Desde Alaska a Tierra del Fuego, el colorido paisaje que nos regaló Ynes Mexia (1870-1930)

Vidas científicas

Un viaje se puede documentar de muchas maneras: con instantáneas que capturan los momentos que queremos recordar en un futuro; con sonidos que, desde que nacen, se sabe que dejarán huella, o con objetos que nos encontramos en puntos diferentes de un espacio y que funcionan como máquinas del tiempo: un billete de tren a Berlín, un ejemplar en francés de Madame Bovary adquirido en una tienda minúscula de Aix-en-Provence, el libro de segunda mano And Then There Were None de una tienda de Charing Cross Road de Londres...

Ynes Mexia. Imagen: California Academy of Sciences.

Ynes Mexia se dedicó a documentar plantas. Recorrió miles de kilómetros para identificar y clasificarlas. No le faltaba confianza, se encaminaba a las expediciones como si pudiera llevarse en sus bolsillos toda la naturaleza de América. “El archivo presupone un archivista, una mano que colecciona y clasifica”, dice Arlette Farge en la cita que da comienzo al libro Desierto sonoro, de Valeria Luiselli. Mexia fue la mano que elaboró una gran colección de especímenes de regiones de México y América del Sur, la que identificó un nuevo género de la familia Compositae (Asteraceae) llamado Mexianthus, y la que descubrió la Mimosa mexiae, que ambas hacen honor a su nombre.

Expediciones botánicas

Ynes nació en Washington D.C., donde su padre, Enrique Antonio Mexia, ejercía de diplomático. Cuando tenía nueve años sus padres se divorciaron; primero se fue a vivir con su madre a Filadelfia. Más tarde, se mudó a la Ciudad de México para cuidar de su padre, que estaba enfermo, hasta su muerte en 1896. En ese tiempo, Ynes se caso dos veces; su primer marido murió, y se divorció del segundo. Después de tantos reveses encadenados, Mexia ejerció de trabajadora social en San Francisco. Para entonces ella ya había empezado a mostrar interés por la botánica, principalmente por lo viajes y las clases que preparaban en Sierra Club. Se fascinó por el entorno, los pájaros, las plantas, el silencio. En 1921, con 51 años, se matriculó como estudiante especial de pregrado en la Universidad de California en Berkeley, pero nunca recibió su grado.

Si uno recorre, sobre un mapa, todos los viajes que hizo Mexia durante trece años con el dedo índice, quedaría exhausto. Y ella, en cambio, parecía no agotarse nunca. En 1925, el año de su partida, Ynes, con 55 años, participó en una expedición botánica promovida por la Universidad de Stanford y dirigida por Roxana Ferris. En aquella excursión, Mexia tuvo un accidente; se lesionó al caerse por una ladera. El parón le hizo reflexionar, llegó a la conclusión de que prefería viajar sola. De esta manera, cuando se recuperó, de desplazó hasta México por su cuenta y recolectó más de 1.500 especímenes, que envió al herbario de Berkeley.

Ynes Mexia (1937).
Imagen: California Academy of Sciences.
Tras el exitoso comienzo, fue contratada para recolectar plantas en Alaska, en 1928. Un año más tarde, se encontraba en Sudamérica, viajando en canoa por el río Amazonas y en dos años y medio llegó hasta su nacimiento en los Andes. Asimismo, vivió unos meses con un grupo indígena. Repitió destino en una expedición que duró entre 1934 y 1936. Los dos años siguientes los pasó en México y ese iba a ser su último viaje ya que durante esta última excursión le diagnosticaron cáncer de pulmón y tuvo que volver a su casa, a Estados Unidos. Murió pocos meses después. Todas sus excursiones fueron costeadas con la venta de ejemplares sobre las plantas que recolectó como Botanical Trails in Old Mexico Brazilian ferns collected by Ynes Mexia, Three Thousand Miles up the Amazon, Mrs. Ynes Mexia’s Route in Ecuador y Camping on the Equator.

Mexia formó parte de la Sociedad Botánica de California y fue miembro honorario del Departamento Forestal y de Caza y Pesca de México. Las muestras de especímenes de los viajes que hizo pueden verse en el Herbario Gray de la Universidad de Harvard y en el Museo Field de Historia Natural de Chicago.

En trece años, Ynes Mexia vio muchísimos especímenes de plantas y llegó a recolectar más de 150.000. Es difícil imaginarse las horas transcurridas, los caminos tortuosos que recorrieron sus botas, el tesón y la paciencia que demostró para encontrar aquellas plantas que tanta pasión le causaban. El frío, el calor, la humedad, el cansancio, la soledad. Bolivia, Argentina, México, Chile, Alaska, Brasil, Ecuador, Perú. Años de precisión y meticulosidad. Ella documentó parte de la naturaleza que nos envuelve, y nos regaló un maravilloso paisaje.

Referencias

Sobre la autora

Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.

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