Margaret Alice Kennard, neuróloga y fundadora de la neuropsicología del desarrollo

Vidas científicas

Margaret Alice Kennard. Science Direct.

Seguramente a Margaret Alice Kennard le habría gustado poder ver un cerebro crecer y funcionar, pero este órgano es difícil de estudiar porque sus funciones son complejas y se manifiestan por todo el cuerpo. Algunas de ellas no pueden verse, además, como por ejemplo las sensoriales, y otras están influidas por factores externos difíciles de aislar, como las de aprendizaje y comportamiento.

Así que Kennard, neuróloga, investigó en primates mezclando observaciones directas como neurocirujana y neurofisióloga y otras indirectas como psicóloga experimental para estudiar cómo afectan las lesiones en determinadas partes del cerebro al desarrollo de las habilidades y cómo ese efecto es distinto según la edad que tenga el cerebro, siendo más fácil recuperarse o desarrollar estrategias de compensación cuanto más joven sea el individuo.

Primera parada, Yale (al principio sin cobrar)

Margaret Alice Kennard nació en Brookline, Massachusetts, casi en el último otoño del siglo XIX, en septiembre de 1899. Se graduó en la universidad privada femenina en 1922 y se matriculó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Cornell en 1926, donde se graduó en 1930. Entre 1931 y 1932 obtuvo una beca de investigación honoraria (sin remuneración) en el Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Yale, y entre 1932 y 1933 ocupó un puesto de Investigadora Asistente con rango de Instructora, ahora sí ya con sueldo. De ahí pasó a ser profesora asistente a partir de 1933.

En 1931, poco antes de que ella llegase, el Departamento de Fisiología de Yale se acababa de organizar en tres divisiones independientes: el Laboratorio de Neurofisiología, el Laboratorio de Psicobiología Comparativa, y el Laboratorio de Fisiología. En este último, dirigido por John F. Fulton, se llevaba a cabo trabajo experimental animal, en sobre neurofisiología de primates, que pretendía poder aplicarse en la práctica clínica, desarrollando técnicas que pudieran utilizarse en cirugía cerebral. Al mismo tiempo, en las otras divisiones, se llevaba a cabo investigación en endocrinología de primates y psicología.

Así que el 6 de marzo de 1931, Kennard se puso en contacto con Fulton por carta, pidiéndole participar en la investigación de su laboratorio y acompañando la petición de un puñado de cartas de recomendación. Una de ellas, que firmaba Stanley Cobb de la Escuela de Medicina de Harvard, la describía como “una chica inusualmente capaz. Es alta, nerviosa al estilo de Nueva Inglaterra y con mucha energía. Diría que es atractiva sin ser una Venus”. En esta época, cuando se solicitaba un puesto de trabajo para una mujer solía ser a través del mecenazgo.

Estudio de las funciones motoras y los efecto de lesiones cerebrales

Él respondió pronto, aceptándola en su laboratorio. No había mucho espacio ni muchos fondos, pero su experiencia clínica sería de gran ayuda: le explicó que estaba estudiando las bases fisiológicas de las señales neurológicas más importantes y que consideraba que no se estaba aprovechando bien el potencial de los primates que tenían en el laboratorio. Decidió emplear parte de los fondos destinados a la limpieza de las jaulas para otorgar a Kennard un sueldo modesto, y después buscó más financiación para ella en distintos organismos, entre ellos la Fundación Rockefeller. Kennard comenzó a trabajar con Fulton en septiembre de 1931.

Margaret Alice Kennard. YSM.

Una de las áreas de interés en el laboratorio de Fulton era el estudio de los lóbulos frontales del cerebro, su estructura y sus funciones. Ya había allí alguien investigando las funciones sensoriales del córtex frontal, así que Kennard se dedicó a las funciones motoras, algo que ella más adelante explicó que prefería porque “tiene síntomas más obvios que muchos otros síntomas que son resultado de lesiones en otras partes”. Sus primeros trabajos estaban relacionados con las funciones motoras del córtex frontal adulto, en concreto, los efectos que las lesiones en esa zona tenían sobre la postura o la capacidad de agarre y las señales neurológicas después de sufrir lesiones en determinadas zonas, entre otros temas.

En una conferencia que dio años después, habló de la influencia que tuvo en su carrera el tiempo que pasó en el laboratorio de Fulton: “durante 12 años aprendí realmente la neurofisología del cerebro anterior al enseñar, al experimentar y, ahora me doy cuenta, al estar en contacto con algunos de los mejores especialistas en ese campo que vinieron a trabajar allí de todas partes del mundo durante la década de 1930”.

El Principio de Kennard

En 1934, Kennard pasó dos años en Europa con una beca, realizando investigaciones de laboratorio en Ámsterdam y haciendo trabajo clínico en distintos hospitales de Londres. Pasó los últimos meses de su viaje estudiando el cerebro de niños afectados de espasticidad, un trastorno motor del sistema nervioso en el que algunos músculos se mantienen siempre contraídos. En noviembre de 1935 fue elegida miembro de la Royal Society de Londres.

Su trabajo más conocido, que terminó dando pie al conocido como Principio de Kennard, se publicó en 1936 y trataba sobre las lesiones en el córtex motor de primates bebés. En él describía detalladamente la extirpación quirúrgica del córtex motor de dos animales que habían sufrido lesiones a los 10 y los 40 días, respectivamente, y cómo éstos mostraban un patrón de recuperación y de déficit motor, respectivamente también.

En su trabajo, Kennard proponía la idea de que existe una relación lineal inversa entre la edad a la que se sufre una lesión cerebral y el resultado funcional de esa lesión: cuando todo lo demás es similar, cuanto más joven es el organismo lesionado, mejor es el resultado y la recuperación. Esto estaría relacionado con el hecho de que las zonas lesionadas están menos desarrolladas cuanto más joven es el primate (o el ser humano), y por tanto es más probable y más fácil que el cerebro desarrolle estrategias de compensación, gracias a la plasticidad de este órgano.

Representación gráfica del Principio de Kennard. Adaptado de Wikimedia Commons.

Desde ese momento continuó especializándose en neuropsiquiatría, y trabajó como profesora asociada de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York y como médico en el Hospital de Bellevue, también en Nueva York. En 1948 fue nombrada profesora asociada de Fisiología en la Escuela de Medicina de la Universidad de British Columbia y en 1956 ocupó el puesto de Directora del Instituto de Investigación en Salud Mental del Estado de Washington. Entre 1956 y 1957 fue presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Biológica y entre 1958 y 1959, vicepresidenta de la Sociedad Americana de Neurología.

Cuando dejó el trabajo de investigación se mudó a New Hampshire y allí siguió ejerciendo como psiquiatra. Murió en 1975 víctima de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neurológica degenerativa.

Además de por el hoy conocido como Principio de Kennard, el trabajo de esta neurocientífica fue importante, pionero y creativo. Al mezclar la neurocirugía, la neurofisiología, las observaciones sobre el desarrollo y la psicología experimental en sus observaciones sobre primates, se convirtió en una figura central en la historia de la neuropsicología del desarrollo, implementando innovaciones metodológicas, algunas de las cuales se siguen utilizando hoy en este campo de investigación.

Referencias

Sobre la autora

Rocío P. Benavente (@galatea128) es periodista.

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