Las pequeñas tallas femeninas procedentes del Paleolítico Superior han generado un monumental cuerpo de literatura que ha incluido discutidas teorías sobre su papel de diosas, símbolos de la fertilidad y maternidad, o bien su función de objetos eróticos. Curiosamente, muchos de los estudiosos que con tanta meticulosidad las analizaron, aparentemente no advirtieron que algunas de ellas presentan señales de llevar ropas o adornos corporales.
Sin embargo, una detallada observación de las pequeñas tallas, apoyada en el uso de los métodos y técnicas más modernos, ha desplazado en no pocos debates el foco de atención desde la desnudez de las imágenes a la presencia de posibles, aunque sutiles, vestimentas o adornos. Lo interesante de estos ornamentos, dispuestos en la cabeza o en otras partes del cuerpo, es que dan la impresión de estar delicadamente tejidos con finas cuerdas o fibras. Y si así fuera, tendrían un considerable significado porque podrían estar relacionados con los primeros pasos de la producción textil o de la cestería. La pregunta vibra en el aire: ¿Serían las mujeres paleolíticas capaces de tejer los primorosos adornos que lucen?
La respetada profesora de Arqueología y Lingüística del Colegio Occidental de los Ángeles Elizabeth W. Barber ha sido una de las primeras investigadoras en registrar la presencia de objetos tejidos en las estatuillas. Además, esta experta pionera ha defendido durante décadas la necesidad de interpretar tales objetos con el máximo rigor posible. Cuando Barber estudió las pequeñas figuras, en vez de dedicar su atención a las tantas veces analizadas y discutidas proporciones del cuerpo (tamaño de los pechos, las caderas, detalles del sexo, etc.), optó por concentrarse en algo que llamó profundamente su atención: los gorros, bandas en la cintura o en el pecho, faldas de cuerdas y otras formas de decoración que algunas lucían.
En el año 1994, Elizabeth W. Barber expuso ante la comunidad de expertos que numerosas estatuillas portaban algún tipo de ornamento trenzado a partir de fibras vegetales. Se trataba de una idea un tanto insólita, porque en el contexto de la arqueología del momento se daba por hecho que los humanos no inventaron el tejido hasta después de abandonar la vida nómada y establecerse en villas agrícolas permanentes con plantas y animales domesticados. Y estos acontecimientos tuvieron lugar en distintos territorios del mundo en el Neolítico, hace unos 8.000 años: una vez sedentarios, se suponía que nuestros antepasados pudieron desarrollar tecnologías como la cerámica o los textiles. Sin embargo, las estatuillas paleolíticas tienen edades que oscilan entre 15.000 y 35.000 años y por tanto, ante la idea de que ellas lucieran supuestos tejidos, la opinión generalizada sentenciaba que «nadie podría tejer textiles tan complicados hace tanto tiempo». Esta era la principal razón por la cual el tema apenas se había analizado en profundidad.
En contra del criterio dominante, sin embargo, Elizabeth Barber optó por investigar el asunto. Emprendió un meticuloso trabajo cuyos resultados le confirmaron una y otra vez que la gente del Paleolítico Superior ya sabía utilizar fibras vegetales. La estudiosa pasó a ser una científica de vanguardia, al proponer, con datos en la mano, que el origen de la tecnología textil era notablemente anterior al Neolítico. Centrando la atención en los textiles, que por lo general se han considerado principalmente productos de la actividad femenina, Barber propuso nuevas perspectivas sobre la vida de las mujeres prehistóricas, su trabajo y sus valores.
De hecho, hasta aquellos años las descripciones de las pequeñas tallas se habían limitado a indicar que algunas presentaban un peinado muy complejo. Así por ejemplo, en relación a la figura de Willendorf, el profesor de Historia del Arte Christopher Witcombe enfatizaba que si se presta atención a su perfil, la célebre escultura parece mirar hacia abajo, con la barbilla inmersa en el pecho y el pelo enrollado alrededor de la cabeza, mostrando un elaborado peinado. De todos modos, este autor no ocultó su extrañeza al considerar «extremadamente raro» que un artista paleolítico prestase tanta atención al pelo de la figura que ha tallado, y por ello sugería que un tocado tan meticuloso debía tener algún significado.
