La paleoneurología, el triunfo de Tilly Edinger sobre su difícil vida (1)

Vidas científicas

Todas las personas creativas quieren hacer lo inesperado.

Hedy Lamarr
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Tilly Edinger (1938). © Harvard University Archives.

La Paleoneurología es una disciplina científica que estudia la evolución del cerebro. Situada entre la neurología y la paleontología fue fundada en su forma moderna en Alemania durante la década de 1920 gracias a la singular formación profesional y a la inspiración de Tilly Edinger (1897-1967). Esta extraordinaria científica cambió la manera de reconstruir la historia evolutiva del cerebro de los vertebrados. Su recorrido vital fue particularmente emocionante porque, como veremos, comenzó la mayor parte de un innovador trabajo al mismo tiempo que soportaba las leyes raciales y el terror nazi, que finalmente la obligaron a huir de su país natal y establecerse definitivamente en los Estados Unidos.

Tal como señalara en 1999 la experta en paleontología de vertebrados del Wellesley College Emily Buchholtz, la vida personal y profesional de Tilly Edinger «estuvieron conformadas […] por su familia, su etnicidad, su género y los acontecimientos políticos de mediados del siglo XX».

Los primeros pasos

El 13 de noviembre de 1897 nacía en Franckfurt-am-Maim la más pequeña de los tres hijos de una rica y antigua familia judía, una niña llamada Johanna Gabrielle Ottelie Edinger, más conocida como Tilly Edinger.

Su padre, Ludwig Edinger, era profesor de neurología en la Universidad de Frankfurt, un respetado médico investigador y uno de los fundadores de neurología comparada, además de director y fundador del Instituto Neurológico de Frankfurt. Era tenido en tan alta estima que la ciudad dio su nombre a una calle después de su muerte en 1918. Su madre, Anna Goldschmid Edinger, era una feminista activamente implicada en trabajos sociales; en reconocimiento a su diligencia y entrega se erigió un busto en su nombre en el parque municipal. Tilly, educada en un entorno adinerado y progresista, rodeada de científicos y estrechamente unida a su familia, creció recibiendo una excelente y esmerada formación.

Desde pequeña la niña padeció una ligera sordera hereditaria, que fue aumentando con el tiempo, pero que no impidió que la curiosidad y el interés por la ciencia surgieran muy pronto, probablemente a partir de las visitas, fascinantes para ella, que con frecuencia realizaba al Museo de Historia Natural de Senckenberg en Frankfurt. Este centro poseía una magnífica colección de animales fósiles que influyó poderosamente en su posterior vocación por la paleontología.

El decidido interés por la ciencia de la joven Tilly no fue inicialmente estimulado por su padre, opuesto a que las mujeres siguieran una carrera profesional; su madre, por otro lado, veía la investigación sobre fósiles meramente como un hobby. No obstante, ella cursó brillantemente estudios de zoología, geología y paleontología en las universidades de Heidelberg y Múnich, y en 1921 se doctoró en la Universidad de Frankfurt.

Comienzos de una vida profesional y nacimiento de la paleoneurología

La tesis doctoral de Tilly Edinger, calificada de magna cum laude, fue sobre un reptil marino fósil del Triásico: Nothosaurus, que no era un dinosaurio sino un animal acuático de cuello largo semejante a un lagarto. El interés de Edinger estaba centrado en los cerebros fósiles, y se había desencadenado a partir del estudio de un molde interno natural del cráneo de este reptil. Un “molde interno natural” significa que los sedimentos han rellenado un cráneo fósil y han preservado las características del cráneo por dentro, esto es, las huellas de la superficie del cerebro que alojaba.

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Nothosaurus mirabilis.

Después alcanzar el grado de doctora, la perseverante científica trabajó desde 1921 a 1927 como voluntaria no pagada en el Instituto de Geología y Paleontología de la Universidad de Frankfurt. Gracias a la fortuna familiar era económicamente independiente y pudo continuar su fructífero camino como investigadora sin recibir salario alguno. También en esos años trabajó, tras la muerte de su padre, como ayudante a tiempo parcial sin paga en el Instituto de Neurología de Frankfurt.

En 1927, Tilly Edinger fue nombrada conservadora de vertebrados fósiles en la sección de paleontología de vertebrados del Museo de Historia Natural de Senckenberg, donde permaneció hasta 1938. Tras su nuevo cargo abandonó gustosa el Instituto de Neurología ya que prefería dedicarse al estudio de la anatomía de los fósiles en vez de analizar cerebros humanos.

Desde sus años como doctoranda, Tilly Edinger había comprendido un aspecto muy importante sobre cráneos fósiles: pese a la larga literatura existente, estos restos eran principalmente considerados como curiosidades y no se habían examinado en un contexto geológico (temporal). La joven logró recopilar y sintetizar abundante información sobre el tema y publicar un libro Cerebros fósiles (Die fossilen Gehirne) en 1929. Su especial formación profesional, sumada a su prolífica creatividad, le permitió dar forma moderna a unos estudios que hasta esos momentos habían permanecido anclados en principios de los siglos XVIII y XIX.

En su libro, Edinger logró definir formalmente un nuevo campo de investigación. Reuniendo referencias procedentes de muchos restos fósiles que en textos anteriores se habían estudiado como curiosidades aisladas, consiguió organizarlos taxonómicamente y resumir las inferencias que podían sacarse de ellos. Trabajando casi completamente sola realizó un borrador donde identificaba las principales líneas científicas que definían una disciplina única. El libro de 1929, considerado su primer estudio importante, fue ampliamente aplaudido y la convirtió en un miembro respetado de la comunidad paleontológica alemana e internacional.

