Fructíferos encuentros entre homininos cuestionan el relato convencional

Ciencia y más

No hay estudio paleogenético publicado en los últimos cinco años que no aborde de una forma u otra la hibridación entre homininos.

João Zilhão

En el año 1999, un reconocido paleoantropólogo portugués, João Zilhão, hoy profesor de la Universidad de Barcelona, agitaba un importante debate en el seno de la comunidad científica. El revuelo se debía a su interpretación de unos restos infantiles fosilizados descubiertos el año anterior en Lagar Velho, a unos 140 kilómetros al norte de Lisboa.

Abrigo do Lagar Velho, lugar donde fue encontrado el Niño de Lapedo. Imagen: Wikimedia Commons.

La tesis defendida por João Zilhão sostenía que el fósil, de unos 24 500 años de antigüedad, correspondía a una criatura híbrida entre humano moderno y neandertal. La polémica desatada fue bastante agria porque contradecía la teoría ampliamente aceptada de que nuestra especie no estaba emparentada con los neandertales. Además, la comunidad científica reaccionó con desagrado pues una de las hipótesis más apoyadas consideraba que en el remoto pasado, las distintas especies de homininos se habían enfrentado y competido entre sí hasta que finalmente solo una terminaría por imponerse: Homo sapiens.

Fósil encontrado en Lagar Velho.
Imagen: Investigación y Ciencia.

Junto al antropólogo estadounidense Erik Trinkaus, quien también llevaba años sosteniendo que numerosos fósiles de homininos de Europa eran sospechosos de ser híbridos entre neandertales y humanos anatómicamente modernos, el profesor Zilhão incluso ha supuesto, y mantiene, que «los neandertales y los sapiens son la misma especie y que se mezclaron intensamente». En más de una ocasión, el científico portugués afirmaría que «en ciencia es importante basarse en los datos y, a partir de ahí, que todo el mundo pueda expresar libremente lo que piensa. Para mí los datos no indican que neandertales y Homo sapiens sean especies distintas».

Pese a la vehemencia con que la mayor parte de especialistas negó la posibilidad de hibridaciones entre homininos, el tiempo y los nuevos resultados están dando la razón a quienes inicialmente defendieron los encuentros sexuales entre nuestros antepasados. La paleogenética (el estudio del ADN fósil) está demostrando que cuando los distintos grupos de homininos se encontraban no parecían tener reparos en aparearse.

J. Zilhão continúa argumentando, ahora con muchas menos críticas, que «la conclusión que podemos sacar de los últimos veinte años de investigaciones es que solo hay una especie humana que, eso sí, ha cambiado a lo largo del tiempo». En opinión de este autor, hace decenas de miles de años era mucho más heterogénea que hoy en día.

Según el criterio del experto portugués, el mensaje actual es claro: no solo no se sostienen las hipotéticas divisiones entre razas, sino que no hay base científica para argumentar que hayan existido distintas especies humanas. «No hay estudio paleogenético publicado en los últimos cinco años que no aborde de una forma u otra la mezcla, la hibridación; nunca hubo barreras biológicas, genéticas o cognitivas entre las poblaciones», ha afirmado Zilhão en numerosos medios y trabajos.

Hibridaciones entre distintos grupos de homininos

En entradas anteriores de este blog hemos apuntado que científicas como Viviane Slon, Samantha Brown y otras investigadoras han demostrado, mediante modernas técnicas moleculares, la hibridación entre distintos grupos de homininos. Ciertamente, aunque aún no existe consenso, la mayoría de especialistas sostiene hoy como muy probable que la coexistencia de más de un linaje en un entorno próximo habría impulsado el cruzamiento entre diferentes grupos de homininos.

En suma, los novedosos datos genéticos recientemente conocidos revelan diversas combinaciones en el ADN que, aunque inicialmente hayan sorprendido y cuestionado los círculos especializados, hoy representan un poderoso argumento que avala las hibridaciones entre homininos. En este contexto, nos parece de interés traer a colación el trabajo realizado por una destacada científica norteamericana y su equipo.

El innovador trabajo de una reconocida paleoantropóloga

Sharon Browning.

En el año 2018, la prestigiosa revista Cell publicaba un artículo cuya investigadora principal era la profesora en el Departamento de Bioestadística de la Universidad de Washington, Seattle, Sharon R. Browning. Se trataba de un impactante trabajo donde se demostraba que los humanos anatómicamente modernos se cruzaron al menos dos veces con los denisovanos.

Recordemos que los denisovanos son un grupo de homininos identificados mediante el análisis de ADN obtenido a partir de restos fósiles encontrados en la cueva de Denisova, situada en la región siberiana de Altai. Este refugio se considera hoy un yacimiento clave para el estudio de poblaciones humanas arcaicas que habitaron en las fronteras entre Europa y Asia.

Desde que en el año 2010 se secuenció el genoma de los neandertales, y poco después el de los denisovanos, empezaron a realizarse comparaciones entre esos genomas y el de los humanos modernos. Los resultados, como un martillo pilón, han ido revelando regular y constantemente la existencia de huellas en el ADN que indican que estos tres grupos interactuaron durante años. «Sabemos que al menos algunas de aquellas interacciones fueron bastante íntimas», ha señalado la antropóloga graduada por la Universidad de Texas (Texas A&M University) y escritora científica Kiona Smith, porque, continúa esta experta, «muchos humanos modernos llevan restos de ADN de los neandertales y de los denisovanos».

