Madelaine Böhme, científica que ha encendido el debate sobre los orígenes humanos. ¿Ahora Europa?

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Desde que en el último tercio del siglo XIX Darwin afirmara que compartimos un antepasado con los grandes simios, la separación entre los dos linajes evolutivos se ha discutido intensamente. En la actualidad, la comunidad especializada sostiene que el primer rasgo que inició esa escisión fue el surgimiento del bipedismo. Caminar erguido resultaría un carácter clave que, en algún lugar del continente africano, separó a los antecesores humanos del resto de los simios.

No obstante, en el centro del debate late una cuestión aún no respondida, ¿cómo llegaron los homininos a desplazarse utilizando solo las dos extremidades posteriores? ¿Evolucionó el bipedismo a partir de simios que vivían en los árboles? ¿A partir de simios semejantes a los orangutanes que se desplazan colgados de las ramas? ¿O a partir de otros parecidos a los chimpancés y gorilas que caminan por el suelo apoyándose en sus nudillos? Durante los últimos 150 años se han defendido numerosas hipótesis, pero hasta ahora los fósiles que las apoyan han sido muy escasos, lo que impide que exista un consenso.

La reciente publicación en la revista Nature (2019) de los resultados alcanzados por un equipo de investigación internacional en el que participaron investigadores de Bulgaria, Alemania, Canadá y los Estados Unidos, bajo la dirección de la profesora de la Universidad de Tübingen, Madelaine Böhme, ha detonado intensamente el calor del debate.

Destaquemos antes de continuar, que Madelaine Böhme es una respetada paleoantropóloga alemana (nacida en Bulgaria en 1967), especializada en paleoclimatología y directora fundadora del Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente (Senckenberg Centre for Human Evolution and Palaeoenvironment).

Esta científica ha publicado numerosos artículos altamente especializados, pero también ha mostrado un claro interés por la divulgación de la ciencia. Muestra de ello es su libro Ancient Bones, cuya edición ilustrada salió a la luz pública en el año 2020 y ha alcanzado una considerable difusión en sus versiones en alemán y en inglés.

En la Introducción a esta obra, Madelaine Böhme confiesa que desde muy pequeña se sintió deslumbrada por el tema de los orígenes de la humanidad. Recuerda que pronto en su vida profesional empezó a tener las primeras dudas sobre la teoría comúnmente aceptada de que los simios evolucionaron hasta humanos solo en África y en ningún otro sitio. Más adelante apunta que «la ciencia de la evolución humana está actualmente desarrollándose a una velocidad mucho mayor que los demás campos de la investigación científica. Difícilmente transcurre un mes sin la publicación de algún descubrimiento espectacular, o alguna investigación que genere preguntas acerca de las creencias dominantes».

En ese sentido, resalta el «creciente número de técnicas innovadoras en las ciencias biológicas que ahora se están utilizando para investigar los desarrollos biológicos, geológicos y culturales que condujeron a la aparición de la humanidad». La científica se hace eco de los muchos conocimientos que con la vitola de autorizados hace unos pocos años, ahora se cuestionan, y señala entusiasta que «esta es una época fascinante para investigar nuestro proceso evolutivo, porque muchas teorías paleoantropológicas asumidas durante décadas ahora están en proceso de modificación».

El revuelo generado por un artículo en Nature

Entre los años 2015 y 2018, Madelaine Böhne y su equipo internacional de trabajo excavaron más de 15 000 huesos fosilizados de vertebrados procedentes de un antiguo ecosistema forestal húmedo en Baviera, Alemania. Entre ellos, hallaron fósiles de al menos cuatro primates a los que clasificaron dentro de una especie extinguida, no descubierta hasta ahora, a la que llamaron Danuvius guggenmosi. Los estudios de datación revelaron que esos individuos vivieron hace unos 12 millones de años.

