Botánicas de Latinoamérica (5). Graziela Maciel Barroso, resaltando la espléndida vegetación brasileña

Vidas científicas

En el rico ámbito del mundo vegetal de un país tan exuberante como Brasil, destaca con brillo especial una gran botánica: Graziela Maciel Barroso (1912-2003). Internacionalmente reconocida, fue una autoridad sobre la flora brasileña, responsable de la catalogación de numerosas especies procedentes de distintas regiones, muchas de las cuales llevan hoy su nombre.

Graziela Maciel Barroso. Fuente: Instituto de Botânica/Governo do Estado de São Paulo.

Además, esta «gran dama de la botánica» participó activamente en la formación de varias generaciones de biólogos y biólogas, a lo largo de más de cincuenta años de actividad docente. Una parte importante de quienes pasaron por sus aulas, se dedican hoy a la investigación científica en numerosas instituciones, un hecho del que esta excepcional botánica se enorgulleció durante toda su vida (CNPc, Botânica).

Graziela Maciel nació el 11 de abril de 1912 en Corumbá, situada en Mato Grosso, la región centro-oeste del país. Como la mayoría de las jóvenes de su época, Graziela fue educada para ser ama de casa; se casó muy pronto, a los 16 años en 1928, con Liberato Joaquim Barroso (1900-1949), un agrónomo funcionario del Ministerio de Agricultura. En 2015, sus colegas y ex alumnas Begonha Bediaga, Ariane Luna Peixoto y Marli Pires Morim relataban que «la influencia de su marido, según declaraciones de la propia Graziela, fue decisiva en su trayectoria profesional, en la medida en que él le transmitió un gran entusiasmo por la botánica y le proporcionó los conocimientos básicos de la materia».

Durante los primeros años de vida en común viajaron mucho por todo el país, recolectando abundante material al que analizaban, describían e identificaban, al tiempo que el interés de la joven Graziela crecía maravillada ante la belleza de los especímenes hallados, parte de los cuales eran desconocidos para la ciencia. En una entrevista concedida mucho más tarde, en 1997, a las periodistas Luisa Massarani y Maria Ignez Duque-Estrada, la científica confesaba su curiosidad y deseo de aprender, apuntando que «cuando mi marido estudiaba yo estaba siempre a su lado».

A principios de la década de 1940, Liberato Barroso fue transferido por el Ministerio de Agricultura al Jardín Botánico de Río de Janeiro (BGRJ) como director del Departamento de Horticultura. A partir de esas fechas la familia, que tenía dos hijos, fijaría su residencia en esta capital. Unos años después, en 1944, Graziela Maciel Barroso fue contratada por la dirección del Jardín como como aprendiz dedicada a clasificar una amplia colección de semillas que su marido había plantado. Un acreditado ex alumno, Orlando Graeff, presidente de la Brazilian Bromeliad Society, escribiría más tarde con cariño que «el director del Departamento de Horticultura en 1942, Liberto Barroso difícilmente podía saber que Graziela iba a convertirse en la semilla más importante que pudo haber sembrado nunca».

En la citada entrevista concedida a las periodistas científicas Luisa Massarani y Maria Ignez Duque-Estrada, Graziela Maciel Barroso relataba: «cuando tenía 30 años, en 1942, comencé a trabajar en el Jardín Botánico de Río de Janeiro como herborizadora en prácticas», y describía emocionada el interés y entusiasmo que le inspiró la labor encomendada.

Tres años después, en 1945, el jardín convocaba un concurso público con el fin de contratar a un o una naturalista para la institución. En esa época todavía no se había creado la Facultad de Biología, por lo que no se exigía un título universitario ni ninguna especialidad. Graziela Maciel Barroso, describen Massarani y Duque-Estrada, decidió presentarse al examen, pese a ser la única mujer en hacerlo.

Al respecto, ha recordado que detectó una cierta prevención por parte de los candidatos hombres, que eran cinco y consideraban «una barbaridad» la participación femenina en ese concurso. Haciendo caso omiso a tales prejuicios, la científica apunta, «me presenté y lo superé muy bien, salí en segundo lugar y, a partir de 1946 trabajé como naturalista con mi marido en botánica sistemática». Recordemos que se trata de una disciplina que abarca la taxonomía, encargada de ordenar las plantas según un sistema de clasificación centrado en la filogenia, o sea, en las relaciones de parentesco, y que incluye también la evolución de los organismos vegetales.

Revelando su pasión por esta especialidad, la científica ha declarado que «hay gente que encuentra a la sistemática aburrida. No: es la cosa más linda abrir una flor, ver su morfología, procurar darle un nombre, saber cómo vive y cómo crece. Pero, en fin, es una cosa que no gusta a todo el mundo […]. El amor que siento por esto es muy grande. Como en cualquier profesión, lo primero es el amor, el gusto por lo que haces, solo así los estudios realmente tienen éxito» (Massarani y Duque-Estrada, 1997).

