Irene K. Fischer, una matemática al servicio de la geodesia

Vidas científicas

La científica judía austríaca Irene Kaminka Fischer (1907-2009) desarrolló su carrera en el Servicio de Mapas del Ejército de EE. UU.. Sus más de 120 trabajos pertenecen mayoritariamente a la geodesia, es decir, el estudio de la forma y dimensiones de la Tierra. Fisher trabajó, entre otros, en las misiones estelares Mercury y Apolo durante la carrera espacial, y es la autora del Esferoide Fisher 1960. Considerada una de las más importantes mentes en su campo, recibió numerosos reconocimientos, tales como el Premio al Servicio Civil Distinguido del Departamento de Defensa y la Medalla al Mérito Civil estadounidenses.

Irene K. Fischer (1966).

Irene Kaminka nació el 27 de julio de 1907 en Viena, en el seno de una familia judía. Su padre, el rabino Armand Aharon Kaminka, fue secretario de la Alianza Israelita Universal –organización educativa cuyo propósito era brindar ayuda a estudiantes judíos– e investigó los pogromos o linchamientos multitudinarios en Europa Occidental, a la vez que recaudaba dinero para ayudar a sus víctimas. La pequeña Irene creció en un ambiente ilustre.

Kaminka estudió Matemáticas en la Universidad de Viena y geometría descriptiva y proyectiva en la Universidad Técnica de Viena. La primera emplea un conjunto de técnicas para representar el espacio tridimensional sobre una superficie bidimensional, mientras que la segunda se abstrae del concepto de medida para estudiar las propiedades de las figuras geométricas por medio de transformaciones matemáticas propias de esta disciplina. Con el paso de los años, Irene acabaría convirtiéndose en una referencia en este campo.

Irene se casó en 1930 con el historiador y geógrafo Eric Fischer, momento en el que pasó a llamarse Irene K. Fischer. Juntos fundaron la primera escuela de formación de profesorado de educación infantil de Viena, que también operaba como guardería y refugio para las personas migrantes que llegaban a la ciudad desde Europa del Este.

Una judía en Estados Unidos

Los Fischer y su hija Gay tuvieron que abandonar Viena en 1939, cuando los nazis invadieron Austria. Viajaron a Italia en tren, luego a Palestina en barco, para finalmente rodear todo el continente africano y llegar a EE. UU. en 1941. Aquel se convertiría en el país de residencia de los Fischer para el resto de sus vidas.

En busca de empleo, Irene K. Fischer trabajó primero como ayudante de costurera, aunque pronto comenzaría a corregir exámenes y trabajos para profesores de la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). De ahí dio el salto a enseñar matemáticas en un par de institutos, así como a construir trayectorias de geometría proyectiva estereoscópica –es decir, imágenes que transmiten sensación de profundidad– para los cursos de mecánica celeste y geometría que se impartían en el MIT. Durante once años, Irene se empleó en varios trabajos que compaginó con la crianza de Gay y Michael, nacido en 1946.

El despegue de su carrera

En 1952, cuando sus hijos dejaron de precisar tanta atención y cuidados, Irene decidió concentrarse en su carrera y buscar trabajos en los que poder desempeñar su talento matemático. Se postuló para una oferta en el Servicio de Mapas del Ejército (AMS, por sus siglas en inglés) actualmente conocida como la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial; lo hizo a sugerencia de su marido, que ya trabajaba en el servicio, y a pesar de estar sobrecualificada para el puesto –fue contratada dos categorías por debajo de su nivel de preparación–.

La científica pasó el resto de su carrera –25 años hasta su jubilación en 1977– en el AMS y sus organizaciones sucesoras. Comenzó como matemática, aprendiendo por sí misma a construir tablas geodésicas y monogramas cuyo principal objetivo era determinar la forma de la Tierra con la mayor precisión posible, y fue ascendiendo hasta hacerse con la dirección de la División Geodésica del servicio.

