Hace unas semanas conocíamos a las personas galardonas con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2020. Una de ellas es la matemática y física belga Ingrid Daubechies. A ella le debemos la teoría moderna de las “ondículas” (wavelets), patrones cortos que hay en las señales, ya sean imágenes o sonidos, y que han sido empleadas para funciones tan diversas como detectar ondas gravitacionales, determinar la autoría de un cuadro o comprimir imágenes con la misma resolución pero con menos almacenaje de datos (el formato JPEG 2000).
El abuelo de este formato tiene otra historia protagonizada por una mujer, pero no en la línea de la anterior precisamente. En 1973, un equipo de ingenieros de la Universidad del Sur de California (EE. UU.) buscaba una fotografía con la que probar un nuevo desarrollo de software para digitalizar y comprimir imágenes. Recalco lo de ingenieros porque todos eran hombres.
Uno de ellos ofreció su ejemplar de noviembre de Playboy (en aquella época llevar esta revista al trabajo era habitual y estaba bien visto) y usaron para la prueba el póster central, que mostraba a una joven desnuda de espaldas con un sombrero azul. Esta sueca de 21 años, llamada Lena Sjööblom, acababa de llegar a Estados Unidos y aceptó la oferta de trabajo para abrirse camino, sin saber el recorrido que tendría esa captura. Ese número se convertiría en el más vendido de la historia de la revista.
El testeo funcionó, así que distribuyeron la imagen comprimida a más colegas de profesión para que pudieran hacer lo mismo con sus propios algoritmos y así comparar resultados. La investigación sentó las bases para lo que luego se convertiría en el formato JPEG. A partir de ese momento, la fotografía de Lena se convirtió en el estándar de pruebas de compresión.
Aparece en papers de investigación (en 1991 fue portada de otra revista diferente: la publicación tecnológica Optical Engineering), libros de texto y hasta en el último capítulo de la famosa serie Silicon Valley.
Aunque la tecnología y los ingenieros envejecieron y cambiaron, la imagen de Lena, no. La propia protagonista, que ahora ya es abuela, dice: “Dejé de ser modelo hace mucho tiempo. Es hora de que también me retire de la tecnología”.
El movimiento para “jubilar” a Lena lleva activo ya dos décadas. Algunas revistas científicas ya no aceptan investigaciones que utilicen a Lena. En 2019 se estrenó el documental Losing Lena.
Lo interesante de este documental es que no se centra solo en su historia. Habla también de los pequeños detalles, a veces muy sutiles y otras veces no tanto, con los que se les dice a las mujeres que no pertenecen a la industria de la tecnología, que no son bienvenidas.
Sunny Bain, directora de la revista para profesionales Photonics, decía que “no es difícil sentirse aislada siendo una mujer que trabaja en un campo dominado por hombres. Ver imágenes provocativas de mujeres en revistas técnicas puede contribuir a ese sentimiento de exclusión”.
Otro caso que narra el documental es el de Maddie Zug, una de las pocas chicas en una clase de inteligencia artificial que en 2014 recibió la imagen de Lena en una tarea de programación. Ser una de las pocas chicas en una habitación de jóvenes que resoplaban y se reían ante la foto de una mujer desnuda se convirtió en una situación realmente incómoda para ella.
Muchas personas trabajamos para que más niñas y jóvenes elijan en libertad y sin condicionamientos su futuro profesional y no descarten las carreras de ingeniería por la acción de sesgos y estereotipos. Pero, ¿qué pasa con las pocas que han llegado y llegarán? Que les tocará en muchas ocasiones enfrentarse a ser esa única mujer en la habitación.
El problema muchas veces no es que sus compañeros las vayan a tratar mal, ni mucho menos, pero sentirte sola o diferente es una sensación complicada. Eso mismo le pasó a Anita Borg, una referente en el mundo de la tecnología que fundó Systers Borg, la primera comunidad online para mujeres en la tecnología, tras asistir a una conferencia con poca presencia femenina y reunirse en el baño con las pocas que había.
Allí se dieron cuenta, al ser las únicas mujeres de la sala, que necesitaban agruparse. Como curiosidad, en 1992, cuando Mattel empezó a vender una muñeca Barbie que decía que la clase de matemáticas era difícil, las protestas que se iniciaron en Systers jugaron un rol fundamental para conseguir que eliminaran esa frase.
En 2019 Pixar también lanzaba un corto en esa línea: Purl, una madeja de lana rosa que llega a una oficina donde el resto de compañeros son iguales entre sí y muy diferentes a ella. Es, según su directora Kristen Lester, una fábula acerca de pertenecer, de tratar de encajar en un sitio en el que podrías parecer ajena y del cómo las circunstancias pueden hacerte ceder hasta el punto de perder tu identidad: “Está basado en nuestras experiencias propias. En mi primer trabajo en el mundo de la animación yo era la única mujer en la sala, así que, para seguir trabajando en lo que me gustaba, me convertí en uno de ellos”. De hecho, purl es una palabra inglesa que define cuando tienes un jersey de lana y se te sale un punto.
Ya es hora de retirar a Lena de la tecnología y de decirles a nuestras niñas, jóvenes y profesionales que son bienvenidas, que pertenecen a este mundo tanto como los hombres, y que las necesitamos tal y como son.
Sobre la autora
Lorena Fernández Álvarez, Directora de identidad digital, Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.
13 comentarios
¡Muchas gracias! Hace 20 años, en mi época de estudiante de doctorado, única mujer, traté de que no se usara en el grupo: sin éxito. No me hicieron ni puñetero caso. Ahora que soy profe, he tenido más éxito, y cuando un estudiante hizo una prueba con Lenna para su TFG, le expliqué el tema y por supuesto que la cambió.
Irene, gracias por el comentario y gracias por tu labor. Son estas acciones las que van transformando
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] the early 1970s, Sjööblom, a 21-year-old Swedish immigrant recently landed in the US, she made a living as a model. To make her way and probably without the […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]
[…] principios de los 70, Sjööblom, una inmigrante sueca de 21 años recién aterrizada en EEUU, se ganaba la vida como modelo. Para abrirse camino y probablemente sin […]