Dorothy Reed Mendenhall, pionera de la medicina y la conciliación

Vidas científicas

La estadounidense Dorothy Reed Mendenhall (1874-1964) abrió camino en una época en la que muchos consideraban a las mujeres incapaces de ejercer la medicina. Es recordada no solo por sus contribuciones científicas –demostró que la enfermedad de Hodgkin no era una forma de tuberculosis–, sino también por su compromiso con la mejora de la salud materno-infantil, y por romper barreras en su esfuerzo por conciliar familia y trabajo.

Dorothy Reed Mendenhall.

Dorothy Mabel Reed nació el 22 de septiembre de 1874 en Columbus (Ohio), EE. UU., en una familia de clase media que valoraba la educación. Era la pequeña de tres hermanas y hermanos. Su padre murió cuando ella tenía seis años, y la familia se mantuvo gracias a su negocio de fabricación de zapatos. Hubo ganancias suficientes para poder contratar a una institutriz cuando Dorothy tenía 13 años. Aquella mujer, Anna C. Gunning, desempeñó un papel crucial en la creación de los hábitos de estudio que le permitirían no solo ir a la universidad, sino también realizar estudios de posgrado.

Inspirada por la reforma social y el progreso científico de la época, Reed quiso estudiar medicina en un tiempo en que las mujeres eran una minoría en el campo. En 1896 pudo ingresar en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins –una de las pocas instituciones que aceptaban mujeres en la época– gracias a la donación de Mary Elizabeth Garrett, filántropa y activista por los derechos de las mujeres.

A pesar de enfrentarse a múltiples (pre)juicios de género, Reed demostró un talento excepcional. Siendo aún estudiante, ella y su compañera de estudios Margaret Long fueron contratadas para ayudar en la sala de operaciones y los laboratorios bacteriológicos del Brooklyn Navy Yard Hospital, convirtiéndose en las primeras mujeres empleadas por un hospital naval del país. Tras graduarse en 1900, fue, junto con su compañera y amiga Florence Sabin, residente del respetado William Osler, uno de los profesores fundadores de la Universidad John Hopkins. Ambas mujeres ocupan hoy un lugar destacado en la historia de la medicina, tanto por sus contribuciones técnicas como por las realizadas en aras de la igualdad.

Descubrimiento de las células Reed-Sternberg

En 1901, Reed consiguió una beca para trabajar en el laboratorio del reconocido patólogo William Welch. Durante su tiempo allí, la científica identificó lo que ahora es el sello distintivo del diagnóstico patológico del linfoma de Hodgkin: las células de Reed-Sternberg, unas células malignas gigantes presentes en los ganglios linfáticos de las personas afectadas.

Desde que Thomas Hodgkin la descubriera en 1832, esta enfermedad era considerada una forma de tuberculosis. De hecho, la tuberculosis y la enfermedad de Hodgkin comparten algunos síntomas generales, como sudores nocturnos, pérdida de peso, fiebre e inflamación de los ganglios linfáticos, lo que dificultaba la diferenciación en el diagnóstico. Aunque el patólogo austríaco Carl Sternberg ya refirió la presencia de células multinucleadas en pacientes afectados por la enfermedad de Hodgkin, hubo que esperar hasta 1902 para romper con aquella idea falsa.

Durante su investigación en el Hospital Johns Hopkins, Reed observó células gigantes con núcleos característicos en muestras de tejido linfoide de conejos con la enfermedad de Hodgkin. Estas células, conocidas posteriormente como células Reed-Sternberg en reconocimiento a la contribución de Dorothy y Carl, se convirtieron en el marcador histológico principal para diagnosticar la enfermedad. El descubrimiento no solo aportó una herramienta diagnóstica crucial, sino que también demostró la agudeza de la investigadora para asociar el trastorno de las células sanguíneas con el linfoma y así poder determinar que la tuberculosis y la de Hodgkin eran enfermedades distintas.

Células de Reed-Sternberg de una biopsia de ganglio linfático, tinción inmunohistoquímica (CD30). Wikimedia Commons.

