Bolortstseg Minjin, la paleontóloga que repatrió el Tarbosaurus

Vidas científicas

Me encontré por casualidad con el nombre Bolortsetseg Minjin cuando la vi citada en Beasts before us, un libro de la paleontóloga escocesa Elsa Panciroli. En el texto repasa la evolución de los antecesores de los mamíferos y de los primeros representantes de esa clase. Se da la circunstancia, como veremos enseguida, de que Mongolia y, más en concreto, la cuenca de Nemegt, en el Desierto de Gobi, es pródiga en fósiles, por lo que la paleontología tiene allí una de sus fuentes más importantes desde hace un siglo. Según UNESCO, el Gobi es el mayor depósito de fósiles del mundo.

No va a ser esta una biografía científica al uso, porque no serán los resultados de las investigaciones de la protagonista el aspecto en el que me centraré, sino en otros más colaterales a la propia investigación aunque, no por ello, de menor relevancia. Para poner las cosas en su contexto, debemos retroceder en el tiempo cien años.

Panorama de los Flaming Cliffs. Wikimedia Commons.

La historia de la paleontología en Mongolia comenzó hace exactamente un siglo, cuando el American Museum of Natural History (AMNH) de Nueva York envió al zoólogo Roy Chapman Andrews en la tercera de las Expediciones al Asia Central. Andrews lideró un grupo de paleontólogos, geólogos y arqueólogos al Desierto del Gobi. Allí, en lo que el propio Andrews nombró, por su espectacular aspecto, los Flaming Cliffs (Acantilados en llamas) encontraron el primer dinosaurio mongol: Protoceratops. Poco después, en 1925, al quedar Mongolia bajo la influencia de la Unión Soviética, el ANHM suspendió las expediciones al país y, a cambio, comenzó una época de expediciones a cargo de países del bloque oriental.

A finales de la década de los 40, un equipo soviético descubrió el tiranosaurio gigante Tarbosaurus bataar. En los sesenta la paleontóloga polaca Zofia Kielan-Jaworowska dirigió las expediciones polacas a al desierto de Gobi, con resultados espectaculares y en las que se descubrió el gran Deinocheirus (1965) y los dinosaurios luchadores, los restos de un Velociraptor y Protoceratops enzarzados en un combate (1971) entre otros muchos fósiles de gran importancia.

Nuestra protagonista, la paleontóloga mongola Bolortsetseg Minjin, nació en Ulán Bator, la capital de Mongolia, aunque desconocemos su fecha de nacimiento. Su madre era maestra y su padre, profesor universitario. Que este, Minjin Chulum fuese paleontólogo tuvo una influencia decisiva en el interés de la joven “Bolor”, como se la conoce en el mundo de la paleontología, por esta disciplina. Durante su niñez, Mongolia, como hemos visto, se encontraba bajo la influencia política y cultural de la Unión Soviética, por lo que los textos a los que tenía acceso, incluidos los escritos por su padre, estaban en ruso. Aprendió esa lengua para poder leer sus libros sobre dinosaurios. Y cursó estudios de geología en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Mongolia, donde obtuvo un grado de Geología y un máster en Paleontología de Invertebrados. Dado que su padre era el único paleontólogo de la universidad, fue él quien dirigió su formación en los primeros años.

Un encuentro inesperado en el desierto del Gobi

El final de la Guerra Fría propició el retorno del AMNH a Mongolia. En 1996, el profesor Minjin Chulum fue invitado a participar en una expedición al Gobi dirigida por los norteamericanos Mike Novacek y Mark Norell, del AMNH. Minjin, no sin dificultad, convenció entonces al personal mongol de la expedición para que aceptasen a su hija Bolortsetseg como cocinera.

Sin embargo, la perspectiva de pasar el tiempo cocinando para el resto de expedicionarios no le resultó suficientemente atractiva y seguramente pensaba que resultaría mucho más útil si se dedicaba a buscar fósiles, cosa que hizo con dedicación y mucha pericia. Resultó tener un ojo excelente y gran habilidad. A los líderes mongoles de la expedición no les hizo ninguna gracia la actitud de Bolor y, de hecho, aseguraron que no la volverían a enrolar nunca en otra. Pero se ganó el respeto y el apoyo de Novacek y Norell, quienes la invitaron a que hiciese su doctorado en el marco de un programa conjunto del AMNH y la City University de Nueva York. Michael Novacek fue su director. Defendió su tesis doctoral “Description of three new specimens of cimolodontans and a phylogenetic study of the postcranial anatomy of Multituberculata (Mammalia, Synapsida)” en 2008.

Bolortsetseg Minjin. Wikimedia Commons.

Bolortsetseg ha descubierto fósiles de dinosaurios y mamíferos en el desierto de Gobi correspondientes a un periodo de tiempo que va de hace 145 M años a 65 M años, y ha dirigido dos expediciones a esa zona, las dos en colaboración con el Museo de las Rocosas (Montana, EE. UU.). Después de acabar su tesis, siguió investigando, bajo la dirección de Jack Horner, investigador de ese museo, sobre la paleobiología de Psittacosaurus, un dinosaurio del Cretácico.

