Mutilación genital femenina y orgasmo

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Hace algo más de un año, en 2018, Mónica Batán, de la ONG Wanawake, publicó en El País la historia de cuatro mujeres jóvenes, Sylvia, Mercy, Rose y Peninah, que habían logrado escapar de la mutilación genital femenina en Kenia, su país. La mutilación afecta a más de 200 millones de mujeres en más de 30 países de África y algunos de Asia y Oriente Medio; más de tres millones pueden sufrirla cada año. Mónica Batán explica que puede tener múltiples y permanentes consecuencias físicas y psicológicas que duran toda la vida.

Jóvenes vestidas tras la ablación (Guinea, hacia 1900-1910). Imagen: Wikimedia Commons.

La mutilación genital femenina se define como cualquier procedimiento que suponga la eliminación total o parcial de los genitales femeninos externos por razones no médicas. Supone una violación de los derechos humanos de las niñas y mujeres que la sufren, así como de su integridad física y psicológica. Lo habitual es que se haga sin consentimiento informado e implica la coerción completa o incompleta de las personas que la padecen.

También en nuestro entorno más cercano conocemos las consecuencias de la mutilación genital femenina. En 2018, Alicia Cámara, Graduada en Medicina por la UPV/EHU, defendió su Trabajo Fin de Grado. El título era “Mutilación genital femenina. Revisión quinquenal de casos en el Hospital de Basurto”. Estudiaba los resultados de los partos de mujeres con mutilación genital que se habían dado en el Hospital de Basurto entre enero de 2013 y diciembre de 2017. En total fueron 129 mujeres, y casi la mitad, el 45 %, tenían entre 31 y 36 años, con una media de 31 años para todo el grupo. Casi el 5 % tiene menos de 20 años. El 55 % venían de Nigeria, seguidas del 18 % de Guinea Bissau. El número de cesáreas en estos partos dobla las cifras habituales en el Hospital de Basurto.

Solo como ejemplo para completar datos, podemos citar el Hospital de Elche donde, desde 2017, se han detectado 31 mujeres que han sufrido la mutilación genital, con edades entre 23 y 41 años y, entre los grupos de riesgo, están las menores de 15 años.

Hasta ahora no se ha encontrado una relación consistente entre la mutilación genital con daños físicos, aparte de los evidentes, y psicológicos, ni con su sexualidad. No aparecen ni en la revisión de Carla Obermeyer, de la Universidad de Harvard, según lo publicado entre 1997 y 2005, ni en las entrevistas con 137 mujeres mutiladas que analizaron Lucrezia Catania y sus colegas, del Centro de Investigación para Prevenir y Curar las Complicaciones de la Mutilación Genital Femenina de Florencia, en Italia, ni tampoco en los datos de Alicia Cámara tomados en el Hospital de Basurto.

Es más, la cultura y el entorno del que vienen estas mujeres les lleva a declarar que, al día siguiente de su mutilación, se sienten felices y orgullosas. Son heroínas, honorables, especiales, y se sienten aceptadas por el grupo familiar y social en el que han crecido.

Sin embargo, una de las últimas revisiones sobre la mutilación, publicada por Ron Levin este año, se centra más en el estudio del clítoris y, por tanto, en las consecuencias de su eliminación. Durante mucho tiempo se ha aceptado que su única función estaba relacionada con el orgasmo femenino, pero Levin menciona que la respuesta del clítoris a la excitación sexual activa el cerebro y provoca cambios en el tracto genital femenino. Como escriben S. García Dauder y Eulalia Pérez Sedeño, durante décadas los científicos han ignorado los temas de la mujer y, todavía más, los que tienen relación con la sexualidad y el placer.

Emblema contra la mutilación genital femenina.
Imagen: Wikimedia Commons.

En concreto y según el resumen que publica Levin, la excitación del clítoris provoca cambios en el tracto genital femenino como el aumento del flujo de sangre y la concentración de oxígeno, la lubricación, neutraliza el pH ácido, ayuda al transporte de esperma y activa los espermatozoides para facilitar su entrada en el óvulo, y, en último término, todas las respuestas llevan al orgasmo. Así, crece la posibilidad del éxito en la reproducción pues facilita el contacto entre los gametos, entre el óvulo y el espermatozoide.

Es obvio, desde el punto de vista evolutivo, que mejorar las funciones de ambos gametos debe aumentar la eficacia de la reproducción y, por tanto, esas funciones son las que serán seleccionadas. Hay que revisar la hipótesis de que el orgasmo femenino es un subproducto de la evolución sin una intervención importante en la reproducción. En principio, su función es intrigante ya que no parece necesario para el éxito reproductor. Pero su acción neuroendocrina sobre el cerebro y todo el organismo es demasiado compleja como para ser, sencillamente, un accidente, un subproducto evolutivo. El clítoris, según la revisión de Levin, interviene en la unión de gametos y, por tanto, participa y mejora la reproducción. Así, en parte se resuelve lo que se ha denominado, desde hace tres décadas, como “la función misteriosa del orgasmo femenino”.

Por cierto, ha sido Mark Blechner, de la Universidad de Nueva York, quien, en su revisión sobre la anatomía del clítoris y las consecuencias psicológicas de su funcionamiento, menciona que los hechos conocidos sobre este órgano, y que menciona Levin, han sido repetidamente descubiertos, olvidados y redescubiertos por lo menos desde 1844. En la década de los 70 del siglo pasado, los movimientos feministas recuperaron su estudio enfocándolo en la anatomía y en la relación con el placer sexual. Volvamos a recordar el texto de Eulalia Pérez Sedeño y S. García Dauder. La razón principal para estas apariciones y desapariciones es que la mayoría de los científicos implicados en estos estudios fueron, y son, hombres, con escaso interés en el asunto.

Los autores de los estudios sobre el clítoris mencionan, no solo la falta de datos, sino, sobre todo, de un método fiable y ajustado para investigar estos hechos. La conclusión más esperanzadora es que todos, según nuestra propia cultura y entorno, debemos, con prevención y educación, rechazar y terminar con esta lacra social que atenta contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y contra el derecho a su salud y a la integridad de su cuerpo, tal como escribe Alicia Cámara.

Referencias

Sobre el autor

Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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