Los especialistas nos enseñan que debemos entender el arte como un vehículo de expresión que genera una suerte de diálogo entre quien es capaz de crear y quienes contemplan lo creado. En este contexto, la belleza del arte paleolítico ha fascinado a muchos espectadores porque constituye una herencia de incalculable valor: un legado procedente de antepasados remotos portador de la valiosa facultad de arrojar luz sobre los posibles orígenes del pensamiento humano.
La creación artística del Paleolítico Superior cuenta con un asombroso número de figuras femeninas, y entre ellas sobresalen las célebres estatuillas, pequeñas y espléndidas, que nos remontan de lleno a nuestras antecesoras. Según los expertos James M. Adovasio y Olga Soffer (2007), ninguna figura humana anterior las puede igualar y, además, tuvieron que transcurrir miles de años antes de que apareciera algo comparable. Su riqueza y variedad bien merece recordarlas con algún detalle.
La primera se encontró en 1864 en Laugerie-Basse, La Dordogne, Francia, y su descubridor fue el marqués Paul de Vibraye. Tiene unos 15.000 años y representa un pequeño cuerpo de 8,0 cm, tallado en marfil, sin brazos, piernas ni cabeza, pero con el sexo muy definido: una pronunciada abertura vaginal. Haciendo un claro uso misógino del lenguaje, se la llamó Venus impúdica o inmodesta, en clara comparación con la figura de arte clásico llamada Venus modesta, que era la diosa de la belleza y del sexo.
Con posterioridad, se ha descubierto un amplísimo conjunto de figuras de gran calidad artística. Por ejemplo, en 1925 en la República Checa, concretamente en Dolni Vestonice, fue hallada una estatuilla que marcó un hito importante: en vez de estar esculpida en piedra o en marfil, como la mayoría de esa época, estaba hecha de arcilla. Popularmente conocida como Estatuilla negra, debido a su oscuro color, datada entre 29.000 y 25.000 años de edad se encuentra entre las figuras de cerámica más antiguas encontradas. Desde su hallazgo, son numerosos los autores que sostienen que las primeras cerámicas del mundo hasta ahora conocidas no fueron recipientes o contenedores, como suele pensarse, sino pequeñas figuras de arcilla que representaban mujeres.
Esta estatuilla fue modelada a partir de una mezcla de arcilla y hueso que luego se calentó al fuego. Su cabeza carece de caracteres excepto dos orificios para los ojos, que se hicieron cuando la arcilla aún estaba húmeda. Mide 11,5 cm, presenta pechos grandes y péndulos, y unas caderas amplias. Los brazos son pequeños y no tiene pies. Junto a ella, en la misma excavación se han encontrado restos de otras figurillas femeninas, algunas muy estilizadas.
Entre 1883 y 1885 se descubrieron en Italia las Estatuillas de Balzi Rossi, ambas talladas en marfil de mamut y que miden en torno a los siete centímetros. Unos años más tarde, en 1892, se halló en las Landas, suroeste de Francia, una de las primeras representaciones realistas conocidas de una cara humana. Se trata de la llamada Dama de la capucha, o de Brassempouy. Con unos 25.000 años de edad, es una preciosa talla en marfil que sólo mide 3,5 cm. Pese a que la nariz, las cejas y los ojos están bien representados, curiosamente no tiene boca.
Ya en el siglo XX, en 1909, se descubrió en la Dordoña, Francia, una figura femenina de 46 cm de altura esculpida en un bloque de piedra caliza a la que se ha llamado La dama del cuerno o de Laussel y se ha datado en unos 25.000 años. Representa a una mujer desnuda, que en su mano derecha sostiene un cuerno de bisonte. La cabeza no muestra indicios de rostro, aunque se observa que fue tallada de perfil. Sus caderas son anchas y los senos colgantes.
Por sólo citar un par de ejemplos más, recordemos que en 1967 se halló en Rusia una escultura hecha de marfil de mamut con un tamaño de 15,6 cm, a la que se conoce como Estatuilla de Kostenki. Con unos 22.000 años de antigüedad, es muy rica en detalles, muestra sus atributos sexuales notablemente exagerados, pero carece de rostro; los brazos son delgados pegados al torso y las piernas están juntas.
Más recientemente, en el año 2008, un siglo después del hallazgo de la célebre talla austríaca la Estatuilla de Willendorf, se recuperó en la cueva Hohle Fels, situada en Swabian Jura (suroeste de Alemania), la figura más antigua hasta ahora conocida: se trata de una mujer desnuda tallada en marfil de mamut de unos 35.000 años de edad, aunque algunos investigadores creen que incluso podría alcanzar los 40.000, y se la conoce como Estatuilla de Hohle Fels.
Esta pequeña estatua de 6,25cm de altura, se considera la descripción tridimensional más antigua de un ser humano. Sus rasgos sexuales son tan exagerados que han dejado sorprendidos a quienes la descubrieron; ostenta unos pechos enormes y proyectados hacia delante, curiosamente muy altos en comparación con los caídos que exhiben otras estatuillas. Las caderas son amplias y la vulva agrandada está tallada con gran esmero. Tiene una cabeza minúscula en forma de anillo, lo que parece indicar que la figura se usó como colgante —uso que también se ha detectado en otras pequeñas figuras que presentan perforaciones—. Las dos manos están cuidadosamente esculpidas, con los dedos visibles descansando sobre el estómago, por debajo de los pechos. El abdomen plano está cubierto por múltiples y profundas líneas horizontales y las imágenes microscópicas muestran que estas incisiones fueron creadas por cortes repetidos a lo largo de las mismas líneas con afilados instrumentos de piedra.
