Zofia Kielan-Jaworowska: dedicación a la ciencia por encima de la guerra fría (1)

Vidas científicas

Nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento.

Eleanor Roosevelt

Introducción

Zofia Kielan-Jaworowska
Zofia Kielan-Jaworowska.

Zofia Kielan-Jaworowska (1925-2015) fue una zoóloga y paleontóloga polaca de gran talento y notable capacidad de liderazgo en su especialidad. Caracterizada por virtudes como una infatigable perseverancia y determinación, logró desarrollar una extraordinaria carrera en el complejo y apasionante estudio de la historia de la vida en nuestro planeta.

El país de nacimiento de esta gran científica, sumado a la fecha en que vino al mundo, encierran una importante clave: Zofia Kielan alcanzó su adolescencia y edad adulta en una época en que la llamada guerra fría durante décadas no sólo aisló familias, países y lugares, sino que también dividió la fluidez comunicativa de la universalidad propia de la ciencia. Así, los trabajos de quienes estaban en la Europa oriental eran casi desconocidos para aquellos que habitaban en occidente, y viceversa. Los científicos del Este europeo eran vistos en su mayoría como células instrumentalizadas habitantes de misteriosos países lejanos. Rupturas abiertas por los imperativos ideológicos, siempre ajenos a los postulados de las verdades de la ciencia. Las mujeres científicas estaban aún más lejos y fuera de órbitas conocidas pues se encontraban inmersas entre las más espesas de las tinieblas.

La gigantesca y pionera labor profesional de Zofia Kielan alcanzó considerable profundidad por su amplia visión del conocimiento científico, perspectiva alejada de fronteras artificiales. Desde muy joven se esforzó por romper aislamientos y vincular sus hallazgos y logros al conjunto universal de la ciencia, comprendiendo la necesidad de saltar barreras carentes de sentido en el ámbito del saber. Parte de su grandeza proviene de su valentía y coraje sobre lo que significa la construcción del conocimiento científico.

En su autobiografía, la investigadora apunta: «La paleontología es una intersección de dos disciplinas importantes de las ciencias naturales, la biología y la geología. Estudiando paleontología como zoóloga, me sentí principalmente interesada por la evolución, los cambios en la anatomía de los animales a través de su historia y sus causas, y la reconstrucción de la historia evolutiva de los grupos animales. La paleontología, sin embargo, es también una ciencia auxiliar de la geología porque hace posible determinar la edad relativa de los estratos en base al llamado índice fósil (es decir, fósiles que sólo pueden encontrase en unidades estratigráficas particulares) y correlacionar horizontes geológicos de áreas distantes en base a dichos fósiles».

Al maravilloso mundo de vida del pasado, hoy extinguida, dedicó Zofia Kielan toda su capacidad de trabajo y enorme creatividad, alcanzando un éxito que pocos científicos de su tiempo han igualado. Su obra y trayectoria vital es muy ilustrativa y revela el entorno al que tuvieron que enfrentarse las investigadoras que sobrevivían tras el telón de acero. Veamos.

Primera juventud

Zofia Kielan
Zofia Kielan.

Zofia Kielan nació el 25 de abril de 1925 en un pueblo llamado Sokołów Podlaski, en el centro de Polonia, dentro de una familia culta, amante de los libros y la música. Muy pronto se trasladaron a vivir a Varsovia y allí transcurrió casi toda su vida. Al igual que para la mayor parte de su generación, particularmente la que residía en el este de Europa, la Segunda Guerra Mundial tuvo una profunda influencia vital. Sólo tenía 14 años cuando estalló el conflicto bélico, tiempo en que su primera juventud se vería marcada ante el enorme desgarro sufrido por su país con tan terrible acontecimiento.

Después de septiembre de 1939 y la subsiguiente ocupación de Polonia por las fuerzas alemanas, Zofia narra en su autobiografía las duras condiciones a las que tuvo que enfrentarse. Por ejemplo, ese otoño lo pasó en un sótano junto a su madre y a su hermana. Asimismo, por esas fechas las nuevas autoridades nazis tomaron una serie de disposiciones que afectaron profundamente al transcurso de la vida cotidiana. Destacamos la que para una joven adolescente resultó muy traumática: la orden de cerrar todos los colegios de bachillerato y las universidades y, además, saber que si no respetaban esta norma podrían recibir duros castigos e incluso pena de muerte.

Pese a todo, en ese círculo opresor de principios de noviembre de 1939 la joven Zofia consiguió asistir a un colegio clandestino. En varios apartamentos privados, diversos profesores y maestros lograron organizar grupos de alumnos a los que impartían clases de distintas materias, manteniendo así la actividad docente y estimulando la formación de los jóvenes en circunstancias tan adversas. La educación de muchos estudiantes tuvo ese heroísmo de ser recibida de manera subrepticia.

