Por una comunicación de la ciencia responsable, diversa e igualitaria

Hitos

La comunicación es una actividad que genera expectativas. Comunicamos con la esperanza de hacer llegar un mensaje que repercuta en quien lo reciba. Sin embargo, las expectativas que nacen del acto de comunicar incumben tanto a quien emite el mensaje como a quien lo recibe y, en ambos casos, esas expectativas se traducen en elecciones.

Entrada a la jornada Género y Comunicación de la Ciencia 2024. Imagen: Iñigo Sierra.
Cátedra de Cultura Científica-UPV/EHU. Licencia CC BY-NC 4.0.

Elegir supone seleccionar la información que se quiere transmitir, escoger las palabras, optar por un determinado tono, y esta tarea no es algo neutro. Comunicar no está libre de representaciones, se nutre de los esquemas que prevalecen en la sociedad, de nuestro entorno y de las instituciones que en él se establecen (ver Gómez-Escalonilla).

La reproducción de los esquemas vigentes en la sociedad consolidan y legitiman, entre otros, sesgos, estereotipos, prejuicios y juicios de valor. Sin embargo, la comunicación también puede inducir al cambio, ser un motor para transformar los esquemas sociales preexistentes. Pero el cambio conlleva el diseño de estrategias y la adopción de acciones concretas que incidan en las dinámicas existentes en la actualidad.

Actuaciones específicas y cómo encaminarlas fue lo que presentó el elenco de profesionales que participó en la segunda edición de la jornada Género y Comunicación de la Ciencia el pasado 4 de junio en la Torre Iberdrola de Bilbao. Esta iniciativa de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, que cuenta con el apoyo de la Dirección para la Igualdad de la UPV/EHU, Iberdrola, el Gobierno Vasco y EITB, ha dejado constancia de que la comunicación debe observar atentamente el entorno en el que se desarrolla e incluir al conjunto de sujetos de manera íntegra e igualitaria.

La profesora de Tecnología, Ciencia y Sociedad del Instituto de Filosofía del CSIC Eulalia Pérez Sedeño, dio inicio a la jornada subrayando que “la ciencia no es algo neutro y muchos científicos aún creen que sí”. Por ello, la comunicación de la ciencia debe hacerse teniendo en cuenta el carácter social de la ciencia. Pero, ¿a qué nos referimos con el carácter social de la ciencia? A que la ciencia, como cualquier otra actividad desarrollada por los seres humanos, no puede entenderse fuera de su contexto sociocultural.

La ciencia es un proceso de comunidades científicas en contextos sociohistóricos concretos en cuyo seno encontramos, además, las circunstancias propias del sujeto concreto, los valores personales, sociales, culturales y preferencias bien de grupo, bien personales, que inciden o pueden incidir sobre la práctica científica. Es por ello que, a la hora de comunicar esa ciencia, se hace imprescindible hacerlo con su dimensión social.

Esa dimensión social supone un ejercicio de comprensión de la sociedad y para ello es relevante fijarse en colectivos como las personas mayores porque ayuda a entender a toda la sociedad, tal y como explicó Mireia Fernández-Ardèvol, profesora de Comunicación Digital de la Facultad de Ciencias de la Información y Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La sociedad es un conjunto de personas con características propias y diversas, por ello cuando los datos se dan de forma agregada se enmascaran los problemas de parte de la población. Así lo explicó la catedrática de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Cecilia Castaño Collado, poniendo como ejemplo el que se ha descubierto que una gran cantidad de medicamentos son perjudiciales para las mujeres. Cuestión que ha permanecido velada al haberse realizado estudios farmacológicos únicamente con muestras masculinas y presentar los datos de los resultados de manera agregada, sin reflejar la realidad, solo parte de ella.

Siguiendo con la idea de enmascarar problemas, la periodista Arantxa Iraola Alkorta hizo un llamamiento para que los titulares bienintencionados no oculten la realidad. Y, es que, en algunos casos, con ánimo de animar vocaciones o de mostrar resultados de políticas de igualdad, se publican titulares dando a entender que hombres y mujeres están en el mismo nivel cuando no es así.

