Hélène Metzger, de la cristalografía a la historia de la química y la filosofía de la ciencia

Vidas científicas

Usted sabe que toda mi vida, toda la alegría y todo el esfuerzo de mi vida es la meditación filosófica; es desproporcionado pedirme sin razón admisible que vuelva a la escuela, que vuelva a aprender lo que se negaron a enseñarme cuando era niña.

Carta de Hélène Metzger a Émile Meyerson, 1933
Tarjeta de la biblioteca de Hélène Metzger. Jewish Women’s Archive.

Hélène Bruhl nació en Chatou, cerca de París, el 26 de agosto de 1889. Pertenecía a una familia acomodada de comerciantes judíos. Su padre, Paul Moïse Bruhl (1855-1920), era un rico joyero, nieto de Isaac Bruhl, un famoso rabino de Worms. Su madre, Eugénie Émilie Adler (1864-1890) nació en Frankfurt y falleció en el parto de su hermana Louise; su hermana mayor, Marguerite había nacido un año antes, en 1888. Su tía Alice Louise Bruhl se casó en 1882 con el antropólogo Lucien Lévy-Bruhl quien fue para su sobrina Hélène una referencia personal e intelectual. En 1898, su padre se casó con Marguerite Casévitz con la que tuvo tres hijos varones. Hélène, que se llevaba mal con su madrastra, creció como una niña introvertida, triste y solitaria.

El padre de Hélène no permitió a su hija continuar sus estudios en la escuela secundaria para obtener el bachillerato. Así que Hélène tuvo que conformarse con prepararse para el título superior, que solo le dio acceso a tres años de estudios universitarios. Hélène eligió estudiar cristalografía en la Sorbona, obteniendo un título de posgrado en esa disciplina en 1912, en el laboratorio del mineralogista Frédéric Wallerant.

En 1913 Hélène se casó con Paul Metzger, un joven historiador que trabajaba como profesor en la Universidad de Lyon y procedía de una familia judía alsaciana. Falleció en septiembre de 1914 en una de las primeras batallas de la Primera Guerra Mundial. Hélène no volvió a casarse y vivió con cierta independencia gracias a su fortuna personal y su pensión como viuda de guerra. Tras la muerte de su marido consagró su vida y sus recursos a la historia de la ciencia.

Comenzó su investigación en solitario, aunque poco a poco entró en contacto con filósofos e historiadores de la ciencia como André Lalande, Gaston Milhaud, Abel Rey, Léon Brunschvicg, Émile Meyerson o George Sarton. Al no haber cursado el bachillerato, no pudo acceder a un doctorado estatal, sino solo al doctorado universitario, de menor prestigio. Escribió su tesis durante la guerra, La Genèse de la science des cristaux, un trabajo de historia de la ciencia que defendió en 1918 bajo la supervisión de Lalande; a Wallerant no le parecía que el estudio tuviera ningún interés científico. En esta memoria, Hélène relataba la manera en la que la cristalografía, desligándose paulatinamente de la mineralogía, la biología, la física y la química, se convirtió en una disciplina científica independiente a finales del siglo XVIII.

Historiadora de la química y filósofa de la ciencia

En las décadas de 1920 y 1930 Hélène publicó siete monografías, una treintena de artículos en revistas de historia de la ciencia y participó en los primeros congresos internacionales de historia de la ciencia. También fue administradora y tesorera del Comité Internacional de Historia de la Ciencia y secretaria de la sección de historia de la ciencia del Centro Internacional de Síntesis fundado por el filósofo Henri Berr y frecuentado, entre otros, por el historiador Lucien Febvre. Sin embargo, Hélène nunca obtuvo un puesto universitario, siendo considerada para muchos como una simple aficionada.

Su obra se centró fundamentalmente en la historia de la química francesa de los siglos XVII y XVIII. Se alejó de la idea de que se trataba de una ciencia realizada por «grandes hombres», para poner en valor las aportaciones de científicos menos conocidos y teorías no aceptadas como válidas. Por ejemplo, en sus estudios sobre el alquimista Nicolas Lémery demostró el papel que este científico desempeñó en el desarrollo de la química moderna.

Según ella, la historia de la ciencia, que busca desarrollar el conocimiento de la mente humana, debe relacionarse con análisis delimitados temporalmente y centrarse en sus actores. Pensaba que comprender la naturaleza del conocimiento científico implica entender cómo los científicos organizan su propia producción del conocimiento y cómo el momento sociohistórico y el «sentido común» influyen en la creación del saber.

El 8 de febrero de 1944, Hélène Metzger, que no ocultaba su origen judío, fue detenida por la policía en su domicilio de Lyon. Fue internada en la prisión de Montluc y trasladada doce días después al campo de Drancy. El 7 de marzo fue transportada en el convoy 69 hacia el campo de Auschwitz. Se desconoce el momento preciso de su muerte.

Pienso que el progreso es esencialmente perecedero, que de hecho puede perecer, y que sólo una atención vigilante y una especie de «virtud» pueden ofrecer a nuestras sociedades civilizadas una garantía contra un retorno ofensivo de la barbarie de los tiempos primitivos. Y como esta nueva barbarie se desharía de todos los logros industriales generados por la ciencia, sería especialmente peligrosa.

Hélène Metzger, 1936

Referencias

Sobre la autora

Marta Macho Stadler es doctora en matemáticas, profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaboradora en ::ZTFNews y la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

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