El pozo de arcilla de Hammerschmiede, cerca de Pforzen, donde se encontraron los fósiles. Wikimedia Commons.

Como han descrito Madelaine Böhme y su equipo, el resto más completo de Danuvius correspondía al esqueleto de un macho cuyas proporciones se revelaron similares a las de los modernos bonobos, ya que medía un metro de alto y pesaba alrededor de 30 kilos. Debido a que algunos de sus huesos estaban notablemente bien preservados, lograron reconstruir la manera en que Danuvius se desplazaba en su entorno. En la página web de la Universidad de Tübingen, Madelaine Böhme ha explicado a la subdirectora de la Unidad de Comunicaciones, Antje Karbe, que «por primera vez éramos capaces de investigar varias articulaciones funcionalmente importantes, incluyendo codos, caderas, rodillas y tobillos, de un único esqueleto fósil de esa edad».

En su descripción de los fósiles hallados, el equipo de investigación apuntaba que la columna vertebral presentaba una curvatura en forma de S semejante a la humana, característica que, junto a la anatomía de sus caderas, rodillas y pies, permitirían a Danuvius mantener el cuerpo en una posición erguida sobre las dos piernas. Por otro lado, sus largos antebrazos, sus dedos curvados y sus poderosos pulgares son una clara señal de su capacidad para colgarse de las ramas. «En contraste con homininos posteriores, Danuvius presenta un poderoso y oponible dedo gordo del pie, el cual permitiría con seguridad agarrar ramas grandes y pequeñas», ha comentado el profesor Nikolai Spassov de la Academia Búlgara de la Ciencia en la página web de Antje Karbe.

Al respecto, el profesor David Begun, investigador de la Universidad de Toronto y experto en el tema, ha destacado que «Danuvius combinaba el bipedismo sobre las extremidades posteriores largas y extendidas, semejantes a las de los humanos, con el trepar a los árboles empleando sus brazos al igual que los simios hoy vivos». En suma, Madelaine Böhme y su equipo habían realizado un sorprendente hallazgo: la existencia de un antiguo simio europeo, Danuvius, capaz de andar sobre las dos piernas, pero que también podía trepar como un simio.

En esta tesitura, el equipo de investigación hacía hincapié en la trascendencia de los 12 millones de años de edad de Danuvius ya que, hasta el momento, la evidencia más antigua del andar erguido tenía en torno a 6 millones de años, y se había descubierto en África. Ante tan llamativo descubrimiento, Madelaine Böhme ha afirmado en diversas ocasiones que «los hallazgos del sur de Alemania son un hito en la paleoantropología, porque generan preguntas fundamentales sobre nuestros anteriores conocimientos acerca de la evolución de los grandes simios y de la nuestra».

En la página web Terrae Antiquae, 2019, la profesora de la Universidad de Tübingen ha declarado que «estos fósiles revelan una locomoción diferente a cualquier criatura viva. Vivía en los árboles, pero también se desplazaba en el suelo, muy probablemente de manera bípeda». Y, subraya, «mientras las especies actuales, como gibones u orangutanes, privilegian los brazos para desplazarse, Danuvius también podía utilizar las piernas para caminar».

En esa misma página, Böhme acentuaba que «nuestro último antecesor común con los grandes simios no se parecía a un chimpancé, ni a ningún gran simio viviente, pero es posible que sí se pareciera a Danuvius». Apostilla seguidamente que la suma de sus rasgos convierte a esta nueva especie en candidata a ser el último pariente compartido por homininos y otros primates, antes de que el bipedismo apareciera en los primeros. «Las formas de locomoción existentes en los primates de hoy, tanto humanos como grandes simios, se pueden relacionar con trepar con extremidades extendidas», ha afirmado Böhme. Y comenta: «Lo que me parece, en cierto sentido, elegante».

Esqueleto hallado y reconstrucción artística de Danuvius guggenmosi (Velizar Simeonovski).
Captura de pantalla de Menschenaffen im Allgäu entdeckt.