En 1998, el arqueólogo James Adovasio y la antropóloga Olga Soffer, tras una minuciosa inspección del peinado de la estatuilla de Willendorf, llegaron a la conclusión de que su «cabello» era en realidad un gorro tejido, una especie de cofia tan cuidadosamente trenzada que les hizo pensar que en el Paleolítico Superior podría haber existido una extendida tecnología de la fibra. Idea que se ha visto corroborada porque la talla de Willendorf no es la única que parece llevar un gorro tejido. La estatuilla de Brassempouy o Dama de la capucha, por ejemplo, es otra célebre figura cuya cabeza da la impresión de estar cubierta por algún tipo de redecilla o tocado para el cabello.
Los adornos aparentemente hechos de fibras, sin embargo, no se limitan, como decíamos más arriba, a la cabeza. También los hay corporales, como los de algunas tallas que presentan cinturones de los que cuelgan cuerdas. Es lo que se observa por ejemplo en la estatuilla de Lespugne, cuyas amplias caderas muestran en la parte posterior una serie de canales muy marcados que parecen una falda, consistente en once fibras unidas a una cuerda basal que sirve de cinturón. La sogas cuelgan del cinto y están tan escrupulosamente talladas que no sólo se aprecia el retorcido de las fibras, sino incluso como pierden su trenzado y se deshilachan hacia el extremo final.
En el suroeste de Rusia y en Ucrania, en las proximidades del mar Negro, se han hallado numerosos restos arqueológicos. Entre ellos, en una región llamada Kostenki, se han encontrado literalmente docenas de figurillas que muestran marcadas similitudes entre ellas y con las del resto de Europa. Algunas están completamente desnudas, pero otras presentan prendas de vestir y adornos en la cabeza. También se ha hallado un fragmento más bien grande (13,5 cm) de piedra caliza, con un prominente ombligo y unas manos cuyas muñecas portan brazaletes. El análisis de estos ornamentos ha contribuido a consolidar la idea de que la gente del Paleolítico tenía capacidad para tejer ropas, redes o cestos con fibras vegetales (Soffer et al., 2000).
Por otra parte, en el año 1993, salió a la luz un trabajo que exponía que en la República Checa, concretamente en Dolni Vestonice, se habían hallado algunos trozos de arcilla cocida muy antiguos, de una edad comprendida entre 24.000 y 28.000 años. Estos restos conservaban en su superficie unas curiosas impresiones de difícil interpretación. Tras diversos análisis, los especialistas sugirieron que los fragmentos de arcilla hallados podrían corresponder a fracciones de suelo que mostraban huellas o impresiones de lo que parecía una cesta tejida con fibras finamente retorcidas.
Hoy se interpreta que sobre ese antiguo suelo se pudo depositar algún tipo de objeto, como sacos, bolsas, cestos o alfombras, tejidos a partir de materiales extraídos de plantas silvestres y que dejaron su huella. Si esta conclusión fuera correcta, contribuiría a consolidar la idea de que los habitantes de aquella zona ya sabían tejer fibras vegetales.
El hallazgo es importante porque hace retroceder en unos 15.000 años la fecha formalmente admitida por los expertos de las primeras señales de cestería o de textiles. Una vez más, surgen señales que sugieren que la capacidad para aprovechar las estructuras vegetales se remonta a muy atrás en la historia de la humanidad. Además, los análisis realizados con métodos modernos en las marcas detectadas en esos supuestos fragmentos de suelo, parecen revelar conocimientos de variados estilos de retorcer y entrelazar hilos, algunos de los cuales incluso han perdurado hasta el presente.
La tesis que sostiene que el aprovechamiento de las fibras vegetales con diversos fines es muy antiguo, se ha visto también reforzada por un hecho significativo. Numerosas herramientas procedentes del Paleolítico Superior, que hasta hace poco parecían tener una dudosa utilidad y se les había prestado poca atención, ahora, bajo la luz de la nueva perspectiva, pueden entenderse mucho mejor: se trata de los utensilios empleados para tejer.
No son pocos los estudiosos que han subrayado, con notable asombro, que, por la misma época en que unos grupos humanos comenzaban a realizar las primeras pinturas en las paredes de las cuevas del sur de Europa, otros, en el este del continente, estaban produciendo los tejidos más antiguos conocidos. La humanidad florecía entonces con una próspera creatividad que brotaba en distintas partes del viejo continente.
La arqueología de género, que se ocupa de recuperar a la mitad femenina de las poblaciones antiguas, cuenta con numerosas expertas y expertos que han subrayado al respecto el escaso rigor que implica suponer que las mujeres se mantuvieron pasivas contemplando, por ejemplo, el nacimiento de la cestería o que arrastraran igual pasividad ante la creación del maravilloso arte paleolítico. Una de las pioneras, la prestigiosa Margaret Conkey, ha señalado: «No podemos interpretar el material acumulado durante miles años afirmando que todo él está relacionado con actividades masculinas.»
