Para bien o para mal, la mayoría cocinamos en una dependencia separada del resto de la casa con todo lo necesario a mano, en un espacio funcional, optimizado, limpio y ordenado. Se lo debemos a Margarete Schütte-Lihotzky.
El 1 de mayo de 1942, un pequeño grupo de comunistas celebraba este día compartiendo poemas y sentimientos a través de los retretes que se comunicaban por una misma tubería. Estaban encarcelados y aislados por la Gestapo. Allí estaba también Margarete, por hacer de mensajera del Partido Comunista de Austria (KPÖ), que lideró la resistencia contra el régimen nazi en su país de origen. Logró evitar por poco la sentencia de muerte y permaneció en prisión hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Su etapa en la cárcel dividiría su vida en dos para siempre. Por un lado, sus inicios como arquitecta exitosa impulsada por el deseo de crear una vida mejor para las mujeres de clase trabajadora. Por el otro, lo que ella llamaría su “segunda vida”, como activista y escritora rechazada profesionalmente en Austria por sus ideas políticas.
Una arquitecta muy peculiar

Imagen: Wien Geschichte Wiki.
Margarete (Grete) Schütte-Lihotzky nació en Viena en 1895. Fue una de las primeras mujeres en graduarse en arquitectura en Austria al obtener su título en 1918 en la Escuela de Artes Aplicadas. Se interesó por la vivienda social y trabajó desde 1921 en la Secretaría de Vivienda de Viena. En 1926 se unió al equipo de trabajo de Ernst May, encargado de diseñar el Nuevo Fráncfort, un ambicioso programa urbanístico que ponía el foco en la vivienda obrera. Schütte-Lihotzky se encargó del diseño de las cocinas a partir de numerosas entrevistas con amas de casa y de estudios científicos para la racionalización de sus tareas, basados en la minimización de los desplazamientos y la eficacia. Con esto se pretendía reducir el trabajo doméstico para tener más tiempo libre y facilitar la incorporación de las mujeres al mercado laboral.
En 1930 Margarete se mudó a la URSS como la única mujer entre los diecisiete expertos encargados de planificar nuevas ciudades como parte del primer Plan Quinquenal de Stalin. Diseñó escuelas infantiles, zonas de juego preescolares y clubes de niños, un trabajo que estaba en consonancia con su deseo de apoyar a las mujeres obreras.
En 1938 marchó a Estambul para escapar de la Gran Purga de Stalin y se unió al Partido Comunista de Austria (KPÖ) para ayudar en sus actividades de resistencia. En diciembre de 1940 regresó brevemente a Viena, aparentemente para visitar a su hermana, aunque actuaba como mensajera del KPÖ encargada de transmitir mensajes a los agentes locales. Fue arrestada por la Gestapo el 22 de enero de 1941, el día antes de cumplir 44 años.
Durante la Guerra Fría, sus fuertes opiniones comunistas le dificultaron conseguir encargos públicos en Austria, pero continuó trabajando como arquitecta independiente y asesoró sobre proyectos en China, Cuba y la República Democrática Alemana. Se convirtió en una prominente pacifista y feminista.
En la década de 1980, el mundo la redescubrió y recibió numerosos premios y honores, pero su compromiso político aún tenía prioridad. Cuando le ofrecieron la Medalla Austriaca de Ciencia y Arte en 1988, la rechazó debido a la complicidad del entonces presidente en los crímenes de guerra nazis.
En Fráncfort, cuando diseñó su famosa cocina, aprendió a medir distancias con sus pasos, y la habilidad le resultó muy útil al perder la vista en sus últimos años: Su restaurante favorito estaba a 264 pasos de la puerta de su apartamento y, cuando iba a este lugar, los vecinos todavía la recuerdan corriendo calle abajo, con el bastón en alto, gritando: «¡Paso!». Todos se detenían para dejarla pasar, incluidos los conductores. La autora de la cocina moderna murió en enero de 2000, cinco días antes de cumplir los 103 años. Nunca fue una mujer mayor; una vieja fresca sí.
La cocina moderna

Wikimedia Commons.
Diseñada en 1926 como parte de un proyecto de vivienda social a gran escala en Fráncfort, la cocina Frankfurt introdujo muchos de los elementos que ahora nos parecen normales: una encimera continua con un frontal de azulejos, gavetas empotradas y cajones optimizados para el almacenamiento, todos diseñados pensando en la comodidad y la eficiencia. Las cocinas se instalaron en 10 000 apartamentos en Fráncfort, y algunos originales todavía se exhiben en museos de todo el mundo, incluido el Victoria & Albert de Londres y el MoMA de Nueva York, donde es la primera obra de una arquitecta que se expone en una colección.