En página web de la Universidad de Tübingen se subraya que los resultados expuestos en el artículo publicado en Nature no solo sugieren que el bipedismo humano podría haber evolucionado en un contexto arbóreo hace unos 12 millones de años, sino que, además, nuestra postura erguida podría haberse originado a partir de un antepasado común a humanos y simios que vivió en Europa y no en África, como asume la mayor parte de la comunidad especializada. El nuevo descubrimiento retrasaría así unos cuantos millones de años la línea temporal del bipedismo, al tiempo que situaría su origen fuera de África.

Sin embargo, algunas de las evidencias más claras del andar sobre dos piernas en los antepasados humanos, proceden del esqueleto de una hembra de alrededor de 4,4 millones de años hallado en Etiopía y que pertenece a la especie Ardipithecus ramidus. Habitualmente llamada Ardi, tendría un metro de altura y, como se apunta un artículo de The Guardian, «puede no haber sido la mejor dotada de los caminantes, pero la mayor parte de su esqueleto muestra adaptaciones para andar en dos pies». Además de Ardi, que era claramente bípeda, hay alguna insinuación de bipedismo, aunque no totalmente convincente, en otras especies africanas, cuya antigüedad oscila entre 6 y 7 millones de años.

Madelaine Böhme, no obstante, opina que «el paradigma actual sobre cómo, cuándo y dónde evolucionó el bipedismo podría ser erróneo». Y añade que «hace falta una nueva teoría sobre la evolución del bipedismo que se adapte a los nuevos hallazgos» (Terrae Antiquae 2019).

¿Un nuevo paradigma?

Cuando el trabajo del equipo de la Universidad de Tübingen salió a la luz en Nature, los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la noticia y la reprodujeron de inmediato, generando un gran revuelo entre la comunidad especializada y el público general interesado en el tema.

El escritor científico, doctorado en Paleontología por la Universidad de Birmingham, Colin Barras, publicaba al respecto, también en Nature, un interesante artículo enfatizando el doble desafío que representan los hallazgos del sur de Baviera para el modelo ampliamente aceptado. Por un lado, indica el escritor, Böhme y colaboradores sugieren que el andar bípedo habría surgido en Europa hace 12 millones de años, mucho antes de los 6 o 7 millones asumidos hasta ahora. Y, por otro lado, el nuevo trabajo pone en tela de juicio que el caminar erguido sobre las extremidades posteriores sea una característica única que define a los homininos.

Sobre el tema, Madelaine Böhme ha comentado a Colin Barras «lo que hace las cosas ahora realmente complejas es ¿qué define a los homininos si no es el bipedismo habitual? Nuestro trabajo puede crear un dilema para la definición de los homininos».

En su artículo, Colin Barras incluye las observaciones de diversos especialistas que muestran el impreciso estado de la cuestión tras los resultados de Madelaine Böhme y sus colegas. Por ejemplo, el antropólogo del Dartmouth College en Hanover, New Hampshire, especialista en la locomoción de los primates y que formó parte de los pares que revisaron el artículo, Jeremy DeSilva, ha señalado que las conclusiones a las que llegan Böhme y colaboradores sí tienen sentido. Considera este experto que «todos los ingredientes sobre el bipedismo están ahí, lo que va agitar las aguas de una manera excitante. Este artículo estimulará mucho trabajo de investigación».

Mientras, Jeremy DeSilva opina que el descubrimiento del simio europeo es importante incluso si resulta que no representa una etapa en la senda del bipedismo hominino, ya que esto sugeriría que en los simios el bipedismo evolucionó más de una vez. Danuvius podría entonces proporcionar claves sobre la clase de condiciones que incentivaron a ciertos primates a caminar sobre dos patas.

Madelaine Böhme. Captura de pantalla de Menschenaffen im Allgäu entdeckt.