Referencias
- Barber, E. W. (1994), Women’s Work: The First 20,000 Years, New York: Norton.
- Jennett, K. D. (2008), Female figurines of the Upper Paleolithic, Texas San Marcos.
- Martínez Pulido, C. (2012), La senda mutilada: la evolución humana en femenino. Biblioteca Nueva. Madrid.
- Soffer, O., Adovasio, J. M, y Hyland, D. C. (2000), «The “Venus” Figurines: Textiles, Basketry, Gender, and Status in the Upper Paleolithic», Current Anthropology 41, págs. 511-537.
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.
19 comentarios
Acertada tesis sobre la antigüedad probable de la cestería o tejido con fibra vegetal , es notorio el detalle en distintas figurillas.
De ninguna manera se puede interpretar la pasividad femenina y menos siendo único género esculpido con distintos fines a tan temprana edad.
Gracias por aportar al conocimiento
Hola Marcia, gracias por tu comentario. Ciertametne, es llamativo que las estatuillas se examinaran con tanta meticulosidad, durante décadas y no se reparara en que lucian adornos corporales probablemente hechos de fibras. Y por otra parte, me gusta que subrayes la imposible pasividad de las mujeres: la interpretación sesgada y sexista de la prehistoira ha sido abrumadora. Me encanta el dato, proporcionado por la profesora M. E. Salahuga, que dice: durante más de 20.000 años y desde los Pirineos a Siberia el arte mueble hallado representaba figuras femeninas, ¿dónde queda el varón como representante «completo» del ser humano que defendía Aristóteles?
Un cordial saludo
Carolina
totalmente de acuerdo. Es notorio.
Interesantísimo artículo!!!. Interesante y desconocida para mi la tesis de la profesora E. Wayland Barber, a la cual descubrí en el apasionante libro » Las momias de Ürümchi», editado en castellano por la editorial Debate. El mundo de los tejidos, y geopolítica de Asia Central, todo en uno!.
Animo con la página y el gran tema Mujer y Prehistoria… Todo por hacer, descubrir, y reescribir!
Hola M8. Me alegra que te interesara el artículo. Y tienes razón con respecto a E. W. Barber, ha escrito trabajos y libros apasionantes sobre las mujeres en la prehistoria. Precisamente una de las cosas por las que me encanta participar en este blog es porque vas descubriendo cada vez más figuras femeninas. Sobre Barber tengo intención de escribir acerca de sus aportaciones sobre lo que ella llama «la revolución de la cuerda» ¿Cuándo inventaron nuestros antepasados sacos, bolsas, mochilas, redes…? ¿Y cuánto participaron las mujeres? En fin, como dices, un tema apasionante.
Un cordial saludo.
Me alegra sobremanera ese esfuerzo monumental de la arqueología de género de rescatar las valiosas contribuciones que hicieron y siguen haciendo las mujeres en el mundo pasado y en el presente. No sé a quíen se le ocurre que la mitad del genero humano, con igual cantidad de neuronas, tenga menos peso que la contraparte masculina. Aun hoy, en pleno siglo XXI, hay que recordarles a muchos lo mucho que le debemos a las mujeres! Exitos y gracias por el artículo.
Buenos días, me gustaría aportar algunas ideas a esta entrada.
En primer lugar, sobre el trabajo con fibras vegetales como materia prima. Está documentado el uso de vegetales como herramientas (incluyendo la elaboración de nidos) por distintos géneros de la familia de los hominoideos (https://www.academia.edu/12903879/Primate_archaeology). Igualmente de herramientas líticas que ha obligado a replantearse la autoría de muchas de las industrias más antiguas. De modo que trabajar con materias vegetales ha formado parte del acervo de conocimientos de la especie humana desde sus orígenes.
En segundo lugar, sobre el concepto de materias primas que no fosilizan. Repasando las culturas de cazadores recolectores actuales (tomando como base las descripciones más antiguas, para evitar aculturaciones del presente) podemos comprobar que disponen de una amplia variedad de instrumentos y piezas de adorno realizados con madera, fibras vegetales, cuero y otras materias primas de origen animal (intestinos, plumas, tendones, etc.) que no fosilizan (normalmente) y por lo tanto, no aparecen en el registro arqueológico. Cuestiones como el almacenamiento, la transformación de alimentos con fuego (cocinar usando como recipiente un odre) o el transporte (sobre todo si hablamos de sociedades no sedentarias) deben resolverse de manera eficiente y sin generar excesos de carga. Por lo tanto, las fibras vegetales ofrecen una solución eficiente y rápida para gestionar esta cuestión básica. Tal vez el problema haya sido asumir que su ausencia del registro arqueológico implicaba la no existencia de este tipo de industrias.
