“El paisaje es un elemento construido por el individuo y la sociedad”, decía Maider Uriarte. No hay más que ver una fotografía de Las Médulas para dar la razón a la arquitecta de la Universidad del País Vasco.
Ese paisaje, hoy invadido por la naturaleza, en realidad, son los restos de una creación artificial de los ingenieros de Roma que, en busca de oro, demolieron las montañas con el procedimiento del ruina montium.
En los días del imperio, los angostos caminos que hoy conducen al interior de la montaña estaban llenos de esclavos, obreros, capataces, personas de las más dispares cualificaciones y rangos; y de herramientas: desde los grandes depósitos de agua que se vaciaban en los estrechos túneles excavados en la roca hasta que la presión hacía reventar por dentro a la montaña y se venía abajo, hasta los colectores de material donde se colaba el lodo, las piedras y la madera arrastradas por las aguas, y se separaba el oro que llegaba hasta allí mezclado con el torrente.
El paisaje está íntimamente ligado a la geología y al devenir de la historia.
Los acantilados, las montañas, los bosques, los ríos,… sufren los lentos cambios de las eras geológicas, o la perseverancia de las olas, la lluvia o el viento, igual que los seres humanos van acumulando en sus semblantes las huellas del paso del tiempo y los avatares sufridos. Tal vez por eso, cuando un rostro joven deja de estar entre nosotros, su marcha se torna inexplicable.
Somos los seres humanos, sin embargo, los que, modernamente, nos hemos convertido en el principal agente modificador del paisaje. Tanto que pocos científicos dudan ya de que hemos cambiado de era geológica y estamos en el Antropoceno. La era del hombre.
“El paisaje es un elemento construido por el individuo y la sociedad”. He ahí la dificultad. Ver más allá de las piedras que formaron unos muros defensivos o una sencilla vivienda; más allá de las chimeneas y hornos industriales, hoy callados, al borde de la ría; adivinar qué sueños pasaron por las mentes de las personas que habitaron o habitan un barrio, una casa o un piso en esas laderas de Bilbao con nombre de mujer como Concha o Carmen que nos recuerdan, como en Las Médulas, su pasado minero.
La persona. Ese el elemento del paisaje que hoy falta en la casa de la familia de Maider Uriarte Idiazabal, nacida en Colchester, Inglaterra, en 1981. Y es una casa grande porque Maider no sólo estudió y trabajó en la Universidad del País Vasco.
Junto con otros arquitectos, creó el taller de Arquitectura Metak en Bilbao en el año 2007. Asimismo, en 2009 fue una de las fundadoras de la revista “Aldiri. Arkitektura eta abar” y miembro de su consejo de redacción.
La ciencia del paisaje
El Convenio Europeo del Paisaje define este término como cualquier parte del territorio tal como la percibe la población cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. Así que casi se puede decir que hay tantos paisajes como los ojos que los admiran. Precisamente, decía Maider, que “cuando se contempla el paisaje como naturaleza, se confunde con un lugar en el que no hay construcción alguna”.
Por ello, Maider Uriarte centró sus líneas de investigación en los diferentes modos que tienen las sociedades y las culturas para entender, representar y crear el entorno; y en la herramienta más adecuada para analizar ese fenómeno: el paisaje.
Y para ello desarrolló una nueva metodología: La perspectiva del paisaje. Esta herramienta de análisis integra cuatro dimensiones que hasta entonces se habían tenido en cuenta por separado: ideia, qué idea tenemos del paisaje y cómo difiere si somos habitantes u observadores externos de ese entorno; irudia, cómo se ha imaginado ese paisaje y, si se representa, cómo se hace; agentzia, quién influye en el paisaje, quién promueve su representación, uso o explotación y según qué idea lo ha transformado y; en consecuencia, qué elementos físicos se han creado y lo componen, elementuak.
El perfeccionamiento de esta metodología es el resultado de las estancias de investigación que realizó en el Laboratorio Urbano de la University College London y, también, en la Cátedra Landscape Architecture and Regional Open Space (LAREG) del departamento de Arquitectura de la Universidad Técnica de Múnich entre 2012-2013.
