En un país donde hoy, en pleno siglo XXI, sólo una de cada siete personas dedicadas a la ciencia es mujer, resulta fácil imaginar el reto que supuso para una joven nacida hace más de cien años, no sólo ser admitida en una universidad sino convertirse, además, en una científica de renombre. Este es el caso de la química Kato Sechi, que nació a finales del siglo XIX en el cerrado y casi inaccesible imperio de Japón. Sechi llegó a ser una pionera en análisis con espectroscopía.
En el mundo en el que nació, allá por 1893, las mujeres encarnaban la llamada «ryōsai kenbo» (es decir, la «buena esposa y madre sabia») y se las consideraba inferiores a los hombres. Sus padres, agricultores acaudalados, vivían en el pueblo de Oshikiri (ahora Mikawa), en una zona de granjas lecheras a gran escala. Tenía un año cuando su madre y dos hermanos murieron en un gran terremoto y apenas los 15 cuando falleció su padre. Al quedarse sin un hombre en casa, tuvo que “adoptar” a su yerno para que ejerciera de cabeza de familia, dado que no podía serlo ella.
Tras terminar graduarse como maestra, fue su madrastra quien la animó a ir a Tokio para seguir estudiando. Una vez allí, Sechi ingresó en la Escuela Normal de Mujeres (hoy Universidad de Mujeres Ochanomizu), para marcharse al terminar como docente a Sapporo, en la isla de Hokkaido. Fue durante una visita con sus alumnas a la prestigiosa Universidad Imperial de Hokkaido, cuando se enteró de que allí, desde hacía poco tiempo, podían matricularse las mujeres gracias al espíritu innovador de quien dirigía la Escuela de Agricultura. Y como su ánimo de aprender no tenía fin, pidió ser admitida.
«No creo que tenga éxito porque es demasiado bonita, pero es la primera vez que una mujer alcanza este nivel, así que lo intentaremos», señalaron en la universidad al ver su petición de ingreso
En un principio, el comité de profesores elegido para estudiar su solicitud tuvo muchas dudas para aceptar a una joven que había estudiado en un centro solo para chicas, prestigioso pero del que se dudaba de su calidad académica. Pero Sechi no se conformó. «Mi falta de habilidades académicas no es mi culpa. Es porque el sistema educativo es defectuoso. La universidad debería abrir sus puertas a las mujeres», respondió a las reticencias. Puso tanto énfasis en su afán de entrar como alumna que, finalmente, obtuvo su plaza con el apoyo del director.
Aquellos primeros años, en los que era una ‘rara avis’ en las aulas, se dedicó a estudiar ciencias del suelo, fertilizantes, horticultura, fisiología de los animales y hasta economía agraria. Después recordaría que a veces se frustraba porque muchas clases eran en inglés, idioma que desconocía y que tuvo que aprender sobre la marcha. Además, seguía dando clase a niñas de Secundaria para poder vivir. «El aprendizaje es una forma imparable y es tridimensional porque tiene profundidad y es vivo y dinámico», les decía a sus alumnas.
Para sorpresa de sus profesores, en solo tres años Sechi había completado sus estudios y una tesis de graduación en inglés que fue muy valorada: The effect of dry condition upon the germination of apple seeds (El efecto de la condición seca sobre la germinación de semillas de manzana). Así pues, la contrataron como investigadora asistente en el Laboratorio de Química Agrícola de su escuela universitaria. Ese mismo año se casó con el arquitecto Sato Tokusaburo, que era de su mismo pueblo y que siempre la apoyó en su desarrollo profesional.
