Aunque no siempre ha sido así, a día de hoy existe un amplio consenso social en torno a la importancia de hacer investigación. La ciencia nos permite avanzar como sociedad, trascender límites previos, conocer cuestiones que nos estaban vetadas hasta hace poco o resolver problemas que nos permitan mejorar nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, para que todo eso ocurra, es imprescindible no sólo que se haga ciencia, sino que se transmita ciencia, y que esa transmisión se realice de una manera responsable. Los conocimientos generados en las universidades o las instituciones de investigación han de ser puestos a disposición del público general, para que exista así un trasvase de información entre un mundo y el otro.
Tal planteamiento de partida está claro pero, ¿qué ocurre realmente?, ¿se lleva a cabo esa transferencia?, ¿de qué manera?, ¿bajo qué criterios? Con estas preguntas en mente iniciamos hace algún tiempo un trabajo de investigación acerca de la divulgación del conocimiento en Prehistoria cuyas conclusiones han sido recientemente publicadas.
La Prehistoria en la pantalla
A través del análisis de documentales y vídeos cortos de amplia difusión queríamos comprobar si las reconstrucciones que se realizan sobre la Prehistoria y que vemos en casa en la televisión, o en el ordenador cuando navegamos por internet, recogen los avances que se han producido en la investigación arqueológica.
Especialmente nos interesaba la perspectiva de género: qué roles se asocian en las reconstrucciones del pasado a las mujeres y a los hombres, y por qué. A pesar de la incorporación de la perspectiva de género en Arqueología, con trabajos iniciados ya en los años 80, el resultado obtenido es un tanto desolador.
No obstante, las conclusiones del trabajo nos ayudan también a generar propuestas para resolver el problema y poder ofrecer, de ahora en adelante, reconstrucciones de mayor calidad científica.
La reconstrucción del pasado
La Prehistoria comprende la mayor parte de la historia de la humanidad, desde el Paleolítico hasta los inicios de la escritura. La lejanía en el tiempo con el presente nos impide elaborar reconstrucciones completas, y con bastante frecuencia contamos con datos que resultan insuficientes para ofrecer un relato detallado. Esto no significa que no podamos conocer el pasado, sino que debemos ser cautos a la hora de explicarlo, y evitar caer en presentismos y explicaciones anacrónicas que puedan estar sesgadas.
La inclusión de la perspectiva de género en Arqueología ha puesto sobre la mesa los problemas generados a causa de un sesgo androcéntrico, es decir, motivados por una mirada que prioriza lo masculino sobre lo femenino, a menudo de forma inconsciente. Porque nuestro mundo presenta unas determinadas asociaciones de género, pensamos que en el pasado también debió ser así y, a la vez, creemos que nuestros roles de género son de una determinada manera porque en el pasado lo fueron. Pasado y presente se autoexplican en un círculo perfecto. Se hace obligatorio preguntarse: ¿qué hay de realidad en todo esto?
¿Qué sabemos de las mujeres y los hombres que vivieron en la Prehistoria?
Resulta complicado responder con brevedad a cualquier pregunta relacionada con la Prehistoria en su conjunto. A lo largo de los miles de años en los que la humanidad vivió previamente al origen de la escritura tuvieron lugar innumerables cambios y transformaciones trascendentes: la sedentarización, la agricultura, la ganadería, el desarrollo de diferencias sociales o la aparición y consolidación de la desigualdad de género, entre otras muchas.
Esta última, sin embargo, el inicio de la diferencia de poder entre hombres y mujeres, ha sido hasta hace relativamente poco, entendida como natural. Y esa naturalidad o esencialismo ha propiciado interpretaciones y reconstrucciones no basadas en evidencia material alguna.
¿Cazaban los hombres y recolectaban las mujeres de las sociedades cazadoras y recolectoras del Paleolítico Superior?, ¿eran los hombres los jefes de los primeros grupos neolíticos?, ¿había jefes siquiera, en los primeros grupos neolíticos? Lo cierto es que no contamos con datos ni arqueológicos ni antropológicos suficientes como para responder de forma taxativa y clara a las preguntas anteriores.
Nuestra visión del pasado prehistórico está fuertemente condicionada por las asociaciones de roles de género que vivimos y experimentamos en la sociedad actual, e imaginamos a quienes vivieron hace 7.000, 6.000 o 5.000 años como a nosotros y nosotras mismas.