Senecio barrosianus Cabrera (Lilloa xv. 108. 1949).

En los primeros años de su carrera, Graziela Maciel Barroso se dedicó a investigar las plantas de la familia Compositae, también conocida como Asteraceae (una familia de plantas que comprende las margaritas y plantas con flores semejantes), identificando ocho nuevos géneros y más de ochenta especies de ese importante grupo de vegetales, que representa la familia de angiospermas (plantas con flores) de mayor riqueza y diversidad biológica. Con posterioridad, la científica ampliaría sus estudios sobre sistemática y morfología a otras familias de plantas florales. Hacia finales de la década de 1940, recibió su primer reconocimiento cuando una especie de las compuestas, Senecio barrosianus, fue «bautizada» con su nombre (Bediaga et al. 2015).

Paralelamente, esta activa naturalista se dedicó al estudio de la lengua alemana, motivada sobre todo por la importancia de este idioma en la botánica brasileña de esa época; aprendizaje que continuó durante toda su vida, como consta en innumerables traducciones hechas para sus colegas y estudiantes, incluidas en el Portal Gpv.br (se trata de una página web que tiene como fin el reunir en un solo lugar los servicios e información sobre todas las áreas del gobierno brasileño).

En 1949, Graziela Maciel Barroso tuvo la satisfacción de describir por primera vez un género nuevo. No obstante, su vida sufrió un duro golpe porque en ese mismo año murió su marido, quedándose viuda con solo 37 años de edad, como podemos leer en la biblioteca digital de publicaciones académicas JSTOR. Gracias a su gran entereza, supo superar la situación y continuar con su activo ritmo de producción científica. A partir de entonces empezó a destacar como experta en taxonomía vegetal, incluso sin haber adquirido aún formación universitaria, hecho que ocurriría más tarde.

Ciertamente, en 1958, con 47 años, esta perseverante naturalista decidió matricularse en la Universidad del Estado de Guanabara (hoy Universidade Estatal do Rio de Janeiro, UERJ, una de las instituciones de enseñanza superior más prestigiosas de Brasil). Cuando cursaba el segundo año de carrera, otra desgracia se cernió sobre su vida, la muerte de su hijo, que era piloto, en un trágico accidente de aviación. Nuevamente, Graziela Maciel Barroso lograría convivir con una dura situación que la afectó profundamente, continuando con sus estudios. Una vez más demostraba su entereza, y en 1961 se graduaba con honores en la universidad, según describe en las actas del Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientifico e Tecnológico (CNPq Botânica).

Al respecto, en la conversación aludida con Massarani y Duque-Estrada, comentaba que «cuando mi hijo murió, todo el mundo pensó que iba a abandonar, porque quedé arrasada. Pero no, no dejé de trabajar, unos cinco días después estaba en el Jardín Botánico y en la universidad; encontré en el trabajo toda la fuerza que precisaba».

Por esta senda de férrea voluntad y profunda vocación, Graziela Maciel Barroso llegó a ser una autoridad en la flora de Brasil. En ningún momento abandonó su formación como bióloga, y en 1973 con 60 años defendió su tesis doctoral, un espléndido estudio centrado en las especies de plantas dentro de la familia de las compuestas o asteráceas existentes en Brasil (Compositae. Estudo das espécies ocorrentes no Brasil). Por otra parte, siempre se mantuvo muy activa en la enseñanza, tarea que consideraba parte fundamental de su profesión.

Graziela Maciel Barroso, el empuje de una botánica de extraordinario valor y compromiso

En una época en que no había en Brasil libros especializados, Maciel Barroso, además de los numerosos artículos publicados en revistas especializadas, elaboró una de las principales obras de referencia sobre botánica de la época. Fue autora de los tres volúmenes del libro Sistemática de angiospermas do Brasil, editados respectivamente en 1978, 1984 y en 1986. Con posterioridad escribió el libro Frutos e sementes – morfologia aplicada à sistemática de dicotiledóneas, que salió a la luz en 1999 (Portal. Gpv.br 2020).

El mencionado libro, Sistemática de angiospermas do Brasil, tuvo una enorme aceptación entre la comunidad especializada; se convirtió en una referencia internacional sobre el tema y ha sido utilizado en todas las universidades brasileñas, elevando a Maciel Barroso a la categoría de mejor catalogadora de plantas de su país. Además de estos valorados volúmenes, publicó 65 artículos en revistas de investigación, identificó 11 nuevos géneros y 132 especies de plantas, según consta en el Portal. Gpv.br 2020.

