De cómo el incremento de mujeres en educación y trabajo no perjudica la calidad de vida de los hombres; al contrario

Ciencia y más

Existen múltiples investigaciones que relacionan los niveles educativos de las mujeres y la salud maternoinfantil. Dando un paso más, el estudio llevado a cabo por Adva Gadoth y Jody Heymann (2020) analiza la relación entre la paridad de género en la educación y en el trabajo, a través de una mayor participación femenina en ambos ámbitos, con la longevidad tanto en mujeres como en hombres.

Imagen: Pixabay.

Para el estudio, se utilizaron indicadores transversales de agencias de las Naciones Unidas, y se elaboraron índices globales de paridad de género en educación y trabajo para hacer una comparación internacional. Se realizó una regresión multivariable para evaluar las relaciones entre las puntuaciones del índice de paridad de género y las tasas nacionales de mortalidad o los indicadores de esperanza de vida. Los resultados fueron concluyentes: la paridad de género en ambos ámbitos se asoció significativamente con mejores resultados de salud después de controlar los gastos sanitarios de los países y otras características relacionadas. Un 10 % más alto en el índice de paridad educativa del país se asoció con 59,5 muertes maternas menos por 100 000 nacidos vivos, un aumento de 2 años en la esperanza de vida femenina y un aumento de casi 1 año en la esperanza de vida masculina al nacer. De manera similar, una puntuación del índice de paridad laboral un 10 % más alta se asoció significativamente con 14,6 muertes maternas menos por 100 000 nacidos vivos y un aumento de 0,9 años en la esperanza de vida femenina al nacer, sin una relación perjudicial para la esperanza de vida masculina.

El estudio pone de manifiesto lo que ya podíamos intuir sobre el papel como ascensor social y sanitario de la educación, con el consiguiente aumento de la esperanza de vida. Pero también observamos que una mayor participación femenina en el mercado laboral está asociada con una mayor longevidad. En concreto, una mayor paridad de género en la educación se asoció con una mortalidad materna significativamente menor y una mayor esperanza de vida para hombres y mujeres, mientras que una mayor paridad de género en el trabajo se asoció con una menor mortalidad materna y una mayor esperanza de vida femenina. En particular, es interesante señalar que un aumento del número de mujeres en la escuela y el trabajo tuvo asociaciones positivas o nulas con la longevidad de los hombres. Es decir, las mejoras para las mujeres en estos dominios no se obtienen a expensas del bienestar de los hombres y, de hecho, pueden desempeñar un papel en la mejora de la salud de éstos.

La eliminación de las brechas de género en la educación y el trabajo puede, por lo tanto, servir como intervención ascendente (preventiva), complementaria a las mejoras del sistema de atención sanitaria más descendente (protectoras o de emergencia), lo que garantiza que la medicina clínica proporcione acceso equitativo y atención de calidad para las personas de todos los géneros.

Traemos aquí la clásica parábola de salud pública atribuida al sociólogo médico Irving Zola (McKinlay, 1975): una persona ve a otra atrapada en la corriente de un río. El testigo lo salva, pero aparecen más y más personas que se están ahogando. Después de rescatar a muchos, el testigo se pregunta por la causa de tantas emergencias. ¿Ocurrirá algo río arriba? Camina en sentido ascendente para investigar el motivo. Observa que un mirador sobre el río está desprotegido y es peligroso. La gente se asoma y cae al agua. Decide entonces colocar letreros de precaución y unas maderas a modo de vallas. La historia ilustra la tensión entre la demanda de protección de la salud pública para responder a emergencias (ayudar a las personas atrapadas en la corriente, descendente) y las demandas de prevención (evitar que las personas caigan al río, ascendente). Cada vez hay más pruebas de que un enfoque inicial de la salud beneficiará a toda la sociedad en general.

La parábola de la salud pública. Imagen: Public Health Sudbury & Districts.

En este sentido, la potente revisión de datos de Gadoth y Heymann demuestra que cuanto más altas son las puntuaciones de paridad de género en educación, menores son las tasas de mortalidad materna, tanto en los análisis de estas dos variables únicamente, como en los análisis ajustados que tienen en cuenta otros factores. Un aumento en la educación femenina se ha asociado sistemáticamente con un mejor conocimiento de la salud sexual y reproductiva, un uso informado de anticonceptivos y una utilización más frecuente de los servicios de atención médica; todas estas actuaciones redundan en menos embarazos totales, menos embarazos de adolescentes, partos más seguros y mayor adherencia a tratamientos médicos. Este resultado también corrobora la correlación inversa entre los niveles de formación de las mujeres y las tasas de mortalidad materna señaladas por otros estudios, incluidos análisis compuestos y específicos de la educación (Choe et al., 2017).

El aumento de la paridad laboral también se asoció con tasas de mortalidad materna significativamente más bajas en los análisis tanto de las dos variables como de análisis ajustados, es decir, teniendo en cuenta otras variables relacionadas. Una mayor participación femenina en el mercado laboral con contratos en regla puede generar una mayor cobertura de seguro médico general para las mujeres y sus familias, especialmente en países con seguros contratados por los empleadores para tener cubiertos a sus trabajadores. El empleo femenino en funciones técnicas, profesionales y de gestión de alto nivel también puede generar mayores ingresos familiares, con lo que se facilita el acceso a la atención prenatal y los partos en centros de salud, incluida la asistencia por parte de matronas cualificadas, a las que pueden pagar. Parece que sólo nos centramos en embarazos y partos, pero no tenemos que olvidar que el estudio tiene carácter internacional y son muchos los países donde desafortunadamente, las muertes durante el embarazo o en el parto son demasiado habituales.