La antigüedad de esta talla demuestra que el simbolismo sexual en el arte europeo tiene una tradición aún más larga de la que se creía. Su edad, además, es muy importante porque fue elaborada muy poco después de la llegada de Homo sapiens a Europa. Tan antigua expresión artística da nuevas pistas para que los académicos puedan analizar los orígenes de la cultura europea. Por otra parte, la cueva alemana de Hohle Fels ha proporcionado también otros artefactos valiosos, como un falo de piedra de unos 28.000 años de de edad, considerado una de las primeras representaciones conocidas de sexualidad masculina.
Con este breve inventario, y sin olvidar que podría ser mucho más amplio (existen más de doscientas estatuillas) sólo pretendemos poner de manifiesto la gran riqueza de figuras femeninas presente en el Paleolítico Superior y brindar argumentos sobre la posible importancia de las mujeres en las sociedades humanas durante cerca de 20.000 años. Los datos hoy disponibles están derrumbando las tantas veces mencionada idea de que ellas fueron sólo personajes secundarios, sometidas y dependientes de los hombres.
La profusa cantidad de figurillas encontradas ha traído consigo innumerables esfuerzos para explicar su significado, configurando así un dilatado abanico que abarca infinidad de interpretaciones. Como ha señalado acertadamente la antropóloga Olga Soffer, experta en el tema, «hay tantas opiniones sobre las estatuillas como equipos que trabajan en este campo».
No obstante, creemos que interesa subrayar que, de acuerdo con las investigaciones más recientes, las teorías de la diosa madre inicialmente aceptadas por un gran número de estudiosos hoy se consideran científicamente desfasadas. De hecho, la opinión dominante indica que son muy pocas las que podrían encontrarse en estado de gestación evidente. Cada vez más autores suscriben, como el profesor de Historia del Arte Christopher Witcombe, que por ejemplo la célebre estatuilla de Willendorf es una representación muy realista de una mujer gorda y que sus semejanzas con una embarazada son producto de especulaciones extremadas. En la misma línea, James Adovasio y Olga Soffer confirman que las pequeñas estatuas de la época de la de Willendorf, no representan, al menos en su mayoría, a una gestante, ni simbolizan el misterio de la reproducción y el nacimiento, sino que representan lo evidente: una mujer entrada en carnes.
Por otra parte, diversos arqueólogos han creído detectar aspectos raciales en las estatuillas más antiguas y corpulentas. Alegan que estas pequeñas tallas simbolizan la influencia africana en la primera cultura europea: los muslos y las nalgas muy desarrollados podrían relacionarse con ciertos tipos femeninos de algunas etnias originarias del sur de África, colectivamente conocidos como pueblos Khoi-san. Se trata de mujeres que muestran esteatopigia, esto es, un llamativo abultamiento del trasero. La cuestión, no obstante, ha levantado una oleada de opiniones encontradas, ya que para algunos autores la esteatopigia es simplemente una característica física real que recuerda a las mujeres Khoi-san, mientras que para otros representa un símbolo de la fertilidad y la abundancia.
Lo cierto es que a lo largo de más de un siglo la interpretación de estas pequeñas estatuas ha alimentado un sin fin de apasionados debates con la participación de numerosos estudiosos, y cuya dialéctica aún permanece abierta. El núcleo del problema radica en que, como señalan muchos de estos especialistas, al tratar de interpretar ese primigenio arte, lo importante no es lo que el o la artista estaba representando, sino lo que pensaba que estaba representando. Y es válido cuestionarse seriamente si una persona actual es capaz de descifrar la mente de alguien que vivió en el Paleolítico.
Los autores más escépticos declaran al respecto que, al igual que sucede con muchos otros artefactos prehistóricos, el significado cultural de estas estatuillas quizás no se sepa nunca. Se trabaja, por consiguiente, con material muy valioso en su catalogación patrimonial, pero con una fuerte dimensión subjetiva donde el sexo y el género juegan un significativo papel. Conocer su riqueza y participar activamente en la interpretación de este maravilloso arte tiene gran significado en la defensa del rol de las mujeres en nuestra prehistoria: forma parte de la lucha por corregir el obstinado androcentrismo que suele lastrar numerosas investigaciones. Recordar que en el corazón del arte prehistórico laten numerosas representaciones femeninas nos ayuda a entender que la centralidad masculina no es, ni ha sido, natural ni universal.
Referencias
- Adovasio, J. M.; Soffer, O. y Page, G. (2008), El sexo invisible, Lumen. Barcelona.
- Jennett, K. D. (2008), Female figurines of the Upper Paleolithic, Texas San Marcos.
- Witcombe, C. L. (2013), Venus of Willendorf, Art History & Image Studies.
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.
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