Al comenzar el siglo XX la Embriología, disciplina que tiene entre sus objetivos esclarecer el sorprendente proceso que lleva a que un óvulo fecundado se transforme en una criatura tan compleja como una rana, una jirafa o un ser humano, estaba atravesando un período de intensa actividad. En Europa, y sobre todo en Alemania, el dinamismo era considerable debido principalmente a un embriólogo de renombre: Hans Spemann (1869-1941), y a sus colaboradores.
No todos los miembros que formaban el equipo de investigación de Spemann eran hombres, aunque sí la mayoría. Entre ellos también hubo mujeres, y en este artículo queremos traer a la luz a una alumna de doctorado Hilde Mangold (de soltera apellidada Pröscholdt) que entre los años 1920 y 1924 realizó, junto al prestigioso biólogo, uno de los trabajos más influyentes, valorados y elogiados en el ámbito de la embriología de aquellos años.
Hilde Pröscholdt Mangold (1898-1924) nació en 20 de octubre en la provincia de Turingia, zona central-este de Alemania. Decidió estudiar Zoología, y cuando contaba 20 años ya era alumna destacada de la Universidad de Francfort. Allí tuvo la oportunidad de asistir a una conferencia de Hans Spemann, y le resultó tan estimulante que de forma casi inmediata tomó la decisión de continuar sus estudios en este campo y poner en ello todos sus esfuerzos.
Completamente decidida a dedicarse a la investigación, en 1920 Hilde Pröscholdt llegaba llena de entusiasmo a la Universidad de Friburgo. Aquí se incorporó como alumna de doctorado a un interesante curso teórico-práctico, y tuvo por compañeros a jóvenes que en el futuro se convertirían en destacados embriólogos. Entre ellos estaba Viktor Hamburger (1900-2001), quien posteriormente la describiría en su libro, publicado en 1988, como una persona de carácter abierto, franco, alegre, viva y encantadora. Subrayaba también su compañero y amigo que Hilde Mangold complementaba un gran sentido del humor con un intelecto penetrante y reflexivo, y que tenía un rango de intereses muy amplio, incluyendo el arte junto a las ciencias. En 1921 se casó con otro afamado embriólogo, Otto Mangold, en aquel entonces principal ayudante de Spemann.
Después de un semestre de importantes esfuerzos, Spemann tomó conciencia de que se encontraba ante una estudiante con tanto talento como determinación, y entre los dos acordaron el tema para la tesis doctoral de la joven. Convencido de las notables capacidades de su discípula, el maestro decidió darle su proyecto más atractivo: trasplantes de tejidos entre salamandras de distintas especies.
A partir del momento en que Hilde Mangold comenzó a trabajar con embriones de salamandra, puso de manifiesto una gran habilidad en la ejecución de una serie de refinados experimentos cuyo fin era demostrar la capacidad de organización de un determinado fragmento de tejido embrionario. Aunque su trabajo era altamente especializado, podemos resumir diciendo que la joven investigadora aislaba un pequeño trozo de un embrión y lo injertaba en otro. Lo sustancial fue que demostró que el tejido injertado era capaz de organizar las células circundantes en el receptor e inducir la formación de un embrión gemelo: un embrión secundario casi completo desarrollado en el vientre del embrión primario (hospedador).
Estos extraordinarios experimentos, que fueron muy numerosos, delicados y altamente complejos, proporcionaban un soporte experimental al concepto de «organizador»: el tejido trasplantado había inducido u «organizado» la formación de todo un embrión secundario en la región donde se injertó en el hospedador. Para los especialistas de la época se trataba de unos resultados de extraordinario valor.
Hilde Mangold, poseedora de una profunda y definida vocación científica, estaba totalmente decidida a no escatimar esfuerzos para que su tesis doctoral estuviese entre las de máxima calidad y rigor. Prueba de ello es que muy pronto logró realizar 274 experimentos plagados de dificultades técnicas, en los que implicó a varias especies de salamandra. A pesar de que dos de cada tres de los embriones que manipulaba morían pronto (recordemos que trabajaba antes del descubrimiento de los antibióticos que evitan infecciones después de una cirugía), la prodigiosa pericia y notable paciencia de la joven le rindieron el resultado de un 15% de supervivientes hasta el tamaño necesario.
Como consecuencia de su excelente trabajo, en 1923 Hilde Mangold pudo defender su tesis doctoral y lograr una de las mejores calificaciones posibles en la universidad alemana de aquellos años. Se doctoraba pues impecablemente a los 25 años de edad y en uno de los laboratorios de mayor prestigio de la época.
Al año siguiente, en 1924, salió publicado el artículo sobre el organizador, pero desafortunadamente Hilde Mangold no vivió para ver el gran impacto que sus experimentos ejercerían en la embriología experimental. Murió justo cuando su trabajo iba a publicarse, víctima de un accidente doméstico (el incendio del calentador de gas) que le provocó terribles quemaduras por todo el cuerpo. No obstante, la malograda científica dejó multitud de excelentes preparaciones microscópicas y libretas de laboratorio con cuidadosas notas, que posteriormente han resultado de extraordinaria utilidad para los especialistas en la materia.