La cocina Frankfurt se vendía como «la cocina para mujeres diseñada por una mujer». Sin embargo, Schütte-Lihotzky no sabía cocinar, se reía de los estereotipos que la dotaban automáticamente de conocimientos domésticos secretos sólo por su género. Margarete no había entrado nunca en una cocina antes de empezar con sus bocetos pero se lo tomó muy en serio, como cualquier otro desafío arquitectónico. Consultó literatura sobre la racionalización del trabajo doméstico y realizó medidas y gráficas de tiempo-movimiento. También observó las cocinas de los trenes y se quedó con varias ideas para la suya.
Lihotzky buscó una solución asequible para una cocina, basada fundamentalmente en dos conceptos: higiene y ergonomía. Al estudiar la relación entre tiempo y movimiento de las actividades culinarias pudo plantear las medidas optimizadas de la cocina a 187 × 344 cm. En su cocina, una mujer podía pasar del fregadero a las ollas en el fuego sin dar un solo paso.
Funcionalismo elegante
Diseñar la primera cocina integrada, prefabricada y producida en serie en una época en la que nada de esto era una práctica habitual, fue una tarea logística y tecnológica inmensa. El desarrollo de la cocina es un ejemplo de la metodología racionalista, el enfoque científico y la voluntad reformista en el diseño de interiores.
Pero, ¿cómo estaba distribuida la cocina Frankfurt? Schütte-Lihotzky colocó una ventana en la estancia que diera luz y calor. Dispuso un tablero de trabajo y un taburete giratorio que se podía graduar en altura. En un lado instaló el fregadero con un grifo de agua fría y caliente, encima un escurreplatos, un cajón deslizante para la basura que podía vaciarse al exterior mediante un colector vertical, una tabla de planchar abatible que quedaba recogida pegada a la pared, un contenedor vertical para los utensilios de limpieza y un radiador para calentar la estancia. Había armarios altos y bajos sin patas, acabados con un zócalo para facilitar la limpieza. Creó también compartimentos de aluminio para los productos a granel como la harina, el arroz o el azúcar. El de la harina era de roble para evitar que tuviera gusanos. Al otro lado situó la zona de cocción y el horno. La zona de trabajo tendría que ser de haya, una madera resistente a diferentes sustancias y al uso de los cuchillos. Los frontales del mobiliario se pintaron de azul para que las moscas no se posaran en ellos. También había investigado esto. Todo estaba pensado y muy pensado. La cocina Frankfurt es un modelo de eficiencia, de higiene y de optimización productiva.

La arquitectura es política
Margarete creció en una familia de clase media y esto la protegió de la realidad de la vida en Viena. Como estudiante de arquitectura visitó los distritos obreros y quedó impactada por las condiciones tan duras en las que vivían muchas personas de clase trabajadora; vio cómo vivían ocho o nueve personas en una habitación, y vio inquilinos que subarrendaban las camas de otros durante un par de horas al día. La experiencia consolidó aún más el deseo de convertirse en arquitecta. «Se puede matar a una persona con un hacha o con un apartamento» es una cita de Heinrich Zille que Margaret escribe en sus memorias, Por qué me convertí en arquitecta (Warum ich Architektin wurde).
En aquel momento todavía no entendía las raíces del sufrimiento de algunas personas, pero quería una profesión en la que pudiera ayudar a aliviar sus dificultades.
Diseño con conciencia social
Esta intención facilitadora en cada diseño de la arquitecta sería un hilo conductor en su trabajo. Tras graduarse pasó a trabajar para el movimiento de asentamientos vieneses, en el que miles de familias se alojaron en terrenos públicos en las afueras de la ciudad, construyeron refugios improvisados y cultivaron jardines para protestar de alguna manera contra la escasez de viviendas y alimentos después de la Primera Guerra Mundial. Los diseños de Schütte-Lihotzky incluían cocinas cómodas y eficaces. Su trabajo llamó la atención del arquitecto alemán Ernst May, quien la invitó a Fráncfort en 1926, donde diseñaría su icónica cocina como parte de un programa de vivienda pública asequible.
Muchos de sus otros proyectos, eclipsados por lo que alguna vez llamó «esa maldita cocina», fueron decididamente feministas. Mientras aún vivía en Fráncfort, diseñó apartamentos para mujeres trabajadoras solteras y construyó, en colaboraciones internacionales, aulas de escuelas infantiles durante cuatro décadas. Las mujeres trabajadoras estaban, en su mayoría, empobrecidas y no podían tener educadores para sus hijos y sus hijas durante las horas de trabajo. La solución a este problema no podía ser dejar el trabajo sino construir muchas instalaciones para niños.
Lihotzky era una rareza: una arquitecta respetada en un mundo de hombres. La eficiencia siguió siendo el lema de quien la contrató, de Ernst May. May reclutó a Margarete en su departamento de estandarización como parte de un grupo de dieciséis personas que estaban elaborando planes para accesorios domésticos económicos, entre ellos una «cocina Frankfurt», como la bautizó May.
