Kathleen Mary Kenyon, la arqueóloga que sacó a la luz la ciudad más antigua del mundo

Vidas científicas

La científica inglesa Kathleen Kenyon (1906-1978) se destacó por ser una de las primeras en aplicar los métodos de la ciencia moderna en las excavaciones arqueológicas de Oriente Próximo. Tanto sus técnicas estratigráficas como su metodología de clasificación por tipo cerámico siguen siendo utilizadas en la actualidad en muchos yacimientos arqueológicos. Perteneciente a una época y ámbito académico dominados por los hombres, Kenyon se ganó el respeto de sus colegas al demostrar que la ciudad palestina de Jericó es el asentamiento constantemente ocupado más antiguo de la historia.

Kathleen Kenyon.

Kathleen Mary Kenyon –o simplemente K, como le gustaba que la llamaran– nació el 5 de enero de 1906. Era la primogénita de Amy y Frederic G. Kenyon, un lingüista y paleógrafo de prestigio que había llegado al Museo Británico en 1899 y acabó siendo su director y bibliotecario jefe en 1909, cuando Kathleen tenía apenas tres años. Aquel nombramiento hizo que la familia dejara la casa de campo en la que vivía para trasladarse a la ‘casa del director’ del museo.

K y su hermana Nora no asistieron a la escuela durante su infancia. Sus padres eran partidarios de la educación en casa y contrataron a varias institutrices para ello. Inquietas y aventureras, no había nada que más agradara a las hermanas Kenyon que recorrer el Museo Británico de noche, a la luz de sus linternas.

Para la enseñanza secundaria, el matrimonio Kenyon decidió enviar a sus hijas a la prestigiosa St. Paul’s Girls School, un centro especializado en preparar a sus alumnas para el acceso a las Universidades de Cambridge y Oxford. Kathleen no fue una estudiante brillante, sino todo lo contrario; tendente a dejarlo todo para el último momento, realizaba el mínimo esfuerzo necesario para alcanzar el aprobado.

En 1925 Kenyon comenzó sus estudios universitarios en Somerville College de Oxford, uno de los colegios para mujeres más liberales y de mayor reputación en la Inglaterra de la época. Jugaba al hockey, organizaba reuniones sociales en su habitación, salía de excursión con sus amistades fuera de los horarios permitidos y acudía a bailes siempre que podía.

El despertar de su vocación arqueológica

Kathleen decidió unirse a la Sociedad Arqueológica de la Universidad de Oxford, no por un especial interés científico –ella estudiaba Historia Moderna–, sino porque tenía fama de ser un buen club social. La Sociedad se estaba esforzando en ser más atractiva para las mujeres, y Kathleen acabó convirtiéndose en su primera presidenta.

A menudo ha solido decirse que Kathleen Kenyon estaba destinada a practicar la arqueología por ser hija del director del Museo Británico, aunque lo cierto es que acabó dedicándose a esta disciplina por empeño de la directora del Somerville College, Margery Fry. Habiéndose licenciado K con notas muy modestas, Fry pensó que podría impulsar la carrera de la joven si la recomendaba como fotógrafa para la expedición arqueológica que Gertrude Caton Thompson dirigiría en el sudeste de África, concretamente en las excavaciones pioneras del Gran Zimbabue. Corría el año 1929 y fue durante este viaje, en el que además de hacer fotos, se despertó la vocación arqueológica de K. Así comenzó a abrirse camino hacia una carrera arqueológica.

Método Wheeler-Kenyon

A su regreso a Inglaterra, Kathleen aprendió a excavar con el matrimonio de arqueólogos Mortimer y Tessa Wheeler. Fue en los veranos de los años 1930 y 1935, en Verulamium, una ciudad romana situada en St Albans, en el condado de Hertfordshire, Gran Bretaña. Los Wheeler habían comenzado a desarrollar un sistema de excavación que hacía hincapié en la importancia de facilitar la lectura estratigráfica y el registro de los artefactos extraídos. Su método consistía en dividir el área de excavación en una retícula de referencia formada por cuadros de 5 por 5 metros. Esos cuadros se excavan dejando entre ellos unos ‘testigos’, unas franjas de tierra sin cavar, de una anchura de un metro, suficiente para garantizar su solidez y el tránsito de las personas que trabajan en la excavación, y que permiten realizar cuatro lecturas estratigráficas de otros tantos cortes por cada uno de los cuadros.

Kathleen Kenyon excavando en Jericó. Imagen: Trowelblazers.

Kenyon empleó y mejoró esta técnica a lo largo de toda su carrera, insistiendo en que en la estratigrafía se incluyera fosas, zanjas e interfaces de los estratos. La técnica se conoce como el método Wheeler-Kenyon, y actualmente continúa utilizándose en infinidad de yacimientos arqueológicos.

