La diversidad en las colaboraciones promueve la buena ciencia

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Las colaboraciones, en especial entre varias disciplinas, son cada vez más necesarias para hacer ciencia de calidad y para avanzar en una carrera científica. Irrumpir en las redes de investigadores consagrados y hacerse un hueco entre sus protegidos puede ser complicado para las mujeres. A menudo, las científicas jóvenes tienen que decidir si quieren colaborar con un científico con buenos recursos, aun a riesgo de ser eclipsadas por su renombre.

Imagen: Pixabay.

¿Quién hace ciencia?

La diversidad de los equipos de investigación tiene impactos en el mundo real. Los hombres y las mujeres pueden plantearse enfoques diferentes, sobre todo en investigaciones que involucran sexo y género. «Quien hace la ciencia realmente determina la ciencia que se hace», dice Londa Schiebinger, historiadora de la ciencia. Tenemos muchos ejemplos de este olvido de perspectiva en las investigaciones: no es tan raro probar los medicamentos solo en ratones macho y excluir a las mujeres de los ensayos clínicos, lo que da como resultado tratamientos que son más apropiados para los hombres. Aparecen descuidos en los análisis de efectos debidos al cambio climático en los organismos marinos que responden de diferente manera al mismo según sean masculinos o femeninos. y ¿nos hemos preguntado por sexo del canto de las aves?

Sandi Toksvig.

Mientras Sandi Toksvig estudiaba antropología, uno de sus profesores mostró una fotografía de un hueso de asta con 28 marcas. «Esto», dijo, «es el primer intento de un hombre para determinar el paso del tiempo mediante un calendario». Toksvig se preguntó qué hombre necesita saber cuándo transcurren 28 días. La futura doctora se emocionó con esa mirada diferente y pensó en otra manera de estudiar la evolución del ser humano.

Durante siglos se ha tomado la vida de los hombres para representar la de la especie humana en general. La otra mitad de la humanidad ha estado silenciada y estos silencios están en todas partes: en el cine, las noticias, la literatura, la ciencia, el urbanismo, la economía, las historias que nos contamos sobre nuestro pasado, presente y futuro. Son muchos los ámbitos desfigurados por una ausencia con forma femenina.

El impacto puede ser pequeño, como no llegar a un estante superior pensado para alturas masculinas normalizadas, o tan grave como tener un accidente con un coche cuyas pruebas de seguridad no han tenido en cuenta las medidas de las mujeres. Lo mismo ocurre con los chalecos antibalas diseñados para torsos sin pechos.

Arrastramos la fórmula para climatizar una oficina desde la década de 1960 basada en la tasa metabólica de reposo del hombre promedio que realiza tareas pertinentes en ese entorno. Un estudio holandés reciente encontró que la tasa metabólica de las mujeres adultas que realizan trabajos similares es significativamente más baja que los valores estándar para los hombres que hacen la misma actividad. El resultado es una oficina climatizada con una temperatura cinco grados Celsius por debajo de la que sería agradable para las mujeres.

Contamos con muchos ejemplos parecidos y hoy sabemos que es menos probable que los equipos con un porcentaje medio de mujeres ignoren estos problemas. Al respecto, Schiebinger y sus colegas analizaron la autoría de más de 1,5 millones de artículos de investigación médica y encontraron que aquellos con autoras eran significativamente más propensos a considerar el sexo y el género en su metodología y en sus conclusiones. La diversidad en los grupos de investigación es esencial, es simplemente hacer mejor ciencia.

Sin embargo, una mujer en un equipo podría no ser suficiente: los estudios muestran que los miembros de un grupo minoritario tienen que estar representados entre el 25 y el 30 % del total de personas para que se preste atención a su discurso. Schiebinger agrega que la investigación inclusiva debe considerar las perspectivas de una amplia gama de colectivos, incluidas las mujeres de otras etnias, las personas con diversos niveles socioeconómicos y antecedentes, personas con discapacidad y con diferentes identidades y orientaciones sexuales.

Disputas de autoría

Cassidy R. Sugimoto.

