¿Por qué nos cuesta admitir un elogio?

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Los estereotipos de género son tan potentes que consiguen que las mujeres cuestionen sus propias habilidades. Las investigaciones de Katherine Coffman añaden esta nociva consecuencia a la lista de las ya producidas por falsas creencias, inercias y prejuicios sobre lo que pueden hacer las mujeres.

Si nos centramos en el terreno ocupacional y económico, sabemos que en muchos países las mujeres representan más de la mitad de la fuerza laboral y obtienen hasta el 60 % de las titulaciones superiores, pero llevan a casa un salario menor que el de los hombres y ocupan menos puestos de responsabilidad, sobre todo en profesiones masculinizadas (sector financiero, tecnológico, científico, etc.). El estudio de Coffman aporta un nuevo factor que contribuye a explicar estas elecciones de carrera profesional: las chicas carecen de confianza en su propia capacidad para competir en campos en los que se cree de forma estereotipada que los hombres se desenvuelven con mayor éxito y brillantez, como las ciencias, las ingenierías, las matemáticas y la tecnología.

Imagen: Pixabay.

Otro de los resultados de estos estudios sugiere que a un porcentaje alto de mujeres les cuesta aportar sus ideas creativas en discusiones grupales sobre materias STEM. Incluso cuando tienen conocimientos suficientes y se les asegura que realmente los tienen, las mujeres suelen hacer caso omiso de las felicitaciones y los elogios; moderan sus propias habilidades y procuran no sobresalir. No es falsa modestia, es una actitud para mantener a raya la vanidad que en una educación tradicional es impropia en una mujer. Quizá sea humildad saludable, síndrome de la impostora, precaución ante posibles envidias o una estrategia de defensa para sobrevivir en un ambiente donde no es bien visto que una mujer alardee de sus logros.

Sea lo que sea, esta probabilidad tan alta de esquivar elogios puede frenar la carrera de muchas mujeres, ya que les hace renunciar o no promocionarse a puestos prestigiosos en profesiones interesantes. Y es que nuestras creencias sobre nosotras mismas son importantes para moldear todo tipo de decisiones, como a qué estudios podemos optar, qué trayectorias profesionales elegimos y si estamos dispuestas a compartir conocimiento en el lugar de trabajo a un ritmo a menudo muy competitivo. Si las mujeres que tienen interés en STEM no tienen confianza en sí mismas, es posible que descarten esos campos como primeras opciones.

Una de las conclusiones del estudio de Katherine fue que los estereotipos de género distorsionan nuestra visión tanto de nosotros mismos como de los demás, y eso puede ser especialmente preocupante para las mujeres porque al asumirlos crean una imagen sombría de sí mismas que lastra sus carreras profesionales en ciencias. En su análisis, los investigadores y las investigadoras mostraron que las mujeres tenían menos autoconfianza que los hombres en materias estereotipadas tradicionalmente como masculinas (Bordalo et al., 2019). Lo comprobaron pidiendo a los y las participantes que respondieran preguntas triviales de opción múltiple en varias categorías en las que se presupone que las mujeres tienen un mejor control, como películas de Disney, cocina, decoración, arte y literatura y habilidades verbales. En una segunda prueba contestaron a preguntas consideradas típicamente favorables para los hombres, como negocios, matemáticas, videojuegos, coches y deportes.

Después tuvieron que estimar cuántas preguntas creían haber respondido correctamente en las pruebas y adivinar las respuestas de una pareja de la que conocían el género. Tanto hombres como mujeres amplificaron las brechas reales de desempeño en promedio, exagerando la ventaja masculina en los dominios tradicionalmente masculinos y la femenina en las preguntas supuestamente para mujeres. Al predecir sus propias habilidades, las mujeres tenían mucha menos confianza en sus respuestas correctas en las pruebas en las que ellas pensaban que los hombres tendrían más ventaja. Es decir, ellas mismas se puntuaron muy por debajo de lo que realmente obtuvieron en las respuestas de videojuegos y deportes. A la luz de este resultado, si pensamos en una mujer que tiene exactamente la misma habilidad en dos categorías diferentes, verbal y matemática, el estereotipo que supone mejores a los hombres en matemáticas da forma a la creencia de que la capacidad femenina en matemáticas es menor.

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Una segunda conclusión del resultado de la investigación fue, como ya hemos apuntado, que las mujeres descartan la retroalimentación positiva sobre sus habilidades; en un experimento para el estudio Stereotypes and belief updating (Coffman et al., 2021a), los y las participantes completaron una prueba cronometrada de capacidad cognitiva en cinco áreas: ciencia general, razonamiento aritmético, conocimiento matemático, comprensión mecánica y ensamblaje de objetos. Se les pidió que predijeran el número total de respuestas correctas, y tuvieron que elaborar una comparación de su desempeño con el de los demás. Una mujer que en realidad obtuviera la misma puntuación que un hombre estimaba que su calificación era 0,58 puntos más baja, una brecha estadísticamente significativa. Aún es más sorprendente, que incluso después de que los participantes recibieran comentarios muy positivos sobre sus notas en las pruebas, siguieran manteniendo esta brecha de género en su percepción del desarrollo de cómo lo habían hecho.

