Michael Faraday nació en las colinas de Surrey (Inglaterra) en 1791. El que muchos consideran el mejor científico experimental de la historia era hijo de un herrero con una mala salud crónica que dependía de la comunidad de sandemanianos (una secta de la Iglesia Escocesa) a la que pertenecía para sobrevivir. El padre de Michael terminó abandonando la herrería y marchándose con su mujer y sus cuatro hijos a Londres para buscar trabajo. Murió cuando Michael tenía 18 años y su madre se dedicó a admitir huéspedes para sobrevivir. Los hijos tuvieron que ponerse a trabajar. El hermano mayor se hizo herrero como el padre y Michael encontró empleo como aprendiz de encuadernador.
La vida de Michael Faraday habría sido completamente diferente si no hubiese sido aprendiz de encuadernador. El trabajo le brindó una oportunidad que probablemente ningún otro le hubiese dado. Y es que Michael, aparte de encuadernar libros, los leía.
Leyó The improvement of the Mind (La mejora de la mente), que sugería llevar un diario de ideas y observaciones. Empezó uno. Leyó un artículo sobre la electricidad en la Encyclopedia Britannica y se dedicó a confirmar lo que pudo con la ayuda de un pequeño generador electrostático. Pero un día encontró un libro que lo marcó profundamente, y le dejó clara cual era su vocación. Fue uno destinado a las señoras y escrito por una señora. Estamos hablando de Conversations on Chemistry de Jane Marcet. Después de leerlo, Michael decidió ser químico.
Escribir un trabajo científico para mujeres no era tan inhabitual. Antoine Fourcroy había escrito un libro de texto para mujeres y las Cartas para una princesa alemana de Euler, que trataba de física, era muy popular. Pero el libro de Marcet era diferente: era un libro para mujeres escrito por una mujer.
Marcet escribía en la introducción: “A la hora de aventurarme a ofrecer al público, y en particular al sexo femenino, una Introducción a la Química, la autora, ella misma una mujer, piensa que es necesario algún tipo de explicación; y siente que es aún más necesario disculparse por el presente proyecto, ya que su conocimiento de la materia es reciente y que no tiene verdadero derecho al título de químico.”
Jane Haldimand Marcet, que había nacido en Londres en 1769 en una familia de banqueros (su hermano llegaría a ser director del Banco de Inglaterra), se casó con el médico suizo Alexander Marcet, que la introdujo en los círculos científicos londinenses. Después de leer las pruebas y revisar los textos de uno de los libros de su marido se decidió a escribir uno propio. Tras unos comienzos tímidos, Marcet evolucionaría hasta llegar a ser el Isaac Asimov del siglo XIX.
Efectivamente, el primer libro publicado con su nombre fue Conversations on Natural Philosophy, en 1819, pero al igual que Asimov, su capacidad divulgadora era enciclopédica, escribiendo también sobre química, botánica, religión, economía y gramática. Y al igual que el autor de I Robot su éxito era enorme. Su Conversations on Political Economy (1824), en el que popularizaba las ideas de Adam Smith, Thomas Malthus y David Ricardo, fue muy bien recibido y ampliamente leído (y hay quien especula con que, sin este libro, Darwin y Wallace nunca habrían sabido nada de Malthus). Y Mary’s Grammar (1835) se convirtió en un clásico instantáneo.
Pero el primer libro de Marcet fue Conversations on Chemistry, que publicó anónimamente en una primera versión en 1805. Leyendo el libro no podemos sino acordarnos de la Academia de Platón y sus diálogos. Marcet había aprendido la materia de la misma forma que usaba para enseñarla: a través de conversaciones con su marido y con los amigos de su marido entre los que estaba la élite científica de la época (Berzelius, Davy, etc.). En el libro de Marcet las conversaciones tienen lugar entre una tal Mrs. Bryant y sus alumnas Emily y Caroline. El método demostró ser eficaz. Solamente en Inglaterra se lanzaron 16 ediciones y se estima que en Estados Unidos se vendieron 160.000 copias antes de 1853. El texto contiene básicamente las enseñanzas de Davy, a cuyas conferencias en la Royal Institution asistió Marcet.
En palabras de Michael Faraday, “Las Conversations on Chemistry de la señora Marcet me dieron los fundamentos en esta ciencia”. No sólo eso, también le dio otras ideas. Cuando un cliente del encuadernador le regaló a Faraday entradas para una de las conferencias de Davy, Michael fue y tomó notas exhaustivas. De vuelta a casa las pasó a limpio, realizó ilustraciones, y las encuadernó creando un manuscrito de 386 páginas. Se lo mandó a Davy, faltas de ortografía incluidas. El resto es historia.
Sobre el artículo original
Michael Faraday y Jane Marcet, la Asimov del XIX fue publicado el 5 de junio de 2011 en la serie Químicos Modernos del blog Experientia docet.
Un especial agradecimiento al autor del artículo por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.
Sobre el autor
César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance.
2 comentarios
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