Para muchas mujeres, decidir una colaboración puede ser una cuestión delicada. Las mujeres son más propensas que los hombres a involucrarse en disputas de autoría. En 2021, la científica de la información Cassidy Sugimoto encuestó a 5 575 científicos sobre estas aclaraciones previas a una publicación. Las mujeres dijeron que estos argumentos tuvieron como consecuencia menos colaboraciones futuras; porque se retiraron voluntariamente o porque los colaboradores las excluyeron. El estudio mostró que un porcentaje alto de hombres ni siquiera discutía la autoría hasta que el artículo estaba a punto de publicarse, si es que lo hacían. Las mujeres, en cambio, deseaban aclarar al inicio de la colaboración dónde y cómo iba a aparecer su nombre.

Este aspecto es importante al comienzo de una carrera científica y las jóvenes investigadoras saben que tienen que mantenerse firmes. «Ser el primer autor o la primera autora de un artículo durante la carrera de doctorado es un predictor relevante de permanencia en la ciencia», dice Sugimoto. En 2021, su equipo analizó la contribución de los autores en 30 000 artículos de investigación y descubrió que era más probable que las mujeres realizaran trabajos técnicos, mientras que los hombres tenían un papel más relevante en el planteamiento de una nueva investigación. Concluyó también que los estudiantes de doctorado terminan con más publicaciones como primeros autores que las estudiantes de doctorado.

En muchas ocasiones, iniciar colaboraciones no es más que lograr un acceso a redes establecidas en las que encontrar no solo colaboradores potenciales, sino también mentores que puedan impulsarles en su carrera y tratar con colegas que, de otra forma, serían inaccesibles.

Unirse

Joyce Benenson.

Las mujeres que se sienten excluidas de la red sutil de científicos con muchos méritos podrían trabajar juntas, encontrando colaboradores en conferencias y ofreciendo ayuda a científicas más jóvenes. Esto no es algo habitual en las mujeres, por varias razones, dice Joyce Benenson, psicóloga. Por un lado, las mujeres son tan propensas como los hombres a mostrar prejuicios implícitos ante la contratación de mujeres. Además, las científicas que se centran en avanzar en sus propias carreras podrían no ofrecer ayuda a las mujeres más jóvenes, dice Benenson. Sin embargo, para aflojar el control de las redes científicas dominadas por hombres las mujeres podrían considerar formar coaliciones estratégicas, en lugar de competir individualmente.

La tendencia a formar equipos exclusivamente de mujeres científicas ha aumentado en la última década. En 2019, el biólogo evolutivo Luke Holman y sus colegas descubrieron que los investigadores y las investigadoras de ciencias de la vida escribieron artículos en coautoría con otros de su mismo género con más frecuencia de lo que se podría esperar del simple azar, dadas las proporciones de género dentro de su campo. Holman dice que no está claro el motivo de este sesgo. Quizá un factor a favor sea la implicación de las mujeres para apoyarse mutuamente o el deseo de las estudiantes de trabajar con una mentora que piense de forma similar en puntos de vista con peso para ellas. A la vez, las redes de científicos podrían excluir a las mujeres, o las mujeres podrían evitar trabajar con hombres por temor a un posible acoso.

Lara Mahal.

Lara Mahal es química y señala que colaborar con mujeres de otras instituciones fue una oportunidad para entrar en grandes redes de científicas cuyos intereses y necesidades de investigación coincidían con los suyos. Ella trabaja con un equipo de laboratorio poco común que analiza azúcares en virus y células, un análisis que necesita la participación de muchos investigadores y de muchas investigadoras. Aunque tuvo colaboraciones provechosas con hombres, las relaciones más duraderas de Mahal fueron con mujeres a las que llama «almas gemelas». Sus intereses científicos y personalidades encajan bien, dice, lo que hace que el trabajo sea particularmente agradable. «Cuando te diviertes mucho trabajando, con gente que piensa como tú, tiendes a querer hacer más», dice ella.