Desde diciembre de 2014 Maider impartía clases de Planificación Urbana y Organización Territorial en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Gipuzkoa donde hace poco más de un año lograba el reconocimiento de ser doctorada internacional tras defender la tesis «Paisaiaren Ikuspegia eta bere Lau Dimentsioak: Metodo interpretatzaile konstruktibista baten proposamena Bilboaldeko hiri bazterreko paisaia menditsuen kasuan aplikatua» (La perspectiva del paisaje y sus cuatro dimensiones: propuesta de método constructivista aplicado en el caso de los paisajes del borde urbano en los montes de Bilbao).
La arquitectura como espejo social
El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe, decía que la arquitectura es el reflejo de una época. Marte Mujika, quien codirigió la tesis doctoral de Maider, añade que “en las ruinas arquitectónicas de otros tiempos se puede leer el concepto que tenían las personas que vivieron entonces sobre su sociedad, su forma de vincularse al territorio o incluso si existía una metafísica religiosa, como en el caso del gótico”.
Mujika imparte clases en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y recuerda cómo Maider solía discutirle algunos enunciados en las reuniones conjuntas para sacar adelante el trabajo académico. “Maider fundamentalmente aportó un método y para demostrar su utilidad lo aplicó a Bilbao como caso de estudio”.
Para ello, a partir de las cuatro dimensiones anteriores (Idea, representación, agencia y elementos) estableció, afirma Marte, una serie de seis categorías, que frecuentemente combinadas entre sí, todavía hoy, conviven en la capital vizcaína.
MT Mendi tradiozionala: el paisaje de monte previo a la industrialización. Un paisaje rural, casi virginal, donde las únicas construcciones son, quizá, algunos caseríos.
MB mendia baliabide: el paisaje como recurso. Dentro de esta categoría, Maider veía además, en el entorno de Bilbao, dos posibilidades de clasificación: MMB mendia meatz balibide, las explotaciones mineras y, MBB mendia basogintza baliabide, los recursos forestales.
MO mendia oztopo: el paisaje como dificultad o frontera. Una idea en la que trataba de plasmar que el paisaje es, en ocasiones, un problema que hay que superar y, por consiguiente, advertir cuál es la plasmación física de esa necesidad de superación en forma de infraestructuras como carreteras o puentes, por ejemplo.
ME mendia erabilgarri: el paisaje como elemento usable. Aquellas propuestas de explotación de las laderas de Bilbao como recurso en el que construir elementos artificiales como polígonos industriales.
MBe mendia verdea: el paisaje verde. En una visión del paisaje en su uso más lúdico, Maider incluía en esta categoría, los parques, el montañismo, los anillos verdes…
Y finalmente MB mendia bizileku: el monte como lugar de vida. Dentro de esta sexta categoría se podrían distinguir, según Maider, los elementos formales, MBiF formala, es decir, toda vivienda o construcción, responda o no a los objetivos propios de la Arquitectura con mayúsculas, que persigue hacer de los lugares espacios gratos y habitables. Estaríamos hablando, en este punto, de viviendas con licencia o permiso o que se han legalizado después de construidas; y la arquitectura informal MBiI informala que abarcaría elementos como el chabolismo.
Otra de las aportaciones de Maider fue la introducción de términos técnicos en euskera para esta materia científica.
Los cambios del paisaje
El paisaje cambia con las estaciones del año. Aunque estamos en verano, el otoño se ha adelantado en casa de Maider. Y con el frío llega la caída de las hojas, las nieblas envuelven las montañas y los cielos, antes límpidos, se llenan de nubes. Las voces se apagan, las gentes se van, la melancolía lo inunda todo… No hay palabras, dicen los que conocen a su familia, para expresar lo que es perder a una hija. Ez dago hitzik.
El paisaje cambia con la luz… Los fotógrafos saben muy bien que hay dos momentos en el día que son especiales. El amanecer y el atardecer. Aunque su luz es diferente. Tampoco somos los mismos cuando nacemos que cuando morimos.