Además, antes de su muerte la joven había realizado otros experimentos, no incluidos en sus tesis ni en el célebre artículo, cuyos resultados fueron publicados en 1929 por su marido Otto Mangold, bajo el nombre de la fallecida científica. Todo ello ha puesto de manifiesto que Mangold fue una estudiante con considerable talento, capaz de adquirir enseguida gran destreza y dominar una técnica experimental difícil, que requería mucha habilidad, paciencia y perseverancia.
El eco que los resultados de Mangold y Spemann despertaron en la comunidad científica, en cuanto se hicieron públicos, fue tan grande que dieron origen a infinidad de estudios y análisis de estos asombrosos experimentos. Realmente, el trabajo fue sometido a todo tipo de pesquisas.
Entre las numerosas disquisiciones generadas, también consta que en más de una ocasión se discutió sobre el papel desempeñado por cada uno de los dos participantes. Tras mucho debatir ha quedado claro que, pese a que Spemann era un experto biólogo que había desarrollado previamente la aproximación conceptual del trabajo, el papel de Mangold no tuvo carácter menor. Fue ella quien puso a punto las técnicas requeridas para tan complejos y delicados experimentos; asimismo, fue ella quien imaginativamente diseñó por propia iniciativa muchas de las experiencias realizadas y tuvo la habilidad necesaria para llevarlas a la práctica. Además, el artículo de 1924 contaba con excelentes ilustraciones hechas a mano por Hilde Mangold.
En suma, y siempre según los analistas de esta intrahistoria científica, una justa atribución del mérito a cada autor del artículo sobre el organizador, concedería a Spemann el haber aportado la vía conceptual y técnica del trasplante y el haber predicho la inducción; mientras que Hilde Mangold realizó los delicados experimentos y con ello demostró que el potencial del tejido trasplantado era incluso mucho más acusado de lo que esperaban, ya que organizaba la estructura básica de casi todo el cuerpo. Al parecer, aunque no hay unanimidad de criterio, la mayor parte de las veces Spemann ha reconocido las contribuciones de Hilde Mangold sin pretender adjudicarse a sí mismo todo el mérito.
En cualquier caso, el descubrimiento del organizador por parte de estos dos científicos se ha asumido, sin lugar a dudas, como un episodio único, de los más significativos de la Biología moderna. Inició una nueva época en la embriología, al tiempo que marcó el auge de la larga carrera investigadora de Spemann, que había comenzado a finales del siglo XIX. Como colofón, el prestigioso embriólogo fue galardonado en 1935 con el Premio Nobel de Fisiología o MEdicina. Los miembros del comité que lo eligieron no se olvidaron de hacer especial mención al trabajo sobre el organizador.
Como señalara el conocido embriólogo Scott F. Gilbert: «Ha sido una de las pocas tesis doctorales en biología que ha dado lugar directamente a la concesión de un Premio Nobel.»
En esta línea, la prestigiosa escritora Sharon B. McGrayne ha dedicado su conocido libro de 1998, sobre las mujeres ganadoras del Premio Nobel de Ciencias, precisamente a Hilde P. Mangold, como recuerdo a su truncada carrera investigadora. Consciente de la influencia del trabajo de la desafortunada científica, McGrayne concluye su dedicatoria apuntando: «once años después de su muerte, Spemann ganó el Premio Nobel.»
Es de interés apuntar que el mencionado Hamburger ha recalcado asimismo que en aquellos días el impacto del organizador era ciertamente comparable al que tuvo el descubrimiento de la doble hélice del ADN en tiempos más cercanos. Unos años más tarde, en 2001, otro historiador de la Ciencia, el británico Tim J. Horder, reiteraba en el mismo sentido que «en aquellos años [1924] el impacto [del descubrimiento del organizador] merece ciertamente ser comparado con el descubrimiento de estructura de la doble hélice en una época más reciente [1953]» .
Queremos llamar la atención del lector sobre cierto desafortunado paralelismo entre estos dos grandes descubrimientos del siglo XX: el organizador y la estructura de la molécula del ADN. En ambos casos participaron dos excelentes científicas, la mencionada Hilde Mangold y la británica Rosalind Franklin (1920-1958). Las dos murieron jóvenes y en plena actividad como investigadoras. Sus compañeros varones recibieron por estos descubrimientos el premio Nobel, mientras que ellas permanecieron durante décadas en un plano muy secundario u olvidadas para la historia de la Ciencia. Sólo cabe congratularnos de que recientemente hayan empezado a recibir un merecido reconocimiento.
Referencias
- Scott F. Gilbert, 2005. Biología del desarrollo. Ed. Médica Panamericana
- Hilde Mangold y Ethel Browne Harvey: dos grandes biólogas, Blog de la profesora Carolina Martínez Pulido, junio 2011
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.