Científicas en «el ojo del huracán» de un debate evolutivo

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En septiembre de 2015 salió a la luz un artículo revelando el extraordinario descubrimiento de una nueva especie humana: Homo naledi. Firmado por más de cuarenta especialistas, el trabajo describe la colección más grande de homininos fósiles pertenecientes a la misma especie descubierta en Sudáfrica. El conjunto, además, era inusual porque incluía al menos quince individuos, y porque también estaban presentes múltiples copias de casi todos los huesos del esqueleto.

Kate Wong.

La divulgadora científica y editora de la revista American Scientific (Investigación y Ciencia), Kate Wong, dedicada al estudio de los orígenes de la humanidad desde hace más de una década, puntualizaba que «llevó meses procesar los aproximadamente 1500 fragmentos, procedentes de hembras, machos, crías, adultos y mayores, para encajarlos en quince esqueletos distintos». Del cuidadoso análisis de los resultados, continua Wong, «afloró la sorprendente imagen de un hominino esbelto, con extremidades superiores construidas para trepar y usar herramientas, extremidades inferiores aptas para dar zancadas en posición vertical, y dotado de un cerebro poco voluminoso, de entre 450 y 550 centímetros cúbicos [aproximadamente como el de un chimpancé]».

Según los autores principales, los paleoantropólogos Lee Berger, profesor de la Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica, y John Hawks, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison, EE. UU., «el nuevo hominino es muy novedoso porque sus restos muestran una combinación única de caracteres antiguos y otros casi modernos». Como miembro del género Homo, la relevancia del hallazgo está alcanzando un estatus que amenaza con provocar un profundo cambio en el modelo sostenido hasta ahora para interpretar nuestro pasado.

Expertas que debatieron el tema

Cuando el trabajo de 2015 se hizo público, en el polarizador debate generado participaron especialistas de casi todo el mundo, quienes sin haber intervenido directamente en la expedición, mostraron gran interés por el nuevo descubrimiento. En esta tesitura, como era de esperar, se analizaron y discutieron gran cantidad de opiniones más o menos enfrentadas. Entre ellas, nos interesa traer a colación los argumentos esgrimidos por diversas expertas altamente cualificadas.

Susan Anton.

Comencemos apuntando que la doctora en antropología física de la Universidad de Nueva York, Susan Anton, respetada estudiosa de la evolución del género humano, ha enfatizado que «este tipo de yacimientos con numerosos individuos son infrecuentes y muy importantes para observar la variación, que después de todo, es cómo funciona la evolución».

Recordemos que la selección natural es la presión que el ambiente ejerce sobre una población variada, favoreciendo la probabilidad de que aquellos miembros portadores de alguna ventaja sobre el resto alcancen la edad adulta y se reproduzcan. La doctora Susan Anton, cuyo criterio es muy apreciado entre sus colegas, señala con acierto que la cuidada extracción de los numerosos fósiles del yacimiento africano está proporcionando una serie de datos de un valor tan indiscutible como sorprendente. La experta insiste en que el proceso evolutivo humano se ha caracterizado por una frustrante escasez de restos que analizar e interpretar, contrastando por ello con la cueva sudafricana que representa un granero de inapreciable riqueza.

Susan Anton es también una destacada profesora con notable vocación por la docencia; en el curso 2013-2014, por ejemplo, formó parte de las cinco galardonadas con el Premio a la Enseñanza de la Universidad de Nueva York. Su papel como docente y conferenciante ha contribuido en gran medida a difundir y aclarar conceptos en torno a los hallazgos del sistema de cuevas de Rising Star.

Uno de los temas que más desavenencias ha provocado en esta cuestión, fue el relacionado con la antigüedad de los nuevos fósiles. El asunto es importante porque cuando se trata de situar el lugar que una especie ocupa en el árbol evolutivo humano (esto es, de qué grupo desciende y a cuál o cuáles ha precedido), la edad de los restos hallados en un yacimiento es un dato imprescindible. Asignar una fecha a la época en que vivió H. naledi no fue tarea fácil; de hecho, le llevó varios años de estudio a un equipo de investigación altamente especializado.

Marina Elliot.

Cuando en noviembre de 2013 los profesores Lee Berger y John Hawks tuvieron en sus manos los fósiles pensaron que podrían ser muy antiguos, alcanzando incluso hasta los dos millones de años de edad. Otros estudiosos y estudiosas, sin embargo, estaban en desacuerdo y los consideraban notablemente más modernos. Por ejemplo, Marina Elliott, una de las seis científicas espeleólogas que entró en la cueva de Rising Star y extrajeron los restos, apuntaba que desde el primer momento tuvo la impresión de que los fósiles eran relativamente recientes. En sus propias palabras, advertía que «he excavado cientos de huesos de Homo naledi, y desde el primero que toqué comprendí que había algo diferente en su conservación, pues apenas estaban fosilizados». Percepción que finalmente se ha revelado como cierta.

Carol Ward.

El consenso sobre la cronología tardó en llegar, por ello en 2015, al darse a conocer la nueva especie, aún no se había podido establecer cuál era su verdadera antigüedad.

Con relación a este problema, la profesora de Anatomía y Patología de la Universidad de Missouri, Carol Ward, doctora en Antropología Física, nada más leer el artículo de Berger et al. matizaba ante el periodista científico Ed Yong: «si esos fósiles tuvieran tres millones de años nos dirían algo totalmente distinto que si tuvieran trescientos mil». Y aclaraba que «sin fechas, los restos no revelan casi nada sobre la evolución humana, más allá de apoyar la creciente convicción de que hubo una diversidad de especies mucho mayor de la que previamente se pensaba».