Las gentes de la Prehistoria en el mundo audiovisual
En el conjunto de 39 documentales y vídeos cortos analizados, producidos entre los años 2000 y 2013 en España, hay una enorme diferencia en la representación de hombres, mujeres, niños y niñas.
En términos cuantitativos, los varones aparecen en 524 ocasiones (el 54,8%), las mujeres en 255 (26,67%), los niños 62 veces (6,49%) y las niñas, 34 (4,08%) (en el casi 8% restante, que corresponde tanto a adultos (6,27%) como a infantiles (1,67%), no había un género claramente marcado). ¿Es que acaso en la Prehistoria vivieron más hombres que mujeres?, ¿más niños que niñas? Las reconstrucciones audiovisuales analizadas crean sociedades imposibles al sobrerrepresentar a los hombres y los niños e infrarrepresentar a las mujeres y las niñas. “El poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural”, como ya dijera Virginia Woolf.
Si pasamos de la cantidad a la calidad, los resultados son similares. La mayor parte de los hombres se muestran cazando, pescando, tallando piedra, elaborando útiles de metal, participando en actividades religiosas o simbólicas o encargados de la política y la guerra. Frente a ellos, las mujeres cuidan, cocinan, tejen o, simplemente, no hacen nada.
Vídeo realizado para el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera que muestra una reconstrucción sin sesgo de género.
Casi 40 años después de las primeras críticas feministas en España al modo en el que se interpreta y reconstruye el pasado en Arqueología, las cosas no parecen haber cambiado mucho. Ni la Arqueología prehistórica ni la Antropología, a día de hoy, cuentan con datos que nos permitan avalar científicamente tal visión.
Hacia una divulgación responsable
Es imprescindible que los investigadores e investigadoras nos preguntemos qué conocimiento estamos transmitiendo y por qué. Además, resulta crucial que quienes producen documentos audiovisuales cuenten con asesoramiento científico, y que el público general pueda saber cuáles son los criterios seguidos a la hora de establecer los roles de género en un documental sobre la Edad del Cobre o en un vídeo explicativo corto acerca de los habitantes de Altamira.
Algunas preguntas sencillas pueden ayudarnos en esta tarea. Como si de un test Bechdel se tratara, cabe plantearse: ¿cuántos hombres, mujeres, niñas y niños aparecen?, ¿qué actividades está realizando cada uno de ellos? Creemos que, como norma, y en los casos en que no exista información científica disponible, debe adoptarse el criterio explícito (y declarado) de no marcar el género de los individuos en las recreaciones, animaciones reales y/o animaciones 3D o, si se hace, que sea indistintamente, de forma que tanto ellos como ellas realicen las mismas actividades. Sólo así será posible avanzar con firmeza y solvencia en la recreación del pasado.
Sobre la autora
Marta Cintas Peña, Doctora en Historia. Grupo de investigación ATLAS – Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de Andalucía, Universidad de Sevilla.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.
4 comentarios
Me ha gustado este artículo. La invisibilidad a la que se ha sometido a las mujeres a lo largo de la prehistoria es realmente lamentable. Y no solo, como tan bien se nos explica en esta entrada, se ha ignorado a las mujeres de nuestra especie. En tiempos muy anteriores, desde los orígenes del género Homo hasta Homo sapiens, se ha pretendido adjuticar todos los logros del proceso evolutivo a a actividades realizadas por los hombres, impregnando la evolución humana de un androcentrismo intolerable.
Felicito a las autoras de este trabajo, y aplaudo, y comparto, la necesidad de dar a conocer los sesgos de género y el presentismo con que se ha pretendido, y se sigue pretendiendo, interpretar nuestro pasado lejano.
Un saludo.
Felicitaciones a la autora por este artículo, era hora de que alguien, y quién mejor que una Doctora en Historia, se planteara esta cuestión. Tenemos la mala costumbre de teñir todo con el color de nuestra realidad cultural y contexto social, sin cuestionarnos si no cabe la posibilidad de que las cosas pudieran ser diferentes. Saludo este sano ejercicio de presentar una nueva lectura a la mirada tradicional de nuestra historia y prehistoria. Gracias.
Gaia agradecida…como todo mi Ser.
Infinitas Gracias
[…] ¿Quién ejercía los cuidados en la Prehistoria? […]