Otros especialistas, sin embargo, no están tan convencidos. Tal es el caso de Scott Williams, profesor de Paleoantropología de la Universidad de Nueva York, quien hace hincapié en la escasez de fósiles disponibles, argumentando que no se ha conservado una parte suficiente de la espina dorsal como para estar seguros de que este simio tenía la zona basal de la espalda larga y flexible, semejante a la humana.

Por su parte, Sergio Almécija, paleoantropólogo del Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York, considera que es difícil averiguar cómo se movían los simios solo con estudios de la forma de los huesos. Apunta que recientemente sus colegas y él descubrieron una inesperada diversidad en la forma que los gorilas de montaña posicionan sus cuatro manos mientras se desplazan, y señala que «el problema se vuelve incluso más desafiante cuando se trata de fósiles fragmentados y deformados».

En Barcelona, el paleontólogo director del Instituto Catalán de Paleontología, David Alba, se muestra cauteloso para considerar la forma en que Danuvius se movía como precursora de nuestro modo de andar. Piensa que «podría tratarse de una sobre-interpretación», particularmente porque el equipo de Böhme todavía no ha realizado un análisis evolutivo con el fin de determinar si Danuvius está o no relacionado con los homininos.

Finalmente, y para no alargar demasiado esta lista, la reconocida profesora de Antropología de la Universidad de Kent, Tracy Kivell, concluye que «los fósiles son impresionantes». En un artículo que acompaña a la publicación de Madelaine Böhme y colaboradores, ha escrito: «Puede decirse que juntas, las estructuras en mosaico de Danuvius proporcionan el mejor modelo sobre cómo habría sido el antepasado común de los humanos y los simios. Ofrece algo de cada uno: las extremidades superiores adecuadas para la vida en los árboles que todos los simios hoy vivos todavía presentan, incluyendo los humanos; y las extremidades inferiores apropiadas para las posturas extendidas como las usadas por los orangutanes cuando se desplazan bípedamente en los árboles».

Además, continua Tracy Kivell, «Danuvios muestra adaptaciones esqueléticas para una forma de bipedismo previamente desconocida y revela que esta locomoción evolucionó mucho antes de lo previamente supuesto […]. Danuvius no es un hominino fósil, pero ayuda a informar cómo pueden haber evolucionado los humanos».

Por otra parte, es necesario señalar, aunque sea brevemente, que para una corriente de esta investigación sobre el proceso evolutivo, Danuvius es el último, pero no el único hallazgo que sugiere que los primeros capítulos de la evolución humana pudieron haber tenido lugar en Europa y no en África. De hecho, Madelaine Böhme y el profesor Nikolai Spassov, de la Academia Búlgara de Ciencias, en colaboración con el alumno de doctorado Jochen Fuss, publicaron en 2017 dos artículos de la revista PLOS ONE sobre el fósil de un hominino extinto llamado Graecopithecus freybergi, que vivió hace unos 7,2 millones de años y cuyos restos se han hallado en Grecia y en Bulgaria.

Los resultados de este trabajo han sugerido que el linaje común de grandes simios y humanos se dividió varios cientos de miles de años antes de lo que se suponía hasta ahora, y que tal escisión ocurrió en el Mediterráneo oriental. No obstante, las pruebas que han llevado a esta conclusión son escasas, por lo que el debate generado entre la comunidad especializada ha sido limitado. Un comentario común es que se requieren más evidencias antes de considerar el posible desafío que puede representar Graecopithecus ante el modelo ampliamente aceptado hasta ahora, razón obligada para que no lo tratemos aquí.