En toda comunicación que se lleve a cabo no hay que olvidar que comunicar para pensar despacio y tener una mirada amplia es un ejercicio costoso. Tal y como explicó el sociólogo Ritxar Bacete González, el pensamiento rápido, automatizado, llevado por los sesgos es muy cómodo y no genera el gasto energético y anímico que suscita pensar despacio, el pensamiento crítico.

Pese a que el sistema educativo se ve como garante del desarrollo del pensamiento crítico, la filóloga y doctora por la Universitat de Valencia Ana López-Navajas subrayó que este es transmisor de desigualdades. En la misma línea, Pastora Martínez Samper, comisionada para la acción internacional de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), instó a revisar la práctica docente y ver qué enseñamos y cómo, e incorporar la percepción de género en la docencia universitaria. Con ello se buscaría reconocer, comprender y analizar las causas y efectos de las desigualdades por razón de sexo y género.

Esto conlleva la implicación de toda la comunidad académica y educativa y ayudaría también a mejorar la propia comunicación gracias a un cambio de contexto, tal y como explicó Koldo García Etxebarria, doctor en Genética y divulgador, «el contexto actual no favorece la comunicación efectiva. Hay que cambiar de estrategia y debe ser una labor comunitaria». Una labor que incluya a diferentes actores del mundo de la ciencia y de la comunicación.

En este sentido, Irene Lapuente Aguilar experta en procesos educativos y comunicación científica, subrayó que la comunicación científica debe pasar del modelo de dirección única al modelo de conversación. Es decir, si queremos una comunicación científica efectiva, hemos de dejar de lado la comunicación del déficit, en la que desde el ámbito académico (experto) se instruya al público (desconocedor) y convertirlo en una conversación (intercambio).

Por lo tanto, la comunicación de la ciencia debe cambiar de estrategia, debe acometer una revisión de la práctica profesional y docente, y esforzarse más en mitigar los desequilibrios existentes, abordando una comunicación con perspectiva de género. Esta tarea es una labor conjunta que, asumiendo prácticas responsables, debe mostrar la realidad social, hacerse eco de la diversidad y evitar los discursos que redunden en la desigualdad.

Referencias

  • García-Jiménez, Leonarda; Torres-Morales, Susana y Díaz-Tomás, Juan Manuel (2022). El rol de la mujer en la ciencia y la docencia en la comunicación: análisis a partir de los programas universitarios en España. Revista de Comunicación, 21(2), 91-112. DOI: 10.26441/RC21.2-2022-A5
  • Gértrudix Barrio, Manuel (2021). Medir la eficacia de la comunicación científica. En M. Gértrudix y M. Raja (ed. lit.) Comunicar la ciencia: guia para una comunicación eficiente y responsable de la investigación e innovación científica (121-147). Gedisa
  • Gómez-Escalonilla, Gloria e Izquierdo-Iranzo, Patricia (2021). Género y comunicación en revistas y congresos científicos. Comunicación y género, 5(1), 1-11. DOI: 10.5209/cgen.77148
  • Bernárdez Rodal, Asunción (2015). Mujeres en medio(s). Propuestas para analizar la comunicación masiva con perspectiva de género. Editorial Fundamentos

Firma

Cátedra de Cultura Científica-UPV/EHU y Unidad de Cultura Científica e Innovación-Euskampus Fundazioa.

1 comentario

  • Una comunicación de la ciencia responsable, diversa e igualitaria es fundamental para garantizar que el conocimiento científico llegue de manera efectiva y equitativa a todos. Esto implica no solo una transmisión precisa y comprensible de información científica, sino también la inclusión de diferentes perspectivas y voces en el discurso científico. Promover esta diversidad y equidad fortalece la confianza pública en la ciencia y fomenta un debate informado y enriquecedor sobre los avances científicos y tecnológicos.

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