No obstante, ya desde antes de la defensa de su tesis doctoral se había involucrado en otras actividades relacionadas con la divulgación del conocimiento paleontológico, su introducción en los programas de formación de su país y la recuperación para Mongolia de fósiles exportados ilegalmente.

Al llegar a Nueva York y conocer el Museo Americano de Historia Natural, decidió que debía intentar que en Mongolia se crease un museo que reuniese los fósiles que, andando el tiempo, se descubriesen en su país. Enseguida se dio cuenta de las dificultades que entrañaba un proyecto de esa envergadura, porque pudo comprobar allí mismo la gran cantidad de trabajo que personal especializado en diferentes áreas tienen que realizar con los fósiles que se reciben.

Bolortsetseg Minjin pensaba, por otro lado, que no tenía sentido que la paleontología apenas tuviese presencia en uno de los países del mundo con mayor riqueza de fósiles. Como tampoco lo tenía que los chicos y chicas mongolas desconociesen la existencia de ese patrimonio y, menos aún, pudiesen ni tan siquiera plantearse la posibilidad de hacer una carrera científica en ese campo. Para tratar de cumplir esos dos objetivos, en 2007 fundó en Mongolia, con la colaboración de Jack Horner, el Instituto para el Estudio de los Dinosaurios Mongoles (ISMD, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental que buscaba introducir la paleontología en la educación y proporcionar formación a los y las jóvenes que tuviesen interés en hacer una carrera en esa disciplina. El ISMD mantiene desde entonces colaboraciones con el citado Museo de las Rocosas y con el AMNH para desarrollar diferentes programas, tanto en los EE. UU. , dirigidos a chicos y chicas de origen mongol, como en Mongolia. En 2016, el ISMD fue reconocido en los EE. UU. como entidad sin ánimo de lucro.

Tarbosaurus bataar, un héroe mongol

Las expediciones paleontológicas a Mongolia permitieron el descubrimiento y difusión del rico patrimonio paleontológico del país. Pero, a la vez, propiciaron la creación de un mercado para la adquisición de fósiles por coleccionistas dispuestos a pagar grandes sumas por ellos. Hay que tener en cuenta que muchos de los restos conservados en el desierto de Gobi son de una calidad extraordinaria. Está legalmente prohibida la exportación de fósiles en Mongolia y se necesitan permisos oficiales para poder excavar pero, incluso así, el tráfico ilegal existe.

“El héroe más moderno y más antiguo de Mongolia”, así es como Xurxo Mariño ha llamado en su libro Tierra al dinosaurio más mediático de ese país. Lo ha sido porque, tras un proceso legal en los Estados Unidos, pudo ser devuelto al país del que procedía. Esa repatriación fue posible gracias a la intervención decisiva de Bolortsetseg. En la actualidad el héroe en cuestión se encuentra en el Museo Central de los Dinosaurios de Mongolia, y se trata de un fósil de Tarbosaurus bataar, de hace unos 70 M de años. Es un pariente próximo del archiconocido Tyrannosaurus rex, y muy parecido a este.

Esqueletos de Tarbosaurus y Saurolophus «repatriados» desde EE. UU. a Mongolia. Wikimedia Commons.

El héroe mongol había sido exportado de forma ilegal y el traficante que lo montó en su garaje en Florida anunció que iba a ser subastado en Nueva York en mayo de 2012. Y es ahí donde intervino Bolortsetseg. Al tener conocimiento del proyecto de subasta, lo puso en conocimiento del Gobierno de Mongolia, que tomó inmediatamente las medidas legales para recuperar el fósil. El fósil fue vendido por algo más de un millón de dólares, pero gracias a la actuación diligente de Bolortsetseg y del gobierno mongol, el ejemplar ya había sido puesto bajo custodia hasta que se aclarase el asunto. La decisión final, en 2014, dio la razón a Mongolia, por lo que el dinosaurio pudo finalmente ser repatriado. El proceso se había llamado “United States vs. One Tyrannosaurus Bataar Skeleton”, tuvo una repercusión mediática enorme y, entre otras cosas, sirvió para dar a conocer a la opinión pública la existencia del tráfico ilegal de fósiles y la necesidad de repatriación de los que se consiguen hallar e identificar.

Bolortsetseg ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a recuperar y repatriar fósiles. Su lema es que “cuando un fósil abandona el país, el conocimiento lo abandona con él”. Solo desde los EE. UU., que es donde ella vive desde que llegó a Nueva York a hacer su tesis doctoral, ha conseguido que se repatriasen más de 30 fósiles sacados de Mongolia de forma ilegal. Es posible que Tarbosaurus bataar fuera el héroe más antiguo y más moderno de Mongolia, pero de lo que no cabe duda es de la identidad de la heroína.

Referencias

Sobre el autor

Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

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