Cuando en 1943 Zofia Kielan acabó el bachillerato, comenzó a asistir a clases también clandestinas de biología en la Universidad de Varsovia, aunque la educación superior estuviese igualmente prohibida. Paralelamente, inició un período de instrucción voluntaria sobre estudios específicos en el Museo Zoológico Nacional. Pese a su marcada vocación, no dispuso de mucho tiempo para instruirse porque decidió participar en la lucha del pueblo polaco para recuperar la libertad. Zofia optó por seguir cursos sobre primeros auxilios y sirvió como médica en la resistencia hasta la retirada de las fuerzas nazis. A finales de 1944 participó en la organización del levantamiento de Varsovia y mantuvo su colaboración ayudando al traslado y cuidado de los múltiples heridos hasta que la guerra llegó a su fin.

Estudiar en la Universidad de Varsovia durante los primeros años tras la guerra, resultaba muy complicado debido a la terrible devastación que había sufrido la capital por la sistemática destrucción generada durante la retirada de las fuerzas alemanas. La ciudad había quedado prácticamente en ruinas. En el otoño de 1945, gracias a un considerable esfuerzo colectivo, la universidad comenzó a recuperar sus actividades docentes e investigadoras.

Zofia Kielan-Jaworowska y Roman Kozlowski (1966).
Zofia Kielan-Jaworowska y Roman Kozlowski (1966).

Por esas fechas, Zofia Kielan continuaba participando en la reconstrucción y reorganización del Museo Zoológico de esta universidad. En este entorno, muy pronto entró en contacto con el gran paleontólogo de invertebrados, el profesor Roman Kozlowski (1889-1977), fundador de la paleontología polaca y del Instituto Polaco de Paleontología (PAS). Este respetado maestro tuvo una profunda influencia en la formación profesional de la joven estudiante. Bajo su dirección, realizó su tesis de licenciatura y su doctorado. La estrecha colaboración entre ambos se prolongó a lo largo de los siguientes treinta años. A partir del otoño de 1948, Zofia Kielan fue profesora de la Universidad de Varsovia, impartiendo clases a estudiantes de geología y de biología.

En su autobiografía, la científica describe la política de terror reinante en muchas instituciones polacas durante la década de 1950. Los graves problemas y serios obstáculos con los que debían enfrentarse los docentes e investigadores en aquellos años sólo pudieron salvarse, en su especialidad, gracias al prestigio del Dr. Roman Kozlowski. Como integrante del equipo del respetado profesor, la joven investigadora pudo comenzar en 1952 un ambicioso proyecto sobre trilobites muy antiguos. Los trilobites son unos importantes artrópodos marinos extinguidos de la Era Paleozoica, con unos 390 millones de años, cuyo conocimiento ha resultado fundamental para los paleontólogos, geólogos y biólogos.

Este proyecto de investigación se realizó en unas montañas situadas en el centro de Polonia, con el enrevesado nombre de Świętokrzyskie, que traducido al castellano significa Sierra de Santa Cruz. Para realizar su labor de campo, el equipo de trabajo tuvo que desplazarse a yacimientos muy diversos y alejados unos de otros, además de soportar condiciones ambientales bastante duras y requerir la organización de una precaria logística.

Durante esas excavaciones, Zofia Kielan empezó a destacar por su gran capacidad organizadora. Dirigió con éxito a un considerable grupo de trabajo formado por más de una docena de personas; unas estaban encargadas de excavar el terreno a distintas profundidades y otras eran estudiantes de geología y paleontología en prácticas. Las excavaciones, explica la científica, se realizaban bajo condiciones notablemente difíciles, en las que había que profundizar en galerías y sostenerlas mediante pilares para evitar que el techo se derrumbara. Con recursos materiales bastante escasos debían entrar en ellas, extraer los fósiles de interés y conservarlos cuidadosamente en condiciones adecuadas. El gran aliciente era registrar el máximo de información que fuera posible. La joven Zofia fue capaz de gestionar toda esta actividad con gran habilidad y precisión.

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Fósil de Phacops rana, un trilobites del Devónico.

En el año 1952, Zofia Kielan completó su tesis doctoral aunque, por razones burocráticas impuestas por el régimen soviético, sólo pudo defenderla en diciembre del año siguiente. No sería hasta 1954 cuando por fin tuvo la satisfacción de ver su tesis publicada.

Tras la muerte de Stalin, en marzo de 1953, la situación de la ciencia polaca empezó a cambiar de manera considerable. El terror político descendió, y gradualmente se permitió a los ciudadanos salir al extranjero. La recién doctorada aprovechó la oportunidad y en 1955 viajaba por primera vez a la Unión Soviética, formando parte de un grupo de biólogos organizado por la Academia Polaca de las Ciencias. Visitaron varias instituciones de ciencias biológicas, y la más interesante para ella fue el Instituto de la Academia Soviética de Moscú, donde pudieron ver expuestos fósiles de vertebrados procedentes de regiones muy distantes de la URSS. Sin embargo, el viaje que ella consideró el más importante de los realizados en aquel tiempo fue a la antigua Checoslovaquia, donde descubrió horizontes geológicos de la misma edad y con una fauna de trilobites similar a los de las montañas polacas. Pudo entonces realizar estudios comparados de notable interés.