En una segunda actividad, se les pidió que estimaran sus aciertos en una prueba sobre un tema asignado al azar y que predijeran su propia calificación en relación con otros que completaron la misma prueba. Después de realizarla, los investigadores proporcionaron a los participantes comentarios sobre su tarea. Descubrieron que tanto hombres como mujeres descartaban las buenas noticias sobre sus puntuaciones en temas relacionados con campos que los estereotipos no admitían como propios de su género, en los que casi era un demérito sacar buena nota (eres bueno reconociendo elementos decorativos o combinando colores, eres buena distinguiendo modelos de aviones y una gran experta en sus motores). Los estereotipos tienen tanto peso en nuestras mentes que se vuelve más difícil convencer a las personas de su talento en campos en los que creen que su género es débil.

Una receta para corregir la brecha de autoconfianza en las mujeres podría ser elogiar sus excelentes habilidades en la materia que realmente se les da bien. Sin embargo, los resultados de estos estudios sugieren que esta retroalimentación no funcionaría. Pero sería interesante comprobar si el sesgo de género se reduce con el tiempo cuando una mujer escucha muchas veces que es buena en matemáticas, con frecuencia y de forma reiterada; con un entorno a favor, sin envidias, sin juicios de ningún tipo. La clave podría estar en la frecuencia; está tan incrustada la idea de no ser lo suficientemente buenas que un silencio por parte de los demás ante un éxito propio o la ausencia de un comentario alentador al tomar la iniciativa de algún buen proyecto puede hacer surgir la duda una vez más. Y no es sólo inseguridad, son siglos de convivencia con estereotipos infundados sobre las capacidades femeninas.

Por último, otro hallazgo que reveló el estudio de Katherine fue que un porcentaje alto de mujeres se abstuvo de expresar ante los demás sus conocimientos sobre temas masculinos. En un análisis sobre trabajo en equipo, Coffman y sus colegas estudiaron cómo los grupos debaten, deciden y recompensan las ideas (Coffman et al., 2021b). Se compararon los comportamientos de dos grupos que tuvieron discusiones de forma libre en respuesta a preguntas que variaban en la cantidad de masculinidad del tema. En un grupo, se conocía el género de cada participante, y en el otro grupo, el género de los hablantes no era identificable. Descubrieron que los hombres y las mujeres tenían la misma capacidad para argumentar las preguntas, pero una vez más, los estereotipos de género iban a deformar las respuestas; a medida que aumentaba la masculinidad de la pregunta, las mujeres eran significativamente menos propensas que los hombres a autopromocionar sus ideas dentro del grupo cuando se conocía su género, particularmente en los casos en los que solo una mujer hablaba con un grupo de hombres. Pero en los grupos donde se desconocía el género, no se encontraron diferencias en términos de cuánto hablaron mujeres y hombres sobre sus ideas y todos fueron felicitados por igual.

Se infirió también un dato interesante sobre los evaluadores externos después de que éstos y éstas calificaran las contribuciones de cada miembro del grupo después de leer las transcripciones de las conversaciones. Sin conocer el género de los hablantes, estos evaluadores eran más propensos a suponer que los participantes que aparecían en las transcripciones como «cálidos» o «amigables» eran mujeres y que un participante negativo o crítico era un hombre. Los evaluadores masculinos también fueron significativamente menos propensos a creer que los hablantes que fueron juzgados como «competentes» eran mujeres. Además, los participantes más cálidos, en particular las mujeres más cálidas, tenían menos probabilidades de ser elogiadas por sus aportaciones en las discusiones.

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Sabemos que, para lograr el éxito profesional, las personas tienen que expresar sus opiniones y defender sus puntos de vista mientras trabajan en equipos que deben tomar decisiones, por lo que es un problema grave que las mujeres se queden calladas cuando se trata de temas tradicionalmente adjudicados a hombres, o que expresen sus ideas y sean menos valoradas por un absurdo prejuicio sobre cómo lo hacen. Por lo tanto, es importante que los y las responsables de puestos más altos sean conscientes de cómo las brechas de confianza pueden influir en el ambiente de trabajo, particularmente en profesiones dominadas durante mucho tiempo por hombres, y sería bueno que se dieran cuenta de que las mujeres pueden necesitar un estímulo adicional para expresar sus ideas o para lanzarse a solicitar una promoción personal. Es una realidad que los niveles de confianza de los trabajadores tienen un impacto en los procesos de desarrollo en sus organizaciones y, por lo tanto, sería inteligente proporcionar comentarios de reconocimiento valorando el trabajo tanto de hombres como de mujeres. Si los empleadores, los jefes, los responsables (podemos poner lo anterior en femenino), perciben que un trabajador, estudiante (igualmente en femenino), tiene capacidad para hacer un buen trabajo, puede ser un gran paso hablar con él o con ella para asegurarse de que se sienta reconocido/a y recompensado/a, y no sólo una vez, sino con frecuencia. ¿Qué inconveniente hay para no hacerlo?

Con estos nuevos datos sobre las consecuencias negativas de los estereotipos de género sobre la confianza en sí mismas de las mujeres quizá estemos más cerca de encontrar respuestas a preguntas que nos siguen desconcertando, como por qué hombres y mujeres continúan creyendo que los hombres se desenvolverán mejor que las mujeres en ciertos dominios. A partir de ahí, pueden implementarse intervenciones para cerrar esta brecha en la autoconfianza. Con información, evidencias y espíritu crítico, vamos desterrando estereotipos. Sin embargo, hasta que desaparezcan es esencial implementar soluciones a corto plazo para que las mujeres no descarten opciones profesionales muy provechosas para ellas.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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