde 1962. El tiempo había deteriorado mucho las instalaciones así que la primera labor del equipo de Bernasconi y sus compañeras sería rehabilitarlas y reacondicionarlas para poder habitar y trabajar allí los dos meses y medio que duraría la campaña.

Las cuatro científicas la víspera de su viaje. Gobierno Argentino.

En ese tiempo Bernasconi, Caría, Martínez Fontes y Pujals, junto con Norberto Bellisio, otro investigador del MACN, recolectaron un gran muestrario de especímenes habitantes del ecosistema antártico, entre ellos más de 2 000 equinodermos, lo que permitió describir una nueva familia dentro de ese filo desconocida hasta entonces para esa región. Para la toma de muestras utilizaron redes y anzuelos pero también se sumergieron con equipos de buceo en aguas con una temperatura media de 0,5 grados a profundidades de entre 15 y 73 metros y periodos de tiempo que a veces alcanzaban la media hora, estableciendo un nuevo récord para la época. El 2 de febrero de 1969 emprendieron la vuelta a Argentina.

Bernasconi y sus compañeras fueron reconocidas por la importancia de su hazaña poco después y hasta el día de hoy: en octubre de 1969 recibieron una medalla recordatoria y un homenaje de la Embajada de Mujeres de América, y en 2018, al cumplirse 50 años de su expedición, cuatro puntos geográficos de la Antártida recibieron sus nombres.

Ella había fallecido años antes, en 1989, tras una prolífica carrera que duró más de 50 años en los que publicó a un ritmo constante destacando sobre todo en la revisión, ordenación y nuevas aportaciones a las familias dentro del filo de los equinodermos.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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