Ilona Banga (1906-1988) fue una bioquímica húngara conocida por codescubrir la actomiosina y caracterizar cómo la actina y la miosina interactúan para producir la contracción muscular. Ella y su marido, József Mátyás Baló, descubrieron la primera elastasa, una enzima capaz de degradar la proteína elastina que da flexibilidad a tejidos como las venas. También contribuyó al trabajo que le valió a Albert Szent-Györgyi el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1937, incluyendo el desarrollo de métodos para la purificación y caracterización de grandes cantidades de vitamina C.
Ilona Banga nació el 3 de febrero de 1906 en Hódmezővásárhely, una ciudad al sureste de Hungría. Quiso estudiar Medicina, pero finalmente se matriculó en Química porque, según su madre, la de médica no era una profesión adecuada para una mujer.
Comenzó sus estudios en Szeged, continuó en la Universidad de Viena y, de vuelta en su país natal, obtuvo un máster en química por la Universidad de Debrecen en 1929. Allí realizó sus primeras investigaciones relacionadas con la Fisiología de la mano del profesor Fritz Verzár, considerado uno de los padres de la gerontología experimental.
Tras graduarse, Banga se unió al laboratorio del fisiólogo Albert Szent-Györgyi en el Instituto de Química Medicinal de la Universidad de Szeged. Lo hizo en calidad de asistente de investigación, convirtiéndose en la primera mujer colaboradora del futuro premio Nobel. Sus primeros trabajos se centraron en el estudio del metabolismo de los carbohidratos, es decir, en los procesos bioquímicos de formación, ruptura y conversión de los hidratos de carbono en los organismos vivos. También desarrollaron métodos para la purificación y caracterización de grandes cantidades de vitamina C (o ácido ascórbico), un nutriente esencial para los humanos (y algunos mamíferos más), quienes carecemos de la capacidad de sintetizarlo de manera natural. Además de colaborar en los descubrimientos relacionados con los procesos de combustión biológica y las funciones que la vitamina C desempeña en ellos –trabajos por los que Szent-Györgyi sería reconocido con el Nobel de Fisiología o Medicina en 1937–, Ilona participó en estudios innovadores sobre la composición muscular y el uso de energía.
El descubrimiento de la actomiosina
Tras el galardón, Szent-Györgyi cambió el enfoque de las investigaciones del grupo hacia otro aspecto fundamental del funcionamiento animal: la contracción muscular. Lo hizo motivado por los hallazgos previos del matrimonio Engelhardt-Ljubimova, quienes habían sugerido que la proteína muscular miosina no era simplemente una proteína estructural, si no que también tenía actividad fosfatasa (ATPasa), es decir, capacidad para activar la descomposición de la molécula ATP en ADP. En este proceso de desfosforilación ampliamente usado por todas las formas de vida conocidas, se libera la energía necesaria para impulsar otras reacciones químicas que, de otro modo, no se podrían producir.
Dado que la miosina era una proteína tan importante y abundante en el músculo, al bioquímico le pareció razonable que, para comprender el músculo, había que comprender la miosina. Para ello, lo primero que hizo fue pedir a Banga que le ayudara a confirmar los hallazgos del matrimonio.
Banga obtenía miosina a partir de músculos de conejo: los trituraba y les extraía la proteína siguiendo el protocolo establecido. Un día, de manera excepcional, dejó el músculo triturado reposar en solución salina durante toda la noche. Al regresar al laboratorio la mañana siguiente, observó que la apariencia líquida y ligera habitual de la mezcla había cambiado hacia una solución más espesa y viscosa. En lugar de descartar la mezcla por no haber cumplido con el protocolo de extracción establecido, se preguntó por qué el tiempo de extracción afectaba los resultados. La búsqueda de esta respuesta abrió la puerta a uno de los principales descubrimientos en materia de fisiología de la contracción muscular.
