Cuando ganó la medalla Echegaray en 1922, años después de ganar el Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal elaboró un listado con sus colaboradores y discípulos. Entre 27 nombres solo había dos mujeres. Una de ellas era Manuela Serra, pionera española de la neurociencia a pesar de no tener estudios universitarios.
Cajal quiso financiar sus estudios, pero su madre lo rechazó
Nacida en Madrid en 1900, Serra fue la segunda de seis hermanos. Su padre, secretario legal y abogado, falleció cuando ella tenía 17 años y el más pequeño de sus hermanos 4, dejando a su madre con la tarea de criarlos sola a todos. Con la intención de contribuir a la economía familiar, en 1918 Serra empezó a trabajar como auxiliar en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas que dirigía Ramón y Cajal.
Pronto el científico reconoció la incansable labor de Serra, su interés por aprender y su inteligencia, y acudió en persona a su casa para ofrecerse a pagarle los estudios de Medicina. Su madre rechazó la oferta, ya que la idea era que ella se casara con su novio al llegar el momento, como era costumbre en su época.
A pesar de no estudiar Medicina ni otra materia científica, Serra continuó trabajando en el laboratorio de Ramón y Cajal durante varios años. En 1921 fue autora en solitario de un artículo publicado en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Madrid, una revista dirigida por el propio Cajal, titulado Notas sobre las gliofibrillas de la neuroglía de la rana, y es probable que este sea el motivo por el que el neurocientífico la incluyó en esa lista de discípulos, en la que era la única sin un título universitario.
Como compensación por su trabajo, Serra recibía una paga mensual de 225 pesetas. En 1927, Serra finalmente se casó y dejó de trabajar en el laboratorio. Tuvo dos hijos y vivió hasta 1988, llevando una vida apartada de la investigación científica.
Las otras mujeres de Cajal
Pero hasta ese momento, Serra formó parte de un grupo que después se ha conocido como las mujeres científicas de Cajal. A principios del siglo XX y ante el reconocimiento internacional que aumentaba en torno a la figura del neurocientífico español, las autoridades españolas le proporcionaron apoyo económico y material para sus investigaciones, algo que alcanzó su cima cuando obtuvo el Nobel en 1906 junto al italiano Camillo Golgi.
En 1902 se le montó un laboratorio puntero y se le otorgaron unos fondos para pagar a sus colaboradores, cuyo número aumentó tras la creación de la Junta para Ampliación de Estudios, creada para ayudar a científicos prometedores a desarrollar su carrera y a su vez contribuir al desarrollo científico del país.
Casi todos estos colaboradores fueron hombres, aunque un reducido grupo de mujeres también participó de las investigaciones científicas llevadas a cabo en este laboratorio. Serra fue una de las más conocidas, precisamente por haber firmado un artículo propio. La otra que más atención ha recibido es Laura Forster, británica nacida en Australia y licenciada en medicina por la Universidad de Berna, en Suiza.
Otras dos mujeres formaron parte de estos trabajos: la primera fue María Soledad Ruiz-Capillas, que estudió Medicina en la que hoy es la Universidad Complutense de Madrid y que fue la primera mujer que dirigió un balneario en España, que por entonces se consideraban centros sanatorios. En 1928 se incorporó al grupo de neuropatología y neuropsiquiatría del Instituto Cajal, donde hasta 1930 estudió la fisiología de distintas partes del cerebro en modelos animales y las patologías del sueño. Terminó decantándose por la odontología, a la que se dedicó el resto de su carrera.
El cuarteto lo completa María Luisa Herreros, la más joven de todas. Nació en Torrelavega, Santander, en 1917, pasó por la Residencia de Señoritas de Madrid y allí estudió Medicina, aunque su carrera se vio interrumpida por la Guerra Civil. De 1943 a 1946 trabajó en el Instituto Cajal junto con Fernando Castro, uno de los pocos científicos del centro que no se había marchado de Madrid tras la guerra, estudiando la estructura y función de la sinapsis en determinadas partes del cerebro. Después dirigió su carrera hacia la psiquiatría y el psicoanálisis.
Referencias
- Manuel Ansede, Las olvidadas pioneras de la neurociencia, El País, 9 julio 2019
- María Pilar Perla Mateo, ¿Dónde están las mujeres de la escuela de Ramón y Cajal?, El Heraldo, 11 febrero 2020
- Elena Giné, Carmen Martínez, Carmen Sanz, Cristina Nombela and Fernando de Castro, The Women Neuroscientists in the Cajal School, Front. Neuroanat. 13:72. doi: 10.3389/fnana.2019.00072
Sobre la autora
Rocío P. Benavente (@galatea128) es periodista.
3 comentarios
Os agradecemos que os hayáis hecho eco de nuestra investigación original sobre las mujeres que trabajaron con Cajal o sus discípulos directos. El artículo es una buena síntesis y el cuadro que ha hecho la Dra. Susana Carmona, excelente.
Hay un par de gazapos (el nombre de la revista del laboratorio de Cajal era «Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Madrid»; el LIB lo tuvo Cajal desde ya antes del Premio Nobel -1906-, pues se lo abrieron en 1902), pero es un texto que destila los detalles fundamentales «en España» de estas neurocientíficas.
Hola Fernando, soy Rocío Benavente, la autora del artículo. Muchísimas gracias por advertir y señalar os los gazapos para poder corregirlos y que el artículo quede perfecto. Y me alegro mucho de que os haya gustado, y coincido en los halagos al retrato de Susana, que es maravilloso. Un abrazo.