En 1956, recibió una beca de la Academia Polaca de las Ciencias para visitar Escandinavia y, aunque su principal centro de trabajo estaba en Uppsala, también aprovechó para recorrer museos de Suecia, Dinamarca y Noruega que conservaban trilobites muy antiguos, algunos incluso procedentes de colecciones del siglo XIX.

Durante su estancia en Suecia, que duró un año, Zofia Kielan también viajó a Londres para familiarizarse con las colecciones británicas de artrópodos antiguos. Con esta actividad puso de manifiesto su gran visión profesional al encontrarse entre los primeros científicos en mostrar un acentuado interés por relacionar la ciencia de europa oriental con la occidental. Quiso así romper estériles aislamientos y verificar algo consustancial al avance del conocimiento: sacar partido a los matices de los estudios comparados sobre una temática común radicada en geografías distintas. Un campo siempre fructífero en la investigación de cualquier disciplina y que convirtió a Zofia Kielan en una autoridad referente clave en la historia de la biología evolutiva.

Desde el punto de vista personal, la científica ha desvelado que durante una expedición realizada en 1950 conoció a Zbigniew Jaworowski (1927-2011), con quien se casó ocho años más tarde. Su único hijo, Mariusz, nació en febrero de 1959.

Según ha escrito el especialista en paleontología de vertebrados, Richard L. Cifelli, importante colega y amigo personal de Zofia, «Zbigniew Jaworowski era, a principios de los años cincuenta, un estudiante de medicina que con posterioridad se convirtió en un renombrado médico especializado en el uso sanitario de la radiación. Asimismo, fue un experto en el cambio climático. Jaworowski formó una parte inseparable de la vida de Zofia Kielan».

Cuando en 1957 Zofia regresó a Polonia tras su estancia en Suecia, ya casi había completado una monografía sobre los trilobites en una zona que se extendía desde Polonia a Escandinavia. Se trataba de un texto manuscrito de varios centenares de páginas con numerosas fotos y dibujos, al que completó durante una visita a Praga con el fin de realizar un estudio comparado de los trilobites durante el mismo intervalo en Checoslovaquia.

Los resultados correspondientes a este amplio proyecto quedaron reflejados en una excelente monografía publicada en 1960. El trabajo trataba con gran meticulosidad de los artrópodos de Polonia, Escandinavia y Checoslovaquia. Como muy bien ha descrito su autora, dicha monografía «comprendía descripciones de más de 70 especies de trilobites, incluyendo su estudio anatómico y varias especies nuevas, géneros y familias, además de reparar en la definición de nuevas divisiones estratigráficas y discusiones concernientes a la paleogeografía». Una publicación que no sería ajena al interés de los especialistas destacados en esta disciplina.

Tras doce años de estudiar trilobites y publicar seis estudios sobre ellos, la científica dejaba escrito que eran «un grupo encantador de artrópodos, llenos de misterios con relación a sus orígenes y afinidades», y confesaba, «siempre he disfrutado estudiándolos». Acerca de estos trabajos, Zofia Kielan dejaba constancia que, hasta 1959, la extracción de los trilobites de las rocas en las que estaban incrustados la había realizado mediante métodos mecánicos. A partir de esa fecha, decidió seguir otro método distinto. Consistía en extraer los restos fósiles usando un tratamiento químico muy útil y válido cuando la composición química del fósil y la de la roca en la que estaban preservados eran diferentes.

Abundando en este método innovador, en su autobiografía, la investigadora detalla como durante dos años de intensa investigación logró mejorar sus resultados extrayendo los invertebrados de piedras calizas mediante métodos de disolución química. Además, describe el gran estímulo que experimentó durante ese tiempo al visitar la célebre Estación Zoológica de Nápoles y el magnífico Museo de Historia Natural de Londres. En 1966 lograba publicar un novedoso trabajo monográfico sobre el tema.

Profesionalmente, la valoración de Zofia Kielan era cada vez mayor, siendo apreciada en su especialidad por numerosos centros nacionales e internacionales. Habían descubierto en ella una gran científica provista de un entusiasmo contagioso y una sorprendente capacidad de liderazgo, originalidad y organización. Así, cuando en 1960 su colega y antiguo maestro Roman Kozłowski se retiró del eminente Instituto de Paleobiología de Varsovia, que era parte de la Academia Polaca de las Ciencias (PAN), ella lo sucedió como Directora, cargo que mantuvo con gran eficacia hasta 1982.

Alcanzada la década de los sesenta, Zofia Kielan pensó que había llegado el momento de cambiar el rumbo de su investigación. Para ella tal decisión tenía un significado de gran importancia porque desde muy joven, cuando decidió ser paleontóloga, había querido dedicarse a la paleontología de vertebrados. Se inclinó, no obstante, por los invertebrados bajo la influencia de su querido y respetado profesor Roman Kozłowski. No obstante, después de más de una década por este camino, en su autobiografía confiesa que consideró llegado el momento de recuperar su vocación inicial. Un sello distintivo de investigadores que pese a ser ya reconocidos en sus materias reinician desembarcos tras experiencias con enseñanzas de retroalimentación.

Referencias

Nota de la editora

Este artículo es el primero de una serie sobre esta paleontóloga. Los otros dos pueden leerse en estos enlaces:

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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