Elen Feuerriegel, joven investigadora en la conjunción de ciencia y aventura

Vidas científicas

Nuestros logros como científicas pueden servir como referentes a las jóvenes. Numerosas mujeres ya han hecho este tipo de trabajo antes. Y lo han hecho realmente muy bien.

Elen Feuerriegel

En octubre de 2013, la joven antropóloga australiana Elen Feuerriegel, estudiante de doctorado en la Universidad Nacional de Australia, leyó un inusual anuncio en Facebook escrito por el paleoantropólogo Lee Berger, profesor de la Universidad de Witwatersrand, donde exponía que necesitaba excavadores con experiencia en paleontología o arqueología para una excitante expedición en Rising Star (Sudáfrica). El mensaje apuntaba que la persona debía ser delgada y preferentemente pequeña. No debía padecer claustrofobia y estar en buena forma física.

Elen Feuerriegel, formada en antropología por la Universidad de Queensland, conocía que los estudios sobre evolución humana debían mucho a los numerosos hallazgos realizados en los sistemas de cuevas de Sudáfrica. Al leer el anuncio publicado en Facebook, Feuerriegel pensó que era una oportunidad que no debía dejar pasar. De inmediato, envió a Sudáfrica un resumen de su currículo.

Las seis espeleólogas seleccionadas. De izquierda a derecha: Becca Peixotto, Alia Gurtov, Elen Feuerriegel, Marina Elliott, Katherine Lindsay Eaves y Hannah Morris. Fotografía: Dave Ingold.

Tras una entrevista vía Skype, Feuerriegel fue aceptada para formar parte del equipo que se internaría por la prometedora, pero peligrosa, cueva de Rising Star. Junto a otras cinco jóvenes científicas y espeleólogas, constituyeron un grupo que se hizo conocido como las astronautas subterráneas (underground astronauts) por su vestimenta de trabajo.

El relato de una peligrosa expedición

En un excelente trabajo, The ‘underground astronaut’ in search of ancient bones, dividido en siete capítulos con magníficas ilustraciones, y publicado el 26 de agosto de 2017 en ABCScience, la acreditada periodista científica Genelle Weule, que lleva trabajando en esta revista digital más de 15 años, ha descrito la arriesgada expedición en Rising Star. La escritora incluye, además, algunas impresiones que Elen Feuerriegel le había comentado acerca de su experiencia en aquel proyecto.

Weule empieza apuntando que cuando salió el anuncio de Lee Berger, Feuerriegel estaba realizando su tesis doctoral sobre la anatomía de las extremidades superiores (brazos y hombros) de los hominoideos (grupo de simios antropomorfos de gran tamaño, caso de los gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes, que también incluye a Homo sapiens y sus ancestros) en la Universidad Nacional de Australia. Asimismo, contaba con una interesante experiencia de campo. Había trabajado en yacimientos de neandertales en España (concretamente en la Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar y en la Sima de lasPalomas del Cabezo Gordo, Murcia). Además, participó en la exploración de las Cuevas Jenolan (Jenolan Caves en Nueva Gales del Sur, al este de Australia).

Elen Feuerriegel. Imagen de su cuenta de twitter.

Valga concretar que esta antropóloga está especializada en la biomecánica del hombro de los homininos y su papel en la producción de herramientas. Recordemos que los utensilios de piedra más antiguos conocidos hasta ahora proceden de yacimientos del este de África (Kenia y Tanzania, principalmente), y tienen una edad en torno a los 2,6 millones de años. Hoy se sabe que las habilidades técnicas implicadas en su producción son mucho más complejas que simplemente golpear una piedra contra otra; además, es conocido que estos útiles podían usarse con fines muy variados, como cavar la tierra para extraer raíces alimenticias, cortar vegetales fibrosos, descarnar los cadáveres de grandes animales, y un largo etcétera.

El cualificado blog TrowelBlazers, dedicado a dar a conocer las actividades de las mujeres en disciplinas como la geología, arqueología o paleontología, ha incluido a Elen Feuerriegel entre sus protagonistas por sus trabajos sobre la relación entre la anatomía hominina y la fabricación de utensilios de piedra. La investigadora apunta que averiguar quien elaboró las primeras herramientas es una cuestión que aún carece de respuesta consensuada. Se trata de una cuestión difícil porque no había una única especie de hominino en el entorno de la época en que aquellas se fabricaron, y por tanto es posible que más de una de esas especies fuera capaz de elaborarlas.

