Erika Cremer: La olvidada pionera de la cromatografía de gases

Vidas científicas

Hoy en día, cualquier laboratorio químico que se precie tiene entre sus herramientas experimentales un instrumento denominado cromatógrafo de gases. La técnica separa y cuantifica los componentes de una mezcla de líquidos o gases, merced a la diferente interacción que cada componente tiene con el relleno de un estrecha columna, a través de la cual se hace pasar una minúscula muestra de esa mezcla, inyectada en un gas portador que fluye de forma continua por la columna. La cromatografía de gases ha jugado un papel fundamental en la historia reciente de la Química (particularmente en la industria petroquímica) y de otras disciplinas, como las Ciencias Ambientales. De hecho, resultó clave en el movimiento contra el DDT de los años sesenta o en la investigación de aguas potables contaminadas por sustancias químicas provenientes de vertidos industriales.

Craener
Erika Cremer

En diciembre de 1952, Archer J. P. Martin y Richard L. M. Synge recibieron el Premio Nobel de Química “por su invención de la cromatografía de reparto”, un término que hoy ha quedado en desuso porque, bajo esa terminología, se engloban diversas técnicas cromatográficas de las hoy en día disponibles. En su Nobel Lecture1, el primero de los premiados repasó las circunstancias que, a partir de los primeros años cuarenta, les llevaron al desarrollo de lo que hoy conocemos como cromatografía líquida, en la que la mezcla a separar se inyecta en un líquido (en lugar de un gas) portador. En los últimos tres párrafos de dicha disertación, Martin aprovechó para presentar en público la cromatografía de gases, “que Synge y yo sugerimos como posibilidad hace diez años en nuestro primer artículo sobre la cromatografía de reparto. Nadie parece haber tomado en cuenta nuestra sugerencia hasta que James y yo lo hemos hecho recientemente”.

Parece deducirse, por tanto, que hasta finales de 1952 nadie excepto ellos había hecho progresos sobre ese tipo concreto de cromatografía y así se entiende en más de un texto académico, donde se atribuye a Martin y Synge el origen de la técnica y, más concretamente, a un artículo publicado en marzo de 19522. Sin embargo, la cromatografía de gases tuvo un comienzo menos conocido, aunque documentalmente hoy bien verificado, en el que está implicada la mujer objeto de esta entrada.

En otoño de 1944, Erika Cremer, nacida en Munich pero radicada en aquel entonces en la Universidad de Innsbruck, en la Austria ocupada por los nazis desde 1938, había enviado un manuscrito a los editores de la revista Naturwissenschaften, basado en resultados de uno de sus estudiantes de Grado, quien había realizado medidas experimentales de entalpías de adsorción de etileno y acetileno, llegando a la conclusión de que con el método empleado podrían separarse e identificarse sustancias incluso con diferencias en esa entalpía tan pequeñas como 0.01 kcal. Era un primer artículo que sentaba las bases del procedimiento, prometiendo los autores un segundo con detalles de las medidas experimentales.

La revista confirmó haber recibido el manuscrito el 29 de noviembre de ese año. El artículo se aceptó y las pruebas de imprenta se enviaron a la Prof. Cremer en febrero de 1945 que las corrigió y las devolvió a la editorial. Sin embargo, la revista no publicó número alguno en 1945 y parte de 1946 como consecuencia de los avatares de la Segunda Guerra Mundial y la caída del régimen nazi. A resultas del conflicto, por ejemplo, Naturwissenschaften pasó de ser publicada en Viena, durante la ocupación alemana, a Berlín, tras el fin de la guerra y la división de Alemania. Los editores también cambiaron y entre tanto cambio, el paper de la Prof. Cremer se perdió y, además, su autora tenía en ese tiempo cosas más importantes que hacer que rastrearlo. En diciembre de 1944 un bombardeo aliado había provocado la casi desaparición del Instituto en el que Cremer trabajaba en Innsbruck y tuvo que alojarse en otras dependencias a las afueras de la ciudad, prácticamente sin medios materiales. Resulta increíble que, en esas condiciones, Cremer corrigiera y devolviera las pruebas de imprenta.

Fueron años duros en los que hubo que acometer la reconstrucción de algunos instrumentos con lo que se había salvado en su Instituto, emprender la difícil búsqueda de nuevos estudiantes y subsistir frente el aislamiento en los medios científicos occidentales o el menor impacto de las revistas alemanas en las que Cremer habitualmente publicaba. Aún y así, uno de sus doctorandos, Fritz Prior, continuó con los trabajos que habían dado pie al artículo perdido y modificó los equipos originales, anticipando de manera más clara los elementos esenciales de lo que hoy conocemos por cromatografía de gases.

Los resultados de la tesis de Prior y de otro estudiante algo posterior, Roland Müller, dieron lugar a tres artículos3 aparecidos en tres revistas diferentes en el año 1951. Es decir, más de un año antes de que Martin y Synge recibieran el Premio Nobel de Química de 1952 y de que el primero de ellos anunciara sus primeros intentos con lo que hoy conocemos como cromatografía de gases. Pero ni los artículos arriba mencionados ni los escasos viajes que Cremer pudo hacer a Congresos internacionales, sirvieron para dar visibilidad a los trabajos realizados por el Grupo.

Su reivindicación como pionera de la cromatografía de gases se produce en agosto de 1976, cuando la revista Chromatographia publicaba un artículo4 muy diferente de los habituales, tanto en forma como en contenido. En una entradilla previa, su Editor L.S. Ettre explicaba las peripecias del trabajo perdido y nunca publicado de Cremer, peripecias que había conocido de forma casual en un Congreso de esa época. Su interés por el asunto le permitió contactar con nuestra protagonista y conocer que una copia de las pruebas de imprenta corregidas permanecía aún en sus archivos y que estaba dispuesta a cedérselo a la revista para su publicación en el número mencionado.

Después de la entradilla del Editor y tras la reproducción del artículo original, el número de Chromatographia contenía además un relato pormenorizado de la propia Cremer sobre todos los detalles relativos a lo ocurrido con su Grupo de investigación en los años inmediatos al fin de la guerra, detalles que se han resumido más arriba.

La Dra. Cremer falleció en setiembre de 1996, a la edad de 96 años. Un año antes, el Deutsches Museum, el museo técnico más importante del mundo, abrió una nueva sede en Bonn, dedicada a los logros científico-técnicos más relevantes tras la Segunda Guerra Mundial. Entre el material exhibido estaba la primera instalación de cromatografía de gases de Erika Cremer y sus estudiantes.

Referencias

  1. Archer J. P. Martin, Nobel Lecture, 1952
  2. A.T. James and A.J.P. Martin, Biochem. J. 1952, 50, 679-690.
  3. E. Cremer and F. Prior, Angew. Chem. 1951, 63, 224-227; E. Cremer and P. Müller, Mikrochem/Mikrochim. Acta 1951, 36/37, 553-560; E. Cremer and P. Müller, Z. Elektrochem. 1951, 55, 217-220
  4. L.S. Ettre, Dr. Cremer’s First, Unpublished Paper on Gas Chromatography, Chromatographia 1976, 9 (8), 363-366

Sobre el autor

Juan J. Iruin es Catedrático de Química Física en la Facultad de Química de la UPV/EHU en San Sebastián. Desde 2006 mantiene el Blog del Búho, sobre diversos aspectos de la Química en nuestra vida cotidiana.

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