Sus contribuciones científicas

La entrada de Irene K. Fischer en el campo de la geodesia coincidió con hitos relevantes de la década de 1950. En primer lugar, la llegada de satélites artificiales multiplicó enormemente la cantidad y el alcance de las observaciones geodésicas. En segundo lugar, la introducción de las computadoras comerciales –en 1952, el AMS dispuso de una de las primeras máquinas UNIVAC I fabricadas en el país– permitió aumentar enormemente la velocidad y volumen de cálculo. En tercer lugar, el inicio de la carrera espacial. Todo ello acompañado de una decisión del ejército de dotar a los programas geodésicos de mayores recursos económicos, con el objetivo de garantizar la seguridad nacional. Así, durante el mandato de Fischer, y debido en gran parte a sus contribuciones, el AMS fue reconocido como uno de los centros clave de actividades geodésicas en el país.

Irene Fisher. NAE.
La primera gran contribución científica de Irene tuvo lugar gracias a su participación en la revisión del Elipsoide Internacional de 1924, el modelo de referencia de la forma de la Tierra reconocido oficialmente por la Asociación Internacional de Geodesia. Aprovechando la capacidad de cálculo de la UNIVAC I, Fischer y sus colaboradores obtuvieron un valor revisado para el semieje mayor de la Tierra que es compatible con los valores reconocidos en la actualidad.

En 1959 Irene publicó dos artículos en el Journal of Geophysical Research que fueron determinantes para su carrera. El primero fue una colección de valores que le permitió crear un datum o sistema de referencia geodésico basado únicamente en datos obtenidos desde la superficie de la Tierra, es decir, anteriores a las mediciones tomadas por satélites. Los sistemas de referencia geodésicos son recursos matemáticos que permiten asignar coordenadas a puntos sobre la superficie terrestre; se emplean para georreferenciar o posicionar correctamente objetos de la superficie de la Tierra. El segundo trabajo fue una expansión del radio de acción o lugar de análisis geodésico del que se dedujo un correlación entre la glaciación del Pleistoceno (hace entre 2,5 millones y 12 000 años) y el geoide en América del Norte y Fenoscandia.

Gracias a esas contribuciones pudo desempeñar un papel fundamental en el desarrollo del Sistema Geodésico Mundial del Departamento de Defensa de 1960 (conocido como WGS 60) y abrirse camino hacia otra de sus contribuciones más conocidas: el cálculo del Esferoide Fischer 1960 y 1968, el elipsoide de referencia seleccionado por la NASA para el seguimiento satelital. De esta manera Fischer se convirtió en una de las científicas más reconocidas internacionalmente en su campo durante la edad de oro de las misiones espaciales. Sus datos para la misión Mercury y su trabajo en la paralaje lunar para la misión Apolo fueron fundamentales para llevar a cabo ambos proyectos.

Entre otros logros notables de Irene se encuentran la construcción del datum sudamericano de 1969, el análisis de discrepancias entre la nivelación geodésica y oceanográfica, y la definición de zonas de calibración oceánica para la altimetría gracias a la cual se consigue representar el relieve del terreno.

Reconocimiento a su labor

Fischer fue una cara habitual en las reuniones de la comunidad geodésica internacional, de la que tanto ella como su marido fueron figuras reconocidas. Desde que se unió a la Asociación Internacional de Geodesia en 1957, la científica asistió a sus congresos, lideró numerosos grupos de trabajo y ocupó cargos directivos diversos.

Además de buena investigadora, Irene era una excelente oradora y escritora, cualidades que la agencia para la que trabajaba supo aprovechar al pedirle que preparara numerosos informes y presentaciones para funcionarios gubernamentales de alto rango.

Irene Fisher con su marido y su hijo (1967). FIG.

La labor de Irene K. Fischer recibió varios reconocimientos a lo largo de los años. Recibió el Premio al Servicio Civil Distinguido del Departamento de Defensa de EE. UU., así como la Medalla al Mérito Civil Meritorio del Ejército de los EE. UU.. Las distinciones que recibió por parte de la comunidad científica incluyen su elección para la Academia Nacional de Ingeniería de los EE. UU. y un doctorado honorario de la Universidad de Karlsruhe en Alemania.

Irene K. Fischer falleció el 22 de octubre de 2009 en Boston, tenía 102 años.

Referencias

Sobre la autora

Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.

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