Mujeres y primatología (y II)

Vidas científicas

Las hembras primates: una sorprendente diversidad de comportamientos

Es un hecho mayoritariamente admitido entre los primatólogos de campo que los primeros investigadores masculinos esperaban encontrarse en las poblaciones naturales con machos agresivos y dominadores de las hembras, pues exactamente esa era la deducción que extraían de sus escasas observaciones previas. «Es fácil ver lo que uno espera ver, aunque no esté ahí», ha señalado más de una autora. Así pues, cuando las investigadoras femeninas llegaron al territorio de prueba dispuestas a detectar las jerarquías de dominancia de los machos y las coaliciones agresivas entre ellos, no percibieron ni unas ni otras. Al contrario, y por sorprendente que al principio pareciera, descubrieron que había especies en las que los machos eran pacíficos y, a menudo, estaban subordinados a las hembras que poseían jerarquía en el grupo. De hecho, los estudios realizados por mujeres científicas empezaron a revelar esas importantes y sutiles jerarquías, así como las estrategias de poder y fuerza de las primates. Igualmente, sembraron de hipótesis los primeros interrogantes ante la afirmación de que en «el orden natural» los machos dominaban las vidas de las hembras.

Un babuino
Un babuino

Las primatólogas comprendieron que la elección de la especie a estudiar podía tener implicaciones de género. Por ejemplo, entre las más de doscientas especies de primate que existen, el macho-dominante babuino de la sabana ha sido durante mucho tiempo la especie favorita para elaborar modelos sobre el comportamiento de estos animales. En la década de 1950 y 1960, un representativo número de especialistas norteamericanos, influidos por el célebre pionero Sherwood Washburn, creía que se debía documentar lo que ellos llamaron «el modelo primate», término usado para hacer referencia a su «naturaleza». Aspectos de lo que entonces fue presentado como comportamiento babuino, tal como el vínculo entre los machos o la agresión y las rígidas jerarquías de machos dominantes, se generalizaron a todas las especies como representativos del modelo primate.

La primera crítica a esta «babuinización» de la primatología llegó en los años setenta, impulsada principalmente -aunque no en exclusiva- por diversas científicas. Tras acalorados debates, en la actualidad destaca un paradigma: ninguna especie única proporcionará un modelo válido para todo el grupo. No obstante, pese a que los primatólogos son ahora totalmente conscientes del sesgo introducido cuando se generaliza desde una especie -o incluso unas pocas- al universo existente, todavía se hacen muchos considerandos sobre la naturaleza primate, pero con frecuencia se descubre que tales asunciones se ven desafiadas a medida que surgen datos nuevos procedentes de especies menos estudiadas. Con tantas especies de primates como hay, existen ejemplos de casi de tantos tipos de sistemas sociales y de relaciones entre los sexos como se pueda pensar. Una evidencia que, al implicar enormes diferencias, cuestiona la supuesta imagen tipo sobre las relaciones entre los géneros.

En definitiva, hasta las décadas de los años sesenta y setenta los machos fueron considerados como «dueños» de sus hembras, asignando a éstas sólo el rol de pasivas parejas sexuales. Este tipo de aseveraciones se han ido desintegrando una a una a medida que los investigadores han enfocado su atención en las hembras y documentado no sólo los papeles activos que ellas juegan en sus sociedades sino la enorme variedad de relaciones entre los sexos que tienen lugar en esas sociedades. Todo un desafío a los intentos simplificadores y de extrapolación sobre una única «naturaleza primate.»

Otro mito que las primatólogas han empezado a desmontar es la idea de que la dominancia entre los machos se ve recompensada por el éxito reproductivo. Desde siempre se ha creído que los machos poderosos tenían más probabilidad de aparearse con hembras fértiles y, por lo tanto, era una de las fuentes decisivas para generar una mayor descendencia. Sin embargo, se trata de una especulación que, a pesar de haberse convertido en una teoría generalizada especialmente entre los científicos del sexo masculino, no ha sido nunca definitivamente probada.

En este aspecto, diversas primatólogas -apoyadas por numerosos expertos conscientes del sesgo de género que tantas veces ha impregnado su trabajo-, después de haber observado cómo ambiciosos jóvenes machos desafiaban a menudo a los de más alto rango, empezaron a sospechar que probablemente parte de las crías tenían como padres a los jóvenes de menor jerarquía.

Un hallazgo espectacular, por inesperado y sorprendente, ha sido precisamente el comportamiento sexual de las hembras. Frente a la idea sostenida por innumerables generaciones de científicos consistente en que en la mayor parte de las especies ellas son monógamas, pasivas y sumisas, los datos más recientes apuntan tercamente en la dirección opuesta: las hembras, en todo el reino animal -primates incluidas- por lo general suelen ser promiscuas. Se entiende por promiscuidad la condición de sexualmente activas, por lo que copulan de forma rutinaria con varios machos distintos, tal como ha puesto de manifiesto, entre otros, el investigador británico Tim Birkhead. Como era de esperar, el apareamiento promiscuo de las hembras primate ha provocado reacciones típicas de los estereotipos, no faltando las que se acompañan de agrias polémicas.

