Johanna Westerdijk (1883-1961), creativa micóloga holandesa

Vidas científicas

En el año 1904, la Asociación Internacional de Botánica (Association internationale des botanistes) fundaba en Ámsterdam un instituto de investigación dedicado a los hongos (Centraalbureau voor Schimmelcultures, CBS), que con el tiempo se convirtió en uno de los centros especializados en micología más grandes del mundo. Sus valiosas aportaciones han sido esenciales para la mayor parte de los avances científicos en esta disciplina. Con el fin de rendir un merecido homenaje a una gran científica experta en hongos, cuyo trabajo fue esencial para el desarrollo del CBS, el 10 de febrero de 2017 se cambió su nombre por el de Instituto Johanna Westerdijk.

Johanna Westerdijk.

Johanna Westerdijk nació el 4 de enero de 1883 en un pequeño pueblo que hoy forma parte de Ámsterdam, dentro de una familia adinerada con intereses intelectuales y artísticos. Fue la mayor de los tres hijos del doctor Bernard Westerdijk (1853-1927) y de su esposa Aleida Catharina Scheffer (1857-1931).

El biólogo holandés especialista en hongos Johan Gerard Ten Houten, ha descrito que desde niña sabía muy bien lo que quería y, convencida de que cuando fuera mayor no se dedicaría a las tareas domésticas, durante su formación elemental en la escuela se negó a jugar con muñecas o a seguir clases de bordado, como era habitual para la mayoría de las chicas de su tiempo. En su lugar, eligió el leer textos en voz alta para sus compañeras de clase, revelando ya una temprana vocación intelectual.

Al terminar la enseñanza secundaria a los 17 años, y siguiendo su gran curiosidad por la botánica, optó por incorporarse a la Universidad de Ámsterdam (Universiteit van Amsterdam), y asistir a las clases del famoso botánico Hugo de Vries (1848-1935). La joven deseaba trabajar en su laboratorio, pero se encontraba ante un profesor de arraigado pensamiento misógino que no permitió su colaboración.

Ajena al desaliento, Joanna Westerdijk, aprovechando su educación internacional y sus conocimientos de idiomas, al acabar sus estudios de biología en 1904 se trasladó a Múnich donde realizó una notable investigación en musgos. Un año más tarde, ha relatado J. G. Ten Houten, se instaló en Zúrich para continuar su investigación. En 1906 leyó su tesis doctoral, Zur Regeneration der Laubmoose, sobre la fisiología de los musgos, que obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude.

Con solo 23 años de edad, en su país le ofrecieron la dirección de un destacado laboratorio de micología que la joven aceptó con entusiasmo. Cabe comentar, como describe la revista European Journal of Plant Pathology, que «el salario era tan bajo que resultaba poco atractivo para que un hombre lo aceptase». Poco después, este centro recibiría el nombre de Centraalbureau voor Schimmelcultures (CBS), también conocido como Central Bureau of Fungal Cultures.

En 1907, Johanna Westerdijk se hizo cargo de la colección de cultivos puros de hongos, creada en el Instituto cuatro años antes. Señalemos que un cultivo puro es aquel que permite obtener colonias compuestas por especímenes que proceden de una única célula, por lo que todos poseen básicamente la misma composición genética. Son útiles por varias razones: mantienen los organismos viables, se pueden hacer subcultivos y someterlos a diferentes análisis o tratamientos y, además, permiten realizar intercambiarlos entre diferentes laboratorios.

Nos parece de interés apuntar que, a finales del siglo XIX el cultivo puro de microorganismos fue en la voz de diversos historiadores e historiadoras, nada menos que una revolución científica. Sin esta técnica, por ejemplo, Louis Pasteur (1822-1895) no hubiera podido llevar a cabo una serie de importantes experimentos que han tenido un profundo impacto en la práctica médica. En los Países Bajos, el bacteriólogo Martinus Willem Beijerinck (1851-1931), fue el primero en obtener cultivos puros en su país. Hacia finales de 1880, estos cultivos empezaron a revelar sus múltiples y diversas aplicaciones.

Volviendo a Johanna Westerdijk anotemos que, haciendo gala de gran energía, amplitud de intereses científicos, junto a un notable talento y habilidad para relacionarse con la gente, fue capaz de contratar muy buenos colaboradores e impulsar la investigación en el CBS. Bajo su eficaz dirección, el centro alcanzó un destacado respeto internacional. Los diversos cultivos de hongos que Westerdijk y su equipo llevaron a cabo tuvieron una rápida expansión, despertando un creciente interés entre la comunidad científica especializada.