Las reflexiones de Carol Ward, una gran entendida en los orígenes de la humanidad y también especialista en nuestros parientes vivos más próximos, los simios y los monos, tuvieron considerable eco en el ya de por sí agitado debate sobre la cronología de la nueva especie.

La edad de Homo naledi logra esclarecerse

Con el fin de conocer con la mayor fidelidad posible la antigüedad del nuevo hominino, se organizó un equipo internacional de investigación liderado por el profesor Paul HGM Dirks, del Departamento de Geociencia de la Universidad James Cook, Australia. Ante la prensa, el científico manifestaría posteriormente que «poner fecha a H. naledi fue un reto extraordinario». Ciertamente, tuvo que trabajar junto a diecinueve especialistas procedentes de laboratorios e instituciones de todo el mundo, incluyendo Sudáfrica y Australia, para finalmente alcanzar su objetivo.

Hannah Hilbert-Wolf.

Formando parte de este equipo se encontraba la doctora en geología Hannah Hilbert-Wolf, experta en geocronología e investigadora postdoctoral de la Universidad James Cook. Asimismo, fue invitada a participar la profesora de esa misma universidad Christa J. Placzek, geoquímica especialista en el establecimiento de geocronologías y en la reconstrucción de ambientes antiguos; junto a ellas participó la estudiante de doctorado Jessie Robbins. Procedente de la Universidad de Witwatersrand, se incorporó al equipo la profesora Mary Evans, especializada en Paleoclimatología. Además, la citada científica y espeleóloga canadiense Marina Elliott, fue otra de las participantes en esta investigación.

En un revelador artículo publicado en el blog TheScienceBreaker, firmado por Hannah Hilbert-Wolf en primer lugar, seguida por Paul Dirks y otro colega, se relata cómo lograron superar el desafío que representaba la edad de H. naledi. Hilbert-Wolf explica que «diseñamos una metodología que incluía cinco técnicas diferentes, lo que significó no solo datar los fósiles directamente, sino también los sedimentos en que estaban enterrados y los depósitos de carbonato de calcio (como las estalagmitas) que cubrían el material y alrededores del suelo en la cámara».

Tras explicar de manera accesible las complejas técnicas seguidas, Hannah Hilbert-Wolf apunta que «los resultados nos permitieron afirmar con certeza que Homo naledi tiene entre 335 000 y 236 000 años de edad, lo que significa que es mucho más “joven” de lo que gran parte de especialistas esperaban».

El impacto de una fecha

La editorial de la revista e-Life, donde en 2017 Paul Dirks y su equipo establecían con indiscutible rigor la edad de la nueva especie, hacía hincapié en la verosimilitud de la datación hallada apuntando un dato significativo: «las pruebas más cruciales fueron realizadas por laboratorios independientes de diversas partes del mundo y los y las científicas que llevaron a cabo esas pruebas desconocían los resultados de los demás laboratorios». Todos llegaron a las mismas conclusiones. Intencionadamente Dirks et al. habían optado por dar estos pasos extras para «estar seguros de que los resultados obtenidos eran reproducibles y no estaban sesgados».

María Martinon.

El español Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) fue uno de los equipos de investigación invitados a participar en los estudios cronológicos. Este centro está situado en Burgos y su directora es María Martinón-Torres, científica graduada en Medicina, especialista en evolución humana que forma parte del equipo de investigación de Atapuerca desde hace veinte años. Las conclusiones alcanzadas por estos investigadores españoles confirmaron los resultados de Dirks y colaboradores. Se trataba de una especie notablemente más reciente de lo supuesto hasta el momento.

John Hawks, de la Universidad de Wisconsin-Madison, otro participante en los estudios cronológicos, ha subrayado: «Hemos hecho pruebas con el método doble-ciego, que impide que los datos obtenidos estén influidos por el sesgo del observador. Usando las técnicas de datación más punteras, todos los resultados han coincidido dándonos mucha confianza en las conclusiones».

En suma, contra todo pronóstico, Paul Dirks y su equipo afirmaron que «la datación establecida demuestra que un hominino morfológicamente primitivo como H. naledi sobrevivió en África hasta las últimas etapas del Pleistoceno Medio [el Pleistoceno Medio, abarca entre 700 000 y 120 000 años antes del presente]». Tal desenlace resultó concluyente porque se demostraba por primera vez que otra especie de hominino existió en África junto a los primeros humanos modernos.

La doctora Hannah Hilbert-Wolf lo expone con claridad: «si Homo naledi y Homo sapiens vivieron al mismo tiempo en Sudáfrica, debemos plantearnos preguntas que pueden generar un notable desconcierto. Por ejemplo, ¿pudo H. naledi haber interactuado con nuestra especie? ¿Fue H. naledi uno de nuestros antepasados?» De momento, no hay consenso ni suficientes estudios de referencia en las posibles respuestas.

Siguiendo la misma senda, la citada científica recuerda asimismo que «las herramientas de piedra elaboradas hace unos 300 000 años siempre se han atribuido a Homo sapiens, en parte porque no se conocía la existencia de otros homininos que hubieran coexistido con los primeros humanos modernos en África. Ahora nos preguntamos si ¿pudo H. naledi, un hominino de cerebro notablemente pequeño, haber sido capaz de elaborar y usar herramientas?».

Ante estas y otras cuestiones semejantes, Hannah Hilbert-Wolf remata que «los nuevos conocimientos, basados en datos altamente contrastados, nos llevan a cuestionarnos modelos y teorías largamente sostenidos sobre la evolución humana […]. La corta edad de Homo naledi nos exige reconsiderar lo que creemos que sabemos».

Resumiendo, como todo gran descubrimiento, el de Rising Star suscita interrogantes a la espera de irse desvelando con futuros estudios desde múltiples ámbitos.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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