Graziela Maciel Barroso se distinguió también por su valiente y enérgica defensa de la pujante belleza natural de Brasil. Desde la década de 1960, junto a compañeros ecologistas, se dedicó a la preservación de los espacios naturales y a la lucha contra la deforestación, incendios y demás desastres ambientales, como muestran diversos periódicos de la época. Entre quienes colaboraron en esta tarea se encontraba el célebre artista plástico y paisajista brasileño Roberto Burle Marx (1909-1994), que alcanzó un gran renombre internacional como arquitecto paisajista. La extraordinaria artista botánica Margaret Mee (1909-1988), especializada en plantas de la selva amazónica de Brasil, fue igualmente una activa defensora de los inigualables entornos naturales del país. En opinión de Maciel Barroso, «Margaret Mee era una persona maravillosa, fuera de lo común. A mí me gustaba mucho […]. Realmente tenía un gran amor por la naturaleza. No era depredadora como tantas personas».

El citado antiguo alumno Orlando Graeff, ha relatado con notable acierto que «el destino jugó un gran papel al reunir a Graciela Marcel Barroso con nombres inolvidables como el de Roberto Burle Marx y Margaret Mee, entre otros. Juntos escribieron algunas de las líneas más brillantes de la historia de la botánica tropical de Brasil».

Entre Maciel Barroso y Burle Marx nació una estrecha amistad apoyada en la admiración mutua en la que, por un lado, el paisajista se amparaba en los conocimientos de la botánica y, por el otro, ella respetaba al artista que exaltaba la belleza de las plantas. Junto a Margaret Mee participaron en diversas excursiones por hermosos parajes casi inexplorados de Brasil, descubriendo nuevas plantas en sus entornos naturales. Muchos de estos hallazgos fueron introducidos por primera vez en el paisajismo (Portal. Gpv.br 2020).

Graziela Maciel Barroso (JBRJ, 1981). Fotografía: Angela Vaz.

Los ataques al medio ambiente fueron para Graziela Maciel Barroso un asunto que la irritaba profundamente. Sobre el tema argumentaba ante Massarani y Duque-Estrada: «Es una barbaridad. El ser humano está depredando aquello que eran verdaderos santuarios. Y hay impunidad. Si las personas que hacen estragos en la naturaleza fuesen castigadas… Los humanos son los seres más depredadores que existen… Falta sentido ecológico. Todo el mundo habla de ecología, pero la ecología es una ciencia dificilísima. Para ser ecólogo hay que aprender un montón de cosas que yo no sé. Como la botánica, la ecología es una ciencia muy bonita, pero requiere conocimientos rigurosos». Era clara su convicción referente: la devastación no preserva lo valioso y lo enraizado en el lugar.

Apasionada vocación por la docencia

Tras la lectura de su tesis doctoral, Graziela Maciel Barroso amplió su actividad docente e impartió clases en disciplinas de cursos de posgrado, además de dirigir maestrías y doctorados en diversas universidades. De hecho, formó a la mayoría de los botánicos brasileños que hoy están en activo. Su prestigio era tal que, ha relatado su ex alumna hoy doctora en biología vegetal Angela Studart da Fonseca Vaz, «cuando se abría la matrícula para sus cursos los candidatos hacían cola».

Sobre la enseñanza, Maciel Barroso no se cansaba de hablar, según confesaba a Massarani y Duque-Estrada «siempre me gustó mucho lo que hago, pero lo más importante para mí fue que formé a botánicos nuevos. ¡Fue tanta gente la que formé! No todos se quedaron en Brasil […]. Conseguí despertar el amor por la botánica en mis alumnos. Ellos han destacado de tal manera que son investigadores internacionales mejores que yo».

Cuando en 1966 se creó en la Universidad de Brasilia el Departamento de Biología Vegetal, Graziela Maciel Barroso fue cordialmente invitada para ser la Directora del citado departamento e impartir las clases de botánica. La científica aceptó y permaneció en este centro hasta 1969. También dio clases en otras universidades y, además, mantuvo su preocupación por transmitir conocimientos botánicos a públicos más amplios, ofreciendo hasta un centenar de cursos por todo Brasil (Bediaga et al. 2015).

En 1969 retornó al Jardín Botánico de Río de Janeiro, donde impulsó nuevos proyectos de investigación con excelentes resultados, según el testimonio de la botánica Cecilia Costa, quien había ingresado en el jardín en 1964 y convivió estrechamente con la científica. A pesar de terminar su doctorado con 60 años, Maciel Barroso dirigió 60 tesis de maestría y 15 de doctorado (Portal Gpv.br 2020).