Una dinámica y original vida profesional

Johanna Westerdijk logró crear en su laboratorio una atmósfera muy cálida y acogedora. Según diversos autores y autoras, entre ellos el botánico micólogo neerlandés Robert Archibald Samson (1946), «era conocida por su hospitalidad y por su amor a la música». Aunque durante los primeros años trabajó sola o con unos pocos estudiantes de la universidad, muy pronto se fueron incorporando alumnos y alumnas que encontraban en el laboratorio un ambiente muy estimulante. El contexto que allí se vivía hacía justicia a la placa colocada en la puerta que aproximadamente traducida decía «Trabajo y alegría: la grandeza procede de esta combinación».

La científica tenía un excelente sentido del humor y solía repetir a menudo, «cuando la vida se vuelve aburrida y monótona, incluso los hongos se mueren»; sobre su buen humor afirmaba bromeando que su herencia francesa de origen materno era la responsable de un temperamento lleno de vitalidad y afición a una fiesta y a un vaso de buen vino.

Westerdijk fue descrita por un periodista contemporáneo como una mujer fuerte, natural, sencilla y con muy buen trato y gran simpatía. Sus amigos más próximos la describían como amante de los festejos, la bebida y la danza, y sin el menor interés por el matrimonio. Quienes realizaron el doctorado dirigidos por ella, coinciden al apuntar que se vieron inspirados por la atmósfera y la influencia del lema de su laboratorio: «Para las mentes finas, el arte está en combinar el trabajo y la diversión», ha rememorado J. G. Ten Houten.

Ciertamente, la personalidad de esta científica era excepcional, como refleja el relato de una de sus biógrafas, Patricia Faasse, quien ha puntualizado que «Johanna disfrutaba organizando fiestas con música para su equipo, mientras ella tocaba el piano […]. Incluso creaba humorísticas representaciones de teatro después de la defensa exitosa de una tesis doctoral, donde ella jugaba un papel cómico […]. Su buen humor cuando estimulaba al alumnado, su espontánea risa cuando un experimento salía bien, y su deseo de producir todos juntos una investigación excelente, componían un vínculo único entre todos los componentes de su equipo».

Johanna Westerdijk (centro) trabajando con sus colegas en el
laboratorio alrededor de 1913. Imagen: Instituto Westerdijk.

Esta original científica fue también una gran viajera. Ciertamente, en 1913 se desplazó hasta Indonesia con el fin de ampliar conocimientos sobre fitopatología; aquí permaneció más tiempo del planeado ya que cuando pensaba retornar no pudo hacerlo debido al estallido de la Primera Guerra Mundial. Optó entonces por visitar Japón y China. Posteriormente, continuó viaje a los Estados Unidos donde confesaba haber disfrutado intensamente; durante su estancia en este país forjó muy buenas amistades, al tiempo que aprovechó para impartir diversas conferencias. Dado que Westerdijk no disponía de ninguna beca u otra ayuda económica, logró mantenerse mientras duró su periplo con el dinero que le pagaban por sus apreciadas charlas. Ten Houten ha relatado que dejó un diario sobre ese estimulante periodo de su vida, y «la lectura de sus impresiones y experiencias resulta realmente fascinante».

En 1916, Johanna Westerdijk retornó a su laboratorio en Ámsterdam y un año más tarde fue nombrada profesora de Patología Vegetal en la Universidad de Utrecht, siendo la única mujer docente de esta materia en las universidades europeas. La nueva situación aumentó considerablemente su trabajo ya que debía preparar las clases, además de otras múltiples responsabilidades de investigación y como directora del CBS. No obstante, ha subrayado Ten Houten, disfrutaba de una salud excelente y realizaba sus tareas con encomiable entusiasmo.

Westerdijk fue una profesora muy innovadora. Las clases prácticas que diseñó e impartió fueron tan atractivas que alcanzaron gran fama entre el alumnado. Inicialmente, tenían lugar en un laboratorio de la universidad de Ámsterdam, pero el espacio pronto resultó un factor limitante, y en 1920 se trasladaron a un entorno más adecuado. El nuevo sitio era lo suficientemente amplio para albergar la colección de cultivos de hongos que estaba creciendo rápidamente, y acoger asimismo a los numerosos estudiantes que «acudían en bandadas para su formación práctica con la doctora Westerdijk», ha recordado Ten Houten.

Durante toda su carrera, describe el European Journal of Plant Pathology, fue capaz de reclutar estudiantes y técnicos de laboratorio de ambos sexos procedentes de diversos entornos, que destacaban por su talento e ingenio. Todo ello propició la formación de innovadores equipos de investigación capaces de producir valiosos trabajos pioneros.