El año 1922 estuvo lleno de novedades para la joven química. Primero, porque se convirtió en investigadora del reciente Instituto de Investigación Física y Química RIKEN, fundado en 1917. Allí un compañero, que era físico, la introdujo en la mecánica cuántica. Hoy este centro es uno de los más prestigiosos del mundo y cuenta con 3000 científicos y científicas. También ese año conoció la espectroscopia y comenzó a aplicar lo que se sabía de los espectros de absorción al análisis químico. Un espectro de absorción es el que nos muestra la fracción de la radiación electromagnética o de luz que incide en un material y que éste absorbe dentro de un rango de frecuencias. Cada elemento químico posee uno diferente, por lo que se usa para analizar muestras de todo tipo (geológicas, biológicas, atmosféricas, etcétera). En su caso, Sechi fotografiaba los de todo tipo de sustancias químicas. Todo indica que en RIKEN fueron «especialmente tolerantes» con ella, puesto que la mantuvieron en plantilla pese a que al mes de entrar tuvo al primero de sus dos hijos.
Metida en su laboratorio, entre probetas y matraces, Sechi pasó años elaborando mezclas de compuestos orgánicos, midiendo sus espectros y examinando su relación con las estructuras químicas. En 1931, presentó su tesis doctoral sobre la «Polimerización del acetileno», convirtiéndose en la tercera mujer en Japón en recibir el título de doctora en Ciencias, con 38 años de edad.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, RIKEN se vio obligado a cooperar con el esfuerzo bélico de Japón y nuestra química tuvo que dejar de lado sus análisis para investigar sobre combustible para aviones. También participó en el desarrollo de aplicaciones para la penicilina, el antibiótico que servía para tratar la neumonía y otras enfermedades infecciosas. Un momento terrible en su vida fue la muerte de su hijo en la famosa batalla de Iwo Jima, la más sangrienta de las que tuvieron lugar en el Pacífico entre estadounidenses y japoneses. Hay una famosa película de Clint Eastwood dedicada a ella: Cartas desde Iwo Jima. Cuentan que Sechi no se quitó desde entonces el abrigo del fallecido Jinichi.
Los de la postguerra fueron tiempos duros para la ciencia en el país derrotado, pero ella se volcó en su trabajo: «Pude volver al punto de partida de mi investigación en el laboratorio, que casi había perdido su independencia debido a la derrota. Volví mi atención a la bioquímica y continué mi proyecto con entusiasmo, me inspiraba la educación que había recibido en la Universidad de Hokkaido», escribiría en la revista de exalumnos de su universidad. Por entonces, con sus colegas Kiyoko Yamamoto y Shizu Tonomura, también trabajaba en proyectos sobre la fotosíntesis y sobre la estreptomicina, un antibiótico utilizado para tratar la tuberculosis. Además, se le atribuye la idea de que la ciencia existe en cada rincón de la cocina, poniendo en valor la importancia de verificar el área de producción al comprar vegetales e identificar cómo usarlos según las características de su zona.
Fue en 1953 cuando, por fin, se reconoció su investigación pionera en el análisis químico con espectros de absorción y se convirtió en la primera investigadora senior de RIKEN, donde trabajó hasta que se retiró en 1960, con 67 años.
Comenzó entonces, y durante los siguientes 15 años, su labor divulgativa y formativa, organizando seminarios de ciencia gratuitos para profesores de ciencias de Secundaria. Una de las docentes que acudieron a algunos de ellos recordaría después:
En la web de RIKEN, también se hacen eco de sus enriquecedores mensajes:
Kato Sechi falleció en 1989 a los 96 años de edad. Desde 2018, en el que fue su centro de investigación está en marcha, como homenaje a su intenso y fructífero trabajo, el Programa Kato Sechi, destinado a mujeres investigadoras; es una iniciativa que busca atraer a investigadoras destacadas y, así, promover la igualdad de género en un ámbito, el de la ciencia, en el que la igualitaria presencia femenina todavía es una quimera en Japón, pero donde Sechi dejó una profunda huella.
Referencias
- Yajima Azusa, Kato Sechi, the First Female Student at Hokkaido University, Hokkaido Magazine KA
- Sethi Kato, la primera investigadora sénior, Riken
- Sethi Kato, Wikipedia
- Mujeres en Japón, Wikipedia
Sobre la autora
Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.