Quizá la aportación más destacada realizada por las primatólogas es la que ha permitido una significativa corrección metodológica a su ámbito de estudio. Detectaron, tras meticulosos análisis, que no todos los observadores de campo utilizaban las mismas técnicas para recoger los datos. La mayoría de los científicos registraban principalmente aquello que más les llamaba la atención, como las luchas entre grandes machos, o bien sus sonoros gritos y golpes de pecho. Ahora bien, para que un estudio sea verdaderamente científico, destacadas estudiosas sugirieron que cada animal, ya sea macho o hembra, joven o viejo, ruidoso o silencioso, debe ser observado durante un lapso de tiempo similar y con igual meticulosidad. Esta rigurosa advertencia puso de manifiesto la necesidad de un estándar universal que estableciese los mismos métodos para todos los observadores. Hoy nadie duda que el método científico requiere de protocolos que faciliten su consistencia empírica, ratificando o demostrando su falsación.

Jeanne Altmann
Jeanne Altmann

Fue la primatóloga Jeanne Altmann quien, en un artículo publicado en 1974, estandarizó las prácticas de muestreo. Sus resultados consiguieron desacreditar la oportunista práctica de registrar cualquier cosa que impactara al observador y llamara su atención. Se dejaron entonces de observar sólo a los grandes y escandalosos machos y comenzaron a prestar atención a los machos subordinados menos prepotentes, a las hembras, a los individuos inmaduros o a los más viejos. La apertura de supuestos de observación, cualificaría el potencial de resultados e interferencias.

La influencia de su trabajo fue enorme y, debido a que aún sirve de referencia en la mayoría de los apartados sobre el método en las publicaciones especializadas, se ha convertido en el artículo más citado de la literatura moderna sobre el comportamiento animal.

A modo de conclusión

La introducción de nuevos y más precisos protocolos de muestreo en la primatología constituyó un considerable mérito que suele otorgarse principalmente a las mujeres. Pero ellas también han contribuido a demostrar que la mayor parte de las sociedades primates tienen un sistema de apareamiento múltiple; o que no siempre esas sociedades están controladas por machos, lo que indica que el dominio masculino y su supuesta superioridad no representan el estado natural de las cosas, como se ha venido sosteniendo desde tiempos inmemoriales. En suma, por este camino, han logrado rescatar a las escondidas hembras de sus papeles sombríos y secundarios y a traerlas al centro del escenario.

Dicho esto, ¿podemos entonces afirmar que las científicas han contribuido realmente a fortalecer el campo de estudio sobre primates tal como existe hoy? Según la experta primatóloga canadiense Linda Fedigan, las investigaciones sobre el comportamiento de los primates, por lo menos, se han visto notablemente enriquecidas por los movimientos de mujeres y la crítica feminista de la ciencia. Además, apunta esta autora, sólo unas pocas disciplinas, si es que las hay, se han lanzado tan rápidamente, y tan extensamente, y con tanta voluntad, a rectificar los aspectos androcéntricos arraigados en las prácticas iniciales, tal como se ha hecho en la primatología. La crítica científica con perspectiva de género, sostiene Fedigan, ha convertido a la primatología en una disciplina bastante inclusiva capaz de abarcar grupos y comportamientos anteriormente marginados.

En esta línea, se asume que los primatólogos se han vuelto crecientemente sensibles con el género, empleando lo que Londa Schiebinger denomina «herramientas de análisis de género.» Herramientas que no «crean una ciencia especial, esotérica, sino que más bien incorporan una conciencia crítica de género en la formación básica de los jóvenes científicos y el trabajo día a día del mundo de la ciencia.» El resultado ha sido la construcción de una ciencia mejor, de más calidad y más próxima a la deseable meta perseguida de la objetividad.

La crítica feminista de la ciencia, apunta Linda Fedigan, «ha dirigido nuestra atención hacia el sesgo androcéntrico de la primatología y nos ha desafiado a desarrollar una perspectiva más equilibrada, una nueva visión en la que tanto las experiencias femeninas como las masculinas sean tenidas en cuenta.»

Referencias

  1. Altmann J. 1974. Observational Study of Behavior: Sampling Methods. Behavior 49 : 227-267.
  2. Birkhead, T. 2000. Promiscuidad. Laetoli. Pamplona.
  3. Fedigan, L. M. 2008. Primatologists who focus on females/gender. En: Women, Science and Myth. S. V. Rosser (ed) ABC, CLIO, Inc: Santa Barbara, pp: 357-364.
  4. Jahme, C. 2000. Bellas y Bestias. El papel de las mujeres en los estudios sobre primates. Ateles. Madrid.
  5. Martínez Pulido, C. 2012. La senda mutilada. Biblioteca Nueva. Madrid.
  6. Schiebinger, L. 1999. Has Feminism Changed Science? Cambridge: Harvard University Press.

Nota de la editora

Esta es la segunda parte de la anotación Mujeres y primatología (I). Una mirada novedosa a la otra mitad de los primates: las hembras, publicada el pasado 14 de mayo

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

2 comentarios

  • Maravilloso artículo. Gracias por esclarecer el tema

  • Hola Silvia,
    Muchas gracias por tu comentario. Es muy estimulante que te haya gustado esta entrada.
    Un cordial saludo
    Carolina

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