El olfato de las aves

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Muchas veces pensamos en la magnífica vista que tienen las águilas y extendemos esa capacidad extraordinaria a todas las aves. Lo que no solemos hacer es pensar en su sentido del olfato. Durante el siglo pasado se investigó sobre este campo en buitres, palomas o ciertas aves marinas, y se mostró que tenía un papel importante. En los últimos años, los estudios se extendieron a otras especies de paseriformes (estorninos, carboneros o herrerillos) e incluso en las psitácidas (loros y guacamayos), de las que se pensaba que no tenían olfato porque el bulbo olfatorio era muy pequeño en su cerebro. Lo mismo pasa con los ranfástidos (tucanes), de los que se afirmaba que no podían oler.

Investigadoras que se interesan por el olfato de los pájaros

Luisa Amo e Irene Saavedra, desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), estudiaron la capacidad de ciertas aves para detectar olores y para obtener información de su entorno en diferentes contextos ambientales. Pusieron de relieve la ecología química de las aves en las interacciones multitróficas que incluyen árboles, insectos herbívoros y aves insectívoras. Investigaron cómo las aves utilizaban el sentido del olfato para evaluar el riesgo de un depredador cercano; señalaron que hay aves en cautividad que evitaban pasar la noche en cajas nido impregnadas de una sustancia artificial que imitaba el olor de un depredador. Sin embargo, se metían en cavidades con ese olor cuando estaban en libertad; es como si les diera igual el olor de un atacante cercano y antepusieran la necesidad de un nido al posible peligro.

Herrerillo común. Wikimedia Commons.

Estas científicas también estudiaron el olfato en aves en el caso de que tuvieran crías. Por un lado, cuando los herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) percibían un olor artificial simulando un depredador, cubrían sus huevos con mayor frecuencia para disminuir el riesgo de que los posibles atacantes los vieran. Por otro lado, los herrerillos también modificaron su comportamiento parental cuando detectaron el olor artificial de un depredador; las hembras olieron el peligro antes que los machos y se mostraron más precavidas cuando se las expuso a un depredador vivo, mucho más que cuando tuvieron cerca al posible atacante pero éste era falso, un modelo impregnado con señales químicas. Esto apoya la hipótesis de la sensibilidad al riesgo; la selección natural ha hecho que se considere toda la información posible sea cual sea el canal de entrada, es decir, que se utilizan todos los sentidos posibles para completar la percepción del entorno.

También centraron uno de sus estudios en los árboles llenos de larvas. Éstos, cuando son atacados por insectos que se comen sus hojas, segregan unas sustancias volátiles llamadas HIPV (Herbivore-induced plant volatile) que sirven para dar la voz de alarma a otros árboles, a otras partes del propio árbol y para atraer depredadores de las larvas, sobre todo algunos tipos de avispas. Pero los HIPV también atraen a algunas aves insectívoras y acuden también a alimentarse, lo que alivia bastante al árbol.

El olfato en tucanes y guacamayos mejora su calidad de vida

Las investigadoras María del Carmen Hernández e Isabel Barja, de la Universidad Autónoma de Madrid, pusieron tres recipientes cerrados con pequeños agujeros y algodón dentro: uno empapado en agua (olor de control), otro en vinagre y otro en zumo de banana o papaya. Los sujetos de estudio fueron tucanes, guacamayos y amazonas (parecidas también a los guacamayos) de diferentes centros de rescate y rehabilitación de Costa Rica.

Después de analizar los vídeos descubrieron que los tucanes (Ramphastos sulfuratus y R. ambiguus) y los guacamayos rojos (Ara macao) pasaban más tiempo delante del recipiente con papaya y banana. Observaron también que las amazonas (Amazona autumnalis y A. auropalliata), se detenían muy poco delante del recipiente con olor a vinagre, lo que sugiere que éste es un olor desagradable para ellas.

Ramphastos sulfuratus, R. ambiguus, Ara macao, Amazona autumnalis y A. auropalliata. Wikimedia Commons.

Esto pone de manifiesto que tucanes y guacamayos tienen un olfato funcional que pueden utilizar para localizar frutas, y que parece posible que este sentido juegue un papel relevante en las amazonas. Las investigadoras de la UAM sugieren con esto incluir el sentido del olfato en los protocolos de mejora de los estándares de calidad de vida y enriquecimiento ambiental de este grupo de aves en cautividad.

