Traer bebés al mundo ha sido durante prácticamente toda la historia (y aún hoy en muchos lugares del mundo) una de las cosas más arriesgadas que una mujer podía hacer, y de la que apenas tenía escapatoria. Morir en el parto era algo al menos tan probable como no hacerlo, si no más. Las causas podían ser varias: un bebé que venía mal colocado y no podía salir, una pérdida masiva de sangre, una infección puerperal…

mientras otra mujer se lleva al recién nacido». Wikimedia Commons.
La sepsis o fiebre puerperal era de hecho una de las principales causas de muerte de las parturientas durante el siglo XIX en Europa, por culpa, en gran medida, de la falta generalizada de higiene y en concreto de los profesionales médicos que asistían los partos. Algo que nos resulta difícil imaginar hoy en día, cuando los estándares higiénicos en entornos clínicos y médicos están asentados y se dan por hecho. Sin embargo, estos estándares están basados, en último caso, en la comprensión de que las enfermedades infecciosas están causadas por patógenos, virus y bacterias, que infectan y enferman el organismo. De nuevo, esto que damos por hecho hoy no siempre fue así.
Anna Kulishova, revolucionaria anarquista y médica, dedicó su práctica a entender el origen bacteriológico de la fiebre puerperal, un primer paso para llegar, décadas después, a promover prácticas higiénicas que salvarían la vida de miles de mujeres tras el parto. Además, puso sus habilidades médicas y también humanas al servicio de las clases trabajadoras de Milán, atendiendo en los barrios más pobres y mejorando su calidad de vida. Todo esto mientras llevaba a cabo una intensa actividad política y revolucionaria, considerándose una de las fundadoras y exponentes del Partido Socialista italiano y defensora del sufragio femenino.
Una buena memoria y una gran capacidad lógica
Anna Kulishova, también conocida como Anna Kuliscioff, nació como Anja Rosenstein en Crimea, hoy territorio ucraniano ocupado por Rusia, el 9 de enero de 1855 en una familia de comerciantes judíos con buena situación económica. Dotada de una buena memoria y una evidente capacidad para los razonamientos lógicos y rigurosos, sus padres promovieron que estudiase con tutores privados y más adelante que realizase cursos de filosofía en la Universidad de Zúrich, Suiza, donde tuvieron que trasladarse cuando el zar de Rusia les obligó a abandonar el país.

En el centro de Europa las universidades admitían a las mujeres y el ambiente de pensamiento libre sirvió como terreno fértil para las ideas de Kulishova, que empezó muy pronto a involucrarse en las luchas sociales. En Zúrich vivían muchos exiliados políticos de otros países, que la introdujeron en las ideas anarquistas. Terminó dejando los estudios y en 1873 se casó con Pyotr Marcelovich Macarevich, también revolucionario de clase social alta, como ella. Juntos volvieron a Rusia donde entraron en contacto con distintas facciones revolucionarias primero en Odesa y luego en Kiev. En 1874 él fue condenado a cinco años de trabajos forzados y poco después murió en prisión. Como reacción al autoritarismo ruso que tan bien conocía, en su juventud Kulishova defendió la necesidad de utilizar la violencia como parte de la lucha política, algo que en lo que se fue moderando con el tiempo.
Anarquismo y prisión
Para evitar ser arrestada también, Kulishova huyó y vivió en la clandestinidad en distintas ciudades, a veces cantando en parques y calles para ganarse la vida. En Kiev se unió a grupos revolucionarios que animaban a los campesinos a la rebelión y llevaban a cabo actos violentos contra las autoridades. Cuando sus colegas fueron arrestados, volvió a escapar. En 1977 abandonó Rusia con un pasaporte falso y se asentó en París, donde se unió a un grupo anarquista que proclamaba la abolición de toda forma de estado. Fue en esta época donde utilizó por primera vez, que exista prueba documental, el nombre de Kuliscioff.
Siempre vigilada por las fuerzas del orden, fue arrestada y encarcelada. Fue finalmente liberada por la intervención del escritor ruso Ivan Turgenev, y expulsada de Francia. Se trasladó a Italia donde se reunió con otro miembro del grupo anarquista con el que había tenido una relación previa. Retomaron sus actividades revolucionarias, y ella fue detenida de nuevo en 1879, acusada de conspirar con el estado, juzgada y encarcelada durante 13 meses.
Tras su liberación, la pareja se trasladó a la ciudad italiana de Lugano, donde trataron de poner en marcha una publicación de ideología anarquista, y como resultado fue arrestada de nuevo. Durante sus periodos de encarcelación Kulishova contrajo tuberculosis y terminó desarrollando una grave enfermedad ósea.
El qué y cómo mata a las mujeres tras el parto
A pesar de su postura políticamente progresista, su compañero seguía siendo un hombre tradicional y machista en lo referente a su relación, por lo que ella terminó abandonándole para irse a Berna, Suiza, a estudiar medicina, algo a lo que él se oponía. En 1884, por motivos de salud, siguió sus estudios en Nápoles. Se licenció el año siguiente, tras haber seguido cursos complementarios para especializarse en ginecología y obstetricia.

