Todo lo que tiene que ver con el cáncer, su prevención, su detección y su tratamiento, es importante para mucha gente que teme o sufre esta enfermedad, y por lo tanto es una pecera apetecible para personas sin escrúpulos que buscan hacer negocio de ese miedo y esa preocupación. Charlatanes de todo tipo intentan pescar en ella, y las autoridades sanitarias hacen, o deberían, todo lo que pueden por evitar que lo consigan.
Alma Jerlene Hayden dedicó a eso gran parte de su vida, y la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, la FDA, la reconoce hoy como una figura crucial en el impulso de la capacidad de análisis de la agencia en los años 50 y 60. Fue una experta en espectrofotometría y cromatografía, dos técnicas que permiten en análisis de sustancias a través de distintos instrumentos de microscopía y que ella implementó para la revisión de medicamentos y sustancias en la misión de esta agencia de controlar y autorizar tratamientos con verdadera eficacia, entre otras cosas precisamente contra el cáncer.
En concreto, Hayden protagonizó un episodio memorable en la lucha contra los pseudorremedios que prometían curar esta enfermedad, contra la que seguimos luchando hoy. En septiembre de 1963 llevó a cabo el análisis de unas misteriosas ampollas llenas de líquido. En ellas se encontraba un producto que, según sus impulsores, era capaz de curar de forma rápida y absoluta el cáncer. Sin embargo, se negaban a revelar qué sustancias contenía esta, en teoría, maravillosa cura. El trabajo de Hayden era descubrirlo.
No solo lo consiguió, y con ello las pruebas necesarias para demostrar que aquello era un fraude, sino que más adelante testificaría por parte de la agencia en el juicio criminal contra los creadores e impulsores del supuesto medicamento que en realidad no hacía nada. Este hecho es la muestra más concreta de lo que supuso toda una carrera basada en el uso de la evidencia científica para la protección y el fomento de la salud pública.
Amor a primera vista por la química
Alma Jerlene LeVant, que era su apellido familiar, nació el 30 de marzo de 1927 en Greenville, Carolina del Sur. Su intención original era ser enfermera, pero en la universidad conoció la química y se convirtió en un interés a primera vista del que ya nunca se quiso separar. Primero estudió en el South Carolina State College, una institución histórica de educación de jóvenes negros y donde se graduó con honores en 1947. Después se licenció en Química en la Universidad Howard, donde aprendió distintas técnicas de análisis químico con el premio Nobel Lloyd Noel Ferguson, conocido además de por su trabajo por impulsar las oportunidades de los estudiantes negros. Tras terminar su máster en junio de 1949 trabajó con Ferguson dos años más, acumulando experiencia y conocimientos en el uso de la espectroscopía infrarroja.
Después obtuvo un puesto como química orgánica y posteriormente como química en esteroides en el Instituto Nacional de Enfermedades Artríticas y Metabólicas. Allí utilizó tecnología puntera en el momento para analizar sustancias químicas orgánicas generadas por el cuerpo humano y sus análogos sintéticos, en la búsqueda de curas y remedios para esas enfermedades.
Una de esas técnicas era la cromatografía en papel, en la que se colocan unas gotas de la sustancia a estudiar en un tipo de papel especial que se coloca en vertical para dejar que las gotas vayan empapando hacia abajo, y luego se rocía con determinadas sustancias reactivas. Puesto que cada sustancia se desplaza por el papel a una velocidad diferente dependiendo de su masa y su viscosidad, y reacciona con colores distintos a los líquidos rociados, los investigadores pueden determinar distintas características y con ello identificar la sustancia estudiada.
En 1952 los descubridores de esta técnica recibieron el Premio Nobel de Química, que químicos como Hayden utilizaban a menudo para cosas como la identificación de compuestos farmacéuticos o la detección de adulterantes en los alimentos.
Modernas técnicas de química analítica para la FDA
Esa fue una de las técnicas que ella utilizó y ayudó a implementar en la FDA, pero no la única. También fue una experta reconocida en otro proceso llamado espectrofotometría, en la que utilizando un equipo especializado se observan las radiaciones electromagnéticas que absorben las sustancias para ayudar a identificarlas, ya que cada elemento químico absorbe un fragmento determinado del espectro electromagnético y esto es algo conocido. Cuando se desarrolló este método en los años 40, el proceso de análisis químico pasó de requerir varias semanas y tener un porcentaje de acierto del 25 % a llevar solo unos cuantos minutos y alcanzar un 99,99 % de éxito en sus resultados.
A mediados de la década de los 50 la FDA contaba con modernos equipos de espectrofotometría y de cromatografía, las dos técnicas de análisis químico más importantes y eficaces del momento, y los conocimientos expertos de Hayden eran en gran medida lo que permitió que la agencia las aprovechase para llevar a cabo su función de control y regulación.