Pero no todo fueron cocinas: Margarete se encargó del desarrollo de viviendas sociales en las postguerras, de centros públicos funcionales y dignos, de la configuración de las ciudades y de la infraestructura pedagógica.
Facilitando la conciliación
Tras sus experiencias fuera de Europa, durante la prisión y en la postguerra, el compromiso de Lihotzky por espacios sociales dignos e higiénicos se ratifica con el diseño de la Kindergarten am Kapaunplatz construido entre los años 1950-1952. En este proyecto pone en práctica varias teorías sanitarias y pedagógicas, por las que propone un edificio en una sola planta con forma de H, y cubierta a cuatro aguas. La relación de este edificio con el exterior es clave para evitar la propagación de enfermedades y estimular el desarrollo infantil a través de actividades al aire libre. El tamaño y organización de las ventanas permite que la ventilación cruzada sea otra de las estrategias para contar con aire fresco y combatir el contagio de enfermedades. El uso de pérgolas permite que los niños puedan dormir la siesta en el exterior. La distancia piso-techo es otra de las innovaciones de Lihotzky en función de las actividades que realizaban los niños dentro del edificio.

Imagen: Kindergarten am Kapaunplatz.
Margarete Schütte-Lihotzky es una arquitecta revolucionaria no solo por sus diseños sino por su compromiso social en Austria, Alemania, Rusia, Cuba y para la ONU. Desde el final de su reclusión política hasta su muerte permaneció muy activa en la profesión, especialmente con proyectos de viviendas y escuelas infantiles y dando conferencias. Más allá de la racionalización de los espacios, esta arquitecta deja un legado de compromiso y lucha por una arquitectura más humana que promueva sociedades libres y justas. Su trabajo parte de una profunda reflexión sobre cómo analizar y entender un entorno antes de proyectar y sobre la importancia de acercarse a las necesidades de los usuarios antes de diseñar.
Toda mujer pensante debe ser consciente del retraso que tienen aún los métodos domésticos, y debe reconocer que éstos obstaculizan su propio desarrollo, y, por lo tanto, también el de su familia.
Polémica por su nula intención de promover la igualdad
La cocina modelo de todas las cocinas equipadas tenía una característica muy valiosa, pero también muy vulnerable: la segunda puerta que la conectaba con el salón/comedor. La puerta corredera o con bisagras era un componente fundamental, ya que permitía una vista parcial de la habitación adyacente y de los niños jugando, y garantizaba un camino corto de la cocina a la mesa. Esta puerta resultó ser la perdición de la cocina. Los ocupantes, un poco desconcertados por tanto minimalismo y echando de menos muebles de salón sólidos y tranquilizadores, arrastraron aparadores victorianos y sofás lujosos sepultando la puerta. Después se colocaría un frigorífico delante.
En la era de la posguerra se ignoraron los aspectos emancipatorios y de ahorro de tiempo que muchas mujeres en la década de 1920 acogieron con agrado. Nadie recordaba la puerta de comunicación desechada hacía mucho tiempo. La cocina maravillosa se percibió como una trampa que condenaba a las mujeres a un confinamiento culinario solitario y les otorgaba el reino de este espacio de la casa en exclusiva. Esto provocó una oleada de críticas. Schütte-Lihotzky se enfureció al verse arrastrada a un discurso feminista. «Si hubiera sabido que la gente iba a hablar sólo de la maldita cocina, no la habría inventado», se quejó más tarde.
La huella de aquella cocina que en 2026 cumplirá cien años la encontramos en nuestras cocinas actuales. Éstas tendrían que ser espacios de colaboración, de convivencia y de igualdad. La disposición del mobiliario, la comodidad en las tareas, los distintos elementos que facilitan el orden, la limpieza y la organización, la luz natural, la búsqueda de materiales resistentes y bonitos, el consumo responsable y muchas más cosas, se promovieron ya en la «cocina Frankfurt». Y se promueven en las cocinas de hoy… estamos en ello… Hemos avanzado en sostenibilidad, eficiencia y en un uso corresponsable de estos espacios tan bien diseñados, ¿o no?
Referencias
- Bois, Marcel y Reinhold, Bernadette (2023). Margarete Schütte-Lihotzky. Architecture. Politics. Gender.: New Perspectives on Her Life and Work, Birkhäuser Verlag
- Cañar, María José (2019). Margarete Lihotzky: arquitectura social más allá de la cocina Fráncfort. Metalocus.es
- Schütte-Lihotzky, Margarete y Zogmayer, Karin (2019). Warum ich Architektin wurde (Por qué me convertí en arquitecta). Residenz Verlag.
- Webster, Gwendolen (2022). Revisit: Frankfurt Kitchen by Margarete Schütte-Lihotzky. The Architectural Review
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.