Los polluelos de herrerillo común distinguen a los parientes de los desconocidos por el olor

Las crías a menudo solicitan y compiten por un cuidado parental limitado a través de un comportamiento complejo de petición de comida, también llamado de mendicidad. La teoría de la selección de parentesco predice que las crías que compiten deberían modificar la intensidad de sus llamadas dependiendo del grado de parentesco con sus compañeros de nido o de camada. La evidencia empírica en aves, que son un modelo clave en el estudio de las interacciones entre padres e hijos, indica que un menor nivel de parentesco con las crías se correlaciona con peticiones más intensas (es decir, se comportan de manera más egoísta). Esto implica que los polluelos que compiten pueden reconocer a sus parientes, pero el mecanismo subyacente a esta discriminación no estaba claro. Durante mucho tiempo se pensó que la comunicación dependía de señales visuales y auditivas, pero ahora se sabe que las señales olfativas juegan un papel importante. Para evaluar esta relevancia en la modulación del comportamiento de mendicidad de los polluelos se experimentó con un ave de vida libre, de nuevo el herrerillo común, para ver si los polluelos discriminaban y ajustaban sus pedidas de alimento utilizando un estímulo olfativo. Se descubrió que respondieron de diferente manera para pedir comida: más prolongada e intensa ante un olor desconocido y más tenue ante un olor familiar

Este hallazgo proporciona la primera evidencia del papel del olfato en la modulación de la mendicidad de los polluelos en una población de aves. Aunque este experimento no puede diferenciar entre los efectos de niveles de parentesco, plantea la posibilidad de que los polluelos de herrerillos azules también puedan discriminar entre los olores de parientes cercanos e individuos menos relacionados.

Cómo camuflarse y cómo buscar pareja usando el olor

La glándula uropígea de las aves produce una secreción olorosa (aceite de acicalamiento) que se utiliza para cuidar su plumaje y que interviene también en el camuflaje olfativo, es decir, minimiza la detección por parte de los depredadores de nidos (hipótesis de la cripsis olfativa) y en la comunicación social entre especies, sobre todo durante la reproducción (hipótesis semioquímica del sexo). Sin embargo, las variaciones de este aceite de acicalamiento no están demostradas y las supuestas funciones son todavía desconocidas. Parece que varía el olor durante las etapas de fertilidad, de puesta, de incubación, etc.

Una revisión sistemática de este hecho mostró diferencias para el camuflaje en el 95 % de las especies (57/60 especies en 35 estudios) y diferencias de sexo en el 47 % de las especies (28/59 especies en 46 estudios). Varios análisis comparativos filogenéticos que utilizaron datos de 59 especies de aves para evaluar la evidencia de las hipótesis semioquímicas tanto de la cripsis olfativa como del sexo pusieron de manifiesto que las diferencias fueron más probables en el sexo en incubación que en el de no incubación en las especies que anidan en el suelo, pero fueron igualmente probables independientemente de si incubaba el macho o la hembra en las especies que no anidan en el suelo. Este resultado apoya la hipótesis de la cripsis olfativa, pasar desapercibido por el olor, porque las aves que anidan en el suelo son más vulnerables a los depredadores que buscan a sus presas oliéndolas.

Los pájaros insectívoros huelen las feromonas de sus presas

En muchos seres vivos, las señales químicas juegan un papel fundamental en la atracción y elección de pareja. Este es el caso de las hembras de los lepidópteros como la polilla de invierno (Operophtera brumata), que emiten feromonas para atraer a los machos en el periodo reproductivo. Los adultos de O. brumata forman parte de la dieta invernal de algunas especies de pájaros insectívoros, como el carbonero común (Parus major) y el herrerillo común (Cyanistes caeruleus), así que Luisa Amo e Irene Saavedra realizaron un experimento de campo para ver si estas aves insectívoras detectaban estas hormonas de las polillas. Se colocaron larvas artificiales y un dispensador de feromonas sobre ramas de roble melojo (Quercus pyrenaica). En la mitad de los árboles se dispuso un dispensador de feromonas de polilla y en la otra mitad no se puso. Se midió la tasa de depredación de las aves sobre larvas artificiales. Los resultados mostraron que las aves comieron más larvas de plastilina en los árboles con feromonas que en los árboles sin feromonas que también tenían larvas artificiales. Esto indica que las aves insectívoras pueden detectar las feromonas emitidas por las hembras de las polillas para atraer a los machos. Los resultados invitan a utilizar a las aves insectívoras en el control biológico de plagas de insectos.

Parus major. Wikimedia Commons.

Aunque en la actualidad hay muchas investigaciones sobre el olfato de las aves, quedan estudios por hacer para conocer las estrategias que utilizan en dos de sus principales necesidades: la búsqueda de alimento y la evitación de depredadores. Hemos visto unos cuantos ejemplos que señalan que pueden oler y que este sentido tiene su importancia. Por lo tanto, si nos llama la atención la agudeza visual de algunas aves, no podemos olvidar la agudeza olfativa de otras o, al menos, no podemos obviar que las aves pueden oler y que toda información sobre el entorno es aprovechable.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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