No obstante, sí nos parece de interés incluir una breve nota sobre el papel que puede haber jugado Europa en la evolución de los simios. Al respecto, el paleoantropólogo especialista en simios euroasiáticos, profesor de la Universidad de Toronto, David R. Begum, y su equipo de investigación, sostienen que el antepasado común de los grandes simios africanos y de los humanos surgió en Europa o en el oeste de Asia hace unos 7-9 millones de años. Con posterioridad, probablemente en respuesta a un cambio climático global, habría tenido lugar una migración hacia África, donde más tarde se produjo la escisión entre ambos linajes. Begum y sus colaboradores promocionan la hipótesis de que Europa jugó un papel central en la evolución de los grandes simios y, en sus propias palabras, «reclaman la atención de nuestros escépticos colegas».

David Begum, que ha prologado el exitoso libro Ancient Bones de Madelaine Böhme, se refiere al trabajo de la científica como muy estimulante y controvertido, ya que «reúne una gran riqueza de información sobre historia, geología, paleontología y arqueología para cuestionar algunas ideas de la paleoantropología que priorizan los dogmas sobre los orígenes de los simios y humanos».

Más adelante, el paleoantropólogo sostiene que la investigadora «está refrescantemente libre de los sesgos que han llevado a muchos a ignorar datos que contradicen las hipótesis dominantes. Su libro arroja mucha de la luz necesaria para interpretaciones alternativas, sostenidas por nuevos descubrimientos, pero que han sido recibidas por la comunidad especializada con un predecible escepticismo»

Madelaine Böhme, según Begum, «ha abierto una nueva frontera a la investigación y está planteando novedosas preguntas largo tiempo reprimidas por el establishment paleoantropológico». Y seguidamente subraya que la investigadora de la Universidad de Tübingen, «describe algunas de las dificultades a las que se enfrentan los paleoantropólogos que trabajan en Eurasia, sobre todo cuando sus evidencias de interpretación difieren de la visión ampliamente aceptada que sostiene que los simios africanos y los humanos aparecieron por primera vez en África y evolucionaron exclusivamente en este continente».

Asimismo, en su interesante Prólogo, Begum recuerda que «los sesgos de confirmación (esto es, ver solo aquellos datos que sostienen nuestro propio punto de vista e ignorar aquellos que lo contradicen) no están confinados a la paleoantropología. Son ubicuos a todos los campos del conocimiento y tienden a enfrentar a los investigadores unos contra otros». Y advierte que «los lectores deben evitar caer en esta trampa. No se trata de una competición entre África y Eurasia por predominar en la narrativa de la evolución humana y de los simios». Para terminar, Begum levanta una antorcha de esperanza en que la comunidad especializada sepa «sumar la creciente e impresionante cantidad de datos que revelan el papel central de los antiguos ocupantes de Europa y Asia a los de África, y enriquecer así la historia de la evolución humana y de los simios». No tendría cabida que estas paternidades geográficas fuesen un contaminante trasunto de las tensiones resultantes en el hemisferio social y geopolítico.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

2 comentarios

  • Muy buen artículo sobre un tema tan importante para entender la evolución humana. La tesis sostenida por la investigadora alemana ¿sugiere que el andar particular de los chimpancés sería una adaptación posterior a la escisión de simios y la línea hominina?

    • Me ha parecido muy interesante tu comentario, Guillermo. Madelaine Böhme, en realidad no hace referencia a cuándo los chimpancés empezaron a tener sus características propias que los diferenció de los monos en general, entre ellas el andar apoyando los nudillos de las manos. Esto debe haber ocurrido hace en torno a 18 millones de años.
      Böhme se refiere a que el andar erguido, semejante al nuestro, esto es sin emplear las manos, no ocurrió en África hace entre 6-8 millones de años, que es lo habitualmente aceptado, sino que tuvo lugar en Europa hace 12 millones de años. Esto último es muy discutido y pocos expertos y expertas están de acuerdo.
      Lo importante de la tesis de Bóhme, insisto, es que sus hallazgos indican que el andar bípedo surgió en Europa hace 12 m.a. y no en África hace 6-8. En cualquier caso, la forma de andar de los chimpancés es varios millones de años anterior.
      Un cordial saludo
      Carolina

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