Reed también fue la primera en identificar a los hombres y a los adultos jóvenes como los grupos más frecuentemente afectados por la enfermedad de Hodgkin.

A pesar del gran impacto de su descubrimiento*, la contribución de Reed no fue debidamente reconocida en su momento. Impresionado por el trabajo de la joven investigadora, Welch le ofreció una extensión de la beca que tenía, algo que Reed rechazó al considerar que su salario no era adecuado. Los prejuicios de género prevalecientes anulaban sus opciones de conseguir una plaza estable como docente, por lo que optó por dejar John Hopkins y aparcar su carrera investigadora. Aquella decisión representó un punto de inflexión en la trayectoria profesional de la científica.

Transición hacia la salud pública

En 1903 se mudó a Nueva York para ocupar un puesto como pediatra residente en el Babies Hospital. Tras la muerte repentina de su hermana ese mismo año, Dorothy asumió la carga económica de la crianza de sus tres sobrinos. Se casó con Charles Elwood Mendenhall, compañero de John Hopkins, en 1906, y se mudaron a Madison, Wisconsin, donde él trabajaba como profesor de física para la Universidad de Wisconsin.

Durante los siguientes años, Dorothy Reed Mendenhall antepuso su familia a su carrera. Perdió a su primera hija, Margaret, por complicaciones en el parto; a su segundo hijo, Richard, por una mala caída a los 18 meses de edad; posteriormente, tuvieron dos hijos más, Thomas y John. Tras ocho años de pausa, en 1914 regresó al trabajo médico de manera paulatina, inicialmente dando conferencias. Mientras ella hacía malabarismos por conciliar su vida familiar con su carrera en medicina, algunos colegas varones opinaban que su prioridad en la familia y su enfoque en la salud pública denotaban una falta de interés por la medicina “seria” y un desperdicio de su educación médica previa.

La segunda etapa de la carrera de Mendenhall arrancó al hacerse con una plaza de profesora en el Departamento de Economía Doméstica de la Universidad de Wisconsin. Allí comenzó a enfocarse en temas de salud materno-infantil, en parte motivada por los problemas de salud y muerte de sus hijos, en parte porque buscaba aplicar sus conocimientos médicos para abordar problemas de salud pública y mejorar la vida de las comunidades.

Se centró principalmente en problemas de mortalidad infantil, que era alarmantemente alta a principios del siglo XX. En 1915 estableció la primera clínica de bienestar infantil en Madison, ayudando a la ciudad a lograr la tasa de mortalidad infantil más baja entre las ciudades del país. En 1917 fue convocada a trabajar para la US Children’s Bureau –agencia federal fundada para tratar asuntos relacionados con el bienestar infantil– durante la Primera Guerra Mundial, donde trabajaría hasta el final de su carrera (1936). Realizó estudios sobre nutrición, lactancia materna y cuidado prenatal, entre otros temas. Defendió un enfoque preventivo y holístico para reducir las tasas de mortalidad infantil, promoviendo la educación de las madres y la mejora de las condiciones sociales y económicas.

Su trabajo en el campo de la salud materno-infantil sentó las bases para reformas esenciales en el cuidado prenatal y neonatal. Uno de sus mayores logros fue abogar por la formación de matronas capacitadas, siguiendo el modelo danés, donde la profesionalización de las parteras había reducido significativamente las muertes maternas e infantiles. En Estados Unidos, el parto seguía siendo realizado en condiciones peligrosas, a menudo sin la supervisión adecuada. Mendenhall trabajó para cambiar esta situación, subrayando la importancia de integrar a las matronas en el sistema de salud formal.

Dorothy Reed Mendenhall disfrutó de una vida personal intensa y de una carrera trepidante en el ámbito de la medicina. Tras la muerte de su marido en 1935, se retiró y viajó por América Central y México, para luego establecerse en Chester, Connecticut, donde murió el 31 de julio de 1964, a los 89 años.

No nos querían, en medicina como en todas las profesiones, entonces y ahora, una mujer tiene que estar muy por encima de un hombre para esperar las mismas ventajas.

Dorothy Reed Mendenhall (1934)

Más información

Sobre la autora

Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.