En 1956 empezó a trabajar como analista química en la división de química farmacéutica, donde su habilidad con la espectroscopía de infrarrojos era muy apreciada para identificar posibles adulterantes en los medicamentos. Para el arranque de la década de los 60 había publicado 17 artículos en la materia.
En mayo de 1963 fue nombrada directora de la rama de espectrofotometría. Seis meses antes, el Congreso de los Estados Unidos había añadido una enmienda a la Ley Federal de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos con la que se establecían reformas considerables en la regulación de los medicamentos. Entre otras cosas había que cumplir nuevos procesos para la investigación clínica de nuevos fármacos y duros estándares a la hora de comercializarlos en el país, obligando a las farmacéuticas a demostrar su eficacia además de su seguridad. Además, medicamentos que ya estaban en venta en el país tendrían también que someterse al escrutinio de la FDA.
El caso Krebiozen
Poco tiempo después de aprobarse esta enmienda, se presentó una aplicación para investigar uno de esos medicamentos que fue recibido con gran escepticismo dentro de la FDA. Desde su manufactura hasta cómo sus dueños pretendían usarlo y distribuirlo, todo sonaba raro. La agencia puso en marcha una investigación que dependería en gran medida del trabajo de Hayden.
El fármaco se llamaba Krebiozen y había sido introducido en Estados Unidos en 1950 por los hermanos Durovic, emigrantes yugoslavos que aseguraban haber desarrollado lo que era una supuesta cura para el cáncer a partir de un suero derivado de la sangre de caballo que inducía una resistencia natural a los tumores. Andrew Ivy, un reputado investigador en cáncer que había sido director del Consejo Nacional Asesor sobre Cáncer y uno de los autores del Código de Núremberg sobre ética en la experimentación con seres humanos, había respaldado el producto y eso le había dado una fama y respetabilidad que nadie ponía en duda. Decenas de personas habían sido tratadas con Krebiozen y pagado cientos de dólares por él, a pesar de saberse muy poco de su composición o verdaderos efectos.
Tras los cambios legales y la aplicación de los dueños de la sustancia, la FDA puso en marcha una investigación utilizando una muestra obtenida del Instituto Nacional de Cáncer. Solo tras insistir en sus peticiones sus dueños les enviaron un gramo de Krebiozen. Hayden acababa de ser nombrada para su puesto y fue la que lideró el equipo que analizó esas muestras usando espectrofotometría infrarroja.
Los resultados apuntaban a que la sustancia contenía un aminoácido presente en la sangre, así que Hayden le pidió a otra investigadora del equipo que buscase entre una colección de 20 000 cromatogramas uno que encajase con la sustancia encontrada en el producto. Y lo consiguió. El elemento anticáncer supuestamente milagroso era creatina, una proteína muy común en los animales. Estudios recientes que han analizado unos 500 casos de personas tratadas entonces con Krebiozen concluyen que “es imposible concebir cómo mínimas dosis de creatina podrían ser de ningún valor en el tratamiento del cáncer”.
Ya entonces la FDA denunció a los hermanos Durovic y a Ivy, que fueron acusados de 49 delitos contra la regulación federal de medicamentos, incluyendo la comercialización de un medicamento no aprobado, hacer declaraciones falsas a la FDA, adulteración y fraude. Fue un caso muy polémico porque se trataba de un medicamento muy popular, defendido por pacientes y familiares que creían en sus propiedades.
Hayden fue una de las testigos, que explicó las evidencias científicas de que el Krebiozen era, efectivamente, creatina y no tenía ninguna cualidad anticáncer real. Sin embargo, la defensa de los acusados aprovechó la complejidad científica del caso y logró que el jurado los declarase inocentes. Tiempo después, uno de los miembros de ese jurado fue a prisión por desacato al conocerse que se había dejado influenciar por la propaganda a favor del Krebiozen a la hora de emitir su voto para el veredicto.
Aunque su carrera fue muy prolífica, el nombre de Hayden está ligado al caso Krebiozen como un ejemplo tanto de su pericia científica como de su vocación por la defensa de la salud pública. Resulta trágicamente irónico saber que ella misma murió a causa de un cáncer un año después, con solo 40 años.
Referencias
- Alma Levant Hayden, Wikipedia
- Alma LeVant Hayden’s Contributions to Regulatory Science, FDA, 20 enero 2022
- Olivia Campbell, The Chemist Who Exposed a Cancer Cure Fraud, Beyond Curie, 1 abril 2022
- From the Annals of NIH History: Hidden Figures in Paper Chromatography, The NIH Catalyst 25 (2), Marzo-Abril 2017, 20
- Cancer: The Krebiozen Verdict, Time, 11 febrero 1966
- The doctor said it could cure cancer. The federal chemist proved that it couldn’t, The Washington Post, 26 agosto 2017
Sobre la autora
Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.