Por otra parte, ha sido igualmente erróneo (y absurdo) dar por sentado que todo el trabajo de las sociedades paleolíticas recaía en los hombres. Establecer una división veraz de cómo se desarrolló ese trabajo según el género es ya cosa muy distinta. Una construcción mental como ésta, aunque puede que tengamos sus claves en obras de arte rupestres o mobiliares, todavía no está descifrada. Ni siquiera sabemos cuántos roles de géneros contemplaban estas sociedades, entendiendo como género la construcción social y cultural que define las diferentes características emocionales, afectivas, intelectuales, así como los comportamientos que cada sociedad asigna como propios y naturales de hombres/mujeres o si los había más allá de la diferencia biológica.
Muchas gracias, saludos.
gracias por esta precisión
Muchas gracias, Cesar, por tu alentador comentario. Es muy cierta tu reflexión sobre el valor de la mitad de la humanidad representado por las mujeres; es realmente incomprensible que se las haya marginado (y que aún se siga haciendo) de una manera tan lamentable. Todas y todos debemos poner nuestro «granito de arena» para corregir tanto error .
Un cordial saludo,
Carolina
Este artículo tiene un año ya sin embargo acabo de descubrirlo. Muchas gracias por ello, muchas gracias por este blog que acabo de descubrir y va a pasar ya a mis favoritos.
Como humilde profesora-maestra de personas adultas, a mis alumnos mayores de 65 años, en el curso pasado, les introduje en el mundo de la prehistoria y concretamente, vimos las estatuillas femeninas. Todos y sobre todas, pues la mayoría son mujeres, observamos, a través de fotos, muchas cosas entre ello, las cuerdas, el ropaje como en la de Dama de Lespugue (parte trasera, muy similar a faldas africanas), los peinados – que much@s sugirieron que si eran GORROS y por supuesto no les contradije – ( para mi, las opiniones o observaciones de mis alumnos son muy importantes), las cabezas agachadas de muchas de ellas, mirando al suelo como por reverencia o inmersas en algo importante, etc… Surgieron muchas conclusiones interesantes y entre ellas que ya sabían tejer.
Me he quedado estupefacta, al leer este artículo. Extrañeza al constatar que ningún especialista varón de ese periodo, se haya planteado desde hace más de un siglo que esos trazos podían ser FIBRAS TRABAJADAS, a pesar de muchos trabajos que apuntan hacia ello, “con notable asombro”. Si sabían pintar como en Altamira, Lascaux, Chauvet… cómo no iban a saber tejer. Una de las estatuillas, la Vestonicka, de la República Checa, es de arcilla cocida y tiene una antigüedad de entre 29 000 y 25 000 años y además en el suelo hay huella de un entramado de mimbre, nombrado en dicho artículo.
No hay que romper, a la primera, las tesis dominantes pero tampoco decidir hacer de ellas un dogma.
En fin, es triste que sabiendo lo que le hicieron al descubridor de Altamira se repita a otros niveles. Por supuesto, hay que ir con cautela y analizar con seriedad nuevas tesis, pero un grupo de alumnos sin formación alguna, gente del campo y acostumbrad@s a tejer mimbre, lana, lino, cáñamo, etc.. acostumbrados a las faenas manuales campestres, lo vieron y lo verbalizaron.
Hola Marta. Muchas gracias por tu comentario. Es verdad como dices que trabajar con materias vegetales ha sido una parte importante de las actividades humanas, pero también es cierto que este tipo de tarea ha estado relegado a un plano muy secundario. Se ha pretendido adjudicar a los hombres las actividades que tuvieran cierta importancia, y esto ha sesgado al interpretación de nuestro pasado.
Es uno de los objetivos de este blog recuperar el papel de las mujeres y, dentro de lo posible, derribar la idea de que ellas sólo fueron cuidadoras pasivas y sumisas.
Un cordial saludo,
Carolina
Me alegra mucho, Paz, que este blog pase a formar parte de tus favoritos. Me encanta tu profesión, siempre me ha gustado la enseñanza a los mayores, son muy agradecidos y su actitud por lo general resulta estimulante y grata. Entiendo tu estupefacción, me sucedió alto parecido: ¿Cómo es posible que durante décadas y décadas de estudios sobre las estatuillas paleolíticas solo se hablase de sus caracteres sexuales (que es verdad, en muchas están muy acentuados) y no se reparase en que lucían adornos tejidos? El sesgo androcéntrico al interpretar nuestra prehistoria ha estado muy marcado. También es cierto que no debemos optar por romper drásticamente con lo establecido, pero sí enriquecerlo con nuevas teorías que en el fondo lo que hacen es enriquecer nuestros conocimientos y ampliarlos.