Afianzamiento de su carrera

Entre 1931 y 1934 Kenyon trabajó simultáneamente con los Wheeler y en Samaria, bajo la administración del mandato británico de Palestina, con John y Grace Crowfoot. Allí Kenyon abrió una trinchera estratigráfica a través de la cima de la colina y en las laderas del norte y sur del yacimiento. Además de proporcionar material crucial para la estratigrafía de la Edad del Hierro de Palestina, obtuvo información estratigráfica para el estudio de la cerámica terra sigillata, un tipo característico de cerámica romana.

En 1934 Kenyon se asoció con los Wheeler en la fundación del Instituto de Arqueología del University College de Londres. Entre 1936 y 1939 llevaron a cabo importantes excavaciones en Jewry Wall en la ciudad de Leicester.

El 29 de abril de 1937 se fundó el Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres y Kenyon fue su primera directora hasta 1946. Tras servir en la Cruz Roja durante la Segunda Guerra Mundial, Kenyon se convirtió en profesora de la Universidad de Londres, a la vez que seguía excavando yacimientos romanos por toda Gran Bretaña.

Entre 1948 y 1951 trabajó también en una de las primeras expediciones arqueológicas británicas que se realizaron en el extranjero después de la guerra, cuyo objeto fue la ciudad romana de Sabratha, en Libia.

La ciudad más antigua del mundo

Sin embargo, su trabajo más destacado y el que le dio renombre internacional fue la excavación de la antigua Jericó, en la región palestina de Cisjordania. Para cuando K llegó al lugar en 1952, la ciudad había recibido ya las visitas de varios arqueólogos, tanto británicos como alemanes, cuyo principal objetivo era encontrar rastros materiales que confirmaran los relatos bíblicos. Uno de ellos, John Garstang, había asegurado haber encontrado restos de las murallas que, según el Antiguo Testamento, se derrumbaron cuando los israelitas, liderados por Josué, conquistaron la ciudad. Aquella afirmación fue aceptada sin mayor discusión hasta la llegada de Kenyon.

En realidad, Kathleen no llegó a Jericó para confirmar o desmentir ningún relato bíblico, sino con el objetivo de investigar el origen de la domesticación en el Oriente Próximo. Trabajó en las excavaciones de la ciudad entre 1952 y 1958, periodo en el que estuvo al frente de un equipo internacional formado por estudiantes y profesionales de la arqueología. Aplicando dos técnicas con las que Garstang no había podido contar –el método de excavación Wheeler-Kenyon y la datación por radiocarbono, un sistema de datación absoluta que estaba revolucionando la arqueología de la época– lo primero que K descubrió fue que su predecesor había profundizado demasiado en las excavaciones y se había equivocado de murallas.

Kathleen Kenyon y Vassilios Tzaferis (1977).

Sus excavaciones de la ciudad amurallada y los cementerios de finales de la Edad del Bronce Antiguo, junto con sus análisis de la cerámica de estos periodos, la situaron como una autoridad en la materia. Entre los objetivos de Kenyon estaba también el intentar fechar el comienzo y el final de la ciudad de Jericó. Centrando su atención en la ausencia de cerámicas chipriotas, Kenyon defendió una fecha de destrucción más antigua que la que habían considerado sus predecesores, llegando a demostrar que el lugar había sido abandonado en el siglo XIII aC. En cuanto al principio, Kenyon sacó a la luz niveles y niveles de ocupación, cada vez más antiguos, hasta alcanzar una ciudad primigenia que debió de ser ocupada en el Neolítico precerámico –la ciudad era tan antigua que cuando se construyó por primera vez ni siquiera existía le cerámica–, entre los años 8500-5500 aC. Gracias a los descubrimientos de K, Jericó fue reconocido como el asentamiento constantemente ocupado más antiguo de la historia.

Jericó se convertiría en el eje principal del resto de la carrera arqueológica de Kathleen Kenyon; publicó textos técnicos y libros de divulgación sobre la ciudad prehistórica durante el resto de su vida. Además, excavó en Jerusalén entre 1961 y 1967, y fue nombrada directora del St. Hugh’s College de Oxford.

Sus contribuciones le fueron reconocidas en vida cuando, en 1971, poco antes de su jubilación, fue distinguida con el título de Dama de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II.

Kathleen Mary Kenyon, una de las arqueólogas más influyente del siglo XX, murió el 24 de agosto de 1978, a los 72 años, dejando numerosos informes y anotaciones sin editar.

Referencias

Sobre la autora

Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.

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