Es en este punto donde se inserta la investigación de la tesis doctoral de Elen Feuerriegel: si no podemos decir quien elaboró las herramientas de piedra a partir de un estudio directo de éstas, quizás podamos hacerlo estudiando los homininos, más específicamente, la anatomía de sus extremidades superiores y hombros (Becky, TrowelBlazers).

Retomando el artículo de Genelle Weule, tras diversas conversaciones con Berger, la escritora revela lo que opinaba el investigador de Feuerriegel: «es una científica excéntrica, pero con una mente brillante […]. Tiene la exacta medida de riesgo frente a seguridad, conocimientos y una gran comprensión de la morfología hominina». Además, sus 1,60 metros de estatura le proporcionaban el tamaño adecuado para arrastrarse a través de los túneles más pequeños de la cueva.

Así pues, Feuerriegel fue aceptada para formar parte del equipo y unas semanas más tarde llegó a Sudáfrica para unirse a la expedición. El campamento de Rising Star ya estaba preparado, relata Weule. Contaba con numerosas tiendas de campaña, y en una de ellas se encontraba la tecnología que iba a monitorizar los avances del equipo a través de todo el sistema de la cueva, y a difundir la aventura al mundo a través de los medios.

Sobre sus primeras impresiones, Feuerriegel revela a la periodista: «Cuando uno desciende en una cueva, en particular en la Cuna de la Humanidad [nombre que suele darse a la región de cuevas sudafricanas], la primera sensación que se experimenta es la oscuridad, pero la segunda es el polvo. El polvo está por todos sitios, se levanta con mucha facilidad al moverte de modo que no puedes evitar respirarlo y sentirlo en tu boca». Añade que otra sensación experimentada es «el amortiguado sonido de las alas de los murciélagos que vuelan en el aire húmedo y llena tus oídos».

Sección general de la cueva Rising Star. Imagen: Wikimedia Commons.

Con relación al poco espacio, confiesa que «el sentimiento de claustrofobia es un poco más intenso cuando no se puede ver por dónde vas», ya que solo contaban con la luz de las lámparas del casco. Igualmente expresa que la peor parte de todas era una especie de canal (lo llamaron The Tube), tan estrecho que las espeleólogas no podían ni siquiera ponerse sus arneses de seguridad.

Al final del trayecto encontraron la meta del arriesgado viaje: la cámara Dinaledi, situada a unos 30 metros de la superficie. El suelo y las paredes revelaban una enorme cantidad de huesos fósiles incrustados, muchos más de los que el equipo esperaba hallar. Tras el sorprendente y emocionante descubrimiento, las espeleólogas transportaron durante tres semanas miles de fragmentos de huesos hasta la superficie.

La valiosa carga, explica Weule, iba cuidadosamente envuelta en papel de burbuja y empaquetada en pequeños contenedores. Una vez en el exterior, las piezas se trasladaban a la llamada tienda de ciencia, donde eran desenvueltas, fotografiadas, limpiadas y catalogadas. El equipo recuperó alrededor de 1 500 fragmentos de al menos quince homininos de todas las edades, incluyendo el esqueleto casi completo de un individuo.

Elen Feuerriegel, junto a las demás científicas responsables de la exhumación de los huesos y el resto de los paleoantropólogos de la expedición, dedicaron largas horas a la descripción y análisis de todos esos fósiles. Dos años más tarde, tras el intenso estudio del material, Lee Berger daba una rueda de prensa para anunciar al mundo que se había descubierto una nueva especie humana a la que bautizaron con el nombre de Homo naledi (naledi significa estrella en el lenguaje local Soho).

Tal como describe la editora y escritora de la revista American Scientific (Investigación y Ciencia), Kate Wong, dedicada al estudio de los orígenes de la humanidad desde hace más de una década, el nuevo hominino representaba una «mezcla intrigante de rasgos antiguos y modernos, así como algunas características no conocidas en ninguna especie de hominino». Para Berger y colaboradores, tan novedosa combinación justificaba el atribuir los fósiles de Rising Star a una nueva especie; no obstante, es necesario advertir que aún no existe consenso al respecto.

Holotipo de Homo naledi. Imagen: Wikimedia Commons.

Nace una encendida polémica

Cuando en septiembre de 2015 se hizo público el descubrimiento de una supuesta nueva especie, junto al entusiasmo despertado en los medios, surgió también un duro debate entre la comunidad de especialistas. La citada escritora Genelle Weule explica que «algunos paleoantropólogos pensaron que el equipo, financiado por National Geographic, se había precipitado con los resultados y especulado con sus hallazgos». En palabras de la experta reportera «se abrió un nuevo capítulo en la evolución humana, y un fiero debate sobre cómo debe conducirse la ciencia en esta época de medios masivos».