Durante numerosas entrevistas ante diversos medios de comunicación, esta respetada profesora siempre encontraba espacio para subrayar que su mayor alegría era constatar que muchos de sus alumnos ocupaban lugares destacados en la enseñanza, la investigación o en cargos de dirección de instituciones científicas brasileñas (Portal. Gpv.br 2020).

También queremos hacer hincapié en otra faceta de la personalidad de Maciel Barroso, esta vez relacionada con su coraje y coherencia al enfrentarse a la dictadura militar de 1964, que arrasó las libertades democráticas de su país. En algunas ocasiones en que la policía osó entrar en el Departamento de Botánica, protegió con arrojo a los alumnos de las detenciones, tuvo el valor de protestar contra el despido de profesores, y en todo momento luchó en defensa de las libertades democráticas, según demuestran los documentos de su archivo personal, como las cartas dirigidas a diversas autoridades, en las que denunciaba las injusticias que estaban ocurriendo en la Universidad. Tras el final de la dictadura, se le reconoció esa firmeza democrática.

Una jubilación bien aprovechada, con arraigo social

Tras su jubilación en 1982, Graziela Maciel Barroso tuvo que dejar el Jardín Botánico, aunque esto no implicó que disminuyera su ritmo de trabajo. Más bien al contrario, estableció un laboratorio en su residencia desde el cual continuó identificando y clasificando plantas para quienes se lo solicitaban, que eran muchos. Tampoco abandonó su entusiasta dedicación al alumnado, permaneciendo vinculada a los cursos de posgrado y a la dirección de proyectos de maestría y doctorado. Las huellas de su trabajo pueden seguirse en incontables cuadernos, ficheros y hojas sueltas en los que anotaba variadas observaciones, así como en los diversos soportes donde ordenaba y fijaba semillas, hojas y demás materiales de origen vegetal (Portal. Gpv.br 2020).

Al respecto, la científica ha comentado «Así ha sido mi vida, siempre en esa actividad de transmitir en la que aprendo […]. Recibo muchas novedades, nuevas investigaciones de botánicos austríacos, alemanes, franceses…, leo los trabajos y procuro transmitirlos a mis alumnos. Aprendo y transmito».

Ciertamente, el entusiasmo de esta extraordinaria botánica era inagotable. En el mes de septiembre de 1987, con la colaboración del Consejo Nacional de Investigación (Conselho Nacional de Pesquisas, CNPq), realizó una fructífera estancia en el Jardín Botánico de Londres (Kew Gardens) y en el Museo Británico, cuya finalidad era estudiar sus ricas colecciones vegetales y sus excelentes herbarios. Tras regresar a su país, continuó activamente implicada en diversas líneas de investigación.

Reconocida en Brasil y también en el extranjero, Graziela Maciel Barroso recibió durante su vida diversos homenajes como, por ejemplo, la Ordem do Mérito Científico, otorgada por la presidencia de la república, o la valiosa Medalla Botánica del Milenio (Millennium Botany Award, EE. UU.), quizás el galardón más relevante de todos, ya que fue la única brasileña con esa condecoración que se entrega a botánicos y botánicas dedicadas a la formación de personas en este área (Portal. Gpv.br 2020).

El homenaje más original recibido por la botánica tuvo lugar durante un carnaval, cuando la Escola de Samba Unidos da Tijuca, Rio de Janeiro, la invitó a participar en su desfile en conmemoración de los 189 años del Jardín Botánico. Ella manifestó su satisfacción afirmando que «fue un homenaje que Unidos da Tijuca prestó al Jardín Botánico, y que para mí resultó muy importante. Acepté la invitación y me sentí muy honrada».

El 5 mayo de 2003 fallecía en Río de Janerio la inolvidable Graziela Maciel Barroso a los 92 años. Un mes antes, había sido elegida para incorporarse a la Academia Brasileira de Ciências, pero recibió esta condecoración post-mortem. Sus numerosos antiguos discípulos, respaldados por diversos centros de enseñanza e investigación de Brasil y del exterior, han enfatizado dos características fundamentales para comprender su liderazgo en la botánica de la época: la generosidad en compartir saberes y el talento para despertar vocaciones (Portal. Gpv.br 2020).

La biografía de esta gran mujer muestra que, a pesar de haber iniciado tardíamente su profesión, consiguió superar las dificultades y consolidarse como científica en un ambiente dominado por los hombres. Los percances de la vida, como la viudez prematura y la pérdida de un hijo, no impidieron que Graziela Maciel Barroso contribuyera de forma decisiva al conocimiento de la flora tropical durante la segunda mitad del siglo XX, siendo altamente valorada tanto en su país como en el exterior.

Referencias

Nota de la editora

Este artículo es el quinto de una serie sobre botánicas latinoamericanas.

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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