Concretamente, explica la citada investigadora Sharon Browning, los genomas secuenciados de neandertal y denisovano se han convertido en referentes empleados para detectar los movimientos de genes entre especies distintas (proceso técnicamente llamado introgresión), reflejados en el material genético de los humanos actuales.

En concreto, la científica sostiene que la humanidad moderna es el resultado de una serie de encuentros que se dieron entre distintos grupos de homininos, a medida que sus desplazamientos por Eurasia les permitieron coexistir y aparearse. «Somos una mezcla de sapiens, neandertales y denisovanos, y probablemente de otros humanos arcaicos que aún no hemos descubierto», alega la experta.

Sin pretender entrar en demasiados detalles, nos parece de interés apuntar que trabajo de investigación publicado en Cell se basó en estudios de los genomas de dos poblaciones procedentes del Lejano Oriente. Una de ellas, que la autora llama del este de Asia, incluía a los japoneses y a dos etnias chinas; y la otra, llamada del sur, comprendía a pueblos de Oceanía, a los papúes indígenas de Nueva Guinea y los de islas cercanas.

Resumen gráfico del artículo de Sharon R. Browning et al. Imagen: Browning et al. en Cell.

Los resultados demostraron que ambos grupos evidentemente portaban el material genético propio de Homo sapiens, pero además, contenían ADN de origen denisovano. Sin embargo, los japoneses y ambas etnias chinas, o sea, el grupo del este, presentaban una huella adicional de ADN también denisovano, que no estaba presente en los pueblos de Oceanía. Como describe Sharon Browning en su artículo, «en este nuevo trabajo realizado en asiáticos encontramos que los del este presentaban un segundo conjunto de ascendencia de denisovanos que no está en los del sur».

Con esta investigación, el equipo dirigido por Sharon Browning lograba rastrear en las poblaciones asiáticas modernas fragmentos de ADN de origen neandertal y denisovano. Así querían demostrar, una vez más, que en su expansión fuera de África, los humanos modernos hibridaron con poblaciones ancestrales en tiempos remotos.

Ahora bien, la novedad aportada por el trabajo de Browning y sus colegas, como ha explicado el destacado codirector del equipo de Atapuerca José María Bermúdez de Castro, residía en evidenciar que la gente de Asia hibridó con los denisovanos al menos en dos episodios temporales diferentes. O sea que, los ancestros japoneses y los chinos recibieron dos aportaciones de los denisovanos, mientras que los pueblos de Oceanía solo recibieron el genoma de los denisovanos en un único episodio de hibridación.

Por otra parte, el prestigioso científico de Atapuerca ha añadido que la muestra analizada por Browning y su equipo también incluía «una pequeña representación española, formada por 107 individuos». Al respecto, Bermúdez de Castro añade que «en cuanto a los españoles, podemos decir que [según la muestra estudiada] los genes de los denisovanos no forman parte de nuestra herencia genética». Probablemente, esto podría explicarse por la gran distancia que separa la Península Ibérica de Siberia y del este de Asia.

Refiriéndose a los resultados que se desprenden de su investigación, Sharon Browning explicaba en una conversación mantenida con la citada antropóloga Kiona Smith, que «me sorprendió que hubiera dos grupos muy diferentes de denisovanos que aportaran ADN a los humanos modernos; no era algo que esperaba ver». En tal sentido, continúa Browning, «estudios como este muestran que la historia demográfica humana ha sido notablemente más compleja de lo supuesto»; y concluye afirmando que «la complejidad de nuestra historia nos dice, además, que quizás tampoco éramos tan distintos como hemos creído de los homininos con los que nos encontramos [después de salir de África]».

El profesor de la Universidad de California en el campus de Santa Cruz, Richard Green, experto en paleogenética, informaba a la BBC durante una entrevista que «en lugar de la historia clara que solíamos utilizar para explicar la migración desde África de los humanos modernos y el reemplazo de los neandertales [o de otras especies de homininos], ahora tenemos estas líneas entrecruzadas con más participantes y más interacciones de lo que previamente suponíamos».

Para terminar, queremos advertir que esta entrada al blog es solo un resumen en el que hemos incluido la parte más sobresaliente. Es lo que podemos considerar la típica «punta de un iceberg» del complejo y minucioso trabajo realizado por Sharon Browning y su equipo. Su artículo, junto a muchos otros estudios que actualmente están saliendo a la luz, reflejan la sorprendente maraña de interrelaciones, cruzamientos e hibridaciones que tuvieron lugar entre los distintos grupos de homininos hace entre unos 200 000 y 40 000 años, principalmente en el enorme continente al que los especialistas suelen llamar Eurasia (desde Lisboa a Vladivostok).

Expertas y expertos formados en diversas disciplinas están dilucidando esos caminos entrecruzados, gracias en gran medida, a las huellas y señales que permanecen en el material genético de los humanos que hoy poblamos el planeta, y también a los novedosos métodos y técnicas analíticas diseñados que permiten detectar y estudiar esas huellas. El excelente trabajo de Sharon Browning y sus colegas ha contribuido a intensificar un debate que está trastocando profundamente el modelo defendido hasta hace muy poco tiempo sobre nuestro pasado lejano. Y, una vez más, se constata el significativo papel que en un complejo ámbito están jugando las científicas.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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