En esta línea, Kate Wong, de American Scientific, apuntaba que «parte de la élite paleoantropológica se encontraba descontenta. Nadie cuestionaba que el hallazgo fuera importante –una cueva llena de fósiles humanos es extraordinaria–, pero la forma en que el equipo había recuperado e interpretado los huesos, al tiempo que los daba a conocer “a bombo y platillo”, levantó sospechas». Berger fue incluso acusado de «mezclar ciencia y teatro».

Elen Feuerriegel. Imagen: Pixabay.

Weule, por su parte, ha señalado que la expedición también recibió críticas por emplear científicas muy jóvenes y solo mujeres. «De acuerdo con la generación más joven de paleoantropólogos, puntualiza la periodista, el campo está dominado por hombres con fuertes personalidades y opiniones. Y, con más científicos que huesos, el ámbito es altamente competitivo». Al respecto, Feuerriegel manifestaba a Weule: «Vemos poderosas personalidades que impiden o limitan el acceso a la investigación de fósiles clave a los demás para poder mantener el control de la historia que quieren contar acerca de diversos hallazgos».

En relación a las críticas recibidas porque todas las espeleólogas hayan sido mujeres, Elen Feuerriegel afirmaba: «He tenido en este ámbito experiencias de sexismo, recibiendo críticas particularmente por intentar conseguir un trabajo solo porque soy una mujer científica». Aunque más adelante manifiesta que, a pesar de todo, últimamente «estamos detectando pequeños cambios entre la gente que valora los trabajos iniciales en las carreras de ciencias. Se trata de personas capaces de asumir la posibilidad de dar más oportunidades a quienes tradicionalmente no son elegidos para ese tipo de proyectos». Y sostiene con cierto optimismo, «en este sentido, creo que estamos haciendo progresos. Aunque son aún muy lentos».

En la misma línea, comentaba en su país Elen Feuerriegel a la periodista de The Canberra Times, Alexandra Back, que «es importante que nuestros logros como mujeres científicas alcancen al gran público. Pueden servir como referentes a las jóvenes para dedicarse a campos como este, sin tener que preocuparse por la discriminación o por sus propias capacidades, porque numerosas mujeres ya han hecho este tipo de trabajo antes. Y lo han hecho realmente muy bien».

La carrera científica después del gran descubrimiento

En el último capítulo de su artículo, Genelle Weule apunta que Elen Feuerriegel, al acabar su trabajo en Rising Star, volvió a Australia. En la universidad, sumó a su investigación anterior los resultados obtenidos a partir de los huesos de Homo naledi. Tras un meticuloso estudio de la biomecánica de los hombros, brazos y manos en los abundantes restos recientemente extraídos, y su posible papel en la producción de herramientas, elaboró y defendió una brillante tesis doctoral.

Una vez doctorada, se trasladó a los Estados Unidos y en la actualidad trabaja en la Universidad de Washington en Seattle, donde continúa investigando la anatomía ósea de los homininos e imparte clases sobre el tema. Además, en los últimos años ha vuelto a Rising Star para un par de excavaciones cortas.

Y para terminar, señalemos que Elen Feuerriegel ha revelado a Genelle Weule que «en esta profesión trabajas con material fósil, pero típicamente se trata de un material que al menos cien personas han manipulado antes que tú». Y añade que, aunque sea interesante saber «qué manos han sostenido ese fósil, no puede ni compararse con ser capaz de desenterrar algo por ti misma y pensar que es completamente nuevo para la ciencia; que se trata de algo que no ha sido contemplado desde hace miles y miles de años». Y con entusiasmo subraya «que tus ojos sean los primeros en posarse en él, tras un largo largo tiempo, es un increíble privilegio».

Referencias

Nota de la editora

Esta serie sobre el descubrimiento de los restos fósiles de homininos en el sistema de cuevas de Rising Star (Johannesburgo, Sudáfrica) consta de cinco artículos

  1. Marina Elliott, joven antropóloga en la expedición de cueva de Rising Star (Sudáfrica)
  2. Elen Feuerriegel, joven investigadora en la conjunción de ciencia y aventura
  3. Dos expertas en evolución humana, Lindsay Eaves y Alia Gurtov, coprotagonistas en la arriesgada expedición de Rising Star
  4. Becca Peixotto y Hannah Morris completan el equipo excavador de Rising Star
  5. Breve crónica de la presencia femenina en el descubrimiento de la última especie humana

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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