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Tilly Edinger trabajando (1926).
© Museum of Comparative Zoology, Harvard.

El método de trabajo de Edinger resultó revolucionario porque antes de ella los anatomistas reconstruían la historia del cerebro de los vertebrados por comparación entre los tejidos blandos de los peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos hoy vivos. Las variaciones estructurales observadas en estos grupos se documentaban y se contrastaban, y los resultados obtenidos eran usados para sugerir una secuencia lineal de innovaciones anatómicas desde los más antiguos, los peces, hasta los más modernos, los mamíferos.

Por el contrario Tilly Edinger, gracias a su preparación como neuróloga y como paleontóloga, pudo combinar la anatomía comparada con las herramientas de la paleontología, armonizando con gran éxito conocimientos procedentes de ambos campos de estudio. Así, sus publicaciones de la década de 1930 tuvieron como principal objetivo relacionar la información biológica y la geológica e incorporar el concepto de tiempo en neurobiología. Con este importante matiz, sostienen Emily Buchholtz y Ernst Seyfarth (1999) «Tilly Edinger cambió la manera de reconstruir la historia evolutiva del cerebro».

Científica y judía en la Alemania nazi

La historia personal de Tilly Edinger resulta apasionante porque fue capaz de continuar con un trabajo notablemente renovador y especializado mientras que su mundo habitual se desmoronaba bajo las crueles medidas raciales del nazismo y su conocida animadversión hacia los judíos. La creciente represión y violencia desatada fue paulatinamente convirtiendo la vida de esta científica en una existencia humillante y cada vez más escondida en los márgenes de la academia. Pese a todo, optó por permanecer en el museo negándose a dejar un país al que amaba y se sentía profundamente vinculada.

Edinger consiguió seguir trabajando como conservadora del museo durante cinco años después de la llegada al poder de los nazis en 1933, pero las dificultades con las que debía enfrentarse iban aumentando día a día y su situación se volvió cada vez más insegura. Incluso se vio obligada a quitar la placa con su nombre de la puerta de su despacho o a entrar al edificio por una portezuela lateral.

Con todo, en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 la carrera de Tilly Edinger en Alemania terminó abruptamente. Conocida como «la noche de los cristales rotos», esta fecha marca la primera matanza a gran escala organizada por los nazis en toda Alemania; el resultado es conocido: centenares de judíos fueron asesinados o apresados.

Buchholtz y Seyfarth han relatado que a partir del 11 de noviembre a Edinger ya no se le permitió entrar en el Museo Senckenberg ni en ningún otro edificio público. Poco después, el contenido de su despacho fue enviado a su casa sin ningún comentario y la biblioteca la universidad le ordenó devolver todos los libros prestados para su trabajo. Ante tal empeoramiento del clima político empezó a dar los pasos preliminares para la emigración, recurso ante el que siempre se había mostrado reacia.

Logró ponerse en contacto con un antiguo profesor de patología de la Universidad de Frankfurt, emigrado en Suiza desde 1933. Este amigo pudo ayudarla a conseguir un visado para el Reino Unido, sobre todo gracias al prestigio profesional del que Tilly Edinger disfrutaba. En mayo de 1939, según diversos biógrafos, probablemente escapó de la muerte en el último minuto. Había perdido varios miembros de su familia, incluyendo su hermano Fritz, asesinado en el Holocausto, a una tía muy querida y su hermana, Dora, había emigrado a los Estados Unidos. Los nazis ya habían eliminado la estatua de su madre del parque municipal y cambiado el nombre de la calle de su padre. Asimismo la considerable riqueza familiar había sido totalmente confiscada.

Una estancia en Londres

En la capital británica, Tilly Edinger encontró asilo y trabajó como traductora de artículos médicos del alemán al inglés por lo que disfrutó de una pequeña paga del Museo Británico de Historia Natural. Durante un año, además de sus responsabilidades de traducción, continuó con las investigaciones en sus propios proyectos de paleoneurología. A pesar de que su situación económica se había reducido drásticamente y estaba limitada con restricciones para viajar debido a que por su nacionalidad era considerada «aliada del enemigo», Edinger describió su vida en Londres como considerablemente más libre que en Alemania: «Parece divertido para alguien a quien “en casa” no se le permitía ni siquiera entrar a un museo abierto, a un cine o a un café, vea ahora aplicada la palabra “restricciones” a esta libre y bella vida que llevo aquí» (escribió en una carta a un amigo el 27 de octubre de 1939).

Buscando un país en paz, el objetivo de Tilly Edinger era emigrar a los Estados Unidos. Con tal fin, escribió al eminente paleontólogo Alfred S. Romer (1884-1973) por aquellas fechas profesor de Biología de la Universidad de Harvard, y a partir de 1946 director del Museo de Zoología Comparada de esta universidad. Impulsado por la destacada reputación científica de Edinger, Romer se puso en marcha; habló y escribió a diversos especialistas y, siguiendo una estrategia bien diseñada, consiguió el reconocimiento de las valiosas publicaciones de Edinger, creándole un puesto de trabajo (no pagado) en el Museo de Zoología Comparada de Harvard.

Un año después de su llegada a Londres, en mayo de 1940, por fin Tilly Edinger se embarcó hacia Estados Unidos para empezar una nueva vida personal y científica.

Referencias

Nota 1

En la actualidad, muchos de los trabajos de Tilly Edinger pueden encontrarse en: Ernst Mayr Library – MCZ.

Nota 2

La segunda parte de este artículo La paleoneurología, el triunfo de Tilly Edinger sobre su difícil vida (2) se publicó el 5 de septiembre.

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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