Es probable que los efectos relacionados con un mayor poder de toma de decisiones, autonomía corporal y control de recursos por parte de las mujeres dentro de sus hogares y comunidades, también contribuyan de forma positiva a una mejor calidad de vida en todos los sentidos. Es interesante señalar que uno de los resultados obtenidos fue una relación más significativa entre la esperanza de vida de la mujer y el avance educativo, mayor que la del logro del trabajo profesional, quizás debido a los efectos tan sorprendentes de la educación que impactan en su forma de vida y repercuten en todos los ámbitos del entorno de las mujeres.

Los niveles más altos de logros educativos masculinos se han asociado con niveles más bajos de mortalidad masculina, fuera cual fuera su causa (problemas cardiovasculares, pulmonares, sedentarismo y hábitos poco saludables, etc.). Un mayor nivel educativo femenino también puede ofrecer un camino hacia la longevidad masculina. Una explicación sería el efecto positivo en toda la sociedad que tiene el aumento del capital humano y del papel que desempeña el aprovechamiento de talentos femeninos en la economía. Se ha demostrado que un aumento de participación de las mujeres en la vida pública induce un fuerte crecimiento económico y contribuye a un desarrollo sostenible.

Además, en comparación con los hombres, es más probable que las mujeres inviertan en sus propias familias y comunidades y destinen una mayor parte de sus ingresos a la atención médica de los suyos, la infraestructura comunal y otros medios que supongan elevar el nivel de vida. Los roles de género naturalizados también pueden influir. Según lo documentado por la Organización Mundial de la Salud, los estereotipos de género refuerzan los comportamientos masculinos que aumentan los riesgos de lesiones y muerte, incluso a través del abuso de sustancias, accidentes y violencia. Tener como objetivo primordial la igualdad entre niños y niñas a edades tempranas, ayudará a remodelar o deconstruir estereotipos de género que fomentan comportamientos con consecuencias peligrosas para la salud de hombres y mujeres. Por último, la educación materna respalda la mejora de los resultados tanto para los niños como para los jóvenes y puede servir como un medio para aumentar la supervivencia y la longevidad de la descendencia.

En el análisis ajustado, la esperanza de vida de los hombres no se asoció ni negativa ni positivamente con la paridad ocupacional de género. Una posible explicación es que la mayor esperanza de vida femenina observada en países con una participación laboral más equitativa podría atribuirse en parte a la reducción de la mortalidad materna, una vía para mejorar la supervivencia que no está disponible para los hombres.

De cualquier modo, el estudio ofrece una instantánea transversal de la situación, lo que excluye las inferencias causales de estos datos. Por eso, sería conveniente un análisis longitudinal para asegurar la temporalidad de estas relaciones. Aunque los organismos de las Naciones Unidas responsables de los datos secundarios utilizados en el estudio garantizan la comparabilidad, los datos a nivel de país pueden, en algunos casos, carecer de una coherencia completa entre indicadores, ya que varios incluían datos primarios agregados de múltiples fuentes nacionales y regionales. Además, las fuentes de datos no permiten la estratificación de la participación ni la información sobre los resultados de salud en diferentes identidades de género o cualquier otro colectivo social.

Imagen: Pixabay.

Finalmente, este análisis se centra en la participación y el avance absoluto y relativo de las mujeres, pero otras medidas como la igualdad en cuestiones de leyes aportan enfoques alternativos para definir y examinar la paridad de género. Este estudio demuestra que un número más equilibrado de hombres y mujeres en estos determinantes sociales claves se asocia con mejores resultados de salud incluso después de controlar los marcadores de riqueza, inversión y urbanización a nivel de país. Como faltan datos longitudinales globales para las medidas de participación y paridad en el progreso escolar y laboral, este análisis transversal nos da una visión inicial de los vínculos entre las medidas nacionales de igualdad de género en la educación y el trabajo con la salud de la población.

Esta investigación es necesaria y relevante ya que marca un paso importante para desacreditar con evidencias la noción de que la mejora de la posición social de las mujeres y el acceso a medios de vida seguros sólo pueden lograrse a expensas de los hombres. Ya hemos visto que la esperanza de vida de los hombres puede aumentar potencialmente a través de la igualdad educativa o en entornos donde la igualdad educativa prospere. Las mejoras en la paridad de género en el acceso y la calidad de la atención clínica recibida, además de la investigación biomédica que respalda esta atención, tienen un papel fundamental en la reducción de la morbilidad y la mortalidad, junto con otros factores sociales unidos a la definición de salud. Es probable que los avances en el acceso de las niñas y mujeres al ámbito educativo y laboral aumenten de manera muy significativa la esperanza de vida de un país. Con la educación y el trabajo para todas, ganamos todos y todas.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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