Hace más de 15 años, en España era normal entrar en una cafetería y encontrar personas fumando. Por aquel entonces, estaba socialmente aceptado, al igual que la exposición de la población al humo de los fumadores. Sin embargo, gracias a la Ley 28/2005 y a su posterior modificación en 2010, dejó de estar permitido consumir tabaco en espacios públicos cerrados.
En otros lugares como Brasil, un país muy avanzado en políticas de control de tabaquismo, también se han implantado medidas dirigidas tanto a reducir la prevalencia de consumo de tabaco como de exposición al humo ambiental de tabaco. Entre estas disposiciones se encuentran la subida de impuestos, la promoción de ambientes libres de humo y la educación de la población a través de grandes campañas publicitarias.
A pesar de las decisiones adoptadas en España y de los esfuerzos por reducir la exposición a ese humo ambiental, todavía más de tres millones de españoles continúan sufriéndolo. De hecho, algunos estudios, como el último informe realizado por el Eurobarómetro en 2020, alertan de un incremento de fumadores pasivos durante los últimos años.
Lo más sorprendente es que este aumento se observó en espacios cerrados como bares y restaurantes, donde la ley actual prohíbe fumar. Esto nos lleva a plantear si nos hemos relajado en el cumplimiento de las medidas de control o si se necesitan nuevas estrategias y medidas más estrictas para proteger a la población.
El humo del tabaco también mata
A lo largo de los años hemos podido observar las consecuencias del consumo de tabaco en la salud humana. Sabemos que actualmente es responsable de más de ocho millones de muertes al año en todo el mundo. Lo llamativo es que un millón de estos fallecimientos no los causó directamente el consumo de tabaco, sino el humo que exhalan los fumadores y que desprenden los cigarrillos.
Esto se debe a que el humo de segunda mano está formado por más de 4000 sustancias tóxicas, de las cuales al menos 250 son cancerígenas. Hasta la fecha, se ha demostrado que este contaminante ambiental puede producir enfermedades como el cáncer de pulmón, la cardiopatía isquémica y la muerte súbita del lactante. Además, se sospecha que también está relacionado con otras dolencias como los accidentes cerebrovasculares y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Uno de los grandes problemas asociados al humo de tabaco es que sus consecuencias en la salud no solamente afectan a los fumadores: desde un feto en la barriga de su madre hasta una persona anciana que nunca ha encendido un cigarrillo pueden resultar perjudicados.
Lo que va de 2002 a 2020
En España, se han realizado tres estudios para estimar el impacto mortal del humo ambiental de tabaco en la población adulta. El primero de ellos se llevó a cabo en 2002, cuando en este país solamente estaba prohibido fumar, mediante reales decretos, en lugares específicos como centros sanitarios, recintos educativos o aviones. Este trabajo estimó que la exposición al humo ambiental de tabaco fue responsable de entre 1228 y 3237 muertes en personas que nunca habían fumado. La mayoría se debieron a exposiciones producidas en el hogar.
El segundo estudio se realizó en 2011, cinco años después de la implantación de la Ley 28/2005 y justo cuando entró en vigor su modificación (Ley 42/2010). Entonces se estimó que la exposición a humo de segunda mano había producido la muerte de 1028 personas no fumadoras en España. Nuevamente, la mayor parte se debían a la inhalación en las casas.
El último estudio data de 2020, diez años después de la última adopción de medidas de control del tabaquismo. Los investigadores cifraron en 747 las muertes atribuidas a la exposición al humo ambiental. Por primera vez se valoraron las muertes para las tres categorías de consumo de tabaco (fumadores, exfumadores y nunca fumadores). Así, 293 de esas muertes se produjeron en fumadores, 260 en exfumadores y 195 en personas que nunca habían fumado.
En conclusión, la mortalidad por exposición a humo ambiental de tabaco parece estar descendiendo en España. Sin embargo, es importante tener presente que cada día dos personas siguen muriendo en este país por su culpa. Es esencial transmitir a la población el peligro de inhalar ese humo no solo en espacios cerrados, como en una casa o en un coche, sino también en espacios abiertos como la terraza de un bar o mientras esperamos el autobús.
La lucha contra la epidemia tabáquica debe continuar
La protección de la salud es un derecho reconocido en la Constitución Española, y las autoridades sanitarias tienen la responsabilidad de garantizarlo. En el caso que nos ocupa, hablamos de crear espacios 100 % libres de humo de tabaco, tanto en lugares cerrados como al aire libre, establecer políticas fiscales que aumenten el precio de los productos del tabaco o limitar los puntos de venta.
En comunidades autónomas como Cataluña, el gobierno tiene la intención de avanzar en este sentido prohibiendo consumir tabaco en las terrazas y en los coches particulares. Solo mediante una lucha activa y sostenida contra la epidemia tabáquica se logrará una protección efectiva de la población.
Sobre las autoras
Mónica Pérez Ríos, Profesora titular en el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidade de Santiago de Compostela; Carla Guerra-Tort, Investigadora predoctoral en Epidemiología y Salud Pública, Universidade de Santiago de Compostela y Julia Rey Brandariz, Investigadora en Epidemiología y Salud Pública, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.