La excusa de la tradición y la cultura para mantener estereotipos. Científicas en India

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Si al leer los apellidos de los autores de algún artículo científico imaginamos que pertenecen a hombres, es obvio que tenemos todavía un problema. Más que un problema tenemos arraigado otro sesgo que contribuye a invisibilizar el desarrollo de la carrera científica de las mujeres. Supongamos además que esos apellidos fueran de mujeres hindúes, ¿les habríamos dado una oportunidad entre las opciones sobre autoría que barajamos? El estereotipo de investigador hombre blanco cisgénero, sin ninguna discapacidad, correctamente vestido, de mediana edad, etc. vuelve a estrechar nuestra mirada. Desterrar el prejuicio de asociar el apellido del que hace ciencia a un hombre con bata es uno de los pasos que allanan el camino de las investigadoras.

Volviendo a las mujeres indias, una de las raras ocasiones en las que las científicas de este país fueron visibles ocurrió en 2014: la sonda Mangalyaan viajó a Marte y en la sala de control, sede de la NASA en India, varias mujeres sonreían y se felicitaban por el éxito de la misión en la que habían participado. Estuvieron en la portada de los principales periódicos y lucieron sus saris emocionadas.

Mujeres indias celebrando el éxito de la misión Mangalyaan.

Sabemos que las investigadoras representan solo el 28 % del total de científicos en el mundo y, en la India, esta cifra es dolorosamente baja: no llega al 14 % (UNESCO, 2019). En Asia, sólo Nepal está por detrás de India. La entrada de mujeres en estudios de ciencias ha aumentado significativamente del 7,1 % en 1950 a cerca del 40 % en la actualidad.

Sin embargo, las mujeres graduadas y postgraduadas en ciencias no siempre se convierten en investigadoras. Entre los doctores, el 37 % son mujeres, pero menos del 15 % ocupan puestos de profesoras en la universidad. Es el efecto tubería agujereada: perder un poco de caudal en cada paso del camino. En India también ocurre e incluso cuando hay mujeres investigadoras que están logrando avances científicos, sus historias no salen a la luz, no se hacen visibles y no se convierten en referentes para niñas y jóvenes, que tanta falta nos hacen. Para las chicas hindúes con inquietudes en ciencia, en matemáticas, en ingeniería, o para las que todavía no han descubierto lo apasionante de estos campos, es difícil encontrar mentoras, apoyos en la familia, aliento para seguir por el camino de la ciencia. Es muy probable que conozcan a científicos como Chandrasekhar, Raman, Bose o Ramanujan, pero posiblemente no hayan oído nunca hablar de Janaki Ammal (botánica) o Anandibai Joshi (médica).

La gran desigualdad en las estadísticas sobre las mujeres en ciencia y la poca representación en el dominio público preocupó a las periodistas científicas Aashima Dogra y Nandita Jayaraj. Querían saber dónde estaban las mujeres indias en la ciencia y qué estaban haciendo. Decidieron que la mejor manera era escribir sobre las carreras de estas investigadoras indias, sacar a la luz su trabajo y sus logros. Juntas crearon un blog llamado The Life of Science que hace visibles las historias de investigadoras de todo el país. Algunas comentan lo que tuvieron que luchar para llegar al puesto que ocupan, otras hablan de las discriminaciones que les surgieron en el camino y muchas del precario estado actual de las científicas indias en su día a día.

En una sociedad que tiene unas creencias muy marcadas sobre el comportamiento de las mujeres, a las que asigna una nula o escasa capacidad para la ciencia, es normal que ellas mismas tiendan a subestimar su propia inteligencia. La consecuencia es que asumen que no podrían aceptar desafíos como una carrera de física, matemáticas o ingeniería. En una entrevista en The Life of Science, Maryam Baghini, ingeniera eléctrica en el Indian Institute of Technology de Bombay dice: «He trabajado con motores eléctricos y nunca he tenido problemas. Las mujeres necesitan que se les refuerce una y otra vez que son buenas para la ciencia. Es cuestión de mostrar a las niñas que la ingeniería es lo mismo que otras áreas».

No hay ningún argumento basado en la evidencia que justifique el sexismo imperante en algunos ámbitos de nuestra sociedad con inexistentes diferencias de procesamiento neuronal. Vidita Vaidya, neurocientífica del Tata Institute of Fundamental Research (TIFR) en Mumbai, está de acuerdo en que esta es una excusa muy desgastada y muy apetecible por algunos hombres con miedo a perder privilegios. «El cerebro es capaz de funcionar independientemente del género. El error que se mantiene es pensar que en ciencia no existe un patriarcado dominante; la ciencia la hacen las personas y las personas están influenciadas por la cultura en la que nacen».

Kavita Shah, una de las directoras de la Banaras Hindu University, cree que «solo hay dos tipos de mujeres que pueden llegar a desarrollar una carrera investigadora: las que cuentan con el apoyo de sus familias y las que se rebelan contra la opresión». Esto se debe a que, además de los desafíos universales que enfrentan las científicas en el lugar de trabajo, las mujeres en India tienen que abordar un conjunto específico de problemas propios.

La idea de que una mujer dé prioridad a su vida profesional es inimaginable en las comunidades más conservadoras porque su verdadera opción está marcada a fuego desde que nace: ser madre. No siempre se alienta a las mujeres a aceptar retos como la ciencia y se les anima a conformarse con un trabajo que requiera menos dedicación y entusiasmo, al menos para que consigan un poco de dinero hasta que se casen con un hombre que realmente pueda ”apoyarlas”.