A veces falta la luz para poder ver el paisaje, pero en la oscuridad, a cambio, es posible sentirlo de una manera diferente, percibiendo otras sensaciones que nuestro cerebro descarta cuando la información entra a raudales por los ojos.
El paisaje oscuro nos revela los sonidos y, a veces, el silencio, que pesa y que explica los sentimientos mejor que las voces. El paisaje callado, donde no hay otra entonación humana que responda a nuestra llamada, es un paisaje solitario donde sólo es posible escuchar el escaso consuelo de nuestro eco, que nos alucinaba de niños y que, en los momentos más tristes, se convierte en la constatación del abandono.
A veces no hay palabras o, como decía el título de la canción de Duncan Dhu, que se empeñaba en recordarnos que si nos aferramos al otoño, acabaría por llegar el invierno, palabras sin nombre.
Y cuando el paisaje humano cambia, suele dejar proyectos inacabados: familias por formar, estudios por concluir, amistades por forjar, conferencias por impartir… Maider estaba preparando unas jornadas con los expertos alemanes con los que compartió su tiempo y sus investigaciones. Sören Schöbel-Rutschmann, su otro codirector de tesis, estará en Donostia la última semana de este mes para impartir una conferencia sobre ecosistemas urbanos. Maider había descubierto también en sus viajes, que en Europa, no sólo se habla de arquitectura, sino que se vincula profundamente con el paisajismo.
Leyendo el paisaje
Son las gentes las que hacen el paisaje… las que lo pueblan, lo usan, pasan sobre él sin dejar huella o lo mejoran… Maider mejoró el paisaje humano, explicándonos cómo leerlo. Cómo entender el por qué de las piedras y, de paso, a quienes las habitaban y lo explicó durante un par de años en las páginas de un suplemento del diario DEIA.
La última de las investigaciones de Maider abordaba el tema de los paisajes urbanos marginales. Para entenderlos proponía un análisis combinado de tres conceptos que consideraba relacionados entre sí.
Según decía, “comparados con un núcleo urbano o con el paisaje rural, los márgenes urbanos han salido perdiendo históricamente porque no se les ha otorgado un carácter propio, ni valor. Es más, la mayoría de las veces suelen catalogarse como problemáticos”.
Aplicando su metodología llegó a la conclusión de que era necesario ponerse “otras gafas” para entender los paisajes de la periferia porque “tienen otra lógica”. Desde este nuevo punto de vista proponía recoger las características positivas potenciales para mejorar la calidad de vida y entender su especial carácter.
La principal consideración que se deducía de su estudio es que el borde urbano ha evolucionado. Ha pasado de ser una línea a convertirse en un área que representa un nuevo paisaje, una tipología propia.
Los márgenes urbanos, afirmaba Maider, son territorios de transición e hibridación, como la vida misma, fugaz en el devenir de los eones, y siempre en lento y eterno estado de cambio, a pesar de que el paisaje nos sobreviva y parezca eterno.
Sobre los autores
Javier San Martín @SanMartinFJ e Izaskun Lekuona @IzaskunLekuona, este artículo es una colaboración de Activa Tu Neurona @ACTIVATUNEURONA con el blog Mujeres con Ciencia.
2 comentarios
[…] reflejo de lo que somos”. Javier San Martín / Izaskun Lekuona | Mujeres con ciencia, 2016-09-28 https://mujeresconciencia.com/2016/09/28/maider-uriarte-1981-2016-el-paisaje-es-el-reflejo-de-lo-que-… In memoriam: Maider Uriarte Idiazabal. Unai Fernandez de Betoño / Ula Iruretagoiena | Campusa, […]
[…] reflejo de lo que somos”. Javier San Martín / Izaskun Lekuona | Mujeres con ciencia, 2016-09-28 https://mujeresconciencia.com/2016/09/28/maider-uriarte-1981-2016-el-paisaje-es-el-reflejo-de-lo-que-… In memoriam: Maider Uriarte Idiazabal. Unai Fernandez de Betoño / Ula Iruretagoiena | Campusa, […]