Antonietta Gallone Galassi, la científica que nos acercó a los maestros del Renacimiento analizando sus materiales y colores

Vidas científicas

Imaginemos un barco que parte de un puerto cualquiera con la idea de dar la vuelta al mundo. Imaginemos que, durante la travesía, por distintos motivos, el barco sufre averías que obligan a ir reemplazando piezas. Sufre tantas averías que todas las piezas deben ser reemplazadas en distintos momentos, sin que el barco detenga su viaje. Cuando el barco completa su viaje y vuelve al puerto del que partió, ¿podríamos decir que es el mismo barco, o es otro distinto?

Paradoja de Teseo. Wikimedia Commons.

Esto que acabamos de plantear, con los detalles algo simplificados, es la llamada paradoja de Teseo, y es un dilema clásico de la filosofía occidental, que tiene que ver con la identidad de los entes formados por distintas partes y que discutieron ya varios siglos antes de Cristo filósofos como Heráclito o Platón.

Renovación o restauración

Durante siglos, los esfuerzos de conservación de las obras de arte y el patrimonio artístico en occidente tenían inevitablemente ecos de esta paradoja: cuando una obra artística sufría el deterioro del tiempo, del mal manejo o de cualquier otro factor, los encargados de su cuidado poco más podían hacer que irlas renovando. ¿Se podía seguir considerando un cuadro de Da Vinci una obra que había sido repintada para evitar que se perdiera?

A partir de la década de 1930, la relación entre la ciencia y la historia del arte se fue volviendo cada vez más estrecha y fructífera, dando a la paradoja de Teseo una nueva perspectiva. La aplicación de técnicas de análisis cada vez más avanzadas daba la oportunidad de identificar con precisión materiales, pigmentos y técnicas artísticas, dando a la restauración un nuevo carácter, pasando de ser una actividad de renovación a un auténtico esfuerzo de conservación, preservando la obra y a la vez monitorizando su proceso de degradación.

Del laboratorio al museo

Una de las protagonistas de ese giro de perspectiva fue la física italiana Antonietta Gallone Galassi, pionera en la aplicación de técnicas y herramientas del laboratorio en el estudio, conservación y restauración, entre otras, de La última cena de Leonardo Da Vinci.

Antonietta Gallone Galassi.

Gallone nació en los alrededores de Milán, Italia, en 1928. Se graduó en Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Milán en 1951 y llevó a cabo sus primeras investigaciones en la Universidad Politécnica de Milán donde se instaló uno de los primeros laboratorios láser del mundo, y más adelante uno de los primeros equipos de espectroscopía de positrones. Aunque era investigadora del Instituto de Física de esa universidad, siempre mantuvo colaboraciones activas con muchos otros centros e instituciones de otras disciplinas.

Desde 1976 comenzó a orientar su carrera a las aplicaciones físicoquímicas en el campo de la conservación del patrimonio, y fue una de las primeras en aplicar el concepto de “diagnóstico” en el ámbito del patrimonio cultural. Su empeño fue potenciado y facilitado por las autoridades culturales de Lombardía, con quienes Gallone formó una colaboración frecuente y amistosa, intercambiando cartas frecuentes. Fue Franco Russoli, Superintendente de Monumentos y Galerías de Lombardía en esa época el primero que le pidió que aplicase las técnicas de investigación que usaban en el laboratorio a varias obras en proceso de restauración, siguiendo el ejemplo de lo que Russoli había visto hacer en los laboratorios de los museos de arte franceses.

Técnicos de laboratorio con formación artística

El conocimiento que Gallone podía aportar a la conservación del patrimonio artístico tenía además otra ventaja: era muy útil en el proceso de autentificar obras de arte y diferenciar las verdaderas de las falsificaciones, si bien algunas voces de la época advertían del riesgo de depositar toda la confianza en los métodos científicos y no tener en cuenta los análisis históricos y meramente artísticos.

Entendiendo estas críticas y el riesgo de no tenerlas en cuenta, Gallone defendía que los científicos y técnicos de laboratorio que se dedicasen al diagnóstico y conservación del patrimonio artístico debían formarse no solo en el lado científico sino también en el de las técnicas artísticas que estudiaban, fomentando una formación multidisciplinar que ayudaría a desarrollar y asentar el perfil profesional de los científicos de conservación.

Para llevar a cabo sus análisis, Gallone recogía micromuestras de las obras artísticas que estudiaba para someterlas a pruebas de microscopía óptica y electrónica con las que observar la morfología de la propia muestra, así como de las distintas capas y sus materiales. También realizaba pruebas de imagen como la reflectografía, que permitía detectar si bajo la pintura se habían realizado dibujos previos o correcciones sin dañar el cuadro.

Maestros del Renacimiento bajo el microscopio

Por último, aplicaba técnicas químicas y de dispersión de energía o rayos X para determinar la composición química de los pigmentos y disolventes empleados por el o la artista. Algo que, ella decía, hacía más cercanos a los maestros del Renacimiento al poder analizar bajo el microscopio los colores y los materiales que utilizaban.

A principios de los años 1980 desarrolló una nueva técnica, la microespectrofluorimetría ultravioleta con la que identificar los enlaces entre las distintas capas dentro de una muestra, una técnica para la que colaboró con instituciones museísticas públicas y privadas en Italia y en Europa. Fue una técnica que empleó en la que es su obra más conocida: el estudio y restauración de La última cena de Da Vinci, que se llevó a cabo entre principios de esa década y 1999.

La Última Cena de Leonardo Da Vinci. Wikimedia Commons.

El resultado de toda su carrera tiene forma en un enorme archivo con varios cientos de análisis de distintas muestras extraídas de obras de artistas como Rafael, Tintoretto o Da Vinci, entre otros, además de obras de otras disciplinas como mosaicos, esculturas, yacimientos arqueológicos o textiles. Toda esa información científicoartística ha servido para mejorar y ampliar los conocimientos aplicados a la conservación del patrimonio artístico italiano y europeo. La mayoría se conserva en un archivo que lleva su nombre creado por la Universidad Politécnica de Milán.

Gallone murió el 26 de febrero de 2015 en Milán.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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