Las tutorías y los estereotipos de género

En la actualidad, sigue siendo útil acceder a redes de científicos que impulsen las carreras de investigadoras jóvenes. Aunque la brecha se está reduciendo, esas personas muy reconocidas y bien interconectadas en el mundo de la ciencia todavía son hombres. En Estados Unidos, por ejemplo, sólo el 18 % de los profesores titulares de biología son mujeres. En Europa, en promedio, menos del 15 % de los investigadores con renombre en 2016 eran mujeres.

Carolyn Bertozzi.

La dinámica de género de la tutoría puede ser compleja. A Mahal le desaconsejaron su idea inicial de elegir a la bioquímica Carolyn Bertozzi de la Universidad de California como asesora de doctorado, porque su mentora universitaria también había sido una mujer, por lo que podría parecer que Mahal evitaba trabajar con hombres. No hizo caso del consejo y tanto ella como Bertozzi disfrutaron la colaboración: la investigación de posgrado de Mahal condujo al primer artículo de Bertozzi en Science.

En 2020, la científica social computacional Bedoor AlShebli y sus colegas publicaron un estudio que analizaba el género y la antigüedad de 215 millones de autores en 222 millones de artículos de varios campos durante 100 años (AlShebli et al, 2020). Descubrieron que tener una mentora reducía las citas de los investigadores jóvenes hasta en un 35 %, y tener una protegida reducía las citas de los mentores en un 18 %. En conclusión, las mujeres en el mundo académico tendrían que trabajar con hombres si su objetivo es alcanzar cierto éxito.

Bedoor K. AlShebli.

El desmantelamiento del artículo y de sus conclusiones fue rápido. La comunidad científica criticó duramente el uso del factor coautoría como sustituto de la tutoría y de la variable citas como medida del éxito, entre otros aspectos metodológicos.

Poco después de la publicación del artículo, alrededor de 7 600 investigadores expresaron su preocupación por sus implicaciones y afirmaron su apoyo a las académicas en una carta abierta organizada por Christine Jacobs-Wagner, bióloga molecular en Stanford, y sus colegas.

Christine Jacobs-Wagner.

AlShebli y sus coautores se retractaron del artículo, reconociendo que las revisiones posteriores a la publicación habían encontrado serias limitaciones en la metodología.

No todos estuvieron de acuerdo con la retractación. Benenson, que estudia el género en dinámicas de grupo, piensa que el estudio se desacreditó más por sus implicaciones que por su veracidad. Señala que las conclusiones se correlacionan con otras investigaciones sobre socialización y colaboración basadas en el género. Por ejemplo, la propia investigación de Benenson con alumnado de escuela primaria sugiere que las niñas del mismo estatus social jugarán juntas, pero tienden a evitar interactuar con niñas de un estatus diferente, igual que ocurre con aquellas que son más o menos hábiles en el arte o deporte. Los niños, por el contrario, compiten constantemente entre sí y crean jerarquías sociales en continuo cambio que funcionan bien.

Tanto Benenson como Sugimoto vieron la oportunidad de reflexionar tras la publicación del polémico artículo; Benenson indicó que las mentoras están en desventaja como consecuencia de un sistema diseñado esencialmente por y para hombres. Sugimoto, por su parte, señaló estructuras institucionales que impiden que las mujeres accedan a las redes más provechosas para su carrera. Por ejemplo, es más probable que los hombres lideren equipos grandes y colaboren internacionalmente, pero, en la actualidad, muchas mujeres asumen los cuidados de familiares que les dificulta cambiar de domicilio o viajar fuera de su país. ¿Nos parece aceptable, asumible, una privación de derechos para unas o un privilegio para otros?

Cada vez más, aprender a colaborar con personas diversas es esencial en la ciencia porque, como dijimos, muchos campos se han vuelto interdisciplinares y, además, es enriquecedor contar con diferentes enfoques. Lograr avances científicos en colaboraciones amables es uno de los desafíos que proporciona más satisfacción, una alegría compartida y difundida, más allá del ascenso competitivo que consiste en trepar peldaños hechos de contactos y nombres.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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