Teruko Ishizaka, la inmunóloga de las alergias

Vidas científicas

Teruko Ishizaka. La Jolla Institute.

El tratamiento de las alergias debe mucho a una inmunóloga japonesa. Se trata de Teruko Ishazaka, codescubridora de un anticuerpo generado por el organismo humano que genera reacciones alérgicas, la inmunoglobulina E (lgE). Un análisis de IgE hoy puede medir los anticuerpos frente a un alérgeno, como el polen o determinados alimentos, confirmando si existe alergia y la sustancia que la causa. Y es un mal en alza: se estima que entre el 20 % y el 30 % de la población mundial es alérgica, porcentaje que se prevé alcance el 50 % en 25 años debido al cambio climático y la contaminación. El trabajo de Tesuko, conocida como Terry, fue fundamental para los avances médicos que propician su tratamiento.

Teruko, o Terry, nació en la ciudad de Yamagata, en el norte de Japón, el 28 de septiembre de 1926, en el seno de una familia adinerada. Fue su madre quien la animó a hacer una carrera profesional y entre las opciones que había, se decidió por la de Medicina. En un país de ancestral machismo, en 1912 se había abierto en Tokio una Escuela de Medicina para Mujeres y allí se graduó en 1949. Ese mismo año se casó con el también doctor Kimishige Ishizaka, un compañero de vida con el que compartiría la pasión por la ciencia. Y es que Terry, tras terminar su carrera, no dudó en dedicarse a la investigación médica como hacia Kimishige. Además, como desde 1946 la Universidad de Tokio ya admitía mujeres, comenzó su doctorado en ciencias médicas, que consiguió en 1955. Para ese año, ambos trabajaban juntos en el laboratorio de Keizo Nakamura, donde ella se especializó en el estudio de los mecanismos de la anafilaxia, una reacción alérgica tan grave que puede ser mortal.

En 1957, la pareja tuvo la oportunidad de incorporarse al laboratorio de Dan Campbell en el Instituto Tecnológico de California (Caltech), en La Jolla, para estudiar el complejo inmunitario. Terry también hacía su posdoctorado, pero entonces su intención no era quedarse en Estados Unidos así que dos años después regresaron a su país para continuar su trabajo en los Institutos Nacionales de Salud. Lo que no sabían entonces era que no iban a durar mucho en su tierra, pues en 1962 ya estaban de vuelta a EE. UU. tras ser reclutados por el Instituto y Hospital de Investigación del Asma Infantil (CARIH) en Denver. El asma es uno de los síntomas más evidentes de una posible alergia y en Denver querían a los mejores en la materia, proporcionándoles recursos suficientes para investigar.

Durante cuatro años trabajaron mano a mano para tratar de descubrir qué había detrás de la llamada “fiebre del heno” y, finalmente, en 1966 la pareja logró aislar la mencionada inmunoglobulina E (lgE) en algunos pacientes que habían estado expuestos a la planta de la ambrosía, descubriendo así su mecanismo de acción. Curiosamente, anunciaron su hallazgo casi al mismo tiempo que lo hicieron Stig Gunnar Olof Johansson y Hans Bennich, en Uppsala (Suecia). Al final, acabarían publicando juntos el artículo científico del descubrimiento, en abril de 1969, en el Journal of Immunology.

Teruko Ishizaka y Kimishige Ishizaka. Fundación Gairdner.

Ese hallazgo de Teruko y su esposo fue fundamental para mejorar la comprensión de cómo identificar y tratar las reacciones alérgicas y puso de manifiesto, según confirman sus amigos y colegas, que ella destacaba por su investigación individual y también por cómo aprovechó sus descubrimientos para ayudar a otros investigadores. De hecho, enseguida otros inmunólogos quisieron acceder a la proteína IgE que habían aislado y Terry no tardó compartir tanto esa proteína purificada como los anticuerpos contra ella con todos los investigadores que los solicitaran, incluso con quienes habían sido escépticos con su trabajo. “Tenía una mente extremadamente abierta, incluso con la competencia”, dirían quienes, como Hirohisa Saito, trabajaron a su lado.

En 1970, los rumores de una fusión del centro donde investigaban con el Hospital Judío Nacional hicieron que la pareja Ishazaka se mudara al Centro de Alergia e Inmunología de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. Allí fue nombrada profesora titular de medicina y microbiología. Fue en Johns Hopkins donde, en 1989, publicaron una nueva investigación de relevancia: demostraron que un mastocito humano, un tipo de glóbulo blanco de tejidos como la piel, también se desarrolla a partir de células madre hematopoyéticas, algo que antes solo se había demostrado en ratones. Al unirse mastocitos y esas células liberaban la histamina que desencadena síntomas alérgicos.

Una científica «muy positiva»

Ese mismo año, su marido se convirtió en el primer director científico del Instituto de Inmunología de La Jolla (LJI), así que la pareja se mudó a California. Ella dirigiría la División de Alergias. De hecho, el LJI considera a los Ishizaka como dos de los fundadores del Instituto y destacan sus muchas contribuciones para crear estándares de excelencia científica, así como el ambiente de cordialidad y respeto entre colegas que imperaban en sus laboratorios. El patólogo Stephen Galli, de Stanford, recordaría el cariño con el que le recibió Terry cuando le solicitó ayuda para una investigación. «Fue una colaboradora ejemplar. Debatía con libertad datos publicados e inéditos y era generosa con las contribuciones de los demás. Sabía todo lo que cualquier competidor o colaborador conocía y nunca se rindió cuando su hipótesis no se validaba. Era muy positiva, algo que la mayoría de la gente no encuentra», señalaría sobre ella.

Por sus logros, se convirtió en la primera científica japonesa en recibir el Premio Behring Kitasato. Y no fue el único. Junto a su esposo, recibió varios más, como el Premio Passano de 1972 y el Premio Internacional de la Fundación Gairdner de 1973. Además, fue muy prolífica: a lo largo de su carrera, entre 1953 a 1992, se le atribuye la publicación de más de 100 artículos sobre temas relacionados con las alergias.

Teruko Ishizaka y Kimishige Ishizaka. Allergology International.

Terry Ishizaka decidió jubilarse en 1993, a los 67 años, pero siguió viviendo en La Jolla y colaborando en revisiones sobre la historia de la investigación de la lgE y la biología de los mastocitos, pero solo hasta que se jubiló su marido, en 1996, y decidieron regresar a su ciudad natal en Japón, Yamagata. Allí tuvieron una vida tranquila. Primero falleció Kimishige Ishizaka, en 2018, y al año siguiente, el 4 de junio de 2019, y como él con 92 años, moría Teruko con síntomas de Parkinson.

«Creo que ninguno podría haber tenido éxito sin el otro», explica Galli en uno de los muchos obituarios que se escribieron.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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