En 1930, Westerdijk fue nombrada profesora a tiempo completo de la Universidad de Ámsterdam, donde su vida profesional se extendería a lo largo de 35 años. El número de estudiantes que deseaba realizar la tesis doctoral bajo su dirección se amplió tanto que cuando la profesora se retiró, «en torno a 56 alumnos y alumnas habían obtenido el doctorado bajo su estimulante guía», rememora Ten Houten. Graduados de distintas universidades alemanas y de otros países, se sentían atraídos por su personalidad y por sus celebrados cursos prácticos. Igualmente, muchas micólogas y micólogos profesionales holandeses y extranjeros acudían al prestigioso laboratorio de Westerdijk, algunos por periodos cortos y otros por largas temporadas.

Unos pocos de sus estudiantes procedían de Sudáfrica, lo que incentivó a la científica a conocer ese país, al que viajó por primera vez en 1938. Allí entabló una cálida amistad con científicos y científicas locales y, relata la revista European Journal of Plant Pathology, muchos se convirtieron en amigos personales de por vida.

Científica innovadora

Valga destacar que Johanna Westerdijk transformó la investigación desde una visión descriptiva, muy frecuente en aquellos años, hasta una metodología más experimental, consiguiendo junto a su equipo elegantes y elogiados trabajos empíricos.

Ciertamente, además de ser una excelente profesora, Westerdijk llevó a cabo proyectos de investigación muy valorados por la comunidad especializada. Sin entrar en demasiados detalles técnicos, apuntemos que la colección de especímenes que ella cultivó en el CBS estaba compuesta por hongos procedentes de todas partes del mundo. De éstos se hizo un gran uso, al principio para estudios biológicos, pero tras el descubrimiento de la penicilina su interés se amplió enormemente; tan es así que dieron como resultado el establecimiento de una sección de micología médica.

En un valorado artículo publicado en 1947, Johanna Westerdijk explicaba claramente la técnica que había seguido para mantener sus cultivos de hongos. Detallaba que había empezado a partir de cultivos en placas de Petri (recipientes de cristal con tapa) que contenían diversos medios solidificados con agar y provistos de distintos nutrientes. Sus agudas observaciones y conclusiones reflejaban la difícil tarea de conocer las necesidades nutritivas de los hongos y sus respuestas ante condiciones diversas.

Las estudiosas de la materia disfrutaron de una poderosa figura referente

Como pionera en fitopatología, Johanna Westerdijk se convirtió muy pronto en un modelo de mujer de ciencia, tanto investigadora como docente. Para las jóvenes estudiantes de micología representó un pujante ejemplo a seguir, siendo femenina casi la mitad de su alumnado. Muchas de ellas, poseedoras de una excelente formación, lograron ocupar destacados puestos de trabajo. Asimismo, la gran maestra inspiró a las estudiosas interesadas por la historia de las mujeres en la ciencia.

Westerdijk era plenamente consciente de la desigualdad de género dominante. Por ejemplo, en una carta dirigida a sus amigos, escrita durante su estancia en los Estados Unidos, comentaba su peculiar posición como científica formada, subrayando que en muchas de las diversas fiestas con colegas a las que acudió, ella era la única mujer.

Como testigo directo de la discriminación en función del sexo, Westerdijk se implicó seriamente en la lucha por la igualdad. Ya desde el momento en que fue nombrada profesora en 1917, aprovechó su destacada posición para mejorar y potenciar los esfuerzos de sus estudiantes femeninas; siempre que había un cargo disponible en su laboratorio, describe la revista European Journal of Plant Pathology, prefería contratar a una de sus alumnas. Por su coraje y logros académicos despertó gran aprecio entre ellas, que la consideraron una figura modelo querida y respetada.

En defensa por la igualdad, Westerdijk denunció el escaso salario femenino poniendo como ejemplo su propia universidad. Describió, por ejemplo, que el éxito de los cultivos puros de hongos requería un constante incremento de soporte financiero. Las cepas, que se mantenían en las placas de Petri conteniendo medio nutritivo, debían transferirse periódicamente a mano a un medio nuevo, lo que implicaba un laborioso trabajo. Los ingresos del Instituto, por otra parte, eran muy modestos dado que la mayor parte de esos cultivos se intercambiaban con otros centros, en vez de venderse. La solución que se «descubrió» fue contratar principalmente a mujeres, pues recibían un modesto salario bajo el pretexto de que en su mayor parte vivían con sus familias que las mantenían, tal como ha referido el micólogo neerlandés Robert A. Samson.