Me han gustado mucho tus comentarios.
Saludos cordiales,
Carolina
Hola. No me detenido en todo el artículo, que leeré con la atención que merece. Pero, a bote pronto, quiero comentar que he leído de fuentes fiables que muchas de esas «venus» tienen obesidad propia de la «raza negra» (genéticamente no existen razas, pero para entendernos) y el cabello (en el primer ejemplo parece muy claro) es rizado como el de los africanos. Los datos paleoantropológicos cada vez son más insistentes en que los europeos tuvimos apariencia externa negroide, lo que genéticamente puede sorprender a nadie dado los lapsos temporales de los que estamos hablando. No sé si estos datos han sido descartados por la autora; si es así, estaría bien saber el fundamento. Gracias.
Hola Jaime. Gracias por tu comentario. Es cierto que muchas de las estatuillas de mujeres (las mal llamadas «venus») son gordas, pero no todas, ya que son muy variadas. También hay muchas delgadas. Algunas autoras y autores las han comparado con un grupo étnico caracterizado por tener el trasero y los muslos muy desarrollados (esto se llama esteatopigia). No es de extrañar que los humanos paleolíticos fueran negros, ya que nuestra especie se originó en África. En relación al pelo, hoy se piensa que en vez de un peinado tienen un gorro, probablemente tejido con hierbas. También hay estatuillas con brazaletes u otros adornos que muestran un tejido similar.
Un cordial saludo.
Carolina
Gracias por su respuesta. Por lo que veo, la hipótesis a la que me refiero, que he leído del vehemente erudito africanista Ferrán Iniesta, entre otros autores, no es la más extendida. Y conste que al ver de nuevo varias fotos de «venus» sigo percibiendo con facilidad «rastas», pelos crespos y rizados, y no me cuesta imaginar a una persona de clara ascendencia africana, lo que encaja con las hipótesis más verosímiles sobre la expansión de los primeras H. sapiens por Europa. Por suerte, la ciencia actual, liberada ya de racismo y eugenismo, logrará darnos una respuesta satisfactoria sobre el trayecto y la maravillosa chispa creativa que convirtió a nuestros sufridos antepasados en lo que somos todos y cada uno de los actuales pobladores de la tierra.
Hola Jaime, si miras con detalle los adornos de la cabeza de las estatuillas verás que sí tienen aspecto de gorro. En este blog hay más cosas publicadas sobre el tema, por si quieres verlas. Me gusta lo de «la maravillosa chispa creativa», realmente nuestros antepasados tenían una hermosa capacidad artística, también puedes verlo en las pinturas de las cuevas que habitaron.
Un cordial saludo
Carolina
Hay algunas cosas que no cuadran; los tejidos no son parte del neolítico, sino antes, del mesolítico; y están documentados; y las estatuillas se hacen desde el Paleolítico superior.
Lo que debería hacerse es clasificar a dichas estatuillas según la datación… Y, por cierto, ya se lo ha hecho (eso hace la arqueología una y otra y otra vez).
Ahora, que en toda la abundante literatura no hayan reparado en tejidos y peinados….. Es discutible; sí se lo ha hecho; que con la Venus de Willendorf no se ha reparado el peinado, ¡claro que se lo ha hecho! No solo que SÍ se lo ha hecho, incluso, que mire hacia abajo, no solo permite ver su cabello, sino que hay una teoría que la escultora que diseñó dicha figura lo planteó viéndose desde arriba (¿y si lo diseñó un escultor?).
Hola Juan Diego. Las estatuillas tienen entre 35.000 y 15.000 años. Lo que inicialmente se interpretó como un peinado muy elaborado hoy mayoritariamente se piensa que se trata de gorros o cofias cuidosamente tejidos, al igual que los adornos corporales. Es muy difícil, si no imposible, saber quien talló las estatuillas; probablemente, en unos casos serían mujeres y en otros hombres. La capacidad de crear arte no depende del sexo. Un saludo.
Carolina
[…] Cuando Barber estudió las pequeñas figuras, en vez de dedicar su atención a las tantas veces analizadas y discutidas proporciones del cuerpo, optó por concentrarse en algo que llamó profundamente su atención: los gorros, bandas en la cintura o […]