Banga descubrió que, agregando ATP al extracto, la viscosidad volvía a disminuir. Gracias a las contribuciones de un compañero del laboratorio, el bioquímico Brunó Straub, comprobaron que el extracto de Banga no contenía únicamente miosina, sino una combinación de miosina y actina, a la que llamaron actomiosina. Straub pudo aislar la actina y Banga y el resto de miembros del laboratorio llevaron a cabo una caracterización exhaustiva para determinar cómo interactúan la actina y la miosina para producir la contracción muscular. Entre todos consiguieron también reproducir la contracción en un tubo de ensayo, en presencia de actomiosina, ATP e iones.
Banga trabajó con Albert Szent-Györgyi durante 17 años y fue autora de veinticinco artículos durante ese período. Sin embargo, la diseminación de sus hallazgos se vio obstaculizada por la Segunda Guerra Mundial: el propio Szent-Györgyi tuvo que protegerse de la persecución nazi y otros miembros varones abandonaron el país para evitar el reclutamiento militar. Cuando, años más tarde, sus descubrimientos fueron comunicados a la comunidad científica internacional, no todos los aceptaron de inmediato, aunque poco a poco fueron abriendo camino hacia la era moderna de la investigación en fisiología de la contracción muscular.
Ciencia más allá de la guerra
En ausencia de Szent-Györgyi y otros compañeros, Banga quedó a cargo del laboratorio del Departamento de Química Medicinal de la Universidad de Szeged. Colocó carteles en la puerta dando a entender que aquel era un laboratorio donde se trataban muestras de enfermedades infecciosas, lo que mantuvo alejada a toda persona ajena al mismo y convirtió al departamento en la única entidad universitaria que salió ilesa de la Segunda Guerra Mundial, con todos sus equipos e instalaciones conservadas en buen estado.
Ilona Banga fue la primera mujer en alcanzar el rango de docente (comparable a profesora asociada) en la Universidad de Szeged en 1940. Sin embargo, nunca fue nombrada profesora plena, a pesar de haber recibido su título de Doctora en Ciencias en 1950, lo que la hacía elegible para tal puesto.
En 1945, Albert Szent-Györgyi trasladó su laboratorio a Budapest, y Banga lo acompañó. Más tarde, cuando el científico abandonó el país para establecerse en Estados Unidos, Banga se quedó en Hungría y se convirtió en jefa del Laboratorio Químico del primer Instituto de Anatomía Patológica de Budapest. En este nuevo puesto trabajó estrechamente con su marido, el médico patólogo József Mátyás Baló, estudiando la arteriosclerosis y los cambios que se producen en las venas durante el envejecimiento. Gracias a este trabajo, Banga y Baló descubrieron la primera elastasa, una enzima capaz de degradar las fibras de la proteína elastina que da flexibilidad a las venas. Muchos científicos se mostraron escépticos ante sus hallazgos, pero Banga consiguió cristalizar la elastasa y convencerlos.
El descubrimiento de la elastasa le valió el Premio Kossuth –el galardón estatal más importante de Hungría– en 1955; en realidad ya se lo habían ofrecido en 1952, pero, en lo que se cree fue un descuido, su marido y codescubridor del enzima Baló no fue incluido. Respondiendo que el trabajo era fruto de un esfuerzo conjunto, Banga rechazó la oferta aquel año, y la aceptó en 1955, año en que ambos fueron reconocidos.
Banga publicó más de sesenta artículos científicos entre los años 1948 y 1965. Se jubiló en 1970. Siguió comprometida con la comunidad científica incluso después de retirarse, ya que sirvió como asesora científica del Instituto Húngaro de Gerontología entre 1971 y 1986. Murió el 11 de marzo de 1998, a los 92 años.
Referencias
- Jack A. Rall, Generation of life in a test tube: Albert Szent-Gyorgyi, Bruno Straub, and the discovery of actin, Advances in Physiology Education 42 (2) (2018) 277–288
- Beáta Bugyi and Miklós Kellermayer, The discovery of actin: “to see what everyone else has seen, and to think what nobody has thought”, J Muscle Res Cell Motil. 41(1) (2020) 3-9
- Ilona Banga, CSHL WiSE
- Ilona Banga, Wikipedia
Sobre la autora
Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.