El citado subterfugio potenció que numerosas investigadoras participaran en los proyectos de trabajo realizados en el CBS bajo la dirección de Johanna Westerdijk. Solo por citar algunas de ellas, cabe recordar a Barendina Spierenburg (1880-1967), la primera científica en incorporarse al equipo en 1919, y que colaboró estrechamente con la ayudante científica Marie Beatrice Schwarz (1898-1969), una estudiante de 24 años que en el laboratorio Westerdijk aisló un hongo a partir de árboles enfermos después de la Primera Guerra Mundial.

Asimismo, destacó Christine Buisman (1900-1936), otra estudiante del mismo laboratorio quien, a pesar de su corta vida, realizó importantes hallazgos sobre enfermedades de los olmos alemanes. Es igualmente significativo recordar la incorporación al equipo de trabajo de Agathe Louise van Beverwijk (1907-1963), pues logró identificar hongos pertenecientes a distintas especies, muchos de ellos causantes de patologías en las plantas. Como directora del equipo, Westerdijk contrató más botánicas, por ejemplo, a Maria Ledeboer o a la doctora en biología Johanna Went, hasta alcanzar, insistimos, que casi la mitad del equipo de investigación fuese femenino según ha descrito el profesor de botánica Nicholas P. Money de la Universidad de Miami, Oxford, Ohio (USA).

En defensa de los derechos de las mujeres, la inagotable científica también formó parte muy activa de la International Federation of University Women, una organización de mujeres graduadas universitarias fundada en 1919. En 1932, Westerdijk fue elegida presidenta de esta organización, que hoy es conocida como Graduate Women International.

Los últimos años de una vida muy fecunda

Johanna Westerdijk dio su última clase magistral en 1952, en un salón decorado con flores y con más de 500 personas presentes para rendir honores a tan querida profesora, amiga y colega. Muchos de los presentes habían sido sus alumnos y alumnas que en ese momento trabajaban en diversos centros europeos y en otras partes del mundo. Todos consideraban un gran privilegio el haber tenido la oportunidad de formarse bajo la dirección de una científica tan estimulante. «El tiempo pasado en un entorno tan beneficioso para el trabajo, con alegría y gozo por la vida ha permanecido como un gran valor durante el resto de nuestras vidas», escribía una de sus alumnas, como rememora la revista European Journal of Plant Pathology.

Johanna Westerdijk Imagen: Instituto Westerdijk.

Esta original investigadora recibió numerosos reconocimientos y condecoraciones. Por citar algunos, valga recordar que fue elegida miembro de la Royal Netherlands Academy of Sciences y de la Linnean Society. Fue cofundadora de la Netherlands Mycological Society en 1908 y presidenta de la Netherlands Phytopathology Society en 1945. Varias universidades le concedieron el doctorado honorario, y diversos gobiernos la distinguieron otorgándole la correspondiente medalla de honor, como se menciona en la revista European Journal of Plant Pathology.

Westerdijk se retiró por completo de sus actividades profesionales y, según la citada revista, fue muy perspicaz al no interferir en el camino de quien la sucedió. Ello no impidió, sin embargo, que continuase manteniendo un cálido contacto con sus antiguos estudiantes, al igual que con los demás miembros de su equipo y con los visitantes internacionales. Fue una verdadera trabajadora en red, capaz de reunir numerosas personas de diferentes disciplinas y potenciar el surgimiento de originales resultados.

Asimismo, tuvo la generosidad de establecer y financiar una fundación llamada Johanna Westerdijk Foundation, con el fin de sufragar viajes y estancias para que jóvenes estudiantes e investigadores de ambos sexos adquirieran conocimientos científicos en el extranjero.

Otra destacada faceta de la personalidad de Westerdijk ha quedado reflejada en que no compartió sus conocimientos únicamente con sus colegas y alumnado, sino que también se interesó por transmitir información a la gente en general. Logró este objetivo sobre todo escribiendo artículos en los periódicos y organizando diversas charlas y conferencias abiertas al público interesado, usualmente muy numeroso.

A los 78 años de edad, en 1961, fallecía Johanna Westerdijk, recordada por quienes la conocieron como una mujer y científica de personalidad extraordinaria. Cientos de personas asistieron a su funeral, y al respecto Ten Houten ha apuntado que «no es extraño que muchos amigos y numerosos exalumnos la acompañasen en su último viaje. Su tumba estaba cubierta de flores». Dejaba tras de sí un legado que marcaba el comienzo de un nuevo y brillante campo de investigación en los Países Bajos.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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