Otra barrera que paraliza la carrera científica de las mujeres es que el campo científico exige mantener una cierta compenetración con autoridades y compañeros varones y se vuelve imprescindible formar parte del círculo de colegas, algo que nos parece lo normal en un equipo científico, en un proyecto. Esto a veces es una restricción en una sociedad profundamente patriarcal como la india, que ve las interacciones entre mujeres y hombres de una manera poco saludable y, a menudo, unidimensional. En ocasiones, este sesgo afecta a la visibilidad de las científicas y limita el reconocimiento de sus logros: se premia el recato, el ponerse detrás y no salir en la foto.

Radhika Nair, bióloga del cáncer del Rajiv Gandhi Centre for Biotechnology de Trivandrum, cree que el problema tiene solución. «Al principio, una mujer quizá tenga que esforzarse el doble, pero llega un momento en el que el trabajo diario es tan absorbente que no hay tiempo para pararse a analizar el trato con colegas masculinos quienes, por otra parte, te consideran una más. Puedo decir que tuve mentores que no me veían como una mujer sino como compañera de equipo». Quizá detrás de esta apreciación se escondan matices que salen a la luz analizando situaciones vividas en la academia o en el laboratorio de forma más crítica o quizá la percepción de la profesora sea real y exista en algún lugar una inclusión real y esperanzadora.

Por otro lado, Charusita Chakravarty, ganadora del prestigioso premio Shanti Swarup Bhatnagar, admitía que había tenido que recurrir a contactos en el extranjero debido al aislamiento que vivió durante su carrera en India. Pero, ¿no hay otra solución aparte de aguantar y tratar de sobrevivir en un sistema diseñado para mantener fuera a las mujeres? Shubha Tole, neurobióloga de TIFR está tratando de cambiar el sistema desde dentro. Ella explica que su sola presencia como científica ya abre camino a las siguientes que se nieguen a encajar en el estereotipo. Se rebelan contra el carácter maleable, dócil y complaciente que se espera de ellas.

Otra razón por la que las mujeres indias no avanzan todo lo que quisieran en ciencia es la soledad que sufren para la crianza de sus hijos. Como sociedad que cree que solo las mujeres deben ocuparse de los cuidados, el reingreso tras sus bajas de maternidad a una corriente en constante cambio y acelerada como la ciencia, es bastante difícil. En este sentido, Radhika Nair admite que, «Se dice que no hay inconveniente en que las mujeres regresen a sus carreras investigadoras después de abandonarlas para cuidar a sus hijos, pero no es así. La cuestión es que, después de la pausa para atender a los niños, no son solo los años perdidos sino que al reiniciar necesitas el doble de tiempo para ponerte al día. Todo el sistema está montado de forma tan competitiva que dos años pueden ser toda una vida». No es de extrañar, entonces, que el premio Bhatnagar mencionado antes, otorgado a científicos menores de 45 años en los campos de Biología, Química, Ciencias de la Tierra, Ingeniería, Matemáticas, Física y Medicina, se haya entregado hasta la fecha a sólo 19 mujeres de un total de 571 premiados. «El tiempo para crecer como científicas se acaba para muchas mujeres que se permitieron una pausa para la familia», admite Mitali Mukerji, científica del Institute of Genomics and Integrative Biology de Nueva Delhi, que ganó el premio en 2010. Las periodistas anteriormente citadas Aashima y Nandita señalan que la mayoría de las madres científicas que entrevistaron hablan de la importancia de abuelos o de la pareja para poder criar a un hijo debido a las horas de trabajo que requiere una carrera en ciencias.

Maryam Baghini, Charusita Chakravarty, Shubha Tole, Kavita Shah, Vidita Vaidya, Radhika Nair y Mitali Mukerji.

La ausencia de investigadoras se refleja en el tipo de investigación que se lleva a cabo. Como sólo existe la perspectiva de los hombres involucrados en la narrativa, hay muchas consecuencias injustas y desiguales que se perpetúan. Desde los albores de la ciencia, la referencia estándar utilizada ha sido un hombre de tamaño medio, ya sea probando los efectos de ciertos medicamentos, analizando huellas de cazadores en la prehistoria o estudiando los cantos de las aves.

Nos estamos perdiendo muchos conocimientos y nuevos enfoques al excluir a las mujeres del ámbito de la ciencia, la tecnología, la informática, las matemáticas, etc. La cultura y las tradiciones de ciertos países han sido poco o nada amables con las mujeres. Sin embargo, las personas son cultura y con cada generación las personas avanzan, mejoran, luchan por sus derechos, por la educación para todos y la inclusión de los más vulnerables, en definitiva: hacen cultura y revisan tradiciones.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

4 comentarios

  • Alguna vez nosotras mismas nos convenceremos que podemos.
    Muy buen artículo Marta, enhorabuena.

  • Gracias, María. Nos convenceremos y convenceremos al mundo, o el mundo se convencerá y nos ayudará a convencernos . Un cariñoso saludo.

  • A pesar de la (supuesta) diferencia cultural, el ejemplo de la India nos suena familiar en España. El tiempo dedicado a la maternidad no se recupera, en su totalidad, profesionalmente. Muchas trabas, unas evidentes y otras ocultas, jalonan nuestro recorrido laboral. ¡Hay que estar muy segura y ser muy tenaz para no desfallecer en el intento! Ánimo a las que se inician o están en el proceso y gracias a Marta por este artículo

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