Yvonne Barr, codescubridora del virus que infecta a casi toda la población mundial

Vidas científicas

El virus de Epstein-Barr infecta a la mayoría de las personas en algún momento de sus vidas. Este microorganismo es generalmente inocuo, pero en algunas personas puede provocar enfermedades como la mononucleosis infecciosa (también conocida como enfermedad del beso), esclerosis múltiple o tumores linfáticos. El virus debe la mitad de su nombre a Yvonne Barr, una científica irlandesa que abandonó la investigación tras el hallazgo y pasó el resto de su vida en el anonimato.

Yvonne Barr. Fuente: El País.

Yvonne Barr nació el 11 de marzo de 1932 en Irlanda. Estudió Zoología en la prestigiosa Trinity College Dublin. Tras graduarse, ocupó varios puestos en laboratorios de investigación veterinaria y médica en el Reino Unido y Canadá, donde investigó la lepra humana y el virus del moquillo de los perros, entre otros. En 1963 fue la primera de dos asistentes de investigación que el patólogo y virólogo británico Michael Anthony Epstein contrató para ayudarlo con sus estudios.

Linfoma de Burkitt

En 1961, Epstein había asistido en su lugar de trabajo, el Hospital de Middlesex de Londres, a una conferencia a cargo de Denis Burkitt. Allí, el cirujano irlandés expuso el caso de varios niños, todos procedentes del cinturón tropical de África central, que habían desarrollado tumores malignos que inflamaban sus mandíbulas de manera exagerada. Con el tiempo, aquel tipo de tumor maligno se acabaría denominando linfoma de Burkitt.

Epstein quedó boquiabierto ante la extraña distribución de los casos (no había niños con tumores semejantes en zonas más frías) y decidió unir fuerzas con Burkitt para seguir investigando juntos. Su hipótesis inicial sugería la existencia de un vector infeccioso, tal vez un insecto, que transmitiera un virus que provocaba el cáncer, tal y como ocurre con la malaria, por ejemplo.

Los investigadores iniciaron una rutina que se extendería durante años: Burkitt enviaba por avión muestras de niños enfermos desde Uganda, y Epstein las analizaba en su laboratorio de Londres. Epstein inyectó el tejido de las biopsias en huevos de gallina, en ratones y en varios tipos de células humanas, pero no dio con ningún virus. Eso les hizo pensar que tal vez se habían equivocado al formular su hipótesis.

Un golpe de suerte

En 1963 Yvonne Barr y Bert Achong se sumaron al equipo de Epstein, y juntos siguieron buscando. Como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia de la ciencia, un día de “mala” suerte cambiaría la historia de la medicina. Era diciembre de 1963, y el avión procedente de Uganda tuvo que ser desviado a Manchester debido a la niebla que había en Londres. Las biopsias de los niños llegaron al laboratorio con demasiadas horas de retraso y en mal estado. Pese a todo, Epstein las examinó en el microscopio y vio que aún contenía células tumorales vivas. Se las entregó a Barr para que tratara de cultivarlas. Y ella lo logró.

Anthony Epstein, Bert Achong e Yvonne Barr. Fuente: Nature.

Una vez establecido el protocolo de crecimiento de las células cancerígenas en el laboratorio, Epstein, con la ayuda de Achong, pudo examinarlas en su microscopio electrónico. Observaron unas partículas que Epstein identificó rápidamente como virus de la familia de los herpes.

El 28 de marzo de 1964, Epstein, Barr y Achong anunciaron al mundo que habían encontrado un virus de la familia del herpes en las células del linfoma de Burkitt. Posteriormente, y gracias a la ayuda de Werner y Gertrude Hendel, pudieron demostrar que el virus se encontraba presente en el 100 % de los niños enfermos y que era realmente el causante del cáncer, así como de la enfermedad del beso.

Actualmente también se sabe que el virus de Epstein-Barr desempeña un papel clave en el desarrollo de otra enfermedad: la esclerosis múltiple. El riesgo de padecerla aumenta considerablemente en personas que han sido infectadas por el virus, aunque esa condición no es suficiente para que se desencadene la enfermedad. A día de hoy se desconoce el posible mecanismo implicado en esta relación y si existe un vínculo causal.

Salto al anonimato

Yvonne Barr se casó con Stuart Balding en 1965, momento a partir del cual pasó a llamarse Yvonne Balding. Defendió su tesis doctoral en 1966 y se mudaron a Australia. Al parecer, allí realizó estudios posdoctorales en la Universidad de Monash, aunque se desconoce en qué laboratorio exactamente. Finalmente abandonaría la investigación científica, en parte, se cree, debido a la discriminación sexista que había sufrido hasta entonces.

Casi en el anonimato, Yvonne dedicó el resto de su carrera a la docencia de las ciencias, para lo cual fue empalmando contratos temporales en multitud de institutos.

Yvonne Margaret Balding (Barr) murió el 13 febrero de 2016 en Melbourne, a los 83 años, sin que trascendiera la noticia. Casi nadie sabía que aquella profesora de instituto era en realidad Yvonne Barr, la codescubridora del virus de Epstein-Barr que infecta a casi el 95 % de la población mundial. Su lápida sí lo recuerda:

Dra. Yvonne Margaret Balding, nacida Barr. Codescubridora del virus de Epstein-Barr.

Vista con un microscopio electrónico de dos viriones de Epstein Barr.

El historiador y profesor universitario Gregory Morgan publicó en 2022 el libro Cancer virus hunters (Cazadores de virus cancerígenos). En él rescata las historias de varias personas pioneras en el campo, incluida la hazaña de la propia Yvonne Barr.

Referencias

Sobre la autora

Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.

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