Su única publicación científica fue la tesis de su licenciatura, un estudio sobre la fiebre puerperal. Unos cuantos años antes se había descubierto y publicado el origen infeccioso de esta enfermedad que causaba la muerte a miles de mujeres, y desde entonces se estaba tratando de identificar a los patógenos que la causaban. Kulishova pudo aislar, describir y determinar las características de estos patógenos, proponiendo la hipótesis de que no era un estreptococo, como había supuesto Louis Pasteur, sino otro tipo de bacterias. A día de hoy sabemos que en esto Kulishova tenía razón en parte y que los patógenos que más habitualmente causan sepsis puerperal son el Streptococcus agalactiae, el Streptococcus pyogenes o el Escherichia coli, que durante el parto pasaban del exterior al interior del tracto genital, causando una infección.
La combinación de la falta de higiene generalizada y en las manos de quienes asistían el parto, y la falta de los actuales antibióticos, terminaba en la muerte irremediable de miles de mujeres. Años después, al instaurarse los estándares higiénicos adecuados, muchas mujeres esquivaron estos patógenos. El trabajo de Kulishova fue un importante paso en el camino para lograrlo.
Tras doctorarse, abrió una pequeña consulta en Milán, donde atendía a mujeres y personas sin recursos, aunque la cerró poco después debido a su delicado estado de salud y porque quería centrarse en su activismo político.
Feminismo de clase
Kulishova se convirtió en una de las principales voces del feminismo junto a Anna Maria Mozzoni, una mujer de clase alta que se había embarcado en el empeño de asegurar el acceso de las mujeres en las universidades y de las mujeres cualificadas en el mundo profesional.
Mozzoni introdujo a Kulishova en los círculos feministas italianos, pero ésta pronto descubrió que sus intereses y objetivos políticos eran algo diferentes. A Kulishova le interesaban las condiciones de vida de las mujeres de la clase trabajadora, que había podido conocer durante sus años atendiéndolas en su consulta, mientras que la mayoría de las primeras feministas europeas eran de clase media burguesa y a menudo mucho más conservadoras en cuanto a sus ideas políticas.
Ella defendía no solo la educación e igualdad social de las mujeres, sino también su derecho a la igualdad salarial, señalando la doble explotación a la que estaban sometidas: la de sus empleadores y la de sus maridos. Llegó a defender que debían recibir un salario por su trabajo en el hogar, algo que resulta avanzado incluso hoy. Era también muy crítica con las propias mujeres, a las que describía como reaccionarias y conservadoras, lamentando la falta de solidaridad entre mujeres de distintas clases sociales.
Un compañero feminista… pero no mucho
En 1885, a través de Mozzoni, conoció a su siguiente pareja, Filippo Turati, poeta y abogado milanés que bajo la influencia de ella conoció y adoptó la doctrina marxista que le llevaría a ser el líder del incipiente Partido Socialista Italiano. Ambos formaron una de las parejas más activas de los movimientos socialistas europeos, promoviendo la liberación de la clase obrera y de las mujeres como dos logros que debían ocurrir al mismo tiempo, aunque ella solía criticar abiertamente tanto a él como a su partido por no defender plenamente la lucha feminista. Durante los años en que Turati formó parte del gobierno local de Milán, organizaron grandes manifestaciones que buscaban atraer la atención del parlamento italiano hacia los problemas y riesgos que la revolución industrial había creado para las mujeres y los niños.

A principios del siglo XX Kulishova contribuyó a redactar algunas de las primeras leyes del país que buscaban proteger a las mujeres trabajadoras, y fundó una revista bimensual, titulada La Defensa de las Mujeres Trabajadoras. Trabajó duramente para que el Partido Socialista Italiano defendiese el sufragio femenino para las mujeres de todas las clases sociales, algo que el partido terminó proponiendo a instancia suya pero que fue rechazado por la Cámara de los Diputados (compuesta exclusivamente por hombres), en 1912. En Italia las mujeres no tuvieron derecho a voto hasta después de la muerte de Kulishova.
Sus últimos años de vida estuvieron marcados por sus problemas de salud, un distanciamiento de su pareja, disensiones dentro de las corrientes socialistas y el ascenso del fascismo en Italia. Murió el 27 de diciembre de 1925, y su funeral público estuvo marcado por los disturbios entre sus seguidores y miembros del partido fascista.
Referencias
- Naomi Shepherd, Anna Kuliscioff (1855-1925), Jewish Women’s Archive
- Ariane Dröscher, Rosenstejn, detta Kuliscioff Anna (Anja), Scienza a due voci, Università di Bologna
- Fondazione Anna Kuliscioff
- Anna Kulishova (Vida y obra), Sobre el anarquismo y otros temas
- Anna Kuliscioff, Wikipedia
Sobre la autora
Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.